Ya desde el siglo XVIII, existen antecedentes del mal estado en que se encontraban las esculturas de la portada occidental de la Catedral de Santa María de León. Ahora, después de varios episodios más o menos importantes de rehabilitación, las 23 tallas de las jambas del pórtico, un conjunto escultórico realizado entre los siglos XIII al XV, han “abandonado” temporalmente sus podios y se han “mudado” al interior, al claustro catedralicio para su restauración, excepto tres, que han sido realojadas bajo la torre norte, en la capilla de San Juan de Regla.
En un principio, debió existir un proyecto iconográfico completo para las tres portadas de la fachada occidental. Con el paso del tiempo, resultó imposible la culminación del proyecto original dejando de realizarse varias de las figuras programadas, y dando lugar a espacios que se colmataron en parte con obras tardías o a inconvenientes cambios de lugar, con objeto de tratar de salvar parcialmente la estética de las portadas.
Ejemplo de este caos en la ubicación de las tallas, es una de las figuras más bellas e interesantes y a la vez más desconocida, posiblemente obra del mismo autor de la espléndida Virgen Blanca del parteluz. Se trata de la imagen de la Sibila Eritrea, una de las tres esculturas que se alojan actualmente en la capilla bajo la torre norte.
¿Qué hace un personaje pagano y apasionante, real y a la vez cercano a la mitología griega y romana, en la portada de la catedral? La presencia de la Sibila Eritrea en el templo leonés y en la religión y tradición cristiana, obedece a que la pitonisa es considerada, desde los primeros tiempos del cristianismo, como la voz del mundo antiguo, del mundo pagano, al que se le prometía un Salvador de igual manera que los profetas anunciaban al pueblo judío la llegada de un Mesías.
Las sibilas eran mujeres que, en la cultura griega y romana, se creía estaban inspiradas para interpretar las respuestas de los dioses sobre la predicción del futuro. Según la tradición, la primera de estas mujeres se encontraba en Delfos y se llamaba Sibila, generalizándose el nombre a todas las demás.
También se las denominaba pitias o pitonisas, nombre tomado de la serpiente Pitón (antes designada como dragón llamado Delfine, de ahí el nombre de Delfos) que vivía dentro de una cueva en la ciudad griega de Delfos, y a la que el dios Apolo (Apolo Pitio) dio muerte con el fin de apoderarse de su sabiduría. Delfos fue el oráculo más nombrado y sus prácticas las más conocidas y divulgadas por los autores de la Antigüedad.
Otro mito que rodea a la ciudad griega, es el que cuenta que Zeus, antes de la "creación", envió dos águilas desde dos lugares opuestos del Universo y que éstas se encontraron sobre Delfos, considerado desde entonces el punto, el ónfalos, el centro, el denominado ombligo del mundo, donde una piedra en forma de medio huevo señalaba el lugar en el que comenzó la creación del mundo.
La sibila o pitonisa de Delfos se sentaba sobre un trípode y, después de haberse purificado con el agua sagrada de Delfos y haber masticado hojas de laurel, escuchaba la pregunta y devolvía a los solicitantes el oráculo del dios que hablaba a través de ella.
En el siglo II aparecen una serie de libros de poemas, denominados sibilinos, compilados por cristianos orientales que tenían como base textos con contenidos históricos, políticos y religiosos de origen y antecedentes paganos, judíos y cristianos. Entre estos contenidos, figuraban los oráculos de la Sibila Eritrea que fueron considerados tan importantes como las predicciones de los profetas del Antiguo Testamento.
Durante la Edad Media, las profecías de la Sibila gozaron de gran estima e influencia, dando lugar a las representaciones teatrales más antiguas (s. XI) sobre el misterio de la Navidad. Eran, en principio, ceremonias sencillas que solían celebrarse el 24 de diciembre y que se limitaban al solemne canto de la “Profecía de Isaías” y al denominado “Canto de la Sibila”, que se componía principalmente de su antigua profecía sobre el Juicio Final y las horrendas consecuencias que le acompañaban.
En el XII y XIII surgen sobre el mismo asunto verdaderos dramas teatrales. Al profeta Isaías y a la Sibila Eritrea les acompañan ahora las prefiguras de Cristo y los profetas mesiánicos y escatológicos: Jeremías, Daniel, Samuel, Ezequiel, Elías, Asuero, Esther, etc.; también figuras con simbolismo escatológico: Baalam, Aarón, la Sinagoga, la Iglesia, la Virgen, San José, la reina de Saba, etc… Es el conocido drama denominado Ordo Prophetarum, que deriva de un sermón, atribuido a San Agustín, que se leía en la vigilia de Navidad y que desde hace unos años se ha recuperado en la catedral de Santiago de Compostela.
Durante la representación del drama son llamados a dar testimonio del advenimiento de Cristo y de los sucesos que acaecerán en el Juicio Final, los profetas del Antiguo Testamento, interviniendo tambien prefiguras de Cristo y de la Virgen, peronajes mesiánicos y escatológicos y, por supuesto, la Sibila Eritrea.
El denominado “Canto de la Sibila” es una ceremonia propia de las iglesias españolas. Se representó en ciudades levantinas: Gerona, Barcelona, Palma, Valencia, etc., pero también en León. Desde la capital del Reino se expande la tradición a ciudades como Santiago, Toledo y, según avanzan las conquistas militares, a tierras portuguesas, extremeñas y andaluzas. La tradición sigue viva aún en algunas localidades de Cataluña, Baleares y, recientemente, en Santiago de Compostela.
La representación del “Canto de la Sibila” ya no se realiza en León la noche de Navidad. Sin embargo, fue sin duda una costumbre arraigada durante siglos en nuestras iglesias y, por supuesto, en la catedral. Así lo hace constar Raimundo Fernández (Ediciones Leonesas, 1947) dando a conocer el Códice musical nº 23 existente en el archivo de la catedral de León, en el que figura en primer lugar el canto de la profecía de Isaías, “Nacimiento de Dios” (Isaías, Cap. IX, vers. 2,6 y 7), para continuar con los versos del “Canto de la Sibila” que señala los horrores del Juicio Final, en la versión que realiza San Agustín y cuya traducción, realizada por Fray Luis de Granada en el siglo XVI, es la siguiente:
Una de las señales será que la tierra sudará sangre;y del cielo vendrá en carne un rey a juzgar el mundo:
el cual reinará en todos los siglos.
Y así los incrédulos como los fieles, en el fin del mundo,
verán a Dios en lo alto acompañado de santos,
y las almas juntamente con los cuerpos se hallarán
presentes para ser juzgados por él.
Desecharán de sí los hombres sus ídolos, y todas sus riquezas.
Abrasará un fuego las tierras, el mar, el cielo,
y las puertas del oscuro infierno.
Y los cuerpos de los santos volverán a la luz de esta vida;
y los de los malos quemará el fuego eterno.
Y cada uno confesará los pecados que secretamente cometió;
y Dios descubrirá entonces los secretos de los corazones.
Allí será el llanto, y el crujir de dientes.
El sol se oscurecerá, y las estrellas, juntamente con la luna.
Entonces los montes altos se allanarán,
y los valles se levantarán, y toda la tierra estará llana.
No habrá entre los hombres ninguna cosa grande ni alta.
Todas las cosas cesarán.
La tierra abrasada con rayos del cielo, perecerá;
y las fuentes y los ríos con el fuego se secarán.
Y una trompeta dará un triste sonido de lo alto,
gimiendo los pecados de los hombres,
y las miserias de sus trabajos.
La tierra se abrirá, y descubrir há la región del infierno.
Y todos los reyes del mundo serán presentados en este juicio;
y del cielo caerá sobre los malos fuego, y un gran río de azufre.
Siguiendo a Raimundo Fernández, la Sibila era representada en la catedral de León por un infantillo o niño de coro que trataba de imitar la voz de una mujer. Con el paso del tiempo, como ya hemos dicho, la ceremonia se fue complicando con la representación de juglares, pastores y ministriles (músicos). La Sibila llegaba a la catedral desde una dependencia de la misma, vestida con gran riqueza, bien pintada y, a veces, montada en un caballo bellamente enjaezado, con acompañamientos de mozos, tambores, trompetas, salterios, sonajas y rabeles.
A mediados del siglo XVI debió suspenderse durante algunos años la representación navideña. Esto se desprende de un acuerdo del Capítulo catedralicio de fecha 4 de diciembre de 1581, por el que se ordena la retoma de la tradición: "Ordenaron y mandaron que de aquí en adelante la noche de Navidad se cantase la Sibila como se solía hacer y que el Sr. Administrador tuviese cuidado de que se aderezase y el Maestro de ceremonias de informarse de Toledo a qué tiempo y hora se ha de cantar y el Maestro de Capilla tuviese cuidado de instruir un muchacho que mejor cante". Los problemas económicos que debía acarrear la representación y el paso del tiempo que la relega al olvido, acabaron con la tradición leonesa del "Canto de la Sibila" en la catedral.
Como recuerdo de aquella costumbre, nos queda la talla del pórtico occidental, ahora pendiente de restauración bajo la torre norte, en la capilla de San Juan de Regla. Es una figura de pequeña estatura realizada en el siglo XIII, que muestra una hermosa joven, casi niña, que viste túnica y manto sujeto con una trencilla. Luce larga cabellera y tocado hebreo, mientras sostiene entre sus manos una filacteria, hoy casi desaparecida, que representa la ciencia y la sabiduría de la que es dueña. Quién sabe si una vez restaurada, volveremos algún día a oír su canto y profecía en la catedral de León la noche de Navidad.
- Traslado de la Sibila Eritrea al interior de la catedral. Fotografía La Crónica.
- La Sibila en su emplazamiento actual: bajo torre norte.
- Sibila de Delfos. John Collier.
- Ónfalos. Museo Arqueológico de Delfos. Foto TROTAMUNDOS ("horadada.biz").
- Sibila y el rey Egeo. Kylix ático de figuras rojas (s. V a.C.).
- Sibila Eritrea. Lorenzo Pasinelli.
- Profeta Isaías. Fra Bartolommeo.
- Sibila Eritrea. Pórtico occidental catedral de León.
- Sibila Eritrea. Capilla Sixitina. Miguel Ángel Buonarroti.
- Sibila Eritrea (fragmento). Catedral de León.
- El canto de la Sibila. Santa María del Mar, Barcelona. Video: jcmluthier.