domingo, 25 de julio de 2021

Santiago y cierra España !!!

 


Tenía que pasar. El Cabildo de la catedral de Santiago ha decido retirar la imagen de Santiago Matamoros que preside la capilla del mismo nombre en la catedral desde el siglo XVIII. Para «evitar susceptibilidades» y no «herir sensibilidades de otras etnias», dice meloso el Cabildo en un comunicado. De esta forma, las autoridades catedralicias ponen fin a siglos de provocación intolerable, iniciando un fructífero periodo de diálogo y consenso con el mundo islámico, tan desatendido durante los gobiernos de José María Aznar.

La medida, que ha hecho pública José Fernández Lago, portavoz del Cabildo, se enmarca en las directrices que predicara incansablemente el presidente Rodríguez desde su púlpito en la Moncloa para la construcción de una democracia ejemplar basada en la humildad y un ansia infinita de paz, rebosante de amor al prójimo y la prójima. Así que para no ofender al mundo islámico -explicó Fernández-, la figura de Santiago Matamoros será sustituida por otra de Santiago Peregrino. Cosas del talante.

Es comprensible el cambio tranquilo de santo que propone el Cabildo. La imagen histórica de un Santiago caballero, combatiendo fieramente en el bando cristiano junto a Ramiro I contra los sarracenos de Abdel-Rahman II en la batalla de Clavijo (año 844) es muy inapropiada. Ver al santo a lomos de su caballo blanco, blandiendo su espada victoriosa sobre las cabezas aterrorizadas de mahometanos con turbante, es muy ofensiva para el Islam y, desde luego, políticamente muy incorrecta. Los canónigos han pensado, con razón, que esto puede irritar al mundo árabe. Y luego pasa lo que pasa, 11-emes y tal. Por eso van a sustituir la imagen del Apóstol guerrero por otra políticamente correcta de un Santiago peregrino, bonachón y dialogante -la que ahora preside la Sala Capitular, donde se reúne el Cabildo-, porque, según dicen, es «más adecuada al actual espíritu de la Iglesia y para transmitir los valores de la peregrinación y el espíritu del Año Santo Jacobeo.

Además, digo yo, esta imagen trasmitirá un look jacobeo mucho más acorde con los nuevos tiempos. La de un joven Santiago actual, alegre, comprometido y solidario con los problemas de su tiempo, muy alejado del Santiago Matamoros preconciliar, de gesto fiero y espada en mano que simboliza el nacionalismo español más intolerante y excluyente, tan cerrado al dialogo, reaccionario y belicista. Fascista.

Si resucitara, este moderno SP (Santiago Peregrino) podría muy bien ser uno de nuestros jóvenes y jóvenas indignados y haber encabezado, pancarta en mano, las manifestaciones del «nunca mais» y del «no a la guerra». Hasta formaría parte de las plataformas «cultura contra la guerra» , «soldados y soldadas por la paz» o «pacifismo sin fronteras». Y seguro que habría abogado por la inmediata retirada de nuestras tropas de Afganistán.

Después de esta afortunada decisión para la convivencia y la paz con nuestros queridos hermanos mahometanos -totalmente ajena, por supuesto, a la masacre islámico-marroquí del 11-M-, el Cabildo quizás estudie la posibilidad de retirar la numerosa imaginería del Apóstol guerrero que queda en la catedral; y hasta en Santiago de Compostela y otras muchas ciudades de España. Como la figura del Apóstol que, a caballo y también espada en mano, encabeza el baldaquino del Altar Mayor de la catedral, o la réplica en piedra de Santiago Matamoros que preside la mismísima fachada del Obradoiro. Tiempo al tiempo.

Esperemos, pues, que la decidida actuación de los actuales ministros de Interior y de Justicia del gobierno de Rodríguez Zapatero concluya la magnífica labor iniciada por el Cabildo de Santiago, con propuestas de Ley que permitan la erradicación definitiva de las seculares y bárbaras fiestas populares de Moros y Cristianos, que además de discriminatorias para los moros -que siempre son los que pierden-, evidencian desde su propia denominación inasumibles actitudes vejatorias y xenófobas para el colectivo musulmán, que en nada contribuyen a las buenas relaciones con Marruecos, nuestro gran amigo y vecino del sur.


Asimismo, con objeto de reparar la tremenda injusticia histórica que representa la existencia del apellido Matamoros, sería de gran interés promover una modificación radical del registro civil que obligue a cambiar ese apellido deleznable y ofensivo por otro más acorde con el nuevo espíritu dialogante y fraternal con el mundo islámico: Matacristianos, Mataznares o Matarratos, por ejemplo. Amén.

Finalmente el Cabildo, tras las críticas de la legión de compostelanos (y compostelanas) clamando indignados por la vuelta de su Patrono a la catedral, ha resuelto el dilema con un alarde de imaginación, acorde con su talante postconciliar y jacobeo. Para contentar a los fieles, y a la vez preservar el espíritu ecuménico, conciliador y democrático que les impulsó a retirar la secular imagen del Apóstol -tan feroz y sanguinario contra el noble y pacífico ejército musulmán de Abdel-Rahman II-, ha decidido tapar con una hermosa alfombra de lirios y flores blancas las efigies de los aterrorizados sarracenos que yacen a los pies de su caballo, víctimas de la espada justiciera de un Apóstol tan preconciliar y belicista. La elección de las flores ha sido cuidadosamente elegida por el Cabildo catedralicio, ya que el lirio representa la pureza, el amor virginal en el mundo cristiano. Además, para los poetas griegos era símbolo de ternura. De esta forma, a partir de ahora, propios y extraños podrán contemplar la imagen renovada del Apóstol, ya transformado en Santiago Mataflores. Todo sea en aras del consenso, el diálogo de las civilizaciones, el amor y la paz universal. Amén.

                           Artículo de: ANTONIO CABRERA  (Periodista Digital)


Clarividente artículo de Antonio Cabrera ante el "meloso y temeroso" comunicado del Cabildo de la Catedral de Santiago. Desde aquí reivindicamos nuevamente la historia-leyenda, la tradición de nuestro Santiago Peregrino, nuestro Santiago Matamoros, emblema de nuestra Historia y protagonista de tantos siglos de lucha contra la civilización que estaba, está y estará en contra de nuestros valores, principios y sentimientos. 

“Hundí, efectivamente, la mano en el guante de piedra que otras manos habían abierto. Era, por el roce, más alabastro que mármol: un tobogán exiguo y resbaladizo para que los dedos palpasen la ultratumba. Desde la metafísica del fuste, pero sin modificar su yerta superficie, me trepaba un calor que imaginé energía allí acumulada por los peregrinos. ... Pero conozco y jamás olvidaré el diáfano desenlace de la aventura. Mejor dicho: lo que entonces recibí, lo que aquellos minutos me restituyeron. Algo que tal vez nunca tuve: señas de identidad. No he vuelto a perderlas.” (Fernando Sánchez Dragó, “Gárgoris y Habidis”). 

Hoy día de Santiago Apóstol, debemos recordar el ritual obligado como final al largo tránsito de la aventura que supone recorrer cualquiera de las rutas hacia Santiago de Compostela. Allí los peregrinos funden su mano en la piedra, entierran sus dedos en el parteluz del Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago, en el Árbol de Jesé, dejando allí parte de la esencia del viaje y recogiendo el testimonio de millones de caminantes que, en aquellos cinco huecos, han dejado desde antiguo parte de su espíritu. 

Muchos kilómetros atrás, en la ciudad de León, los viajeros del Camino, en ceremonia semejante, aunque más sencilla y poco conocida, remedan la misma escena. En la jamba central izquierda de la Portada del Juicio Final, en el Pórtico Occidental de nuestra catedral, entre San Juan y San Pedro, se encontraba la talla del Apóstol Santiago antes de su traslado al interior del templo para su restauración. 

La figura del Apóstol de España no se representa con la cruz abacial de doble travesaño, como primer arzobispo de España; ni con la espada envainada, en memoria de su martirio, como en Reims, Chartres y Amiens, o desnuda, como en Nôtre Dame de París. En la catedral de León, Santiago es peregrino y cubre su cabeza con el sombrero de fieltro y ala ancha, adornado con venera, que se recoge con cordón y que era usado con habitualidad en el Medievo. De aspecto amable y bondadoso, sostenía en su mano derecha el bordón de romero, de peregrino, que el tiempo y el hombre han hecho desaparecer; de su lado izquierdo cuelga un pequeño y típico zurrón, con venera. 

Este discreto lugar, actualmente poco o nada frecuentado, ha sido durante siglos punto de referencia de miles de peregrinos que en su camino se han acercado a la catedral, y han dejando su huella visible en el desgaste del pilar, del fuste central que sostiene al Apóstol. Con el paso del tiempo, la pequeña columna ha ido moldeándose por las caricias de muchas manos y el roce piadoso de medallas, cruces y objetos queridos, que buscaban y buscan la energía, la tradición, el aliento del santo, el poder y la magia que emerge de la catedral o, tal vez, el vigor y el ánimo de viajeros anteriores. 


Esta costumbre, aparentemente simple, forma parte de los cuantiosos mitos, prácticas y tradiciones que conforman el Camino de Santiago, peregrinación cuya existencia no hay que buscarla en la tumba del Apóstol ni en la ciudad donde se encuentra, sino en los mismos orígenes de la religiosidad humana: Sol y Tierra. El caminar hacia el oeste es una marcha constante hacia la puesta del Sol; hacia el lugar donde el Sol, fuente de vida, muere. Es el encuentro personal con la muerte en una tierra en donde aún persiste una atmósfera atemporal. 

La magia, la atracción, la esencia de lo que es y simboliza la Ruta Jacobea, el Camino de Santiago Apóstol, hay que buscarla en el significado de su origen primitivo, en su afán ancestral de la búsqueda de identidad, del conocimiento. Hay que buscarla en el contacto permanente y directo con la tierra, en los caminos que se transitan, en los parajes, pueblos y ciudades que se cruzan, en sus gentes, en sus templos; en los pequeños ritos y costumbres ancestrales que, como la caricia del fuste que sostiene a Santiago Peregrino en la catedral de León, se suceden a lo largo del trayecto.

El Reino de León protagonista de esta tradición. El 1 de agosto de 1170, con el patrocinio del rey leonés Fernando II, se funda la Orden de Santiago, en principio con el fin de defender la frontera de la extremadura del Reino leonés frente a las posibles incursiones musulmanas. 

Las conquistas leonesas, entre las que se encontraban la ciudad de Cáceres (Qasrish), son confiadas a la Orden que desde el 31 de enero de 1171 se sitúa bajo la advocación y patrocinio del apóstol Santiago que, a pesar de que actualmente se pretende vincular exclusivamente a un ámbito extremadamente localista, su culto y promoción fue desde sus inicios obra de los reyes asturianos y, más tarde, de sus herederos los monarcas del Reino de León, que protegieron y divulgaron la devoción al santo por toda la Península, que llegará a ser Patrón y Capitán General de las Españas. 

El Reino de León, y la Orden Militar de Santiago que implanta, protege y difunde por toda España, tendrán un protagonismo especial durante toda la Reconquista, llegando hasta el episodio que pone fin a la invasión y expansionismo musulmán iniciado en el siglo VIII desde el norte de África: la rendición de Granada. Pero eso es otra historia.


                                                  San Marcos (León) - (foto Artehistoria)