sábado, 20 de febrero de 2010

La Marianne



Bajo el aspecto de una mujer, “La Marianne” personifica la República Francesa, además de representar los conocidos valores republicanos y de la sociedad francesa: “Libertad, Igualdad y Fraternidad.”
Es la imagen popular de la mujer que, en el célebre cuadro de Delacroix, conduce al pueblo con la bandera tricolor en una mano, un fusil en la otra, el pecho desnudo y el gorro frigio, en plena lucha contra los valores del Antiguo Régimen (“La Libertad guiando al pueblo en las barricadas - 1830”).


Las primeras representaciones aparecen durante los años de la Revolución Francesa, en las que se muestra una mujer como alegoría de la República y la Libertad luciendo, la mayoría de las veces, un gorro frigio rojo a imitación de los que llevaban en su indumentaria habitual los esclavos liberados en la antigua Roma.
Después de que la imagen republicana discurriese por distintas fases durante un siglo, los fundadores de la III República, tras los sangrientos sucesos de la comuna de 1871, restauran parte del simbolismo antiguo difundiendo el modelo de mujer con gorro frigio por encima de otras representaciones. En cuanto a la denominación, va a depender principalmente de la clase social que la nombre: el republicano del pueblo la designa “Marianne”, el republicano burgués “República” y el antirrepublicano, la denominará despectivamente “Marie-Anne”.
Lo que pocos franceses conocen es que lel nombre de la encarnación de su República tiene origen español. La Marianne, está relacionada con la figura del inflexible jesuita y humanista español el padre Juan de Mariana (1536-1623), conocido principalmente por su célebre Historia General de España, obra referente hasta el siglo XIX.
Juan de Mariana es considerado también como uno de los fundadores de las doctrinas liberales, por sus enfáticas reflexiones sobre la política. En uno de sus tratados De Monetae mutatione (De los cambios de la moneda), explica: “Podrán los monarcas proponer nuevas leyes, pero nunca deberán trastocarlas a su antojo, ni acomodarlas a capricho y a sus intereses, sin respetar para nada las Instituciones y el consentimiento de sus súbditos”.
Pero fue su obra De Regis et Regis Institutione (Del rey y de la institución real), escrita en 1599 a petición del preceptor en aquel momento del Príncipe de Asturias Felipe, el futuro Felipe III, en la que expone en tres partes: “La autoridad real”, “Educación de los príncipes” y “Manera de gobernar los pueblos”, sus cristianas opiniones que son demasiado avanzadas para la época.
Sus teorías hacen mención a la asistencia a los pobres, al trabajo en el campo y la distribución conveniente de las tierras, que debe reconducirse hacia intereses generales, prevaleciendo éstos a los particulares. Otro tema de la obra provocó una pequeña revolución en la Europa de aquel momento, por las trabas y limitaciones que impone al poder de los reyes, además de considerar legítimo que la sociedad pueda destronar al tirano, acabar con él y erigirse en juez y soberana.
La doctrina de Mariana causó gran interés en Francia, que vio como en la obra del jesuita español se justificaba el asesinato de Enrique III de Francia ocurrido en 1589, al que el español culpaba de “hereje y tirano anticatólico”. Tampoco faltaban acusaciones contra Enrique IV al que calificaba de depravado e indigno de asentarse en el trono de Francia.
Precisamente, el asesinato en 1610 de Enrique IV hizo que el Parlamento parisino ordenara quemar el tratado del padre Mariana por instigador del regicidio. Pero las teorías del español permanecieron arraigadas en Francia y volvieron a la luz en 1789 en plena Revolución, con la condena y muerte de los reyes Luís XVI y María Antonieta.
Durante el II Imperio, los opositores crearon una sociedad secreta La Marianne, que se convirtió en símbolo contra el absolutismo de Napoleón III, quien había sustituido la imagen de Marianne en monedas y sellos de correos por su propia efigie.
Como se ha descrito al inicio, es a partir de la III República cuando vuelve, ya sin retorno, La Marianne como personificación de la República Francesa, multiplicándose sus bustos en centros públicos: escuelas, ministerios, institutos, ayuntamientos, …
Hoy es un hecho. En todos los ayuntamientos franceses existe un busto de Marianne, que durante el pasado siglo ha tomado el rostro de actrices famosas como Catherine Deneuve o Brigitte Bardot. La Marianne a sobrevivido a las convulsas vicisitudes de la historia y a cinco Repúblicas, y a medida que se ha reafirmado la idea de Francia como nación, se ha fortalecido su poder simbólico. La personificación de la “idea de libertad” de Juan de Mariana sigue más viva que nunca en la nación vecina.

- Anagrama República francesa.
- La Libertad guiando al pueblo. Eugene Delacroix.
- Juan de Mariana. Anónimo.
- Enrique III de Francia. Anónimo.
- Enrique IV de Borbón, Rey de Francia. Mytens
- Moneda francesa.


domingo, 7 de febrero de 2010

El puteal de la Moncloa

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Aunque en estos momentos tan delicados el vocablo puede dar lugar a un fácil juego de palabras, puteal es un término latino cuyo significado es pozo. Esta obra que data del siglo I aC., corresponde a un brocal de pozo, tallado en una pieza de mármol blanco cuya superficie cilíndrica exterior ofrece en relieve el conocido pasaje mitológico del nacimiento de Atenea.

Aunque de factura romana, se desconoce su lugar de procedencia. La primera noticia que se tienen de la estructura, es que formaba parte de la importante colección de escultura que había reunido la reina Cristina de Suecia.

A su muerte, la colección de disgrega y pasa por distintas manos, hasta que a comienzos del siglo XVIII, Felipe V compra una parte de aquella colección de obras, entre las que se encontraba el puteal, al príncipe de D´Erba, con el fin de decorar el palacio de la Granja de San Ildefonso que en aquellos momentos se hallaba en construcción.

Allí estuvo hasta que el monarca Carlos III ordenó su traslado al palacio Real de Aranjuez. Posteriormente, con la reforma dispuesta en 1816 por Fernando VII del palacio del Real Sitio de la Moncloa, el brocal se trasladó hasta allí para adornar sus jardines. Su hija, Isabel II, cedió la propiedad de la Moncloa al Ministerio de Fomento y el puteal quedó olvidado. En 1868 Juan de la Rada, conservador del Museo, lo descubrió medio enterrado en los jardines sirviendo como simple macetero. Tras reconocer el valor de la pieza, dispuso su inventario y traslado al Museo Arqueológico Nacional, dejando una copia en su lugar como testimonio del hallazgo.

Según la tradición, en la antigua Grecia era costumbre erigir, de abrir un pozo de carácter sagrado en el lugar donde se producía la caída de un rayo, adornándolo y protegiéndolo con un puteal, con un brocal.

En aquel lugar sagrado, al lado del puteal, se sentaban los magistrados y políticos griegos con el fin de recapacitar y dictar convenientemente sus sentencias, y para calibrar y meditar sus decisiones que tendrían gran importancia y trascendencia para el futuro y bienestar del total de la ciudadanía a la que servían.

El tiempo y la casualidad ha hecho que el puteal y la Presidencia del Gobierno de España, hayan coincidido en el mismo lugar después de más de 20 siglos: el Palacio de la Moncloa (¿igual se referían a esto con la anunciada “coincidencia planetaria”?).

Sin embargo, y vistos los actuales resultados, en la Moncloa brilla por su ausencia cualquier tipo de meditación y decisión sensata y coherente por parte de los que dirigen la nación, y su pozo, el puteal, se utiliza únicamente para hundir, y arrojar todo lo que hasta ahora se había conseguido: credibilidad, influencia, bienestar, trabajo ...

Peligra la economía, la sanidad, la paz social, el estado del bienestar, las pensiones, la unidad, ... No obstante, impera la mentira, la incompetencia, la inoperancia, las guerras “buenas y malas”, los Dioclecianos que rezan, … Nuestra dirección política, tanto a un lado como al otro del Gobierno, forman un auténtico camino de maldición en una espiral de autodestrucción, que solo pasa por un urgente, contundente y estricto regeneracionismo de toda la clase política.

Ya en el siglo XVI Sebastián de Covarrubias, lexicógrafo y capellán de Felipe II, registra una expresión muy española y antiquísima, para referirse al desencanto que se produce cuando un asunto deseado, en el que se habían depositado grandes esperanzas, se malograba irremediablemente: “nuestro gozo en un pozo”. Ahora mismo nuestro futuro, nuestras esperanzas, se encuentran en el mismo borde del puteal de la Moncloa.


El puteal de la Moncloa. Museo Arqueológico Nacional.
Palacio de la Moncloa.
Jardines de la Moncloa. El Pais, 2005.