lunes, 30 de diciembre de 2019

FELIZ AÑO 2020 !!!




El pasado día 20 de diciembre en la parroquia de San Martín de León, iglesia que tiene su origen en el s. XI, se celebró la novena edición del Concierto de Navidad, recital que marca el inicio del tiempo de Navidad en la ciudad de León y en su Diócesis. Estuvo a cargo, como viene siendo tradicional, de la Capilla de Música de la Catedral de León.

Entre las obras ofrecidas que alternaron la música sacra y piezas tradicionales leonesas, destacamos el clásico villancico leonés "Las campanas de la torre", que se muestra en el video, obra del musicólogo Don Felipe Magdaleno, fallecido ya hace algunos años, y cuyo busto se ha instalado en la Plaza de San Isidoro, justo al lado de la que fue su "casa", ya que fue canónigo de la Colegiata, además de Maestro de Capilla de la Real Colegiata-Basílica de San Isidoro, recopilador y divulgador de la música tradicional leonesa y fundador y director de la Coral Isidoriana.


Las campanas de la torre de la bella catedral,
repican con alegría en noche de Navidad ...
tan, tan, tan, ...

miércoles, 11 de diciembre de 2019

Epifanía: Los Reyes Magos

Adoración Reyes Magos. Antifonario de la Catedral de León. S. XI

Epifanía significa "manifestación", "darse a conocer". En la lectura de la Biblia se narra como Jesús de Nazaret se dio a conocer, se manifestó a diferentes personajes y en diferentes momentos. Los cristianos reconocen y celebran  los tres momentos, las tres Epifanías en la vida de Cristo.

La primera y más conocida se produce cuando Jesús se muestra a los Reyes Magos, Epifanía que se celebra cada año el 6 de enero; la segunda resulta en su presentación ante Juan Bautista en el río Jordán para ser bautizado. Por último la tercera, es el momento en que se considera el inicio de su vida pública, marcada por el hecho  y milagro de las bodas de Caná.

Como hemos citado, la que más se conoce y celebra es la primera, el 6 de enero. Jesús se muestra y manifiesta ante presencia de los Reyes Magos en Belén a los pocos días días de su nacimiento. Realmente la Biblia no habla del número de magos, reyes o sabios, y menos de sus nombres. Ha sido a lo largo de los siglos donde se forja la tradición del numero y de sus nombres que llega hasta nuestros días.

Mateo en en su Evangelio (2,1) indica que eran magos y que venían de Oriente. Sin embargo, el libro de Benedicto XVI, "La infancia de Jesús", recoge grandes sorpresas ya que el Papa afirma en su obra que los Reyes Magos no procedían de Oriente sino que su viaje se inicia en tierras occidentales. Nada menos que desde Tarsis, territorio que se ubica en el sur de España, en la zona que ocupan actualmente las provincias de Huelva, Cádiz y Sevilla, la antigua y perdida Tartessos.

Como veremos, según narra el Evangelio de Mateo, los personajes que fueron a adorar a Jesús eran magos procedentes de Oriente. Sin embargo, en la Biblia, el Salmo 72,10 menciona: “Los reyes de Tarsis y las islas ofrecerán presentes, los reyes de Arabia y de Sabá le traerán regalos; ante él se rendirán todos los reyes, …”. También en el libro del profeta Isaías se dice: “.. Las naciones caminarán a tu luz, y los reyes al resplandor de tu aurora… todos vendrán de Sabá, trayendo oro e incienso … los rebaños de Quedar se apiñarán junto a ti … los barcos se congregaran, y al frente de ellos los navíos de Tarsis, para traer de lejos a tus hijos, con su plata y su oro …” (Isaías 60).

Estos comentarios de la Biblia son los que pueden confundir. Posiblemente lo quiera decir el Papa en su argumentación, es que los tradicionales Magos no son otra cosa que buscadores de la verdad. Simbolizan a los hombres que persiguen a Dios en todos los tiempos y en todos los lugares: desde Persia en el Oriente, hasta Tartessos en Occidente.

En los Evangelios canónicos se habla escasamente sobre la presencia de los Reyes Magos. Simplemente se hace referencia a ellos en el Evangelio de Mateo que no llega a mencionar su número, aunque si se menciona la entrega de tres presentes, lo que hace presuponer que en realidad se trataba de tres personajes: “Jesús nació en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes. Unos magos de oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella en el oriente y venimos a adorarlo”. Evangelio de Mateo (2, 1-2).

   
 Tabla de la Adoración de los Reyes Magos de Pedro de Campaña. Museo Catedral de León

Sin embargo, en los Evangelios apócrifos “de la Natividad” “de la Infancia”, existen muchas referencias sobre los Magos. Destacaremos el contenido del “Evangelio armenio de la Infancia” que, además de estar prohibido por la Iglesia y tratado como libro oscuro, se perseguía con saña a los que tuvieran una copia del mismo. En el texto apócrifo aparecen los nombres de los padres de la Virgen, del soldado romano que clavó la lanza a Cristo y, por supuesto, el nombre de los tres Reyes. Así se habla de ellos:

… Y José y María continuaron con el niño en la caverna, a escondidas y sin mostrarse en público, para que nadie supiese nada. Pero al cabo de tres días, es decir, el 23 de tébeth, que es el 9 de enero, he aquí que los Magos de Oriente, que habían salido de su país hacía nueve meses, y que llevaban consigo un ejército numeroso, llegaron a la ciudad de Jerusalén. El primero era Melkon, rey de los persas; el segundo, Gaspar, rey de los indios; y el tercero, Baltasar, rey de los árabes. …. 

… El primer rey, Melkon, aportaba, como presentes, mirra, áloe, muselina, púrpura, cintas de lino, y también los libros escritos y sellados por el dedo de Dios. El segundo rey, Gaspar, aportaba, en honor del niño, nardo, cinamomo, canela e incienso. Y el tercer rey, Baltasar, traía consigo oro, plata, piedras preciosas, perlas finas y zafiros de gran precio…

… Al ver todo aquel aparato, y al oír todo aquel estruendo, José y María, confusos y medrosos, huyeron de allí, y el niño Jesús quedó solo en la caverna, acostado en el pesebre de los animales. Mas los príncipes y los grandes señores de los reyes magos, detuvieron a José, y le dijeron: Viejo, ¿qué temor es el tuyo, y por qué haces esto? Nosotros, en verdad, también somos hombres semejantes a vosotros. José repuso: ¿De dónde llegáis a esta hora, y qué pretendéis, al venir aquí con tan numeroso ejército? Los magos replicaron: Llegamos de una tierra lejana, nuestra patria Persia, y venimos con gran copia de presentes y de ofrendas. Queremos conocer al niño recién nacido, que es el rey de los judíos, y adorarlo. Si por acaso lo sabes a ciencia cierta, indícanos puntualmente el lugar en que se halla, a fin de que vayamos a verlo. Al oír esto, María entró con júbilo en la caverna, y, alzando al niño en sus brazos, sintió el corazón lleno de alegría. Y luego, bendiciendo y alabando y glorificando a Dios, permaneció sentada en silencio.

Por segunda vez los magos interrogaron a José en esta guisa: Venerable anciano, infórmanos con exactitud, manifestándonos dónde se encuentra el niño recién nacido. José, con el dedo, les mostró de lejos la caverna. Y María dio de mamar a su hijo, y volvió a ponerlo en el pesebre del establo. Y los magos llegaron gozosos a la entrada de la caverna. Y, divisando al niño en el pesebre de los animales, se prosternaron ante él, con la faz contra la tierra, reyes, príncipes, grandes señores, y todo el resto de la multitud que componía su numeroso ejército. Y cada uno aportaba sus presentes, y los ofrecía.














Adoración de los Reyes Magos. Claustro de la Catedral de León

En primer término se adelantó Gaspar, rey de la India, llevando nardo, cinamomo, canela, incienso y otras esencias olorosas y aromáticas, que esparcieron un perfume de inmortalidad en la gruta. Después Baltasar, rey de la Arabia, abriendo el cofre de sus opulentos tesoros, sacó de él, para ofrendárselos al niño, oro, plata, piedras preciosas, perlas finas y zafiros de gran precio. A su vez, Melkon, rey de la Persia, presentó mirra, áloe, muselina, púrpura y cintas de lino.

Y, no bien hubieron ofrecido cada uno sus presentes, en honor del hijo real de Israel, los magos salieron de la gruta, y, reuniéndose los tres fuera de ella, iniciaron mutua consulta entre sí. Y exclamaron: ¡Asombroso es lo que acabamos de ver en tan pobre reducto, desprovisto de todo! Ni casa, ni lecho, ni habitación, sino una caverna lóbrega, desierta e inhabitada, en que estas gentes no tienen ni aun lo necesario para procurarse abrigo. ¿De qué nos ha servido venir de tan lejos para conocerlo? Franqueémonos los unos con los otros en recíproca sinceridad. ¿Qué signo maravilloso hemos contemplado aquí, y qué prodigio nos ha aparecido a cada uno? Los hermanos se dijeron a una: Sí, lleváis razón. Contémonos nuestra visión respectiva. Y preguntaron a Gaspar, rey de la India: Cuando le ofreciste el incienso, ¿qué apariencia reconociste en él?

Y el rey Gaspar contestó: Reconocí en él al hijo de Dios encarnado, sentado en un trono de gloria, y a las legiones de los ángeles incorporales, que formaban su cortejo. Ellos dijeron: Está bien. Y preguntaron a Baltasar, rey de la Arabia: Cuando le aportaste tus tesoros, ¿bajo qué aspecto se te presentó el niño? Y Baltasar contestó: Se me presentó a modo de un hijo de rey, rodeado de un ejército numeroso, que lo adoraba de rodillas. Ellos dijeron: La visión es muy propia. Y Melkon, sometido a la misma interrogación que sus hermanos, expuso: Yo lo vi como hijo del hombre, como un ser de carne y hueso, y también le vi muerto corporalmente entre suplicios, y más tarde levantándose vivo del sepulcro. Al escuchar tales confidencias, los reyes, llenos de estupor, se dijeron con pasmo: Nuevo prodigio es el que estas tres visiones sugieren. Porque nuestros testimonios no concuerdan entre sí, y, sin embargo, nos es imposible negar un hecho patentizado por nuestros propios ojos. …

¿Reyes, sabios o magos? El término griego magós no era únicamente utilizado para referirse a los hechiceros, sino también a “hombres sabios” u “hombres de ciencia”. En la religión zoroástrica, cuyos paralelismos con la judía y cristiana son abundantes y constantes, principalmente por la creencia en un solo Dios, se prohíbe la astrología y la hechicería. La palabra magu era el nombre dado a los sacerdotes persas que formaban una casta muy poderosa e infundían gran respeto, por lo que eran considerados como reyes, no reyes por linaje, sino por su saber y reputación dentro de la sociedad. Estos magos persas también creían en la llegada de un Mesías, de un Salvador que haría triunfar el bien sobre el mal, la luz sobre las tinieblas. Esto lo conocía el pueblo judío, que había sufrido el destierro en Babilonia (s. VI a.C.), y había tratado con estos sacerdotes/reyes que eran, como hemos dicho, considerados “magos”. Y así los define Mateo en su Evangelio: Magos de Oriente. De ahí, a Reyes de Oriente y, con el tiempo, a Reyes Magos.

Estos Magos llegan a Belén gracias a una luz, una estrella que les guía. Son varias las teorías científicas que tratan de explicar este suceso. Una, la posibilidad remota de la aparición de un cometa parecido al Halley, pero no existe ninguna referencia del evento. Más extendida está la creencia de una conjunción de planetas que resulta más frecuente en el tiempo; por ejemplo, en el año 6 a.C., hubo una conjunción de Saturno y Júpiter. Como tercera opción, se habla de una explosión estelar, una supernova, con su brillante estallido de luz. Pero tampoco existen registros de la época que lo corroboren.

El texto de Mateo hace entrever que solo los Magos percibían la estrella, lo que nos lleva a aventurar que la luz a la que seguían no puede tener una explicación natural. En un tiempo de “milagros”, no es de extrañar uno más: una luz celestial, una estrella sobrenatural que señalara a los Magos el lugar de nacimiento de Jesús.

Ya hemos dicho que, por el número de presentes que aparecen en el texto de Mateo, el número de Magos que llegaron al pesebre pudiera haber sido de tres. En un principio este número era indeterminado, oscilando entre los dos que figuran en una pintura del cementerio de los santos Pedro y Marcelino, tres en otra del Museo Laterano, o cuatro que figuran en un fresco de la catacumba de Domitila, todas ellas en Roma. Pero no son los únicos. Existe una representación de ocho magos en un jarrón del Museo Kircher (Roma), de la que resulta imposible conseguir una reproducción, pero que es citado en 1899 en la obra clásica Eléments d'archéologie chrétienne. Estas opciones se disparan en las tradiciones que guarda la iglesia de Siria que hablaba de doce, prefigurando así el número de los futuros Apóstoles, o entre los cristianos armenios donde la cifra alcanza los quince. También existe divergencia en la iglesia Copta que eleva hasta sesenta los Magos que llegaron a Belén, citando incluso los nombres de más de una docena de ellos.

El teólogo Orígenes (s III d.C.) afirma la existencia de tres reyes y en el mismo siglo, otro teólogo, Tertuliano, fue el primero que aseguró que eran Reyes de Oriente, resultando que en los siglos posteriores la visión monárquica de los Magos se fue imponiendo hasta el día de hoy. Ayudó a ello la interpretación del Salmo 72,10, que hemos mencionado al inicio, como confirmación de la naturaleza regia de los Magos.


El Papa San León Magno en el s. V, habla ya de ellos como si no hubiera ninguna duda de su existencia y confirma el número de tres. En el s. VI la iconografía comienza a diferenciarlos en la edad y el físico, comenzando las tradicionales representaciones de dos personajes con barba y uno sin ella. Como ejemplo, el conocido mosaico de origen bizantino fechado en el s. VI, que se encuentra en la Iglesia de San Apolinar el Nuevo de Rávena, en el que sobre las figuras de los Reyes aparece el siguiente texto: SCS BALTHASSAR + SCS MELCHIOR + SCS GASPAR (SAGRADÍSIMOS BALTASAR, MELCHOR Y GASPAR). El rey Baltasar, de mediana edad y con barba oscura, lleva en sus manos un recipiente para la mirra; Melchor, representado muy joven, aparece imberbe con una bandeja para incienso y Gaspar, el mayor de ellos, con pelo y barba blancos, presenta una canasta llena de oro. Todos aparecen con piel blanca, ropajes orientales, gorro frigio y pantalones anaxyrides (a la manera persa). Sin embargo, esta imagen cambiará con el tiempo.

El monje y erudito benedictino, Beda el Venerable, en su obra Excerptiones patrum, collectanea et flores, recoge, hacia el año 700, los nombres y atributos de los Reyes Magos, ya muy diferentes a los reflejados en Rávena. El texto tan conocido y difundido es el siguiente: “El primero de los Magos fue Melchor, un anciano de larga cabellera cana y luenga barba, siendo quien ofreció el oro, símbolo de la realeza divina. El segundo, llamado Gaspar, joven, imberbe de tez blanca y rosada, honró a Jesús ofreciéndole incienso, símbolo de la divinidad. El tercero, llamado Baltasar, de tez morena, testimonió ofreciéndole mirra, que significaba que el hijo del hombre debía morir”.

Aunque Beda señala al rey Baltasar como de rostro moreno, no será hasta los ss. XV-XVI cuando en todas las representaciones de la Epifanía la figura de Baltasar será de raza negra, debido, principalmente, a un contexto de viajes y descubrimientos geográficos de la época, que permitirán determinar que esa raza es propia del continente africano. Una leyenda se hizo popular en el s. XV, situando un reino cristiano más allá del mundo árabe, en el cuerno de África, de esta manera aparece un rey negro junto a los otros dos que representan Asia y Europa. En este momento también se inicia la tradición de presentar a los Reyes Magos, en algunas pinturas, montados sobre los animales propios de su geografía: caballo, dromedario y elefante.


Del mismo modo, a la vista del texto del monje benedictino inglés, se personifica a los Magos de acuerdo con unas determinadas edades: Melchor anciano, a veces calvo, de barba blanca; Gaspar, un hombre maduro y Baltasar joven e imberbe, como observamos en la representación anónima del s. XII del Museo de Jaca. También la indumentaria irá adaptándose con el tiempo y la moda de cada momento.


Los presentes que entregan a Niño Jesús son siempre los mismos: oro, incienso y mirra, regalos que encierran un fuerte simbolismo. El oro simboliza la realeza, el incienso la divinidad, y la mirra, la muerte como origen de la salvación del mundo. Igual que los ropajes que visten, la representación del continente que trasporta las ofrendas, soporta múltiples cambios a través del tiempo.

Los Reyes Magos no se salvaron de la “locura de las reliquias”. Se cuenta que, después de la Resurrección de Cristo, el apóstol Tomás los buscó y encontró en Saba. Allí, al parecer, fueron bautizados y consagrados obispos. Sufrieron martirio en el año 70 d.C., siendo enterrados los tres en un mismo sepulcro.

A principio del s. IV, la madre del emperador Constantino, Santa Elena, encontró los restos y los trasladó a Constantinopla para su veneración. Dos siglos después, el obispo de Milán, San Eustrogio, recibió como obsequio del emperador las reliquias de los tres Reyes Magos, que el obispo trasladó a Milán.

En el siglo XII la ciudad de Milán fue arrasada por el emperador alemán Federico Barbarroja y, entre otros, los restos de los Magos fueron trasladados a Colonia Agripina, actual Colonia, donde se construyó para ellos la Catedral de San Pedro y Santa María, llamada el Gigante Gótico, el monumento  actual más visitado de Alemania. Gracias a estas reliquias, la ciudad de Colonia se ha convertido, junto con Roma y Santiago de Compostela, en uno de los grandes centros cristianos de peregrinación.

Los sagrados restos de los Reyes Magos se encuentran dentro de un sarcófago triple situado detrás del altar mayor de la Catedral, siendo el relicario más grande de Occidente. Tiene forma de basílica y pesa más de 350 kilos. Mide más de un metro de ancho, metro y medio de alto y más de dos metros de largo, y fue realizado en madera revestida de oro y plata, con esmaltes y joyas, por el francés Nicolás Verdún y diversos orfebres alemanes entre los ss. XII y XIII. Dentro están las reliquias de los tres Reyes Magos, en tres cajas forradas de terciopelo. El relicario se abrió en 1864 y así lo describe un testigo del momento: "En un compartimiento especial del relicario que ahora se ve, junto con lo que queda de antiguas, viejas y podridas vendas, probablemente de biso (lino), y con restos de resinas aromáticas y sustancias semejantes, numerosos huesos de tres personas, que bajo la guía de varios expertos presentes se podría reunir en cuerpos casi completos: el uno en su juventud temprana, el segundo en su virilidad temprana, el tercero envejecido más bien …”.

Como indicábamos al inicio, la festividad actual se la conoce como Epifanía. Es una de las fiestas más significativas de la Navidad y más antigua que la propia Natividad. Ese día se celebra la presencia, adoración y ofrenda de presentes de los tres Reyes Magos a Cristo recién nacido Es considerada la primera Teofanía, o primera manifestación del Hijo de Dios, que elige a unos gentiles para señalar la universalidad de su mensaje de salvación.



Hay que tener en cuenta y esto resulta importante, que antes de la aparición del cristianismo se conmemoraba con grandes festejos el solsticio invernal del 25 de diciembre y el día 6 de enero se celebraba el acrecimiento efectivo de la luz, sobre todo en la región de Egipto. La fiesta de la Epifanía es de origen Oriental y surgió de forma pareja a la Natividad en Occidente. 

Los cristianos orientales vieron en la celebración pagana del día 6 de enero, la fecha propicia para el Nacimiento de Cristo, compitiendo así con la celebración pagana del sol invictus del 25 de diciembre, ya que el día 6 de enero  ya se aprecia de hecho el crecimiento del día, el triunfo de la luz, después de trascurridos doce días desde el solsticio de invierno (día 25 de diciembre).


Cuando la celebración llegó a Occidente, donde ya se celebraba el Nacimiento de Cristo el 25 de diciembre, a la festividad del 6 de enero se le otorgó un significado distinto, conmemorándose la primera revelación de Jesús al mundo pagano, la Epifanía: la adoración de los Magos de Oriente.

La costumbre, casi exclusivamente española, de realizar regalos en esa fecha, como hicieron los Reyes en el portal de Belén, no es una tradición muy antigua. Se inicia en el s. XIX, aunque arraiga a lo largo del XX. En un principio, se dirigió especialmente a los niños a los que se regalaban dulces o algún que otro juguete. Con el tiempo, la festividad se rodeó de una serie de costumbres que todos conocemos: cabalgatas, entradas a media noche por la ventana, zapatos, bien limpios, comida y licor para para Reyes y camellos, el envío de la carta, el carbón como regalo, etc., etc. En la actualidad, y aunque la tradición de los regalos ha pasado en parte a la celebración de la Nochebuena-Navidad (el importado Papá Nöel), todavía se mantiene la tradicional petición y llegada de regalos en el día de Reyes y que se ha extendido, inevitablemente, a todas las personas queridas.

Adoración Magos. Panel alabastro trascoro Catedral de León. Esteban Jordan


Antifonario de la Catedral de León. S. XI
Tabla de la Adoración de los Reyes Magos de Pedro de Campaña. Museo Catedral de León
- Video: The Power Of Love  -  Frankie Goes To Hollywood 
- Adoración de los Reyes. El Greco
- Adoración de los Reyes Magos. Luis de Morales.
Adoración de los Reyes Magos. Claustro de la Catedral de León
- Cementerio de los santos Pedro y Marcelino,
- Museo Laterano
- Frescos de la catacumba de Domitila.
- San León Magno.
- Beda el Venerable
- Adoración de los Reyes. Museo de Jaca
- Sarcófago Reyes Magos en la catedral de Colonia
- Adoración de los Reyes. Giorgone
Adoración Magos. Panel alabastro trascoro Catedral de León Esteban Jordan




domingo, 8 de diciembre de 2019

Nuevamente, EMPEL.

Nuevamente el 8 de diciembre conmemoramos el "Milagro de Empel", día y lugar en que se aúnan nuestra infantería y la Inmaculada Concepción.

El llamado Milagro de Empel fue un suceso acaecido el 7 y 8 de diciembre de 1585, a raíz del cual la Inmaculada Concepción fue proclamada patrona de los Tercios españoles y de la actual Infantería española.
.
Video: "Los Tercios, el Milagro de Empel". MetalZ