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domingo, 15 de noviembre de 2020

Los gallos de San Isidoro de León


Hace unos pocos años pudimos admirar en la localidad francesa de Bayeux, una de las obras más impresionantes de la Edad Media fechada en el s. XI: el Tapiz de Bayeux (La Tapisserie de Bayeux), también conocido como el "Tapiz de la reina Matilda"(http://www.fonsado.com/2011/09/bayeux-centro-de-dos-invasiones.html).

Se trata de un gran lienzo bordado de 70 metros que narra la conquista de Inglaterra por el normando Guillermo el Conquistador. En uno de los apartados historiados se narra la muerte y el entierro del último rey sajón, Eduardo “el confesor”. Las imágenes del entierro muestran como los restos del monarca inglés son llevados a hombros por sus fieles a la Abadía de Westminster en Londres, donde fue enterrado. 


Sobre el tejado del templo se puede observar como un personaje instala en lo alto de la torre un gallo, dejando constancia y notoriedad de la importancia que ostentaba la conocida abadía al encontrarse bajo la advocación de San Pedro. Como sabemos, la presencia del gallo entre los cristianos rememora el episodio bíblico de la traición, de la negación por tres veces de Pedro en los momentos previos a la Pasión, cuando el gallo, cantando dos veces, recuerda al apóstol que Jesús le había profetizado su acto de cobardía (Mc 14,30) (En los Evangelios de Mt. 26,34, Lc. 22,34 y J. 13,38, Pedro niega a Jesús tres veces, antes de que cante el gallo una vez). 

A partir del s. IX el gallo se convirtió en la imagen recurrente de la mayoría de las iglesias. El papa Nicolás I implantó la costumbre de situar sobre las veletas existentes en lo alto de las Iglesias un gallo que simbolizase la resurrección de Cristo, pero también con la finalidad de alejar al demonio, por la vinculación del gallo con San Pedro, personificado éste como germen y cimiento de la Iglesia: “Sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”.

Esta simbología de "resurrección y defensa del mal", aparece significativamente en la Real Colegiata Basílica de San Isidoro de León en tres lugares emblemáticos: 

-Dibujado en el más bello y completo de todos los beatos, el Beato de San Isidoro, también conocido como Beato de los reyes Fernando I y Dª Sancha.

- Coronando altivamente la veleta de la formidable torre románica, desde donde vigila desde hace siglos el devenir de la ciudad.

- En las extraordinarias pinturas románicas del Panteón Real, en las que no aparece una sino dos veces. 

Fechado en 1047 el Beato de San Isidoro permaneció en la Colegiata hasta el siglo XVI-XVII, en las que pasó a manos de los marqueses de Mondéjar. Felipe V, tras la guerra de Sucesión, incautó la biblioteca de los marqueses y el Beato pasó a la Biblioteca Real y de ahí a la Biblioteca Nacional, en la que actualmente se encuentra.

El gallo del Beato de San Isidoro se halla dentro de una de las 98 miniaturas que contiene, conocida como el Arca de Noé. La ilustración nos muestra el Arca en forma de casa, con un tejado a dos aguas que cobija cinco estancias, cuatro de animales y la superior reservada a Noé, su mujer y sus tres hijos y esposas. 

Hay que señalar que desde antiguo el Arca de Noé se usaba normalmente para representar a la Iglesia, identificándola como la “casa de salvación”. Bajo la representación de Noé y su familia, en la miniatura se muestran las cuatro estancias llenas de animales. En la primera o más baja, se representan los grandes mamíferos: elefante, camello, jirafa, … En la segunda aparecen animales mitológicos y fantásticos que, por supuesto, nunca “estuvieron” en el Arca, aunque se encontraban presentes en la mente del hombre medieval. La tercera estancia corresponde a los grandes depredadores y en la cuarta aparecen los animales “domésticos” entre los que destaca y se define claramente un gallo amarillo con cresta y carúncula roja que, sobre el fondo negro, es el animal que más fácil resulta de identificar en la bella miniatura. 


Desde el año 2002 se expone en el Museo de la Real Colegiata de San Isidoro de León el gallo-veleta, uno de los emblemas de la ciudad, que desde hacía casi mil años coronaba la torre campanario de la Basílica, acompañando así el quehacer cotidiano de la ciudad y que ahora ha sido sustituido por una magnífica réplica fundida en bronce dorado.


Esta pieza excepcional ha permanecido imperturbable cientos de años en lo alto de la torre, desde la que ha sobrevivido a mil circunstancias adversas, sobre todo a los acontecimientos del convulso siglo XIX, en el que San Isidoro pasó por delicados momentos de supervivencia, como los graves sucesos provocados por la entrada, ocupación y saqueo de las tropas francesas, durante los cuales algún soldado gabacho consiguió hacer impacto en la pieza con su mosquetón.

Pero también resistió a los complicados períodos de la Desamortización de mediados de siglo, además de sobrevivir a las revueltas y asaltos de la revolución de 1868 y a las tristes incautaciones gubernamentales de los años 1868-69 que se sucedieron en la Basílica, que supusieron el traslado a Madrid de varias piezas únicas que ahora se exhiben en el MAN http://www.fonsado.com/2013/01/la-incautacion-de-obras-de-san-isidoro.html

Su localización en lo alto de la torre debió de tener con seguridad una doble función. En primer lugar, su ubicación debe dirigirse a una funcionalidad simbólica, como símbolo solar que anuncia la salida del sol, el triunfo de la luz contra las tinieblas; pero también, como emblema particular de Cristo poniendo particularmente de relieve su simbolismo solar: luz y resurrección. 

Gracias a la importante restauración de la torre románica en el año 2001, se produjo el desmontaje y posterior restauración de la excepcional pieza, permitiendo también una serie de actuaciones que implicaron estudios artísticos, históricos, entomológicos, palinológicos, además de un profundo análisis metalográfico y hasta paleográfico, cuyos resultados se dieron a conocer públicamente en el 2004 mediante las actas de las “Jornadas Isidorianas sobre el gallo de la torre”, espléndidamente publicadas por la Cátedra de San Isidoro. 


En principio, no hay ninguna duda de que el gallo es una pieza de metalistería islámica con un claro destino palatino. Pero, ¿cuál puede ser su verdadera procedencia, su ubicación en la Península? No existe una respuesta definitiva al respecto, pero durante el siglo XI existe una curiosa e interesante línea de conexión entre la ciudad de León, capital del Reino, con el al-Ándalus. En esta conexión o vínculo, que se concreta en una serie de sucesos armados, podría haber tenido lugar el traslado a la ciudad de esta sugestiva obra.

Se desconoce el momento concreto en el que el gallo se situó en el campanario. Su instalación va unida a la construcción del segundo cuerpo o campanario de la torre, si bien, en la pieza cónica ajena a la figura del gallo que protege el vástago o eje central permitiendo la movilidad de la veleta, existe una inscripción cuya grafía, según los estudios realizados, corresponde a finales del siglo XI o inicios del XII. 

Aunque los islamitas de la Península eran expertos metalistas, como lo demuestran los importantes talleres y las obras que han llegado hasta nosotros, los análisis terrígenos realizados al gallo por el Departamento de Biología Vegetal de la Universidad de León, demuestran la presencia de pólenes de especies vegetales distintas a las que existen en la cubierta de la torre donde estaba anclado, al tener éstos un origen oriental, concretamente pertenecen a especies propias de la cuenca del Golfo Pérsico. De esta manera, fácilmente puede tratarse de una obra artística más de la frecuente importación de materiales o piezas de arte que los andalusíes se hacían traer de Oriente.

A pesar de ello, la hipótesis expuesta de que nos encontramos ante una obra posiblemente importada de Oriente, no desvirtúa la posibilidad de su llegada al Reino de León desde el al-Ándalus, como adquisición, tributo o acción militar. 

Esta última opción es probablemente la más factible debido a las incursiones militares leonesas en esa época, como la ocurrida en 1009 donde tropas leonesas saquearon el palacio califal de Medina Azahara, o pudo haber sido traído por Alfonso VI como parte de los saqueos realizados en 1072-1075 en los alrededores de Córdoba en apoyo a su aliado Al-Mamún, rey de Toledo. Tampoco se puede descartar su origen valenciano como parte del botín obtenido por Alfonso VI, motivado por  los impagos del musulmán Al-Qadir, o también, proceder de alguno de los palacios que el propio Al-Mamún tenía en Toledo y que, tras la conquista de la ciudad en  1085 por Alfonso VI, pudo haber sido trasladado a la capital leonesa para adornar la torre del Panteón Real de San Isidoro de León, tumba de sus padres Fernando I y Sancha. (http://www.fonsado.com/2009/03/el-gallo-de-san-isidoro-de-leon-ii.html).


El Panteón Real de San Isidoro es una pequeña estancia cuadrada abovedada de unos 65 m2 que se encuentra a los pies de la Basílica, con la que esta comunicada, y que ya pertenecía al anterior templo dedicado a San Juan Bautista. 

Dos corpulentas columnas parten el recinto en tres naves y junto con los arcos formeros y los arcos fajones forman seis bóvedas de crucería muy planas, que contienen un extraordinario y único ciclo de pintura románica realizado sobre una base de estuco blanco alrededor del año 1170, año en que todavía está vigente la liturgia mozárabe en el Reino leonés. 

Para su realización se utilizaron preferentemente colores como el ocre, amarillo, rojo y gris, todos ellos en diferentes matices; además se incorporan inscripciones que tratan de explicar las escenas que se muestran. Algunas de las paredes laterales también revelan pinturas con distintos hechos: “Crucifixión”, “Cordero de Dios” y “Natividad”, en el lado este (puerta de entrada a la iglesia); “Visitación y Anunciación” y “Epifanía y Huida a Egipto” en el paramento sur (la actual entrada). 


Las bóvedas se distribuyen de este a oeste: frente de la “Crucifixión” se localizan “Cristo Apocalíptico” y “La Pasión”; en el centro, frente a la representación del “Cordero”, las bóvedas del “Pantocrátor” y la “Santa Cena”; por último, frente a las imagines de la "Natividad", están las bóvedas del “Anuncio a los Pastores” y la “Matanza de los Inocentes”.


En una de las enjutas de la bóveda de la “Santa Cena” aparece en un lugar destacado un expresivo gallo que mira hacia la derecha, realizado en color negro salvo alas, cresta y carúncula que se muestran rojizas. Se localiza en un lugar destacad0 del conjunto apoyado en roleos vegetales y con su cartela identificativa: GALLVS.

Su presencia en la escena de la “Santa Cena”, considerada la escena principal del Panteón, confirma la importancia que para la tradición cristiana representaba el ave, como protagonista de la profecía en la que Jesús señalará la cobardía de Pedro al negarle tres veces: "Antes de que el gallo cante dos veces tú me negarás tres". Este triste episodio del Apóstol servirá para convertirle en pilar, base y sustento inmutable de la Iglesia, y el gallo pasará con el tiempo a ser símbolo de resurrección y firme protección ante el mal, como ya hemos citado.


Este gallo es una de las imágenes más conocida, divulgada y representada del Panteón Real y su parecido con la figura del gallo de la torre románica es patente. Colas, carúnculas, picos y sobre todo las crestas, son prácticamente semejantes. 

Pero no es la única imagen de ave del Panteón Real. La bóveda denominada de la “La Pasión” cuenta con una serie de escenas: Cirineo portando la cruz, Pedro cortando la oreja a Malco, Pilatos lavándose las manos, y varios soldados. En otra de las escenas, una sirvienta (MVLIER ANCILLA) afirma ante Pedro que él era uno de los seguidores de Jesús, a lo que este lo niega rotundamente como muestra la representación del Apóstol rechazando la afirmación con las dos manos alzadas. Al lado, se muestra otro gallo (figura poco conocida) que parece mirar la escena desde la percha en la que está apoyado, estira su cuello y con el pico abierto emite por segunda vez su canto (o primera, según Evangelios), cumpliéndose así el vaticinio de la negación por tres veces de Jesús por parte de Pedro: 


… Y enseguida cantó por segunda vez un gallo, y se acordó Pedro de la palabra que Jesús le había dicho: “antes de que el gallo cante dos veces me negarás tres”. Y recordándolo, lloraba. Cantó el gallo y Pedro volvió en sí. Jesús sale entonces de la casa de Anás a la de Caifás, y en el revuelo de la salida sus miradas se cruzan. Jesús le mira con compasión. Pedro se da cuenta de lo que ha hecho y "salió fuera y lloró amargamente" (Mc 14, 30). 


El gallo de esta bóveda aunque se orienta hacia la izquierda, posee los mismos colores, trazos y parecido que el anterior, aunque se aprecia más realista a pesar de su peor conservación. Bajo la imagen, la inscripción TRISTATVS EST PETRVS (Pedro está triste), haciendo referencia a la tercera negación del Apóstol. En otra escena de la misma bóveda, se muestra a Pedro llorando, fiel descripción del texto del Evangelio de Mateo (PETRVS FLEVIT, “Pedro lloró”, dice la inscripción).







jueves, 25 de febrero de 2016

Meteora: entre cielo y tierra


Tesalia es una región del norte de Grecia de grandes contrastes regada por el mítico río Peneo (actualmente Salámbria), donde alterna una gran llanura con bosque, montaña y costa. Es un territorio repleto de historia y mitología que debe su nombre a un hijo de Hércules: Tesalo.

Cuenta la tradición que fue el lugar donde nació Helén, el epónimo de los helenos, la tierra por la que pasó Jasón en busca del Vellocino, y donde vivió, trabajó y murió Hipócrates, el padre de la Medicina. En llanuras se criaban los famosos caballos que utilizó la caballería tesalia que conquistó Asia junto a Alejandro, que montaba otro ejemplar procedente de las yeguadas tesalias: Búcefalo.

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Es, asimismo, la patria de Aquiles y el lugar donde se asienta el monte Pelión, residencia de los centauros, mitad hombre mitad caballo, que eran la imagen del ser salvaje, sin hospitalidad ni leyes y esclavos de las pasiones animales. Entre ellos existían algunas excepciones, como el centauro Quirón, que será encargado de la educación del héroe Aquiles y, por mandato directo de Apolo, de su propio hijo Asclepio (Esculapio para los romanos), futuro dios de la Medicina.

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Una de las ninfas más conocidas y bellas de Tesalia era Dafne, hija de la Tierra y el río Peneo, cuya tortuosa relación con Apolo ha sido largamente representada. El soberbio Apolo, guardián de Delfos, discutió con Eros sobre quien era mejor arquero. Eros, molesto, se vengó lanzando dos flechas, una de oro contra Apolo y otra de plomo contra el corazón de Dafne.

El efecto de las flechas fue contradictorio. Mientras Apolo se enamoró completamente de la ninfa, ésta sentía un total rechazo por esos amores. Allí mismo, en Tesalia, comenzó la conocida persecución entre el dios y la ninfa. Ésta, al darse cuenta que estaba muy cerca de su padre el río Peneo, le pidió ayuda. Peneo la convirtió en un laurel antes de que Apolo llegara a abrazarla. El dios, desesperado, decidió, desde aquel momento, honrar a los triunfadores con coronas de laurel, en recuerdo de su amada.

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Dioses, ninfas, centauros, héroes, ... La belleza poética de la mitología que rodea la región de Tesalia resulta extraordinaria, pero su paisaje no lo es menos. En medio de la llanura se erige un singular conjunto de formaciones rocosas de notable altura e incomparable belleza, alguna de ellas coronadas por antiguos monasterios bizantinos: Meteora.

Declarada por la UNESCO en 1988 Patrimonio de la Humanidad, Meteora ofrece uno de esos paradójicos espectáculos en que la Naturaleza, unida a la acción del hombre, hacen de la simple contemplación una experiencia inolvidable.

Desde el siglo XI, en este histórico y legendario territorio, muy cerca de la actual población de Kalambaka, los monjes ortodoxos convirtieron en habitáculos las grutas existentes en las paredes de un conjunto de altas peñas, que más tarde remataron con pequeñas celdas, ermitas y monasterios. Estas gigantescas columnas de roca configuran un paisaje fascinante y, a la vez sobrecogedor, formado por cerca de mil altísimos peñascos que semejan un gigantesco bosque rocoso y cuyo origen se remonta a 60 millones de años. El el agua, el viento, hundimientos y terremotos, quebraron y modelaron el lugar cavando barrancos y gargantas entre las calizas para, finalmente, pulir y suavizar su forma actual.

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Este enclave mágico, esculpido a lo largo de los siglos, desprende un halo espiritual que motivó a aquellos primeros ascetas a retirarse a lo alto de sus paredes y cimas con el fin de “estar más cercanos al Creador”. Después de tres siglos de ascetismo, la fundación del primer monasterio es el que da origen al nombre actual. En el siglo XIV un monje del conocido Monte Athos, llamado Atanasio de Trebisonda, llega a la zona y funda un cenobio en lo alto de unaGran-Meteoro_thumb8 peña a más de 400 metros sobre el suelo, bautizándola como "meteora" (suspendido en el aire). De este modo, se designará en el futuro al complejo de altas rocas como "los meteoros", y al territorio como Meteora.

Actualmente solo seis son los monasterios que continúan activos y pueden ser visitados: San Nicolás Anapafssas, Roussanou, Varlaam, Gran Meteoro de la Transfiguración, Santa Trinidad y San Esteban. Pero la importancia que adquirió el monacato en la zona lo demuestra que, aparte de los seis conventos citados, se pueden observar las ruinas de otros quince cenobios, todos en lo alto.

Partimos desde Kalambaka para realizar un circuito de cerca de 20 km, que permite la visión y visita a los seis monasterios activos. Tras cruzar la pintoresca localidad de Kastraki,  la estrecha y tortuosa calzada comienza su ascenso hacia el conjunto de columnas rocosas donde se encuentran las construcciones monacales.

Mientras se remonta la carretera, van apareciendo los primeros peñascos en los que en alguno se aprecian grietas y covachas de las que cuelgan viejas escaleras de madera apoyadas sobre rudimentarias y precarias plataformas de tablones, que prueban su utilización antigua como refugio y vivienda de antiguos ascetas.

Poco a poco la carretera nos introduce en un país de ensueño donde el verde intenso de la abundante vegetación, alterna con los colores grisáceos de las escarpadas, imponentes y caprichosas peñonas de  arenisca, modeladas por el tiempo y la erosión.

Desde la misma carretera se puede observar el primero de los monasterios, San Nicolás Anapafssas. A más de 300 metros de altura, la construcción monacal, con sus paredes terrosas y sus rojos tejados, se prolonga hacia el cielo apoyada únicamente en la cumbre del farallón pétreo.

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La imposibilidad de visitar la totalidad de monasterios en una mañana, hace que seleccionemos dos de ellos para una visita en profundidad: Varlaam, por ser, posiblemente, el que tenga el acceso más impresionante y la iglesia y construcciones más acreditadas, y San Esteban, ahora convento de monjas, que cuenta además con una entrada asombrosa, un espléndido museo y unas panorámicas magníficas.

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Dejando atrás las vistas de San Nicolás Anapafssas, la carretera continua sinuosa hasta alcanzar las mayores alturas de Meteora. La primera edificación que aparece a la vista es el monasterio de Roussanou, con su pequeño cimborrio octogonal, su tejado rojizo y sus paredes ocres que continúan la verticalidad de la roca sobre la que se asienta. Su antiguo aislamiento, símbolo de suVarlaam-grabado_thumb2 espiritualidad, ahora se salva por un pequeño puente que le une a un montículo cercano.

Todos los monasterios son accesibles actualmente por carretera. Pero antes no era así. El acceso a ellos se realizaba mediante cuerdas y poleas que salvaban los 300 o 400 metros al suelo, con plataformas o redes que transportaban tanto a monjes como a pertrechos y materiales.

Esta manera todavía se puede observar en funcionamiento en el monasterio de Varlaam, al que realizaremos una detenida visita. Aún hoy las poleas siguen funcionando y elevando provisiones o materiales, pero no fue siempre fue así. Antes de las poleas o coincidiendo en el tiempo con ellas, el acceso a Varlaam y a la mayoría de los monasterios de Meteora, se realizaba con largas escaleras colgantes o con tramos de escaleras fijas que se anclaban a la roca. Cuentan que la entrada o salida del convento solía durar media hora. Actualmente para entrar al monasterio de Varlaam, consagrado a Todos los Santos, hay que salvar 195 escalones tallados en la roca.

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El conjunto monacal de Varlaam resulta única por su espectacular acceso, su paisaje, sus construcciones y la riqueza artística que atesora, en resumen, resulta una conjunción completa entre arte, hombre y una ensoñada naturaleza. Hay que destacar el katholikón o iglesia principal del monasterio, realmente impresionante, que conserva pinturas originales de los tiempos de su fundación referentes a los ciclos históricos, dogmáticos y litúrgicos de la Iglesia Ortodoxa. Tiene forma de cruz griega, con cúpula central y cuatro nichos laterales: al norte el “lugar sagrado”, al sur el nártex o vestíbulo, este y oeste para la oración.

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Muy cerca de Varlaam, se encuentra el monasterio más grande de Meteora: Gran Meteoro de la Transfiguración. Se alza a más de 400 metros del suelo, y se distingue de los demás por su gran cimborrio sobre su katholikón de forma cruciforme. Desde allí se pueden ver los cables que sostienen un pequeño funicular, apenas una cesta de metal colgada en el vacío, que utilizan todavía hoy los monjes para evitar las escaleras.

En el recinto se pueden encontrar pinturas de la época post-bizantina y frescos policromados sobre temática religiosa, obra del reconocido monje Strelitzas. Este cenobio llegó a ser Santa Trinidaden el s. XVI el centro neurálgico de Meteora, aunque había sido fundado en el XIV, como ya hemos visto, por San Atanasio de Trebisonda.

Continuamos con el recorrido hacia los dos últimos monasterios: Santa Trinidad y San Esteban. El monasterio de Santa Trinidad, muy cercano al de San Esteban, está construido sobre un abrupto peñón que tiene una fisonomía muy original. Las paredes verticales mantienen una planicie donde se sustentan las estructuras del monasterio, muy reconocible por algunos edificios encalados. En la actualidad ciento cuarenta escalones tallados en la roca conducen al cenobio con comodidad, evitando la antigua manera de acceso por poleas o escaleras de madera ancladas a las paredes verticales.

Durante la segunda guerra mundial, el monasterio fue víctima del expolio de alemanes e italianos, su rica sacristía fue saqueada y su biblioteca quemada. Entre los años 1942 y 1961 el monasterio estuvo abandonado, lo que propició la pérdida de muchas de sus reliquias, iconos y manuscritos. Posteriormente parte del patrimonio fue rescatado, y hoy en día se encuentra en el monasterio de San Esteban.

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Por último San Esteban, convertido en convento de monjas en los años 60, salvando así su ruina. Construido sobre la cima de un enorme peñón, resultaba relativamente fácil llegar hasta él, gracias a la existencia cercana de una colina. Un puente levadizo salvaba la distancia de diez metros existente entre colina y peñón, ahora un puente salva la garganta entre la peña y la colina. Habitado desde el 1200, fue convertido convento a principios del s. XIV.

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El katholikón, bajo la advocación de San Jaralambos, tiene forma de cruz griega con cúpula en el centro. Existe también la iglesia primitiva, de una sola nave, dedicada a San Esteban en el otro extremo del conjunto monacal, decorada con frescos del 1500. El antiguo refectorio está convertido en museo con objetos muy interesantes: iconos post-bizantinos, manuscritos, figuras de madera, textiles, ropas bordadas con oro, trabajos de platería, etc .

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Son varias las estancias del conjunto monacal, entre ellas un impresionante mirador entre enormes cipreses y varios ejemplares de calamodín todavía repletos de frutos. Desde allí, con Kalambaka en primer término, se tiene una hermosa panorámica de la llanura de Tesalia.

Virgen de ternuraAntes de regresar a Kalambaka, una última parada en el taller de iconos, Dimitri Zervopoulos, para observar el laborioso trabajo de creación de los iconos y una pequeña muestra de éstas representaciones de mediados del pasado siglo, entre las que se repite la figura de la Virgen de la Ternura, siempre presente en los monasterios visitados y no muy frecuente en occidente.

Eleusa, en griego, Ἐλεούσα, "ternura" es un tipo de icono donde se muestra la estrecha relación que existe entre Jesús y la Virgen María y el fuerte vínculo que los une como madre e hijo. En este icono la Virgen sostiene al niño, que toca su cara a la suya y pasa unMeteoron Panorama brazo alrededor de su cuello u hombro. De este modo se exhibe la plenitud del amor entre el dios y el hombre. 

Acabada la visita, a los pies de las asombrosas rocas, en Meteoron Panorama, disfrutamos de una típica comida de la zona, antes de continuar hasta Termópilas.

Ahora, desde la distancia que marca el tiempo, cuando los recuerdos se agolpan y revives la mitología que rodea la legendaria Tesalia y te sumerges en el recuerdo del inmenso bosque de piedra de Meteora, surgen y te envuelven, casi sin quererlo, los sentimientos de lo excelso, de lo sublime, de lo bello. Todas estas emociones, mezcladas con el evocación del olor a candela e incienso,  con el recuerdo del repique rítmico de la toaca y la cadencia de las salmodias de los monjes, producen la nostalgia de una gran vivencia, que, sin duda, permanecerá para siempre en el fondo del alma.



- Video: Meteora a vista de pájaro. THOMAS CHRISOHOIDIS.
- Hipócrates rechazando regalos de Artajerjes. Anne Luís Girdet.
- La educación de Ulises por Quirón. Jean Baptiste Regnault.
- Apolo persiguiendo a Dafne. Giovanni Battista Tiepolo.
- Meterora.
- Monasterio de la Transfiguración. Dibujo de Barskij (s. XVIII).
- Celdas.
- Monasterio de San Nicolás Anapafssas.
- Meteora. A lo lejos San Nicolás Anapafssas.
- Monasterio de Varlaam. Dibujo de Barskil (s. XVIII).
- Monasterio de Varlaam.
- Monasterio de la Transfiguración.
- Monasterio Santa Trinidad.
- Monasterio de San Esteban.
- Llanura de Tesalia. Kalamata. Desde San Esteban.
- Virgen de la Ternura.
- Rest. Meteoron Panorama.
- Meteora. Atenas.net.
 













sábado, 29 de noviembre de 2014

Paestum: rosas, arte y vida

Paestum

Ante la posibilidad de un viaje al centro de la península italiana, no se puede obviar la visita al parque arqueológico de Paestum, que, sorprendentemente, es un oasis inesperado ante la aglomeración de turistas que pueblan la mayoría de las ciudades y monumentos de Italia. En Paestum se puede disfrutar todavía de la tranquilidad y el sosiego en un recinto arqueológico espacioso, equilibrado y al aire libre, que se asoma a la luz del Mediterráneo en el golfo de Salerno.

barco-colonosLa ciudad tiene su origen en la colonia griega-aquea de Síbaris, en la región de Calabria, en el sur de Italia. Esta ciudad, conocida por sus exquisitos y lujosos gustos, buscó extender sus dominios por territorios más fértiles. Navegando hacia el norte llegaron en el siglo VII aC. hasta el estuario del Sele, frontera natural con el mundo etrusco-campano situado al norte, donde fundaron un asentamiento al que dotaron de un importante foso y una muralla caliza de cinco kilómetros de perímetro: Poseidonia, en honor al dios griego del mar.

Para quienes prefieran la mitología a la realidad, la nueva colonia tuvo su origen en la llegada a la desembocadura del río Sele, en el golfo de Salerno, de la nave del mítico Jasón y sus Argonautas tras conseguir el Vellocino de Oro, estableciéndose en el lugar al que denominaron Poseidonia. Allí levantaron el primer templo, hoy desaparecido, dedicado a la diosa de Argos: Hera Argiva. El Vellocino de oro, conseguido por los héroes griegos, era la zalea o vellón que perteneciente al carnero alado llamado Crisómalo, hijo de Poseidón y Teófane. Su posesión representaba la idea de realeza y legitimidad.

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Sea como fuere, la ciudad de origen griego fue ocupada por los nativos lucanos hacia el año 400 que se mantuvieron en ella hasta la conquista romana en el s. III aC. Poseidonia, conocida como “la pequeña Atenas”, fue rebautizada como Paestum, pero no perdió la belleza constructiva y atemporal de la Grecia clásica, ya que los romanos, lo mismo que habían  hecho los lucanos, conservaron sus bellos templos y se limitaron a completar su urbanismo con edificios civiles. Los nuevos conquistadores demostraron ser mucho más capacitados y fuertes en lo cotidiano, militar y político, pero los griegos les enseñaron lo más importante y duradero: la belleza.

Tras la caída del Imperio, la ciudad, con el tiempo, acabó siendo abandonada y olvidada. Fue en el siglo XVII, cuando Carlos VII de Nápoles, más tarde Carlos III de España, ordenó la construcción de una carretera costera para unir el sur de la península con Nápoles, cuando salieron a la luz los restos de la antigua Poseidonia, cubierta por la maleza durante más de 1000 años. En aquel momento se comprobó que la ciudad mantenía en pie el espíritu de la Grecia clásica que había cautivado al Imperio Romano, y que, tras el descubrimiento, enamoró también a los grandes viajeros románticos.

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Paestum fue en su momento un importante centro comercial, artístico y cultural, como demuestra la tradición que sitúa en el s. VI aC. al matemático y filósofo griego Pitágoras, como residente y ejerciendo como pedagogo en la ciudad. AsimMural-de-la-Casa-del-Bracciale-dOro-ismo, durante la dominación romana, era conocida en todo el Imperio gracias a la atracción y belleza de sus rosas. Poetas como el gran Virgilio, enamorados del lugar, cantaron al aroma de las rosas que envolvía Paestum y sus alrededores.

La “rosa de Paestum” era conocida y codiciada por su olor embriagador, su tamaño, su intenso color rosa-púrpurROSA-pAESTUM_thumb2a y su alta capacidad de floración. Dos veces al año florecía gracias a una particular técnica que practicaban ancestralmente los habitantes de la ciudad, utilizando expertos y específicos injertos y exclusivos métodos de cultivo, en los que los tallos de los rosales eran sustentados y anclados con ligeras cañas, como atestigua un fresco de la Casa del Brazalete de Oro en Pompeya. La superficie que ocupaban las plantaciones de rosales se encontraba totalmente teñida drosa-paestum-374x200e púrpura, a semejanza de un manto real. Plinio alababa estos cultivos, describiendo estas rosas como “abundantes, perfumadas, bíferas y de cien pétalos”.

La llegada de los romanos a Paestum mantuvo y perfeccionó su cultivo, creciendo la demanda del cultivo que se exportaban hacia toda Italia, pero sobre todo a Roma, sobre todo en la fiesta de Vinalis, que se celebraba en mayo. Las primeras rosas de la primavera se ofrecían a Venus (Afrodita) en coronas entrelazadas con ramas de mirto, planta que, según la leyenda, utilizaba la diosa para cubrir sus partes íntimas.

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Para los griegos, la rosa era la flor de Afrodita. La mitología cuenta cómo la diosa, en su carrera hacia el moribundo Adonis, se pinchó con un macizo de rosas. Su sangre cayó sobre los pétalos, coloreándolos de púrpura para la eternidad.

El pasado año, tras varios estudios paleobotánicos, se injertaron en unos cuantos arriates alrededor del perímetro de los templos de Apolo y Hera de Paestum, algunos arbustos de rosas tratando de conseguir la misma flor que fue cantada por Virgilio en sus Geórgicas. En el pasado mes de abril han comenzado a florecer y quién sabe si, con el tiempo, volverán a inundar con su aroma toda la zona.

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De los tres espléndidos santuarios de origen griego que allí se encuentran, el más septentrional es el templo de Atenea, conocido también como templo de Ceres, levantado sobre un pequeño montículo a finales del s. VI aC. Es el segundo construido, realizado en piedra caliza sobre un basamento con una gradería (crepidoma) de tres escalones. La plataforma pétrea (stilobato) servía de base para una imponente columnata con seis columnas sin basas en los lados cortos (hexástilo) y trece en los laterales, que soportan capiteles dóricos. En el centro la cella o naos que preservaba la imagen del dios. El arquitrabe, sobre las columnas, en origen estaba revestido de estuco policromado.

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Hay que señalar que el destino de los templos en la antigua Grecia no era el culto. Su función era simplemente alojar las imágenes del dios al que estaba dedicadoAtenea, ya que el culto y los posibles sacrificios y oraciones se celebraban en los altares que se levantaban en el exterior. Los templos se orientaban al este, al nacimiento de la luz, que se asocia con el nacimiento, con la vida. Pero también la orientación al este tenía una razón funcional: al amanecer entraba la luz directamente hacia la estancia donde se encontraba la representación del dios.

El templo de Atenea de Paestum mantiene todavía su elegantísima estructura caracterizada por el admirable equilibrio entre planta y alzado. Los templos dóricos aunque son construcciones robustas, guardan proporciones perfectas, armónicas.

Caminando hacia el sur por la calzada central, que mantiene en algunos tramos su enlosado original, recorremos el trazado de parte de la ciudad observando muchas de las construcciones civiles más interesantes de la ciudad greco-romana, como el ágora, el ekklesiasterion o asamblea de los ciudadanos, el heroon, edificio consagrado al culto de un héroe, el aerarium, el comitium, el foro, el santuario a la Fortuna Virilis, la curia, el anfiteatro, etc.

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A unos trescientos metros y orientado también al este, se encuentra el santuario más reciente y mejor conservado del conjunto: el templo de Apolo, conocido como templo de Poseidón o Neptuno. Edificado en travertino a mediados del s. V aC., constituye unos de los ejemplos más perfectos de arquitectura dórica.
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La planta está formada por la cella dividida en su interior por dos columnatas, como se observa en el plano. El exterior consta de seis columnas en los frentes y catorce en los laterales, colocadas sin base, directamente sobre el stilobato: por lo que estamos ante un templo períptero y hexástilo. De nueve metros de altura, las columnas se estrechan ligeramente en la parte superior; su importante acanaladura, ayuda a adelgazar su perfil y crean impresionantes juegos de luces y sombras, dando a las mismas Apolouna corporeidad propia que imita los pliegues de la tela. Se levanta sobre tres grandes escalones (crepidoma), que necesitan en el frente peldaños más pequeños para poder ascender a él.

Resulta extraordinario poder contemplar esta obra magnífica edificada hace más de 2500 años. Disfrutamos rodeándolo y admirando su estructura muda y desnuda, ahora sin tallas en frisos, metopas o triglifos, ni la policromía perdida, que ahora nos resultaría incomprensible desde nuestra actual visión de la estética. Esta desnudez le confiere una belleza serena, solemne, que se acopla plenamente con el silencio y sosiego del lugar.

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A escasos metros del santuario de Apolo, el templo de Hera, conocido como la “basílica”. Esta denominación posiblemente proceda de la ausencia de frontón, que pudo hacer pensar en un uso civil y no religioso. Se trata de un edificio singular, eneásilo de orden dórico, con dieciocho columnaHeras en los laterales; es el más grande de todos y el primero que se construye, a mediados del s. VI aC. Está dispuesto, como el resto, sobre tres gradas o crepidoma y solo se conserva la columnata perimetral y el arquitrabe.

La arquitectura religiosa griega estaba vinculada a la contemplación del edificio. Los arquitectos griegos trataban de integrarlo en un ambiente determinado, teniendo en cuenta las construcciones circundantes y la topografía de su emplazamiento.

Con el fin de resaltar su armonía, los constructores fueron introduciendo con el tiempo ciertas correcciones ópticas que determinarían finalmente la estructura final del santuario, como la éntasis que consistía en ensanchar la columna en su parte central, lo que aportaba cierta sensación de flexibilidad a la rigidez de la construcción. Otra de las correcciones causadas por efectos ópticos, debido al exceso de luz, sería la ligera curvatura del entablamento que así daría la impresión contraria, es decir, de línea recta. Las columnas en los extremos se ensancharán para que éstas no parezcan más pequeñas que las demás y todas se vean del mismo tamaño.

No advertimos, por supuesto, la fragancia que hace 2000 años brotaba de los inmensos plantíos de rosales, pero sí logramos notar y disfrutar de la idílica atmósfera que envuelve el lugar con sus grandiosos templos griegos, que hace de Paestum un espacio mágico e inolvidable, no comparable con la fastuosidad y grandeza de la Acrópolis de Atenas, pero sí una verdadera e inesperada sorpresa para los sentidos.

Pintura Paestum

Pero la belleza Paestum no está solo en su arquitectura. Paestum tiene al menos otros dos argumentos capaces de robar el corazón a cualquiera; los dos arcaicos y misteriosos, envueltos en esa nebulosa entre la arqueología y la mística de lo mitológico. Ambos se encuentran en el espléndido Museo de Paestum, en donde se expone y reconstru20140929_170135ye la identidad de la ciudad antigua, y las largas y continuas metamorfosis del área arqueológica a través de los restos encontrados en el curso de los años en templos, viviendas, necrópolis y edificios públicos.

Uno de estos argumentos es la magnífica colección de vasos con figuras rojas realizadas entre finales del V y principios del s. III aC., en cuya confección sobresalen dos artesanos que trabajaron en la ciudad y firmaron sus obras: Python y, sobre todo, Assteas, el más famosos ceramista de Paestum, del que se conservan vasos en los museos más destacados del mundo, entre ellos nuestro Arqueológico Nacional.

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Los que se conservan en el Museo de Paestum son dos auténticas obras de arte: la hidria con el Mito de Belerofonte y la exquisita crátera con el Rapto de Europa, devuelta recientemente al patrimonio italiano desde EE.UU.

Otro testimonio de la riqueza arqueológica de Paestum son las pinturas, prácticamente intactas desde hace 2500 años, que se encontraron en el interior de los sarcófagos pétreos de las necrópolis de sus alrededores, y cuya semejanza con las figuras de la cerámica griega de la época clásica es enorme. Estas representaciones pictóricas son un claro ejemplo de las primeras tentativas de libertad en la pintura, a la par que nos adentran en las costumbres y en los ritos helénicos sobre la vida y la muerte.

4580120273_9cfb45556fEn el verano de 1968 se descubrieron las primeras pinturas en una necrópolis cercana a la ciudad, en un estado de conservación casi perfecto. En 1969 aparecieron otras tumbas que, adornadas con numerosos frescos ya realizados por artistas lucanos, mostraban el mismo estilo griego o con evidente influencia de éste.

Estos sarcófagos pétreos, con sus más de 150 losas pintadas en estilo griego o lucano-griego, poseen, la mayoría, unas medidas aproximadas de 1,80 m. de largo por 60 centímetros de ancho. Conviene destacar uno de estos sarcófagos por su belleza y originalidad, del que hemos podido disfrutar y admirar en el pequeño pero espléndido Museo, en el que se haya expuesto.

Se trataba de una tumba en forma de cista, tipo de inhumación que consiste en cuatro losas laterales semienterradas en el terreno y una quinta que hace de cubierta, con unas dimensiones de 215 x 100 x 80 cm. Está decorada en su interior, tanto las lajas pétreas de los cuatro laterales como la que hace de tapa. Las losas, finamente unidas por yeso, se han desmontado para ser expuestas en el  Museo, mostrando unas bellas figuras, pintadas al fresco, que mantienen una gama cromática muy limitada, pero que recuerda, en lo concerniente a la técnica e incluso a la temática, el estilo de las tumbas etruscas coetáneas que, sin embargo, eran mucho más espaciosas y, en algún caso, contaban con varias estancias.

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En las dos paredes longitudinales de este sarcófago se nos ofrece una doble escena de banquete fúnebre ¿? realizada en rojo/ocre, negro, amarillo y azul, en la que se muestran diez comensales con el torso desnudo, algunos barbados, y todos coronados de laurel. Se apoyan sobre un codo mientras se entregan al recreo de la música, el canto y el vino, mientras conversan, juegan al kottabos (diversión antigua consistente en transvasar en forma acrobática los restos de vino de los kylix), o intercambian caricias amorosas.

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Todos son hombres, naturalmente, ya que en la cultura griega estaba vetado a la mujer el acceso a este tipo de reuniones, apreciándose distintas edades por la hirsutez de la barba. Como hemos señalado, son cinco hombres por laja que se distribuyen en un total de seis triclinii, de forma que ocho están emparejados y comparten solamente uno. 


Al menos una de las parejas parecen ser amantes, al mostrar una actitud amorosa. Se mantiene el canon clásico y conocido en lo referente a la homosexualidad admitida en la Grecia antigua, según el cual debe de existir una diferencia de edades suficiente entre ellos. En este caso el adolescente lampiño, que aporta el instrumento de cuerda, cumple el rol de erómeno y el hombre barbado cumple el rol de erastés.


Amantes
En las losas de los extremos, más estrechas, se observa un desfile encabezado por una niño flautista que parece preceder el cortejo fúnebre del difunto ¿?, mientras en la otra, se muestra un posible escanciador ¿?, junto a una enorme crátera.

La escena más insólita y fantástica es la de la cara interna de la lápida que sirve de tapa al sepulcro. Un joven se lanza elegantemente al agua desde un frágil pilar, recortándose su figura sobre el cielo que corona un sencillo paisaje costero sugerido con sorprendente economía de medios: una pequeña colina en el horizonte y dos árboles estilizados. 

La figura da nombre al sepulcro, que es conocido como “tumba del tuffatore“ (el que se zambulle). La tumba está datada en el 470 aC., en la época en la que ciudad se denominaba todavía Poseidonia, y aun no habían bajado de las montañas circundantes los belicosos lucanos que conquistaron unos años después la metrópoli griega.

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Hay acuerdo general en afirmar que esta última imagen es una escena simbólica, y que el salto no puede ser interpretado como una situación real, sino que se trata de una figura alegórica, en la que la “zambullida” representa el pasaje de la vida a la muerte.

Observando la admirable escena, no he compartido ese simbolismo fúnebre que afirman la mayoría. He disfrutado de una obra sencilla, delicada, exquisita. Una obra que habla, desde la lejanía histórica, del placer, de las delicias que ofrece la vida, del goce y la felicidad que supone disfrutar de las pequeñas cosas. Después de 2500 años y a pesar de los malos momentos, aún se mantiene y perdura en las sociedades mediterráneas occidentales, el deseo de disfrutar del ocio, de la música, de los juegos, del vino, ...; entretenerse y divertirse con las reuniones y tertulias, la persecución de la amistad como compañera de viaje y cómplice en la búsqueda del placer y la felicidad.

La civilización griega cedió estas ideas de arte, placer y disfrute de la vida al mundo romano que, a través del Mediterráneo, las trasmitió al resto del mundo, conservándose aún en el sur occidental, mientras que hacia el norte han quedado más relegadas y hasta han llegado a a trasformarse y desaparecer, como ocurre en las sociedades musulmanas, ancladas todavía en un medievalismo oscuro y fanático de represión y desesperación.


Paestum con su arquitectura, pintura y rosas, supone un memento de la belleza en estado puro. Una muestra espléndida del pasado que, desde la distancia de los siglos, no deja de recordarnos e invitarnos a disfrutar del arte, pero, sobre todo, de disfrutar de las pequeñas cosas que nos regala la vida.

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- Templo de Apolo. Pintura.
- Barco colonos. Cerámica ática, fragmento.
- El Vellocino de Oro. Herbert James.
- Rivales inconscientes. Alma Tadema.
- Casa del Brazalete de Oro. Pompeya.
- Rosa de Paestum.
- Rosas de Paestum en el recinto arqueologico.
- Afrodita y Adonis. William Waterhouse,
- Visita a Esculapio de Afrodita. Edward Poynter.
- Templo de Atenea.
- Templo de Apolo.
- Templo de Hera.
- Lápida mortuoria.
- Sepulcro.
- Crátera Rapto de Europa.
- Lápida con guerrero.
- Tumba de Tuffatore.
. Tumba de Tuffatore.
- Idem. Detalle.
- Tuffatore.
- Templos de Apolo y Hera. Foto Mariela.
- Sueño. Reynolds Stephens William.
- VIDEO You-Tube: Philippe Jaroussky - Ombra mai fu - Händel - Serse (randgeschehen).