domingo, 31 de enero de 2016

ALFONSO IX, rey de León



En el número correspondiente al próximo del mes de febrero, la prestigiosa revista de tirada nacional “La Aventura de la HISTORIA” dedica una páginas al último rey de León: Alfonso IX.

Si bien el artículo se inscribe, muy desafortunadamente, dentro de un apartado denominado “castilla medieval”, resulta interesante que se destaque y divulgue la figura de
este monarca leonés que resultará excepcional y determinante en la Historia de España.

Alfonso IX, a juicio del historiador y arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada, tuvo el gran defecto de ceder a las intrigas, pero era “hombre piadoso, benévolo y valiente”, como demostró en la sangrienta batalla de Alange (1230, cerca de Mérida) contra Ibn Hud al-Mutawakkil, en donde los musulmanes corrieron en desbandada perseguidos por los leoneses que hicieron una verdadera escabechina, el lugar que se conoce como Valle de la Matanza.

Continúo la guerra de reconquista contra los musulmanes a los que arrebató distintas plazas importantes como Mérida, Valencia de Alcántara, Cáceres y Badajoz, haciendo, prácticamente, toda la Extremadura territorio leonés. Sus frecuentes relaciones con los árabes le supuso ser denominado por éstos como “el baboso”, en relación con la informalidad de sus tratados.




Su consideración como hombre y rey piadoso ofrece tremendas paradojas. Siendo esposo y padre de santos (Santa Teresa de Portugal y de Fernando III el Santo), gran devoto y frecuente peregrino a Santiago, muriendo en Sarria mientras acudía nuevamente a Compostela, ha sido el monarca de la historia más excomulgado por Roma: dos veces por contraer matrimonio con parientes cercanas, y la tercera por pactar con los almohades en contra del castellano Alfonso VIII.

Sin embargo, Alfonso IX de León (ALDEFONSIS-REGIS-LEGIONIS, como sellaba sus documentos), merece un puesto destacado en la Historia de España al fundar el Estudio General de Salamanca, pero, sobre todo, por convocar las
primeras Cortes en 1.188 en la Basílica de San Isidoro de León, haciendo de esta ciudad la Cuna del Parlamentarismo: “el testimonio documental más antiguo del sistema parlamentario europeo”, reconocido por la UNESCO.

Hace tiempo realizamos una entrada sobre la destrucción del Castro de los Judíos, asentamiento muy cercano y vinculado a la ciudad de León, que relataba uno de los episodios de los continuos y permanentes enfrentamientos entre Alfonso IX y su primo, el castellano Alfonso VIII, mucho más conocido por su victoria en las Navas, pero mucho menos trascendente en su legado que el monarca leonés. Esto es lo que ocurrió entre el 23 y el 25 de julio de 1.196 muy cerca de las murallas de León.


La destrucción del Castro de los Judíos.

Uno de los hechos que destacan en el largo reinado de Alfonso IX, último monarca leonés (1188-1230), es la constante pugna fronteriza con Castilla. En esta obstinada disputa, la guerra alcanza las puertas de la ciudad de León y se produce el asalto y destrucción del asentamiento denominado, Castrum Iudeorum, el Castro de los Judíos, enclavado sobre el actual cerro de la Mota o de las Motas, en el extremo sur del conocido en época medieval como Monte Áureo, cárcava que serpentea la margen izquierda del río Torío.


Desde su llegada al trono, hasta la paz con su propio hijo Fernando III en agosto de 1218, los enfrentamientos con Castilla fueron permanentes. De febrero a junio de 1188, el castellano Alfonso VIII, aprovechando la inestabilidad política que produce la sucesión del reino leonés, destruye la mayor parte de las defensas fronterizas leonesas, tomando varias fortificaciones en el norte y en Tierra de Campos, entre las que sobresale Coyanza (Valencia de Don Juan).


No hubo guerra abierta. Los dos monarcas, a la sazón primos (Alfonso IX y Alfonso VIII, son hijos de los hermanos Fernando II de León y Sancho III de Castilla respectivamente, hijos éstos de Alfonso VII), mantuvieron diversas entrevistas, y en la Curia celebrada en Carrión en el verano de 1188 llegan a un principio de acuerdo fronterizo. En ese ambiente de buenas relaciones, el día de San Juan Bautista en el Monasterio de San Zoilo, el joven Alfonso IX es armado caballero por el rey castellano.


También sostuvo diferencias con el vecino reino de Portugal, que solucionó concertando su matrimonio con Teresa de Borgoña, hija del segundo rey de Portugal, Sancho I, matrimonio que se vio truncado por el papa Celestino III que lo declaro incestuoso. Teresa, la penúltima reina leonesa, fue beatificada en el s. XVIII por Clemente XI.

El tiempo pasaba y el tratado con el rey castellano no se cumplía. En 1194 y en Toledo, se produce una nueva entrevista con el fin de establecer una alianza ante la inminente ofensiva almohade. En aquellas conversaciones y con la ayuda militar en juego, probablemente hubo promesas de devolución castellana, ya que, en el verano del año siguiente, Alfonso IX acudió con un ejército en ayuda de Alfonso VIII. El monarca castellano, creyendo conseguir una fácil victoria en Alarcos, hizo frente al ejército del tercer califa almohade, Abu Yusuf Yáqudlos en solitario, sin esperar al rey leonés que ya se enco
ntraba en Toledo con sus tropas, sufriendo una estrepitosa derrota el 17 de julio de 1195.

Desde aquél suceso las relaciones de los dos monarcas se deterioraron. No obstante, se produce nuevamente un nuevo encuentro en Toledo a finales del año 1195. En aquel momento las exigencias de Alfonso IX debieron ser muy claras, reclamando, a cambio de una nueva ayuda militar contra los almohades, la rectificación de la frontera y la entrega de los castillos en litigio. Alfonso VIII se negó. La negativa castellana, propició un pacto entre Alfonso IX y los almohades, que fue considerado por Roma como una traición a la cristiandad y facilitó el establecimiento de una alianza entre Castilla, Portugal, Navarra y Aragón, contra musulmanes y leoneses.

En la primavera de 1196, las tropas almohades avanzaron hacia el norte y las leonesas, apoyadas por fuerzas auxiliares musulmanas, penetraron en Castilla hasta alcanzar Carrión y Villarcázar de Sirga, aunque ambos ejércitos terminaron replegándose. La intervención de tropas africanas en la campaña, dio lugar a que se sucedieran desmanes y hechos incontrolados: se destruyeron cosechas y se arrasaron por completo aldeas, iglesias y monasterios.


El papa Celestino III consideró el pacto con los musulmanes y la incursión leonesa por Tierra de Campos como un ataque directo a la Iglesia. El 31 de octubre de ese mismo año, Celestino III anuncia la excomunión de Alfonso IX y el entredicho de su reino, en el caso de que el rey leonés no renuncie a la utilización de tropas musulmanas y abandone de inmediato el pacto con los almohades.

Antes del pronunciamiento del Papa, Alfonso VIII y su nuevo aliado, Pedro II de Aragón, una vez alejado el peligro almohade y como réplica y venganza a la feroz invasión leonesa de la primavera, irrumpen en territorio leonés por la ruta que seguía la calzada romana Zaragoza-Astorga.

Llegan a Intercacia (Villalpando) y toman al asalto el castillo de Castroverde, continuando hacia Benavente y Astorga. La irrupción de Alfonso VIII y su aliado aragonés no desmerece la anterior del rey leonés, y su paso queda sembrado de ruina. Desde Astorga, toman Ardón, y continuando por el curso del río Bernesga llegan hasta la ciudad de León. Su primer objetivo será el asentamiento judío situado a escasa distancia de la ciudad, el Castro de los Judíos.

En las regiones reconquistadas a partir de los ss. X-XI, todas las ciudades del norte peninsular poseían una pequeña población judía, que formaban micro-sociedades complejas, estratificadas y jerarquizadas, siendo el Castro leonés un lugar ideal para ellos: su separación del núcleo principal de habitantes, les facilitaba la práctica de su religión y costumbres y, a la vez, suficientemente cerca para ejercer un comercio productivo.


La temprana fecha de construcción del recinto, implicaría la precariedad de los materiales de su fábrica. Mampostería, adobe y madera, ésta última sobre todo en torres, empalizadas y construcciones anejas, formarían el conjunto defensivo que resguardaría humildes viviendas de adobe. Por las condiciones del terreno, la poca superficie para el despliegue y ataque, y la fuerte pendiente hasta alcanzar el Castro, sería inútil el empleo, por parte de castellanos y aragoneses, de importantes máquinas de asalto. Las murallas se ganarían mediante arietes, todo tipo de escalas y la lucha encarnizada en los glacis.

Según las crónicas, el asalto duró tres días, desde el martes 26 al jueves 28 del mes Ab (23 al 25 de julio de 1196) y, aunque algunos de sus habitantes consiguieron huir hacia León, la destrucción y el saqueo, costumbres habituales, se cebó sobre los moradores. Los que no fueron muertos, fueron hechos cautivos sin hacer distinción entre hombres, mujeres o niños.

No resulta fácil establecer el número de víctimas que produjo la destrucción del Castro, debido al eterno problema de determinar el número de pobladores en los núcleos habitados cristianos de la Alta Edad Media. Julio Valdeón, citando a Estepa, fija para la ciudad de León, a finales el s. XII, momento del asalto al castillo, la existencia de unos 3.000 habitantes. Según estos datos, se puede aventurar que la población del Castro en el momento del ataque, entre vecinos y defensores, no llegaría a 500 individuos.

Durante los veinticinco años que duraron los enfrentamiento entre Alfonso IX y Alfonso VIII, se cumplieron escrupulosamente los dos principios fundamentales de la estrategia militar en la Edad Media: el temor a un combate frontal en cambio abierto y el llamado “reflejo obsidional”, una respuesta espontánea y repetitiva que lleva a protegerse en lugares fortificados conocidos, con el fin de resistir un ataque enemigo. Así se entiende la escasez de grandes batallas. Todo se reducía a un avance lento y “anunciado” por parte de los atacantes, y una defensa a ultranza de los defensores. Operaciones limitadas en espacio y tiempo, y una búsqueda de beneficio material inmediato: ataques por sorpresa, pérdida y recuperación de castillos, de pasos fortificados, ataques rápidos y emboscadas. De vez en cuando, ocurría algún encuentro importante, batallas más “solemnes”, cuya infrecuencia podía compensar el carácter brutal y sangriento que, a menudo, implicaban. Una derrota suponía un cambio importante en la vida del combatiente: una futura situación política catastrófica, la ruina en el caso de caer prisionero y tener que pagar un rescate y, en el peor de los casos, la muerte, que suponía entre un 30 y un 50% del total de efectivos; por esa razón se medían cuidadosamente los riesgos antes de un enfrentamiento.


Tras la conquista del Castro, las tropas invasoras, aunque no es probable que tuvieran intención de conquistar León, se vuelven contra la ciudad y le ponen cerco. En la traducción al romance de los capítulos 52-75 del Liber Miraculis Sancti Isidori, de Lucas de Tuy, referencia tomada de la obra de D. Antonio Viñayo, Santo Martino de León, concretamente en el capítulo XX se narra: “Don Alfonso, rey de Castilla, vino a conquistar León con ayuda de Don Pedro, rey de Aragón. Y trajo muy grandes ejércitos de gentes de armas de Castilla y Aragón. Y puso luego cerco sobre el Castro de los Judíos, que está una milla de la dicha ciudad de León. Y tomólo por fuerza. Y después de tomado el Castro comenzó su ejército a combatir la ciudad fuertemente …”.

Alfonso IX, conocedor de la situación, realiza el movimiento táctico necesario para que acudan emisarios al campamento sitiador comunicando a los monarcas aliados que Castilla peligra: “ … havrá presto mensajeros y nuevas que el rey de León le toma por la fuerza su reino de Castilla, y alzará el cerco que tiene puesto sobre esta ciudad, y irse ha a resistir al rey de León: más ninguna batalla ni rompimiento havrá entre ellos”.

El ejército castellano-aragonés, tan decidido en su asedio, levanta el cerco precipitadamente ante un posible peligro en retaguardia y parte hacia Castilla, pero no se dirige a interceptar a Alfonso IX, ni éste tampoco intentará una batalla frontal.

Las hostilidades entre los dos monarcas continuaron. Alfonso IX llegó a visitar Sevilla en el invierno de 1197 para solicitar ayuda del califa, sin obtener resu
ltados. Al año siguiente, es Alfonso VIII quién invade tierras leonesas llegando nuevamente cerca de León. Se detiene en Ardón y a continuación emprende una campaña hacia el sur, por Zamora y Salamanca. A pesar de ello, y tras nuevas conversaciones, se celebra en ese mismo año, en la Iglesia de Santa María la Mayor de Valladolid, el enlace de Alfonso IX con la primogénita de Alfonso VIII, Berenguela, lo que supone un paréntesis en el conflicto fronterizo hasta la disolución del matrimonio en 1204.

Una enfermedad de Alfonso VIII, que le pone al borde de la muerte, motiva un reconocimiento mediante testamento de la soberanía leonesa sobre plazas como, Valderas, Melgar, Almanza, Castrotierra, etc. Sin embargo, con la salud recobrada, los propósitos y promesas del monarca castellano se desvanecen y campañas hostiles y treguas se suceden, dando lugar a que el rey leonés no se encontrase presente en la jornada importantísima de las Navas de Tolosa, contra el cuarto califa almohade Muhammad al-Nasir, aunque algún noble leonés si llegó a participar.

El 5 de octubre de 1214 muere Alfonso VIII. Las hostilidades fronterizas del rey de León con su propio hijo, Fernando III, continuaron hasta la paz de Toro en agosto de 1218.




- Revista de febrero de la Aventura de la HISTORIA.
- Miniatura. Enfrentamiento musulmanes-cristianos.
- Mosaicos de la conquista de Badajoz y Cáceres por Alfonso IX. Plaza Mayor de Sevilla.
- Maravedí de oro de Alfonso IX.
- Logo: León, Cuna del Parlamentarismo.
- El Castro de los Judíos, sobre el cerro de la Mota. Creación de Javier Fernández.
- Castillo de Valencia de Don Juan.
- Monasterio de San Zoilo. Alfonso VIII arma caballero a Alfonso IX.
- Santa Teresa de Portugal, con sus hermanas Sancha y Mafalda. Monasterio de Lorvao.
- Alfonso IX. Tumbo Catedral de Santiago.
- Alfonso VIII y Leonor.
- Miniatura. Prisioneros.
- Miniatura. Asalto a fortaleza.
- Berenguela. Última reina de León. Ayuntamiento de León.
- Tumba de Alfonso IX. Santiago


domingo, 17 de enero de 2016

LEÓN, ciudad de moda.



Dicen que uno de los programas de televisión más visto en España hasta la fecha, fue la entrevista del pasado mes de diciembre que realizó Bertín Osborne al presidente del gobierno Mariano Rajoy.

En el programa y por distintos motivos, la única ciudad española que se mencionó varias veces fue León. En primer lugar porque León fue, en un momento de la vida familiar del presidente, su lugar de residencia y estudios. También surgió la coincidencia con la residencia del expresidente Zapatero, pero, sobre todo, porque se “publicitó” de forma explícita la llegada del AVE a la ciudad.


Rajoy, en un momento de la entrevista, comentó que había estado recientemente en León para inaugurar el AVE. ¿Pero hay AVE a León?, preguntó un sorprendido Bertín, que reconoció su interés por este nuevo de trasporte al reconocer que viajaba por esta zona a menudo. Desde entonces media España conoce la existencia y la posibilidad de viajar cómodamente y en muy poco tiempo a León.

¿Por y para qué habría que visitar León y su provincia? Carlos Herrera el pasado 20 de septiembre de 2015 en el XLSemanal, publicó el siguiente artículo sobre la llegada del AVE a la ciudad, ofreciendo además pautas para descubrir todo lo que encierra la capital y su provincia:


    De paseo por León y alrededores

La cueva del Valporquero, en la provincia de León, no es excesivamente antigua: cuenta con una edad de cuatro millones de años.

Pero ese inconveniente lo solventa siendo extraordinariamente hermosa. Es una de esas sorpresas medio ocultas que tiene esa prodigiosa y desconcertante provincia leonesa permanentemente por descubrir.

Las estalactitas y estalagmitas desarrolladas a lo largo de los siglos forman salas de una belleza lenta que resulta inusitada, y la organización de visitas y acceso es perfecta. Se llega a través del tránsito por hoces ciclópeas y pueblos recoletos, piedra gris y teja roja, donde se come y se bebe, por cierto, de forma contundente. Las hoces son las de Vegacervera, altas, desafiantes, nacidas de la eterna pelea del agua y la roca, y por la ladera de Valporquero de Torio, cordillera cantábrica leonesa, se desperdiga algún hayedo que aconsejo visitar en paseo sereno, como en general toda la zona de bosques, ríos y desfiladeros que regala el paisaje.

Digo que León es una prodigiosa provincia y no quiero simular exageración. La Maragatería es excelsa, y el Camino de Santiago brinda algunos momentos de éxtasis. Salir de Astorga y llegar a Castrillo de Polvazares, paisaje yemení, donde degustar un cocido maragato en Juan Andrés o en Cuca La Vaina, es un regalo para dos o tres sentidos al menos. Vista, olfato, gusto. Salir de Castrillo y llegarse a Rabanal, y después a Foncebadón, y transitar hasta Molinaseca, todo ello es asegurarse los montes de León a tus pies. Paisaje indomable, soberbio, coronado por las viandas que Casa Ramón desperdiga de manera elegante y mimosa, tal como ya he escrito en alguna ocasión, en la aldea que corona una de las etapas más apasionantes y laboriosas del Camino.

Viajamos unos amigos desde León a Matallana en los remozados trenes de FEVE (esos que unen León con Bilbao a paso lento) con la intención de desayunar rústicamente en La Cocinona, en Vegacervera, donde la cecina de chivo. No esperen manteles de hilo. Embutidos leoneses y diversa variedad de contundencia. Visita a las cuevas después y comida en La Rinconada, en Coladilla, donde el consabido cocido de chivo nos brindó la oportunidad de comer algo diferente, intenso, distinto, exquisito. Y luego... León.

El AVE va a unir la capital de España y la de los reinos antiguos en poco más de hora y media. Valdrá la pena entonces echar un día de paseo por una ciudad tan desconocida como apasionante. Si la provincia leonesa es un cúmulo de sorpresas, la capital es un depósito de tesoros por descubrir. 

Uno de ellos es, evidentemente, el santo grial. El cáliz de Doña Urraca se guarda en la colegiata de San Isidoro y son muchos los expertos que aseguran que contendría piezas de ónice de la copa de la última cena venerada por la Iglesia de Jerusalén. Al parecer, esa Copa habría llegado a manos de Fernando I de León como presente de los musulmanes españoles, el cual habría sido heredado por su hija Urraca de Zamora. Evidentemente hay controversia científica, pero los indicios son lo suficientemente sólidos como para que se establezca una duda razonable.


Independientemente de ello, San Isidoro, cumbre del románico, goza de un panteón de reyes que asombra desde el primer segundo. Los franceses lo convirtieron en cuadra para sus caballos, expoliando lo que pudieron, y Mendizábal hizo el resto; pero finalmente fue restaurado en diversas actuaciones y hoy es una soberbia lección de historia. De San Isidoro a la catedral media un paseo breve, pero hermoso y de ahí al Barrio Húmedo otro tanto, salpicado de acudideros literalmente regios. No es la primera vez que hablo de Camarote Madrid, uno de los cinco mejores bares de España, donde Javi ofrece por igual cordialidad y viandas. Y de tantos otros a los que debo pleitesía y a los que dedicaré atención especial, como La Bodega Regia, Casa Condeso, La Cava de Santa Clara o El Racimo de Oro, sublimes todos.

Entre el chivo, el grial, la cueva, los vinos de El Bierzo, y la madre que los parió, tienen a su alcance un fin de semana portentoso. Yo no me lo perdería.

Pero no solo Carlos Herrera ha hablado recientemente de León. Aunque viene comentado sobre la ciudad y provincia en carta abierta radiofónica desde hace años, el periodista Fernando Ónega dirigió nuevamente en las ondas una nueva carta, en unos de los programas de La Brújula de Onda Cero del pasado mes de noviembre:

Buenas noches León. Llevo 9 años, desde 2007, escribiendo una carta cada octubre, y siento la emoción del primer día. Eres mi ciudad novia, mi provincia novia. Beso mi carta al echarla al buzón de la radio, y me siento correspondido.

Llamé a preguntar cómo estabas, León, y me dijeron que había llegado el frío, y que el otoño está alfombrando la ribera del Bernesga, los verdes de San Francisco, La Granja, Papalaguinda y el Paseo de la Condesa. Huele a otoño en la ciudad de León. Es otoño en el Páramo, y en la Maragatería, y en la Tierra de Campos, y en El Bierzo y en las Vegas.

Y ahora, León, ya no eres el mismo. Ya tienes el AVE, el viejo sueño cumplido. Y el AVE te está haciendo ciudad turística con los hoteles al completo. Y necesito decirle al mundo que te estás convirtiendo en capital de la biofarmacia, y que se ha fijado en ti Microsoft. Turismo y alta tecnología: es como un renacer de León.

León está de moda, repite con orgullo tu alcalde Antonio Silván, y yo cuánto lo celebro. Pero te seguiré viendo, León, como te he visto siempre: la apasionante tierra, las entrañables gentes de acogida. Seguiré haciendo lo que me pide el cuerpo cada día, y varias veces al día: aparecer en la Plaza del Grano, embriagarme de caldos y de tapas en el Barrio Romántico y en el Barrio Húmedo. Entrar en San Isidoro, la Capilla Sixtina del Románico, sentir la grandeza de tu historia en el Panteón de los Reyes, que 23 reyes has tenido, León, y no reclamas la independencia.

Y allí te diré que me dejen ver el Santo Grial. Sí, habéis oído bien, forasteros, el Santo Grial está en León, en la Basílica de San Isidoro, y nunca lo quise decir por no profanar la magia del secreto.

Y quiero dejarme embrujar por las vidrieras de la Pulchra Leonina, que Juan XXIII llamó Catedral Maravillosa, y quiero pasar horas mirando una a una las figuras de su coro. Y necesito volver a asombrarme en la Azabachería, y en San Marcos, y en los palacios de los Ponces y los Guzmanes, y el Conde Luna, y Casa Botines, y la memoria de Gaudí.

Y me hace falta tu gastronomía. Tus vinos del Bierzo, tus mantecadas, tus botillos, tus quesos, tus cecinas, tus imperiales y tus nicanores. Y me urge entrar en tu provincia, la provincia de Las Médulas, y Riaño, y Castrillo de los Polvazares. Y seguir el Camino de Santiago y parar en cada pueblo, y adentrarme en mi Lugo por Los Ancares, buscando los senderos de Froilán.

Será cualquier tarde. Quizá mañana mismo. Con esa ansiedad, desde esa nostalgia, desde el afecto, desde la gratitud: buenas noches ciudad mágica, buenas noches León.


Circula, desde hace años, una anécdota que se atribuye al obispo Almarcha (aquel que “ayudó” al poeta Miguel Hernández), en la que aseguraba que León tenía un clima propio para “bueyes y algún que otro canónigo” . Pero León ya no recibe grandes nevadas, ni los aleros presentan durante varios días afilados carámbanos como antes. Sigue haciendo frío, pero los inviernos se han suavizado. También se han superado aquellas manifestaciones que dejó por escrito el escritor romántico inglés Richard Ford en la primera mitad del XIX, en la que aseguraba en su obra “Viajes por España”, que León era una de las ciudades más decadente, triste y aburrida de España.

El impulso de sus gentes ha permitido sobreponerse a la incapacidad permanente de sus políticos a través de los años, para sacar la ciudad del  olvido y del anonimato, y situarla por primera ven en los circuitos y rutas turísticas nacionales e internacionales.

Por fin se puede dejar atrás aquel conocido eslogan de los años 60-70: “León, la bella desconocida”.  Hoy podemos comprobar en la revista multimedia de viajes y cultura, “http://www.viajesdeprimera.com/category/espana/castilla-y-leon-espana”, como León y su provincia sobresalen dentro de los circuitos más interesantes de Castilla y León, siendo referencia ineresante la última entrada del pasado 14 de enero: “Los secretos de la Colegiata de San Isidoro”.


León sale lentamente del olvido, pero quien iba a suponer que la conocida página de viajes internacionales, de consulta obligada en todo el mundo, SKISCANNER, iba a incluir a León entre las “16 ciudades que deberías visitar en 2016” (http://www.skyscanner.es/noticias/inspiracion/las-16-ciudades-que-visitar-en-2016/) compitiendo con ciudades como Rio de Janeiro, La Habana, Marrakech, Abu Dabi, etc. León se descubre al mundo, León, está de moda.









domingo, 3 de enero de 2016

Adeste, Fideles and Adoration of the Christ Child

Hoy más que nunca nos sentimos herederos de nuestra civilización occidental, formada por tres importantes tradiciones y pilares: la cultura clásica de Grecia y Roma, la Ilustración de la Era Moderna y la religión cristina, en particular el cristianismo occidental.  

- Video Catholic SatAdeste, Fideles and Adoration of the Christ Child, from St. Peter's Basilica 24 December 2015



sábado, 2 de enero de 2016

La Reconquista de Granada



En esta fechas vuelven las reivindicaciones y el desconocimiento por completo de la Historia por parte de los de siempre. La reconquista de Granada es considerada como un hecho  "genocida, fascista y de persecución religiosa", olvidándose por completo de lo que sucede y ha sucedido en Cuba, Corea del Norte, China, Vietnam, Camboya y en los antiguos territorios y satélites de la URSS. Ignoran la Historia, pero sobre todo sus resultados: persecución y anulación de cualquier tipo de religión, fascismo izquierdista, imperialismo cultural y, sobre todo, 110 millones de personas asesinadas. Eso es realmente su tarjeta de presentación y no otra.

Nos quieren dar lecciones de política, moral, democracia y libertad, ignorando, que fueron los africanos quienes en el siglo VIII cruzaron el estrecho e invadieron un territorio que, en aquel momento, ya era cristiano y heredero de la cultura romana, incluyendo, por supuesto, la antigua Ilíberis (Granada).

La reconquista de Granada cierra el periodo de ocho siglos de lucha contra los invasores africanos. Lentamente y de norte a sur, se fue reconquistando el territorio peninsular usurpado, hasta finalmente enviarlos a su verdadera tierra. Nuestro homenaje y recuerdo para los protagonistas de aquella hazaña.





LA ENCOMIENDA DE SANTIAGO DE LEÓN Y LA CONQUISTA DE GRANADA

La Alhambra

El 1 de agosto de 1170, con el patrocinio del rey leonés Fernando II, se funda la Orden de Santiago, en principio con el fin de defender la frontera de la extremadura del Reino de León frente a las posibles incursiones musulmanas.

Las conquistas leonesas, entre las que se encontraban la ciudad de Cáceres (Qasrish), son confiadas a la Orden que desde el 31 de enero de 1171 se situa bajo la advocación y patrocinio del apóstol Santiago que, a pesar de que actualmente se pretende vincular exclusivamente a un ámbito extremadamente localista, su culto y promoción fue desde sus inicios obra de los reyes asturianos y, más tarde, de sus herederos los monarcas del Reino de León, que protegieron y divulgaron la devoción al santo por toda la Península, que llegará a ser Patrón y Capitán General de las Españas.

El Reino de León, y la Orden Militar de Santiago que implanta, protege y difunde por toda España, tendrán un protagonismo especial en el episodio que pone fin a la invasión y expansionismo musulmán iniciado en el siglo VIII desde el norte de África: la rendición de Granada.

Mientras los reinos cristianos se fusionaban mediante intereses y alianzas que se consolidaban a través de importantísimos vínculos matrimoniales, como el de Fernando V e Isabel I, uniendo las coronas de Aragón y León y Castilla, las monarquías árabes se entregaban a luchas fratricidas y sangrientas conspiraciones entre distintos pretendientes. Padre e hijo se enfrentaban en el Reino de Granada en los últimos años de la existencia del reino musulmán nazarí: Muley Hasan y su hijo Muhammad XII, conocido como Boabdil.

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La situación para los granadinos se volvió insostenible. El 25 de noviembre de 1491 el reino nazarí se vió obligado a una irremediable rendición, firmando el Tratado de Granada o Las Capitulaciones de Granada. Por este acuerdo, el monarca granadino Boabdil renunciaba y entregaba a Isabel y Fernando la soberanía del último reino musulmán, a cambio de que se garantizara a los vencidos una serie de derechos, entre los que se encontraban la tolerancia religiosa y un tratamiento justo, compensando así su capìtulación sin resistencia.

Mucho se ha escrito sobre la rendición del último baluarte musulmán en la Península, pero no resultan muy claros los sucesos ocurridos durante las horas que trascurrieron desde la madrugada del día de Año Nuevo de 1492, en las que las tropas cristianas penetraron en el recinto granadino, hasta que se izaron sobre las almenas de la Alhambra la cruz y enseñas de conquista.
El conocimiento y la seguridad de que parte de la población musulmana no iba a rendirse sin lucha, motivó que en una de la cláusulas de las Capitulaciones de Granada se cite: “Qué el día que Sus Altezas enviaren a tomar posesión de la Alhambra, mandarán entrar su gente por la puerta de Bib-Al Azhar, o por la Bilnest, o por el campo, fuera de la ciudad, porque entrando por las calles no haya algún alboroto”.

Pero los relatos que se conocen sobre los sucesos de la efectiva entrada en la ciudad no son coincidentes. Algunos textos hablan de que el encargado de entrar en la ciudad fue Íñigo López de Mendoza, conde de Tendilla; sin embargo, Luís M. de Carvajal escribe lo siguiente: “Llegado el día señalado … el cardenal Pedro González de Mendoza, arzobispo de Toledo, fue a tomar posesión de ellas (las fortalezas) acompañando de muchos caballeros y suficiente número de infantería debajo de sus banderas. Y porque conforme a las Capitulaciones, no habría de entrar por las calles de la ciudad, tomó un nuevo camino por delante de la puerta de los Molinos”.

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No obstante, el texto que toma más fuerza es una carta dirigida a Alonso Valdivieso, obispo de León, escrita por un tal Cifuentes que, según narra, en la madrugada del día de Año Nuevo, pasada la medianoche, acompañó a las fuerzas de lanceros y espingarderos que mandaba Gutierre de Cárdenas, Comendador Mayor de la Orden de Santiago de León, cuyo priorato se encontraba en el convento de San Marcos de la misma ciudad, que de manera cauta y silenciosa entró en la ciudad posiblemente por la puerta de Bib-Al Azhar (Puerta del Azahar), hoy inexistente, que estaba situada en la actual Cuesta del Pescado, y, bordeando la Almanjarra Mayor, penetró en el recinto de la Alhambra.

Una vez franqueada la entrada y aseguradas las posiciones estratégicas en la Alzacaba, Gutierre de Cárdenas dirigió sus pasos hacia el salón del trono (actual Salón de Embajadores), en la Torre de Comares, donde dice la tradición que el último monarca nazarí entregó las llaves de la ciudad. Sin embargo, parece ser que Boabdil en aquellos momentos se encontraba ya en su palacio-fortaleza del Albaicín, y que fue su hombre de confianza Aben-Comixa, que había negociado las Capitulaciones, quién al final entregó las llaves de Granada al Comendador Mayor de León.

También se cuenta que Gutierre de Cárdenas ordenó celebrar en una sala adyacente, dentro de la propia Torre de Comares, la primera misa en la Alhambra. Al despuntar el alba, una vez asegurado militarmente todo el recinto granadino, hizo desplegar la Cruz (perteneciente al arzobispo Mendoza), el pendón de Santiago y el pendón Real sobre la Torre del Homenaje de la Alcazaba, la torre que se orienta hacia el Albaicín y los barrancos del Darro, y no sobre la conocida Torre de la Vela con su significativa espadaña, como habitualmente viene difundiéndose.
Las enseñas y tres cañonazos o disparos de mosquetes, fue la señal para que avanzaran las tropas del conde de Tendilla a quién Isabel y Fernando habían dado la tenencia de la fortaleza, que hicieron su entrada en la Alhambra a primeras horas de la mañana del 2 de enero.

La reina Isabel, desde Armilla, en la vega granadina, aproximadamente a 4 kilómetros de Granada, y Fernando, un poco más cerca, desde el arenal del Genil, al sur de la Alhambra, pudieron observar y seguir los acontecimientos de aquel lunes del mes de enero junto a sus respectivas tropas.

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Boabdil abandonó la ciudad sin que la mayoría de sus habitantes lo supiesen, rindiendo un pequeño homenaje a los Reyes a las puertas de la ciudad poco antes de dirigirse a las Alpujarras, cuyo dominio se le concedió. Pero el episodio también cuenta con diferentes versiones.

Alguna de ellas señala que Boabdil salió de la ciudad a las 3 de tarde del día 2 de enero por la Puerta de los Siete Suelos, situada al sureste, vistiendo una túnica negra bajo un almaizar de púrpura, y llevando sobre su cabeza un sencillo tocado blanco. Iba acompañado de un importante séquito de caballeros y descendió con su imponente caballo desde la Alhambra por las laderas del cerro sur, llamado Al-Baul, hasta encontrarse con los Reyes Católicos que le esperaban junto a una antigua y pequeña mezquita (hoy ermita de San Sebastián), cerca de la confluencia del Darro con el Genil.

Otras versiones señalan que descendió de la Alhambra a lomos de una mula por el cerro sur, cruzándose con la vanguardia del ejército cristiano. En el momento del encuentro con los Reyes, tras las frases de rigor, hizo ademán de bajarse del animal pero el rey Fernando no se lo permitió, situación que estaba pactada de antemano. En el preciso momento del encuentro, desde la Alcazaba, se dispararon tres salvas y que, como recuerdo de aquel acto, la catedral granadina hace sonar a las tres de la tarde tres campanadas.

Fuera como fuese, hay algunas cosas sobre el suceso que se deben matizar. La escena popularizada y archiconocida del cuadro realizado en 1882 por Francisco Pradilla, “La rendición de Granada”, presenta una instantánea del hecho que no se ajusta a la realidad.

La escena que refleja Pradilla, si parece situarse en su lugar, en las inmediaciones de una mezquita o morabito, ahora ermita de San Sebastián, que se situa en la margen izquierda del Genil, en el actual Paseo del Violón. Y esto se deduce de la espléndida perspectiva del cuadro, con la Alhambra en el horizonte, en lo alto, sobre el cerro denominado La Sabika, y las murallas de Granada en la parte baja.

Aunque existen dos versiones de las palabras pronunciadas en aquel momento por Boabdil, y ambas hacen referencia a la entrega de las llaves de la ciudad, el acto oficial de la entrega de llaves ya se había producido unas horas antes en la Torre de Comares al Comendador de León. Más bien debió de tratarse de un acto de homenaje o vasallaje de Boabdil hacia Fernando, porque la reina Isabel no se encontraba allí en aquel momento, sino que todavía continuaba en Armilla.
No obstante, pudo haberse producido una “segunda” entrega pactada, de la misma manera que se acordó que el rey Fernando no permitiese bajar de su montura al rey granadino, manteniendo éste parte de su estatus entre su séquito. Tras la escenificación del acto de rendición, Boabdil no emprendió el camino hacia Las Alpujarras como se viene difundiendo, sino que se dirigió a Santa Fe, donde se encontraban los rehenes musulmanes, entre ellos su hijo.

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Días más tarde, partió hacia su último retiro en Las Alpujarras. Al pasar por un alto cercano a Granada se volvió hacia su antigua ciudad y, cuentan, que suspiró y rompió a llorar a la vista de la Alhambra, siendo famoso el intercambio de emociones con su madre donde surge las frases tan conocidas. El lugar, la pequeña colina, se denomina desde entonces “El suspiro del moro”.
Después de la caída de Granada, Gutierre de Cárdenas, protagonista de la entrada en Granada y la Alhambra, acrecentará su influencia y poder. Disfrutará de la confianza de los Reyes que le encomendarán importantes cuestiones de política interior y exterior: apoyo para la elección de Cisneros como cardenal-arzobispo de Toledo, nombramiento para el Consejo Real, e intervendrá en las trascendentales negociaciones del Tratado de Tordesillas.

Todo un personaje del siglo XV-XVI prácticamente desconocido, que forma parte de aquella nueva sociedad en construcción que estaba dando los primeros pasos para el dominio y la conquista de medio mundo, y que descansa junto a su esposa, Teresa Enríquez, en la Colegiata de Torrijos (Toledo).

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La Alhambra. Patronato de la Alhambra y el Generalife.
Cruz de Santiago sobre venera y león. Fachada de San Marcos de León.
Salida de la Alhambra de la familia real nazarí. Ruíz Almodóvar.
Boabdil. Anónimo.
Lanceros y espingarderos españoles del s. XV.
San Marcos de León. Página "visitar león".
Torre de Comares (primer término Peinador de la Reina). David Roberts.
Alcazaba: Torre del Homenaje a la izq.; centro Torre Quebrada. Patronato A. y G.
Caballería de los Reyes Católicos.
Interior de la Alhambra. Edwin Lord Weeks.
Rendición de Granada. Francisco Pradilla.
La despedida del rey Boabdil de Granada. Alfred Dehodencp.
El lamento del moro. Francisco Pradilla.
Pendón de los Reyes Católicos.
Sepulcro de Gutierre de Cárdenas y su esposa Teresa Enríquez. Colegiata de Torrijos (Toledo).