Entrado ya el otoño, con la naturaleza perdiendo gran parte de su vitalidad, es la época propicia para meditar sobre el sentido de la vida y su final, el momento para recordar a los seres queridos que ya no están. Por eso, cercana la fiesta del 1 de noviembre, día de Todos los Santos, los cementerios nuevamente se convertirán en improvisados jardines. En estas fechas los camposantos se llenan de familias que visitan a sus seres queridos para invocar una pequeña oración, cubrir sus panteones con flores o adornos y asear, en lo qu
e puedan, el aspecto del sepulcro.
El tiempo ha alterado sensiblemente esta arcaica costumbre, en la que mucho ha tenido que ver la pérdida paulatina de las referencias cristianas y el consumismo activo. Pocos recuerdan ya que son fechas señaladas: el día 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos, y el 2 de noviembre, en el que se conmemora el día de los Fieles Difuntos. Mientras la primera es la fiesta de todos los santos anónimos y conocidos seguidores de Cristo, en el día 2 de noviembre se conmemora a todos los bautizados que han fallecido. Pero es el día 1, al ser día no laborable, el que acapara toda la atención
y hace desaparecer, casi por completo, la celebración del día siguiente.
A principios del s. IX, el papa Gregorio IV trasladó la festividad de Todos los Santos de la primavera al otoño. Sin embargo, fue el emperador Ludovico Pío quien fijo definitivamente el día 1 de noviembre para esta celebración. La iniciativa de prolongar esta fiesta al día siguiente para rezar por todos los fieles o cristianos que, se suponía, se encontraban en el Purgatorio, fue iniciativa del abad de Cluny, San Odilón, a finales del siglo X.
Estas conmemoraciones, que aprovechaban un tiempo de cierto ocio que poseían las sociedades agrícolas medievales en el otoño, una vez finalizadas las faenas de recolección, se aunaban con otras fiestas profanas donde imperaban la fiesta, los cánticos, el baile y la comida abundante. En León sobresalen dos de este tipo: la matanza o sanmartino y el magosto o calbote. En esta última, al fuego de las lumbres que permanecen encendidas toda la noche, se asan castañas mientras se canta, baila, se bebe orujo y se narran cuentos e historias.
En España, Carlos III, mediante Real Cédula de 1787, dispuso una serie de instrucciones para que se suprimieran los enterramientos en los recintos sagrados o profanos de las poblaciones, ordenando la construcción de cementerios fuera de los pueblos y villas: “en sitios ventilados e inmediatos a las parroquias y distantes de las casas de los vecinos”.
1) Fachada del Hospital S. Antonio Abad a la Plaza de Santo Domingo.
2) Entrada con la imagen del Santo. Corresponde a la actual calle Legio VII. A la derecha de la imagen estaría la iglesia de San Marcelo, a la izquierda el antiguo Consistorio.
3) Arco de Ánimas (ahora calle). Entrada al cementerio del Hospital.
En la ciudad de León, antes de la construcción del primer cementerio, se enterraba en las iglesias parroquiales, pero también en el Hospicio, en los conventos, en el hospital de San Marcos y en el hospital de San Antonio Abad, conocido como “el Malvar”. Esta última denominación se debía a que, además de hospital, era lugar de enterramiento (campo de malvas, planta que solía abundar en los cementerios –frase popular: “… criar malvas”-). Actualmente existe en la iglesia de Santa Marina una imagen procedente del antiguo hospital: “Nuestra Señora de la Piedad y Ánimas del Santo Malvar”, que es imagen titular de la Cofradía actual del mismo nombre.
El antiguo hospital de San Antonio Abad (antes del s. XV hospital San Marcelo), estaba situado en la Plaza de San Marcelo, junto a la iglesia, en el solar que desde dicha plaza alcanzaba la actual calle de Arco de Ánimas. Contaba con varias dependencias, incluido como hemos dicho un cementerio. Entre estas estancias, una muy conocida fotográficamente: el torreón de Almanzor, que, según se cuenta, estaba destinado a guardar la ropa de los enfermos. Su existencia finaliza en 1919 al venderse el solar a D. Luis González Roldán, que construirá el esplendido edifico actual (edificio Roldán), mientras que un nuevo hospital de San Antonio, todavía existente, se erige en los altos de la Nevera, al noroeste de la ciudad.
La nueva ordenanza de trasladar los fallecidos a los cementerios alejados de la población y no en los lugares habituales, no cala en la sociedad española ni tampoco en la leonesa. No es hasta 1809 cuando el Ayuntamiento de León prohíbe definitivamente el entierro en otros lugares que no sea el nuevo Cementerio Municipal o General, como se le denominó. El lugar que había sido elegido años antes para su ubicación, fue propiedad del Cabildo de San Isidoro y se encontraba al norte de la ciudad, en la margen izquierda de la carretera que lleva a Asturias y antes de llegar a la laguna de Cantamilanos. En aquella zona existía una antigua ermita bajo la advocación de San Esteban, que a mediados del s. XX y ya desaparecida, dará nombre al barrio que hoy conocemos: San Esteban.
Barrio San Esteban
Este primer cementerio se encontraba bastante alejado de la ciudad, ya que el casco urbano estaba limitado en aquel momento al recinto amurallado. Parece ser que el lugar elegido no resultó propicio, porque, según manifestaciones de los expertos de la época, los vientos predominantes del noroeste llevaban los aires viciados hasta la ciudad. Estas son las causas que motivaron que desde su inauguración ya se planteara su permanencia en el lugar y su traslado a otra zona.
Durante el s. XIX, siempre pendiente de su cierre, este primer cementerio sufre varias ampliaciones hasta su clausura definitiva en 1932, al comenzar las obras del nuevo camposanto de San Froilán, situado al sur de la ciudad, en la localidad de Puente Castro.
El espacio que ocupaba el antiguo cementerio ha pasado por varias vicisitudes desde su clausura. Son sucesos poco conocidos y algunos curiosos. Con una escasa superficie, ocupaba los solares que actualmente dominan el colegio de las Anejas, la antigua Maternidad y un pequeño jardín municipal anexo a ésta por el norte. Según comenta Serrano Laso, era un recinto rectangular delimitado al sur y norte por tapias con basamento y pilares de ladrillo, con paramentos posiblemente de adobe según la construcción leonesa de la época. Al este la entrada principal y al oeste la capilla.
Sin embargo, el solar de los edificios descritos es rectangular de norte a sur, por lo que, posiblemente, la capilla se encontrara hacia el norte y la entrada al sur, dejando las paredes de tapial paralelas a la carretera de Asturias. Esto concuerda más con lo que en los inicios de los años 60 llegué a conocer. En aquel momento se podía comprobar aún en la zona norte del solar, pocos metros antes de llegar a la sorprendente laguna de Cantamilanos, los cimientos de una importante construcción que coincide con la descripción que realiza de la capilla Serrano Laso: planta centralizada, en forma de cruz griega inscrita en un cuadrado y con cuatro estancias angulares; aunque aunque bien pudieran tratarse de los cimientos de un importante panteón, como el de Don Secundino Gómez, del que luego hablaremos y que se encontraba cercano a un cierre del recinto, posiblemente en el lado norte, según fotografía de 1900. Así todo, no queda claro.
En la parte central que ocupaba el cementerio se construyó en 1956 la “Casa de Maternidad e Instituto de Maternología y Puericultura” (hoy residencia de mayores Santa Lucia). Previamente, en 1941, el Ayuntamiento acuerda trasladar al osario del nuevo cementerio, los restos de los cadáveres que hubieran cumplido más de cinco años inhumados, además de otorgar a los familiares de los fallecidos un plazo para trasladar sus restos al nuevo camposanto.
Panteón de D. Secundino Gómez en el antiguo cementerio
(Noticia de la Ilustración Española y Americana en 1900)
Son muchas las tumbas y panteones que se abrirán y trasladarán a la nueva ubicación. Entre ellos destaca el panteón
de D. Secundino Gómez, noticia que llegó a publicarse en 1900 en La
Ilustración Española y Americana,
por la suntuosidad de la construcción. Con el enorme movimiento de tierras que se produjo se trató de tapar la profunda laguna de Cantamilanos, sin éxito. Durante muchos años la laguna estuvo rodeada de enormes montones de tierra y escombros, que también se encontraban por sus laderas. Allí siempre aparecían restos de todo tipo que señalaban su procedencia.
La imagen que ofrecía el edificio y el entorno de la Maternidad resultaba bastante curiosa. Al solar se le instaló en el lado este que linda con la Avda. de Asturias, la verja que se había retirado al famoso Chalet de Don Paco (doctor D. Francisco Sanz) ubicado en Ordoño II, y donde se levantó el antiguo edifico del Banco de España en 1950. Dicha verja, que aún hoy mantiene sobre su puerta el escudo ovalado con las iniciales FS sobrescritas (Francisco Sanz), solo ocupaba el frente, dejando la parte trasera y los laterales sin cerrar.
Diez años después de su edificación, la Maternidad todavía continuaba con un aspecto insólito. “El
jardín” que la rodeaba no se cuidaba. La mala hierba crecía y se agostaba, mientras las tumbas abiertas en su momento para retirar los restos, se hacían notar
al apelmazarse la escasa tierra con las que las cubrieron. En todo el entorno existían montones de piedras, escombros
y algunos cimientos de construcciones mortuorias cubiertas de maleza. También la arboleda,
que muestran algunas de las fotografías antiguas,
desapareció completamente; a mediados de los 60, solo quedaban dos altos,
descarnados y secos cipreses.
Por el lugar paseaban ancianos, familiares y visitantes de las
ingresadas y algunas madres convalecientes con sus
recién nacidos, mientras grupos de muchachos de la zona jugaban permanentemente entre las tumbas, como si se tratase de un parque. Una simbiosis entre la vida y la muerte a la que nadie daba importancia. Hoy sería impensable.
Aunque algunos recuerdos son vagos por la temprana edad, fuimos también testigos de la construcción en 1961 del Colegio de Graduadas Anejas a las Escuelas del Magisterio, conocidas como Las Anejas. Antes de su construcción, se excavaron todas las tumbas para extraer los restos de los difuntos no reclamados, antes de comenzar los cimientos del colegio. Durante muchos días los sepulcros permanecieron abiertos y las lápidas no reclamadas se utilizaron por el Ayuntamiento para reparar los bordillos de las aceras de alguna calle cercana, como Maestro Uriarte, donde se pueden observar todavía algunas inscripciones. Resulta interesante descubrir toda la variedad de los colores del mármol existente en la montaña leonesa, que se utilizaba habitualmente en el XIX para elaborar lápidas y panteones de nuestro cementerio: blanco, gris, rosado y azulado.
Con la construcción de la Maternidad y las Anejas y
algunos años más tarde, sobre los 80, con la realización del pequeño parque municipal anexado al primer edificio por el
norte, quedaba ocupado totalmente el solar del primer cementerio que existió en la ciudad y que actualmente es prácticamente desconocida su existencia para la gran mayoría de los leoneses.
- "El día de los muertos"- William Adolphe Bouguereau.
- Noviembre, calendario Panteón San Isidoro de León.
- Imágenes antiguas hospital San Antonio Abad.
- Nuestra Señora de la Piedad y Ánimas del Santo Malvar. Santa Marina de León.
- Barrio San Esteban. Años 60.
- Gustavo Dore. Entierro campesino en León.
- Edificio Maternidad. Años 60.
- Panteón Secundino Gómez. Antiguo cementerio.
- Escuelas Anejas.
- Panteón Secundino Gómez, nuevo cementerio.
- Lugar cementerio 1809 - 1932.
- Noviembre, calendario Panteón San Isidoro de León.
- Imágenes antiguas hospital San Antonio Abad.
- Nuestra Señora de la Piedad y Ánimas del Santo Malvar. Santa Marina de León.
- Barrio San Esteban. Años 60.
- Gustavo Dore. Entierro campesino en León.
- Edificio Maternidad. Años 60.
- Panteón Secundino Gómez. Antiguo cementerio.
- Escuelas Anejas.
- Panteón Secundino Gómez, nuevo cementerio.
- Lugar cementerio 1809 - 1932.