jueves, 27 de agosto de 2020

Poeta del cielo y la tierra


Señala la tradición, que el día que murió Lope de Vega hubo un eclipse de Luna. La poetisa y amiga del poeta, Jacinta Baca, nos dejó un bello soneto sobre la confluencia de los dos sucesos:

Llegó ya a las montañas de Apenino,
llegó a la Libia ardiente y Seythia helada
la fama por justicia acreditada
de este varón de tanto laurel digno.

Y así del más remoto al más vecino
con himnos de dolor será llorada,
su falta, y la memoria venerada
del que en el velo humano fue divino.

Hasta en el campo de zafir hermoso
la noche, que dio término a su vida,
mostraron sus lumbreras sentimiento.

Y con afecto triste y amoroso,
cuando Delio llegó a su luz cumplida,
le formó en sombras sacro monumento.


Lope Félix de Vega Carpio es uno de los más significativos y trascendentales dramaturgos y poetas de nuestra literatura, además de ser uno de los más fecundos escritores de la literatura universal.


Es autor de nueve epopeyas, siete novelas, cuatro de ellas cortas y un número impresionante de comedias ya que llegan a atribuírsele más de 1500, siendo el primero en dividir las mismas en tres actos. Pero donde se considera que destaca verdaderamente es como poeta. Se le considera autor de 3000 sonetos que, sin duda, junto a las comedias, le otorgan la "inmortalidad" ya que nadie a conseguido en la confección del soneto la delicadeza, el refinamiento  y una musicalidad perfecta.


No podemos dejar de comentar de su paso por León, concretamente por La Bañeza y Astorga en la “huida” de casa durante su adolescencia. Tras la muerte de su padre y junto con un amigo con las mismas inquietudes, huyen de la casa familiar en Madrid y comienzan una aventura para ver mundo y alejarse de la protección paterna. Llegó a pie hasta Segovia donde compró, o compraron, un caballo ruin que les llevo hasta La Bañeza y luego a Astorga donde les desaparecieron por completo las ansías aventureras y decidiendo volver a la comodidad de la casa familiar, regresando a Madrid por el mismo camino por donde habían venido.



Hace hoy 385 años y tras llevar varios días enfermo, el lunes 27 de agosto de 1635 fallece a las 5 de la tarde en su casa, en el nº 11 de la calle de los Francos, actualmente la madrileña calle Cervantes, en el conocido Barrio de las Letras.


Las honras fúnebres con las que el Ayuntamiento madrileño había acordado homenajear al poeta, fueron prohibidas por el Consejo de Castilla, presionado por las altas esferas eclesiásticas que no llegaron a perdonar a Lope de Vega la vida libertina que, siendo ya sacerdote, había llevado en sus últimos años.


Sin embargo, al entierro, efectuado al día siguiente acudió todo el pueblo de Madrid y, según se cuenta, su sepelio fue tan espectacular como su contradictoria vida, apasionada y turbulenta: “… comparable a un vendaval, a una intrincada y ferocísima selva, a un encrespado mar en el que vemos zozobrar continuamente sus ilusiones y sus propósitos de enmienda”.



















El 28 de agosto a las once de la mañana salió de su casa el inmenso cortejó que acompañó el cadáver hasta su sepultura en la Iglesia de San Sebastián, en la calle Atocha. Lope es conducido a hombros, con el rostro descubierto y vistiendo el hábito de caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén, más conocida como Orden de Malta. La comitiva fúnebre, custodiada por frailes franciscanos con hachones, pasará antes por el convento de las Trinitarias Descalzas, entre las calles Huertas y Cantarranas (ahora Lope de Vega), donde una de las monjas, sor Marcela de San Félix, hija de Lope y la actriz Micaela Luján, una de sus amantes, solicitó que el féretro de su padre se detuviera unos instantes ante la entrada del monasterio para darle su último adiós.



Ese momento de desgarrada emoción en el que se refleja el instante en que sor Marcela despide el cadáver de su padre desde una de las puertas enrejadas del convento de clausura, es el que muestra la pintura realista del pintor decimonónico Ignacio Suárez Llanos, "Sor Marcela de San Félix, monja de las Trinitarias Descalzas de Madrid, viendo pasar el entierro de Lope de Vega, su padre” (1862), actualmente en la pinacoteca del Senado. Tal suceso no debió suceder realmente como imagina el artista, ya que, al tratarse de un convento de clausura, el cadáver sería contemplado por su hija y el resto de religiosas desde alguna de las ventanas con celosías con las que contaba el edificio.

















El cadáver de Lope de Vega fue enterrado en la  iglesia de San Sebastián, en la calle Atocha, por decisión de su protector el conde de Sessa, que entregó una cantidad a cuenta para sufragar los gastos del funeral y entierro. Esta cantidad, con el tiempo, resultó insuficiente y varios años después, al no abonarse la cantidad restante por los herederos del conde, los restos de Lope fueron llevados al osario común de la parroquia que hoy se encuentra bajo una de las capillas de la iglesia, en la que Real Academia Española de la Lengua erigió hace años una hornacina en honor al poeta.



Cuentan que sobre su mesa de trabajo se encontró su último poema. Se trataba de una silva moral titulada Al Siglo de Oro, todo un homenaje póstumo al esplendor cultural de España del que él fue ilustre y glorioso protagonista: poeta del cielo y la tierra.



Miguel Poveda/Para la Libertad
Desmayarse, atreverse/soneto Lope de Vega

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.