sábado, 27 de agosto de 2016

Lope: Que el soneto nos tome por sorpresa…

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Tras llevar varios días enfermo, el lunes 27 de agosto de 1635, hace ahora 381 años, fallece a las 5 de la tarde D. Félix Lope de Vega Carpio, en el nº 11 de la calle de los Francos, hoy la madrileña calle Cervantes, en el conocido actualmente como Barrio de las Letras.

María de Zayas y Sotomayor, novelista y amiga de Lope, dedicó, tras su muerte, un hermoso soneto al escritor. El poema  revela la consideración y la conciencia de trascendente pérdida, que los contemporáneos consideraban ya como unos de los escritores más relevantes de nuestra literatura:
 
Si mi llanto a mi pluma no estorbara,
o fénix de la patria, o nuevo Apolo,
de mi lira te hiciera un mausoleo,
que tu inmortalidad aposentara.
 
Mejor que yo ninguno te alabara,
que como tú del uno al otro polo
el único naciste, el sol y él solo,
sólo mi amor por solo te igualara.
 
¿Más cómo cantaré, cuando te lloro
sin esperanza de ningún consuelo,
o ya ternura sea, o sea decoro.
 
Pues pierden hoy, porque te ganó el cielo,
Mantua su prenda, España su tesoro,
su Dios las Musas y su Vega el suelo?


Que el soneto nos tome por sorpresa. Jorge Drexler. Película:LOPE
El Consejo de Castilla prohibió las honras fúnebres con las que el Ayuntamiento de la ciudad había acordado homenajear al poeta, presionado por las altas esferas eclesiásticas que no llegaron a perdonar al escritor la vida libertina que, siendo ya sacerdote, había llevado en sus últimos años. Sin embargo, al entierro, efectuado al día siguiente, acudió todo el pueblo madrileño y, según se cuenta, fue tan espectacular como su vida: contradictoria, turbulenta, apasionada, que, como se ha dicho, “es comparable a un vendaval, a una intrincada y ferocísima selva, a un encrespado mar en el que vemos zozobrar continuamente sus ilusiones y sus propósitos de enmienda”.


clip_image003A las once de la mañana salió de su casa el cortejó que acompañará el cadáver hasta su sepultura en la Iglesia de San Sebastián, en la calle Atocha. Lope es conducido a hombros, con el rostro descubierto y vistiendo el hábito de caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén, más conocida como Orden de Malta. La comitiva fúnebre pasará antes por el convento de las Trinitarias Descalzas, entre las calles Huertas y Cantarranas (ahora Lope de Vega) donde una de las monjas, sor Marcela de San Félix, hija de Lope y de una de sus amantes, la actriz Micaela Luján, solicitó que el féretro de su padre se detuviera unos instantes ante la reja de clausura de una de las puertas del monasterio, para darle su último adiós.

Ese momento de desgarrada emoción, en el que se refleja el instante en que sor Marcela despide el cadáver de su padre desde una de las puertas enrejadas del convento de clausura, es el que muestra la pintura realista del pintor decimonónico Ignacio Suárez Llanos, "Sor Marcela de San Félix, monja de las Trinitarias Descalzas de Madrid, viendo pasar el entierro de Lope de Vega, su padre” (1862), actualmente en la pinacoteca del Senado.

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Unos años antes, en 1853, el pintor francés Jean-Paul Etienne Balze realizó el mismo tema en el cuadro “Funérailles de Lope de Vega”, actualmente en el Museo Ingrés, pero en un entorno romántico, muy medieval y, de alguna manera, excéntrico. Un escenario en el que sor Marcela, a las puertas del convento, se arrodilla ante el cuerpo de su padre que se encuentra, bajo palio, sobre un extraordinario catafalco.

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Lope de Vega fue enterrado en la iglesia de San Sebastián de Madrid por decisión de su protector el conde de Sessa, que entregó una cantidad a cuenta para sufragar los gastos del funeral y entierro. Esta cantidad, con el tiempo, resultó insuficiente, y varios años después, al no abonarse la cantidad restante por los herederos del conde, los restos de Lope fueron llevados al osario común de la parroquia que hoy se encuentra bajo una de las capillas de la iglesia, en la que Real Academia Española de la Lengua erigió hace años una hornacina en honor al poeta que, por supuesto, se encuentra vacía.

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Cuenta la tradición, que la noche en que murió Lope hubo un eclipse de Luna. Jacinta Baca, poetisa y también amiga del poeta, dejó escrito este bello soneto sobre la confluencia de los dos sucesos:

Llegó ya a las montañas de Apenino,
llegó a la Libia ardiente y Seythia helada
la fama por justicia acreditada
de este varón de tanto laurel digno.

Y así del más remoto al más vecino
con himnos de dolor será llorada,
su falta, y la memoria venerada
del que en el velo humano fue divino.

Hasta en el campo de zafir hermoso
la noche, que dio término a su vida,
mostraron sus lumbreras sentimiento.

Y con afecto triste y amoroso,
cuando Delio llegó a su luz cumplida,
le formó en sombras sacro monumento.

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