sábado, 11 de febrero de 2012

El pórtico occidental de la Catedral de León. Portada del Juicio Final (I)




El Judici - Tradicional/Cancionero de Uppsala (S. XVII)

Durante el primer milenio la iconografía en España es prácticamente inexistente. Los dictámenes del Concilio de Elvira (Granada), celebrado a principios del s. IV, junto con la carencia de artistas cualificados y las invasiones bárbaras, propician una importante decadencia socio-económica-cultural, que dejan la Península huérfana de imágenes. Es a partir del segundo milenio, con el fin de la larga crisis, cuando se inicia una renovación y se producen abundantes representaciones plásticas.

Una de las mejores muestras de la estatuaria del s. XIII en España, se encuentra en la catedral de León. Son siete las puertas con obra escultórica, si bien, el vano izquierdo de la portada sur tiene exclusivamente motivos heráldicos.


La fachada oeste u occidental, la más conocida, posee tres puertas bajo un pórtico sustentado con pilares, en el que se encontraban hasta hace unos meses adosadas tallas. La Puerta de San Juan ocupa el vano izquierdo, mientras que a la derecha se halla la Puerta de San Francisco (ver http://www.fonsado.com/: “Portada de San Francisco (I)” de 12 de enero de 2009 y “Portada de San Francisco (II)” de 18 de enero). La central, de la que nos ocuparemos en esta entrada, es la denominada Portada del Juicio Final.

El occidente, por donde se pone el sol y desaparecen los últimos rayos de luz, es el lugar escogido por el hombre gótico para representar la escena del Juicio Final, la segunda Venida de Cristo, en la que, según la doctrina cristiana, se someterá a juicio a los vivos y a los muertos resucitados, para ser enviados al Cielo o al Infierno: “Todos los pueblos serán llevados a su presencia; y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda” (Mt. 25, 31-46).


Cuando el año 1.000 no trajo, como se esperaba, el fin del mundo ni el comienzo del Reino de Cristo, la Iglesia puso gran empeño en enseñar a los fieles las llamadas “Cuatro Postrimerías”: la Muerte, el Juicio, el Infierno y el Paraíso. Y allí, en los paramentos de poniente de las grandes iglesias y catedrales, se hace coincidir el fin de la luz, la puesta del Sol y el inicio de las tinieblas, con el drama que representa el Juicio Final. En estas portadas se muestra al pueblo, de una manera teatral, las enseñanzas bíblicas sobre la segunda venida de Cristo.

En la catedral de Santa María de León, el conjunto de la portada central del Juicio Final, constituida por el tímpano, dintel, arquivoltas y parteluz, muestran la mayor parte de esa representación. Todas las imágenes conforman una serie de fases que perpetúan lo narrado en los Evangelios y en el Apocalipsis (revelación), que se pueden relacionar de la siguiente manera: Anuncio, Resurrección de los muertos, Juicio, Infierno y Paraíso.

Escena primera: EL ANUNCIO.

Arquivoltas. Los ángeles músicos (números amarillos), anunciadores de la segunda venida de Cristo, ocupan la clave y cuatro de las dovelas centrales de la arquivolta interior. Son las dovelas principales de la portada y su presencia es esencial en la representación: “… enviará sus ángeles, que a voz de trompeta sonora congregarán a sus escogidos de las cuatro partes del mundo, desde un horizonte del cielo hasta el otro” (Mt. 24, 31).

Cuatro de ellos se hallan situados simétricamente: los que ocupan las dovelas números 2 y 4 hacen sonar las tubas, y los de las dovelas 1 y 5 el caramillo. El que se sitúa en la clave, representado únicamente por una cabeza y dos pares de alas, es un serafín, jerarquía angélica más cercana a Dios y encargada de ejecutar sus castigos.


Escena segunda: RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS

Arquivoltas. Para ser juzgados, los muertos resucitarán en estado incorrupto con el fin de presentarse ante el Todopoderoso en el Juicio. Es reducida la presencia en la portada de gente humilde en comparación con la élite social del momento. Predominan los religiosos, obispos, nobles y reyes. La mayoría aparecen semidesnudos, los religiosos con sus hábitos que identifican su condición, los reyes con corona, el obispo con mitra. Si observamos, la mayoría de los resucitados son personas jóvenes. Probablemente los artistas siguen el criterio de San Agustín que en su obra, “Ciudad de Dios”, opina que, con independencia de los años que se tenga al fallecer, se resucitará con la misma edad que Cristo tenía en el momento de su Resurrección.


Prevalece un acercamiento físico entre los ángeles y los resucitados, siendo éstos en muchos casos ayudados a salir de sus tumbas. Estos cuadros (números azules), que representan la resurrección de los muertos, ocupan casi la totalidad de las dovelas de la arquivolta exterior izquierda, hasta enlazar con el bloque número ocho (rojo) que corresponde ya a los condenados. En total, con la escena de la clave, son las trece representaciones siguientes:

1. En este sillar un ángel levanta la tapa de la sepultura de un resucitado, desnudo y con rodilla en tierra, que es cogido por la muñeca por un segundo ángel que sostiene, en su brazo derecho, un niño.

2. Un fraile con capucha sale de su tumba ayudado por un ángel que tiene su pie sobre la losa del sarcófago. Ambos se miran y conversan. A su lado, otro religioso.

3. Un ángel ayuda a salir a un fraile de su sarcófago. La aptitud de ambos es semejante a la de la anterior dovela, si bien, aquí, el dinamismo es superior. Debajo de ellos, un personaje trata de salir de una segunda tumba.

4. En esta dovela la escena se repite. Un ángel toma de la mano a un religioso, indicándole el lugar dónde debe dirigirse.

5. En la siguiente piedra, un ángel observa detrás de la tapa de un sarcófago la resurrección de dos jóvenes. Uno de se encuentra de  pie, el otro parece buscar algo en el interior de su tumba.

6. Un alto cargo eclesiástico con mitra está representado en la dovela seis. Sale de su ataúd en aptitud implorante, mientras un ángel sostiene la lápida del sepulcro.

7. En este bloque, un rey coronado sale de su sarcófago al que un ángel ha retirado la losa. Otro personaje, de espaldas, sale de su tumba.

8. Un rey (¿o reina?), es ayudado por un ángel a salir de su tumba, tomándole de una mano.

9. En el número nueve, en la clave, se representa un ángel con otro personaje resucitado, en este caso también coronado.
10. En la piedra con el número diez, otro resucitado es recibido por un ángel. Bajo los pies de éste, aparece la cabeza de otro resucitado.

11. Un individuo coronado sale del ataúd, mientras a su lado, de menor tamaño, encontramos otro resucitado con las manos juntas. Tras ellos y bajo la tumba, aparecen otros dos personajes.

12. Un ángel recibe y ayuda a otro resucitado que le mira atentamente. Detrás, otra alma aparta la tapa de su sarcófago.

13. En esta dovela aparece una mujer, posiblemente la única representada. Se tapa púdicamente un pecho con su mano, mientras mantiene el otro brazo en alto señalando o bendiciendo. Está acompañada de otra figura arrodillada sobre un sarcófago.

Tercera escena: EL JUICIO

Tímpano. La Biblia fija el cuadro del Tribunal celestial en el exterior: “¡Despiértense y suban las naciones al Valle de Josafat! Que allí me sentaré yo para juzgar a todas las naciones circundantes” (Joel 3,12). Será allí, junto a la muralla oriental de la ciudad antigua de Jerusalén, en la parte septentrional del valle de Cedrón, el llamado Valle de Josafat, donde tendrá lugar el Juicio. Sin embargo, en nuestra catedral, la escena se desenvuelve en un ambiente arquitectónico: hexágonos, ménsulas, formas almenadas, arcos trilobulados, etc., forman parte del escenario que trata de emular la Jerusalén Celeste.


El momento captado por los artistas, son los instantes previos al dictado de la sentencia. La figura de Cristo grave. El ambiente tenso. Los ángeles fronteros miran a Cristo y esperan tranquilos. María y Juan expectantes, serenos, aunque se intuye en sus posturas un último esfuerzo de petición de misericordia. El silencio es estremecedor, Cristo-Juez no se ha dirigido aún a la Humanidad.

En la parte central del tímpano y de mayor tamaño que las demás
figuras, Cristo-Juez, sentado sobre un solio, con las manos levantadas mostrando sus heridas. Su torso y pies están desnudos dejando a la vista el resto de las llagas. De esta manera recuerda su condición humana y la Pasión sufrida como intercesor de los hombres.

Junto a Él, de pie, dos ángeles portan los instrumentos de la Pasión. El que está a su izquierda, más alto, mira directamente a Cristo mientras sujeta con sus manos enguantadas, para no tocar directamente los símbolos, la cruz, el sudario, la lanza y tres clavos, no cuatro, como era característico del románico. El ángel que está a su derecha, mantiene un semblante entre ingenuo y cómplice con el espectador, al que vuelve un poco la cabeza. Sostiene, con la mano enfundada, la columna y el flagelo.

La corona de espinas es sostenida en lo alto sobre la cabeza de Cristo, por otros dos ángeles que, arrodillados, se encuentran en el vértice del tímpano adaptados al pequeño espacio. El círculo que forma la corona, supone una relación directa con el orden superior, siendo el hombre coronado un intermediario con lo supremo. Si a esto se añade el sufrimiento que supuso la coronación de espinas, el martirio sangriento, se obtiene un valor de cima espiritual. En nuestra catedral, no solamente es la corona de espinas, en este caso sogueada, la que se muestra sobre la cabeza de Cristo, también está coronado como rey con un nimbo de inspiración románica.

Junto con Cristo-Juez y como testigos principales del Juicio, María y Juan forman el conjunto
principal. Ambos están de rodillas, con las manos juntas y los brazos en alto en actitud implorante. La presencia de la Virgen no debe extrañarnos. Ella está exenta del Juicio: siempre fue pura, no tuvo relación con el pecado, ni siquiera el pecado original.

La presencia de San Juan es debida a la existencia de una unión permanente entre la figura de María y el Apóstol. Pero Juan también es considerado virgen por la tradición occidental, de ahí sus representaciones como joven imberbe. Mientras en Oriente, sobre todo en el arte bizantino, el personaje que suele formar parte de la triada es San Juan Bautista, en Occidente se opta por el Evangelista. 

Este “cambio” tiene su origen en una mentalidad occidental más abierta, pero también influye el simbolismo de Juan con la luz solar, con la renovación. Mientras la festividad del Bautista, 24 de junio, coincide con la reducción de la luz, ya que los días comienzan a ser más cortos, la festividad del apóstol, 27 de diciembre, marca una inflexión. Los días se hacen más largos y la luz se aleja de las sombras, es el triunfo de la claridad sobre las tinieblas.



-Portada occidental de la Catedral de Santa María de León. Foto "Vivencias de ayer y hoy".
-Idem. Detalle de las tres puertas. Foto "Club Fardacho".
-El Juicio Final. Hans Memling.
-Ángeles anunciadores: Dovelas 4 y 5 (amarillas) de la arquivolta interior.
-Detalle tímpano, arquivoltas y dintel Catedral de León.
-Arquivolta exterior. Resurreción: dovelas 1, 2, 3 y 4 (azules).
-Idem, Dovelas 11 y 12.
-Tímpano.
-Ángel tímpano.
-Tímpano (detalle).
-San Juan Evangelista.