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viernes, 1 de mayo de 2009

La simbología de San Miguel de Escalada


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Para el que no conozca la iglesia de San Miguel de Escalada y esté poco acostumbrado a contemplar este tipo de arquitectura, le parecerá exteriormente una construcción modesta, sencilla, pero posiblemente sea el templo mozárabe con una edificación más homogénea y el más rico en elementos decorativos, con unos orígenes enigmáticos y repleto de un simbolismo turbador.

El edificio actual, que formaba parte de un monasterio, data del siglo X, como atestigua la inusual inscripción, hoy perdida, que se encontraba sobre su puerta y en donde se detallaba cuando, como y por quien fue reconstruido el templo:

“Este lugar dedicado de antiguo en honor del Arcángel Miguel y erigido en pequeño edificio, tras de caer en ruinas, permaneció largo tiempo demolido, hasta que el abad Alfonso viniendo con sus compañeros de Córdoba su patria, levantó la arruinada casa en tiempo del poderoso y serenísimo príncipe Alfonso. Creciendo el número de monjes erigióse de nuevo este hermoso templo con admirable obra, ampliado por todas partes desde sus cimientos. Fueron concluidas estas obras en doce meses, no por imposición autoritaria ni oprimiendo al pueblo, sino por la vigilancia insistente del abad Alfonso y los frades, cuando ya empuñaba el cetro del reino D. García con la reina Mumadona en la era 951; y fue consagrado este templo por el obispo Genadio a doce de las calendas de diciembre.”

Tras los ajustes obligados de fechas entre el calendario juliano y su paso al gregoriano, las obras del monasterio comenzaron en el 913 de la era cristiana, consagrándose, como cita la lápida, el domingo 20 de noviembre del 914, doce meses después del inicio de los trabajos (día doce de las calendas de diciembre).

Pero el asentamiento de San Miguel en aquel lugar de los montes de Valdabasta no era nuevo. El monasterio se levantó sobre las ruinas de una antigua edificación visigótica que, con seguridad, fue destruida por la invasión musulmana del siglo VIII. Sin embargo, su advocación a San Miguel hace presumir que la construcción visigótica también se realizó sobre otra más antigua.

Esta hipótesis sobre su origen arcaico, es avalada por los antecedentes conocidos de que la mayoría de los santuarios u oratorios elevados en honor al dios Hermes, el dios Mercurio entre los romanos, estaban situados en lo alto de los montes, en las colinas, y al lado de los caminos.

Mercurio, además de ser el protector de los caminos, es también el mediador ante los hombres y el encargado de conducir las almas ante Caronte. Esta función, en la posterior práctica cristina la realizará el arcángel San Miguel, que será el encargado de pesar las almas en el Juicio Final. Pero también es el ángel protector de la nación judía y al que el profeta Daniel denomina “príncipe de la sinagoga”. San Miguel cumple así una importante misión y protagonismo en la tradición judeo-cristina.

Por tanto, pensamos que el emplazamiento originario de San Miguel de Escalada no es casual. Todo hace pensar, que el templo se asienta sobre un santuario romano dedicado al dios Mercurio, mensajero de los dioses y conductor de almas, y que la construcción romana se realiza, a su vez, sobre el lugar donde existe una tradición religiosa atávica relacionada con los caminos y el peregrinaje.

Y es que este lugar, es un punto importante en la ruta a Compostela, encontrándose muy cercano al trazado actual del Camino Francés a Santiago, y estar enclavado sobre la denominada Ruta Vadiniense, la otra vía o trayecto alternativo que utilizaban los peregrinos que, procedentes de la costa cántabra y mucho antes de la “aparición” del sepulcro del Apóstol, se dirigían hacia los acantilados atlánticos, al encuentro del sol poniente, a través de una senda mágica que marcaba una ruta ancestral, posiblemente en busca de las bases y fundamentos del conocimiento humano, y en la que algunos de estos hombres, los maestros constructores medievales, dejaron su impronta y sus mensajes ocultos.

Esta ruta se mantuvo imperturbable a pesar de las invasiones o la intolerancia de las distintas religiones, hasta que en el siglo IX, reinando Alfonso II, se “descubre” el sepulcro del Apóstol Santiago y el antiguo camino es absorbido y difundido por el peregrinaje cristiano con un objetivo y fundamento distinto al de sus orígenes.

El simbolismo constructivo y decorativo de San Miguel es sorprendente. En su fachada, su bello pórtico de doce arcos representa la imagen de la Humanidad. Doce son los meses y de su expresión cósmica en los doce signos de zodiaco; también es el número de la elección: los doce hijos de Jacob, antepasados epónimos de las doce tribus de Israel, Jesús escoge a doce discípulos, los doce caballeros de la Tabla Redonda, etc.

El número doce simboliza también el universo en su complejidad interna, mediante la multiplicación de los cuatro elementos tierra, agua, aire y fuego, por los tres principios alquímicos azufre, sal y mercurio; también es el producto de los cuatro puntos cardinales por los tres planos del mundo, por las tres naves del templo o por sus tres ábsides.

La forma y medida de cada arco enmarca perfectamente el pentáculo, la estrella de cinco puntas encerrada en un círculo, que representa en la punta superior al hombre, a su alma; las otras cuatro puntas, simbolizan los cuatro elementos: tierra, aire, fuego y agua.

Esta arcada, está sustentada por columnas con capiteles de blanquísimo mármol, que muestran representaciones de hojas de acanto, símbolo de la renovación, y collarino sogueado, que encarna la salvación mediante la intervención de Cristo.

Pero existe uno distinto. El que ocupa el octavo lugar es el más antiguo y carece de collarino. El número ocho es precisamente el número de la regeneración por el agua bautismal, el número de las estrellas fijas, del equilibrio cósmico, simboliza la promesa de la resurrección del hombre transfigurado por la gracia.

El ocho también es el número de las rosa de los vientos y, frecuentemente, el de los radios de la rueda; igualmente la representación de las dos serpientes enlazadas del caduceo de Mercurio, el mediador, el dios de los caminos, el San Miguel judío-cristiano. Todo un completo simbolismo relacionado con la dirección, el trasporte, los caminos.

En el frente de este capitel y enclavada dentro de un círculo, la forma rosácea de seis pétalos. Es la flor preferida de los alquimistas, el símbolo del renacer místico desde la antigüedad y que rememora la “rosalía”, la ofrenda de rosas sobre las tumbas en el mes de mayo, pero también la estrella de David.

En el interior del templo, tres naves, tres ábsides. Un reducido espacio que se sobredimensiona por la dispersión de siluetas que provoca la escasa, pero calculada luz, de las altas y pequeñas lumbreras. Las doce columnas, que separan las tres naves (otra vez el número doce), se multiplican al proyectar sus sombras sobre otras arquerías, en los paramentos, o en el suelo.

La penumbra, los rincones luminosos, las sombras intensas de las tres naves, sirven como antesala, como preparación, para llegar a la superación, al paraíso. Una vez en el iconostasio, las opacidades los claroscuros desaparecen y se entra en un jardín: plantas, animales, palmeras, frutos y pájaros exóticos, casi una ascensión espiritual hacia el estado edénico, la renovación hacia una nueva vida, aquello que, seguramente, persiguieron los peregrinos ancestrales, y que están bellamente representado en los canceles.

El iconostasio está separado de las naves por tres arcos sostenidos por dos columnas de mármol veteado, una blanca al sur, otra negra al norte. Dos columnas como las que se encontraban en la entrada del Templo de Salomón en Jerusalén, denominadas Jakín, “él hace sostener”, situada a la derecha y que representaba al Sol, y Boaz., “en él está la fuerza”, a la izquierda y era la alegoría de la Luna. Según la tradición judía, evocaban aquellas otras que sobrevivieron al Diluvio y de las que se aseguraba que tenían grabado en sus fustes todo el saber y el conocimiento humano.

En San Miguel la columna blanca, la representación del Sol, está también a la derecha; a la izquierda, la representación de la Luna, la columna negra, de la que se supone una procedencia africana. Aunque en principio puede parecer que su color negro, simboliza lo negativo, las tinieblas, el misterio, ese color negro hay que vincularlo con la posibilidad, siempre existente, de una vida regenerada, de la misma manera que la noche contiene la promesa de la aurora y el invierno la de la primavera.

Los peregrinos que se dirigen a Santiago la tocan e imploran fuerzas para continuar y llegar hasta la tumba del Apóstol, pero la mayoría desconoce que esa columna estaba ya en San Miguel mucho antes de la “aparición” de la tumba del Apóstol. Se encontraba ya sobre el mismo camino que llevaba a los hombres al oeste, hasta el mar, al Finis Terrae, al final de la tierra en donde aún persiste una atmósfera atemporal y milagrosamente florecen las piedras.

El mensaje, la arquitectura, la historia de San Miguel no es proporcional a su estado de supervivencia, y continúan las noticias sobre su inquietante futuro. Primero, la Junta de Castilla establece su cierre debido a los nuevos (interminables) trabajos de restauración, sin embargo, hace unos días y debido a las protestas surgidas desde todos los ámbitos, la propia Junta rectifica y decide su apertura al público, utilizando o vendiendo un nuevo carácter, una nueva imagen y filosofía de restauración: “abierto por obras”.

Se anuncia también la intervención de un grupo de investigadores del Centro Superior de Investigaciones Científicas, que van a radiografiar el monasterio con el fin de descubrir sus etapas constructivas por medio de la realización de una planimetría y lectura de los muros, con el fin de rastrear sus puntos débiles y conocer a fondo la estructura de la fábrica, permitiendo así obtener nuevos datos desde el punto de vista histórico y arqueológico, y determinar futuras intervenciones.

Planes delirantes, intervenciones constantes e insuficientes, derivas, simple publicidad, … nada efectivo. San Miguel tendrá que padecer el abandono de sus “protectores”, que no tienen nada en común con los “iniciados”, aquellos hombres predispuestos a aprender, abiertos al saber y al conocimiento, que seguían de este a oeste la ruta de la Vía Láctea, el camino de las estrellas.


Exterior de San Miguel. Adrian Fletcher.
Mercurio. Rubens.
San Miguel como pesador de almas. Portada del Juicio Final. Catedral de León.
Pentáculo.
Columna del pórtico. José A. Reyero.
Interior de San Miguel.
Canceles. José A. Reyero.
Interior de San Miguel. Adria Fletcher.
Grabado mediados del siglo XIX.




lunes, 2 de febrero de 2009

Las Candelas y San Miguel de Escalada

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Hoy, día 2 de febrero, se celebra la Fiesta de las Candelas, La Fiesta de las Luces, en la que según la tradición popular, prácticamente desaparecida, finaliza la Navidad, se bendicen las velas, las candelas, que se utilizarán en el hogar durante el año. También se cantaban los últimos villancicos ante el Belén, que en ese mismo día se retiraba, y se comían los restos de dulces y turrones.


Es también la Fiesta de la Presentación, en la que se conmemora la presencia de Jesús en el Templo ante el anciano Simeón, hombre piadoso y justo de Jerusalén, del que se decía que el Espíritu Santo habitaba en él, y al que se le había anunciado que no moriría sin ver al Mesías. En ese acto Simeón habla de Cristo como "la luz para iluminar las naciones ...", de ahí la ceremonia de las candelas.


Hace dos años, el 2 de febrero de 2007, el rito de las candelas, de los cirios, se escenificó junto al Monasterio de San Miguel de Escalada, iluminando mágicamente la fábrica mozárabe, como reprobación a la actitud irresponsable de la Junta de Castilla y León con el Monasterio. San Miguel de Escalada, en aquella noche fría de luna llena, surgió imponente entre los montes de Valdabasta, y todos los allí presente pedimos al cielo que la luz llegara definitivamente al Monasterio con el propósito, además, que guiara e iluminara a sus grises responsables. Pero no se ha conseguido.


Nicolás Miñambres en la publicación "Todos los Caminos llevan a Santiago" (El Búho Viajero. León, 2004) comenta:

"Las columnas de San Miguel de Escalada hunden sus basas y sus arcos en la noche de los tiempos. Entre lomas y cerros polvorientos, el monasterio mantiene su brillo contra los embates de la desidia y la estulticia. En el primor de su factura la decrepitud ha dejado una marca imborrable. Cuándo entenderán los hombres la existencia de la belleza tan al alcance de sus ojos ...".


De momento, algunos siguen sin entenderlo o puede que no quieran.



domingo, 28 de diciembre de 2008

Una de "postales" ...

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"Día de los Santos Inocentes, 28 de diciembre de 2.006. Los dos pequeños focos instalados en la explanada frente al monasterio, escasos 3000 vatios, pugnan con el ocaso y, poco a poco, van aflorando las bellas siluetas de los arcos y sus trece columnas sobre la pared interior del pórtico de San Miguel ..."

Así comenzaba la entrada cometida hace casi un año, concretamente la publicada el 2 de febrero, y que contaba lo que realizamos justamente dos años atrás, el día de los Inocentes del 2006 en la explanada meridional de San Miguel de Escalada.

Leemos en la prensa que el pasado viernes el señor Director General de Patrimonio Cultural de la Junta de Castilla, D. Enrique Sáiz, visitó, alabó y cruzó su "kiosco", su puerta a la irracionalidad y al mal gusto instalada frente al pórtico del Monasterio de San Miguel de Escalada, manifestando a sus acompañantes, entre ellos la alcaldesa de Gradefes y el pedáneo de Escalada, que la iluminación del Monasterio no resulta prioritaria y que, simplemente, es un tema "para una postal".

Como el ingenioso Director General no estuvo el día que iluminamos San Miguel, le mostramos algunas "postales" por si las quiere incluir en algún panel de sus próximas ocurrencias.




lunes, 24 de noviembre de 2008

El "parto" de la Junta en San Miguel de Escalada

La Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León, responsable del patrimonio de la Comunidad, ha dado muestra, una vez más, de su profunda preocupación por el patrimonio leonés, y gracias a su empeño inigualable, a la generosidad de sus presupuestos y a las ideas de sus grandes políticos, profesionales y expertos, ha solucionado los problemas que desde hace tiempo mantiene San Miguel de Escalada, sin duda, una de las más bellas representaciones del arte mozárabe en la Península.


¿Se ha consolidado efectiva y definitivamente el edificio, solucionando la torsión, la carga sobre la armadura del tejado, las filtraciones entre la parte románica y mozárabe, o el drenaje del exterior del edificio? ¿Se han valorado los restos de la última restauración? ¿Han habilitado, por fin, un lugar de interpretación sobre su historia y arquitectura? ¿Han ofrecido alguna solución para la rehabilitación de la casa del guarda, o su traslado a otro lugar? ¿Se ha realizado la señalización oportuna y un aparcamiento adecuado? ¿Ya se ha reparado el grave problema del arco geminado del pórtico? ¿Existen indicios de una zona de esparcimiento y unos aseos públicos? ¿Posee, de una vez, electricidad y una iluminación adecuada? ¿Se ha establecido un horario de apertura regular y una vigilancia eficiente?

En definitiva, ¿La Junta de Castilla y León, ha terminado finalmente con los problemas de rehabilitación y conservación, y ha transformado San Miguel de Escalada en un foco de recepción de visitantes a nivel nacional e internacional, que puedan disfrutarlo en las mejores condiciones y con el máximo de garantías, integrándolo, además, en el circuito de espacios museísticos de León?

Rotundamente: NO.

Pero al parecer no se encuentran ociosos. Están trabajando en ello y muestra de ello, mientras tanto, nos han deleitado, ahora que se acerca la Navidad, con un “portal”, un inútil y antiestético bodrio maderil (le llaman "cubo informativo"), con “pasarela” incluida, fruto de los delirios de algún/os iluminado/s, que rompe y destruye incomprensiblemente la inigualable vista meridional del edificio con su pórtico de doce arcos, además de ofrecer una sensación de penuria e irracionalidad.

Es, sin duda, el portal, la puerta, el homenaje a su inutilidad, su inoperancia y su mal gusto. Juzguen ustedes.






Video de AlfredoEscalada (12-10-08)
http://sanmigueldeescalada.spaces.live.com

sábado, 2 de febrero de 2008

Las Candelas y San Miguel de Escalada: una bella historia, un triste escenario

Día de los Santos Inocentes, 28 de diciembre de 2.006. Los dos pequeños focos instalados en la explanada frente al monasterio, escasos 3000 vatios, pugnan con el ocaso y, poco a poco, van aflorando las bellas siluetas de los arcos y sus trece columnas sobre la pared interior del pórtico de San Miguel.

Desde la muerte de Filipo de Macedonia, ocurrida poco después de que emplazara su estatua en el teatro de Egas junto con las doce imágenes de los dioses principales macedonios, el número trece es considerado como el número de mal augurio, de mala suerte. Y esta mala suerte, este abandono, esta desidia es la que rodea y persigue a San Miguel de Escalada.

Allí mismo, mientras cae la noche y el frío se hace más intenso, bajo el pórtico iluminado, adquirimos el compromiso de conseguir que San Miguel, esa noche iluminado y destacando entre la oscuridad de los montes de Valdabasta, tenga la dignidad que merece y que, esa pretensión legítima, hoy transformada en luz, llegue a todas partes. Que todo el mundo conozca la indolencia de la que hacen gala los administradores del patrimonio de nuestra tierra.

Fue un día muy largo. Durante la mañana, el silvar, que lleva años frente al Monasterio, se “viste de luces”, se envuelve de Navidad, de adornos y bombillas, y por primera vez, después de haber tendido un centenar de metros de cable, la electricidad llega a los aledaños del Monasterio. El día de los Inocentes del 2.006, llevamos la luz a San Miguel, pero la situación del templo no está para bromas.

A la convocatoria de ese día acudieron al templo dos de sus mejores conocedores. Allí estuvo Gerardo Boto Varela, actual coordinador de Historia del Arte de la Universidad de Gerona, y Artemio Martínez Tejera (UAM), autor de la única tesis que se ha escrito sobre el Monasterio de San Miguel. Ambos, habían participado unos días antes en el congreso “Monasterio et territorio,” celebrado en la Universidad Autónoma de Madrid, donde habían presentado las lamentables imágenes de la situación en que se encuentra San Miguel de Escalada.

Martínez Tejera y Boto Varela expusieron públicamente esa mañana su inquietud por el Monasterio de San Miguel. Consideraron la falta de alumbrado como hecho incalificable, pero sobre todo, destacaron el estado penoso en el que se encuentra el templo a pesar de las obras realizadas en el 2.003. Apuntaron, entre otros asuntos preocupantes, la situación precaria del arco que separa la zona de los fieles de los ábsides, al no cumplir la función de soportar el peso del edificio, generando un problema serio de estabilidad. Del mismo modo, el arco geminado del pórtico, una de las joyas más interesantes y representativas de San Miguel, está agrietándose de manera espectacular.

Denunciaron también las fisuras aparecidas en algunos sillares, que demuestran la torsión del edificio, y la necesidad de poner en funcionamiento, de modo apremiante, un procedimiento de drenaje que evite las filtraciones permanentes de agua y el sellado urgente de la unión de la parte románica y la mozárabe, unión por la que fluye permanentemente el agua. De la misma manera, enjuiciaron la consolidación reciente de la parte románica, considerándola un fiasco, un cúmulo de irregularidades, como demuestran los últimos incidentes ocurridos, así como las condiciones en las que se encuentra la armadura que soporta el tejado, donde los tirantes están obligados a trabajar más de la cuenta debido al exceso de longitud del pendolón, la pieza vertical que va desde la hilera o espina a los tirantes.

Artemio Martínez aprovechó la ocasión para señalar la apremiante puesta en marcha y la realización de un plan que englobe un proyecto arqueológico de investigación y una rehabilitación seria del Monasterio. Criticó la restauración realizada en el 2.003, y recuerda que, en la reforma que se realizó entre los años 1829 y 1833, ya se levantó un muro trasero semejante al recientemente construido con el fin de evitar las filtraciones de agua. Ese muro no funcionó, con lo que resulta difícil comprender por qué se ha caído en el mismo error.

Por el contrario, las canalizaciones de agua ejecutadas por Menéndez Pidal en la década de los años cuarenta cuyo objeto era drenar y dirigir el agua para que no se filtrara hacia el Monasterio, se han destruido en las últimas reparaciones con el consiguiente deterioro para el templo.

La denuncia sobre el estado lamentable de la estructura del Monasterio que realizaron los dos historiadores resulta aplastante y debe de ser tenida en cuanta con urgencia. Pero no solo San Miguel necesita una consolidación arquitectónica. Nada se ha hecho hasta hoy, de aquella velada promesa, allá por el año 1993, en la que la administración autonómica insinuó dotar a San Miguel de un pequeño espacio museístico y de su rehabilitación definitiva. Han pasado 15 años sin que el edifico haya recibido apenas atenciones, con excepción de la última y descabellada restauración.

Posiblemente se tuviera previsto otro proyecto de más envergadura, como demuestra la excavación arqueológica parcial, la manipulación, sin sentido aparente, de restos y sarcófagos, los cierres de cristal, los paneles transparentes fijos en las paredes de la nave románica, ... Los responsables y ejecutores han logrado un perfecto despropósito por las muestras de deterioro evidente y por un patente mal gusto, como la colocación de una nueva puerta en el pórtico que repite los motivos de las paredes, resultando grotesca la pugna de las formas originales con las copias; o el muro de contención trasero, fantástico en tamaño, que, en vez de integrarse en el paisaje, se realza como moderno espigón, a la vez de que, como declara Martínez Tejera, se ha demostrado inoperante.

Es necesaria y urgente una consolidación efectiva y definitiva, la valoración de los restos, un lugar de interpretación de su arquitectura e historia, el traslado de la casa del guarda o, en todo caso, su rehabilitación, la señalización oportuna y un aparcamiento adecuado, aseos públicos, una zona de esparcimiento, una iluminación adecuada, la vigilancia y control que merece y un horario de apertura regular. San Miguel debe de ser un foco de recepción de visitantes a nivel nacional e internacional, que puedan disfrutarlo en las mejores condiciones y con el máximo de garantías, e integrado en el circuito de espacios museísticos de León.

Un día tan intenso no podía finalizar sin un colofón digno de San Miguel. Tras los testimoniales focos, llegó la potencia de modernos generadores que lanzaron sobre el templo 40.000 vatios de luz. La oscuridad del entorno y la luz sobre el Monasterio formaron un espectáculo mágico. En aquella fría noche de diciembre, la sutileza de San Miguel desafió el paso del tiempo y surgió poderoso, seductor, entre los ribazos que se asoman a los llanos del Esla, turbando a todos los que allí estábamos.

En los días siguientes fue incesante el apoyo entusiasta de diversos colectivos, municipios, vecinos, y todo tipo de personas comprometidas y sensibles con nuestro patrimonio. Había que volver a iluminarlo. Y que mejor ocasión que el día de la Fiesta de las Luces, las Candelas, el 2 de febrero, hace ahora un año, día en el que según la tradición popular, hoy casi perdida, finalizaba la Navidad, se bendecían las velas, las candelas, que se utilizarían en el hogar durante el año, se cantaban los últimos villancicos ante el Belén, que ese mismo día se retiraba, y se comían los restos de los turrones y dulces.

En las Candelas del año 2.007, la fiesta de luz y sonido atrajo a decenas de personas implicadas con el Monasterio, que participaron activamente en la fiesta y que, como manda la tradición, dieron buena cuenta de los últimos dulces de la Navidad y del orujo que por allí deambulaba. No faltó la luna llena, los discursos reivindicativos, la música medieval, los medios de comunicación, los trajes típicos, y, sobre todo, la procesión de todos los asistentes que, con una vela encendida, desfilaron en procesión por la explanada. El rito de los cirios (Lc. 2,32), en el que el anciano Simeón habla de Cristo como “luz para iluminar a las naciones ...”, se escenificó junto al Monasterio y todos los allí presentes pedimos al cielo que la luz, en todos los sentidos, llegue definitivamente a San Miguel e ilumine, de paso, a sus grises responsables.

Ante un giro inesperado en los acontecimientos, que ocasiona la llegada de personas indolentes e inoperantes a algún colectivo, otrora preocupado por la reivindicación del patrimonio leonés, en la fiesta de las Candelas del 2.008, este 2 de febrero, no se podrán repetir los mismos o parecidos actos que el pasado año con el fin de denunciar y exigir la protección y rehabilitación definitiva de San Miguel de Escalada, pero sirva este texto para recordar aquellos significativos y fascinantes días, que siempre estarán en nuestra memoria, y pedir ayuda haciendo nuestra la máxima del Obispo Sampiro: “Que la sabiduría encienda tu luz, ¡oh, San Miguel!, y desaparezcan las tinieblas.