La
palabra solsticio viene a significar “parada del Sol”. Durante dos o tres días, nuestra estrella parece que
se detiene en la bóveda celeste, antes de que nuestro planeta invierta el
sentido de su giro para iniciar su alejamiento del astro. Entre el 21 y 24 de junio el Sol
muestra su máximo esplendor, son los días en los que el reinado de las
tinieblas es más corto. Hablamos siempre del hemisferio norte.
No resulta difícil comprender el fuerte
simbolismo del solsticio de verano en un mundo en el que la supervivencia se
ajustaba a los ciclos que marcaba la naturaleza.
Era el momento intermedio entre la siembra y la recolección y su celebración es tan antigua como la misma humanidad. Para el hombre la continuidad del Sol era la garantía del crecimiento de las cosechas, la persistencia del ganado y de su propio bienestar; por esta razón se encendían hogueras y se realizaban todo tipo de ritos de fuego con el fin de ayudar al Sol a renovar su energía.
Era el momento intermedio entre la siembra y la recolección y su celebración es tan antigua como la misma humanidad. Para el hombre la continuidad del Sol era la garantía del crecimiento de las cosechas, la persistencia del ganado y de su propio bienestar; por esta razón se encendían hogueras y se realizaban todo tipo de ritos de fuego con el fin de ayudar al Sol a renovar su energía.

Los romanos contaban entre su numeroso
panteón con la figura de Jano, dios de los solsticios, el dios de las “puertas”, (en latín “janua” =
la puerta), el dios de los inicios y
los finales, de los misterios, de la iniciación, pero además el guía y mentor
de los constructores. Se le representa normalmente con dos rostros, dos caras,
ahí su denominación de Jano bifronte, las dos caras unidas
aunque opuestas entre sí y coronadas por la luna creciente.

La mitología cuenta que Saturno al ser destronado por su propio hijo Júpiter, se cobijó junto al dios Jano y en reconocimiento le confirió la facultad de ver el pasado y el futuro simultáneamente para poder obrar con sabiduría en el presente. Es el prototipo del hombre iniciado, dotado de plena conciencia, iluminado. Jano es el maestro, el señor del conocimiento y el que facilita el acceso a los iniciados para llegar a los misterios.
El culto a Jano se trasmitió a los
constructores y canteros medievales, y de esta manera, pasó a la construcción e
iconografía cristiana bajo el culto de los “dos
San Juan”: el Bautista, cuya festividad se produce en el solsticio de
verano (el 24 de junio), y el Evangelista en la celebración del solsticio de
invierno (el 27 de diciembre), siendo representados casi siempre con aspecto atractivo
y juvenil y, en cierto modo, como personajes con fisonomía andrógina.
Como todas las fiestas y tradiciones
paganas, la fiesta del solsticio se sacralizó por los cristianos conmemorando
el nacimiento de Juan el Bautista. El Evangelio de Lucas (1,38) cita
que, los días siguientes a la Anunciación, María fue a visitar a su
prima Isabel cuando ésta se encontraba en el sexto mes de embarazo. De esta
manera, no fue difícil fijar la solemnidad de Juan el Bautista, seis meses
antes del nacimiento de Cristo el 24 de diciembre, concretamente el 24 de
junio.

De esta manera, los dos Juanes sustituyen
al pagano Jano, partiendo las dos fases del ciclo anual. El Bautista “abriendo”
la puerta del solsticio de verano, y el Evangelista “abriendo” la puerta del
solsticio de invierno.
Así todo en la noche de San Juan, en el
solsticio de verano, como escribe el historiador de las religiones Eliade,
sucede algo especial, distinto. Todo el que ha saltado sobre las llamas y
danzado en torno al fuego, el que ha enlazado su mano con un desconocido o con
la persona amada, sabe del poder de esa noche mágica.
- Salto del fuego en la noche de San Juan.
- Jano bifronte.
- Jano en la protada de Chartres, bajo la figura de los dos Juanes.
- Juan el Bautista. Leonardo da Vinci.
- Solsticio.

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