lunes, 27 de abril de 2020

León: 24 de abril de 1808


Este pasado fin de semana nuevamente se ha tratado de celebrar en León, imposible por la confinación debida al covid-19, el levantamiento de la ciudad contra la invasión francesa de España. Como todos los años vuelven las discrepancias y discusiones sobre si el día 24 de abril de 1808, la ciudad de León se manifestó efectivamente contra la presencia militar francesa en la Península.

Las tropas francesas, al mando del mariscal Bessières, no llegan a León hasta el 26 de julio de 1808. La noche del 18 de julio la Junta leonesa sale de la ciudad y es el polémico obispo D. Pedro Luís Blanco, única persona de representación pública, quién negoció la capitulación con el mariscal francés, consiguiendo unas aceptables condiciones.

En tres días se formó un nuevo Ayuntamiento con leoneses adeptos a la causa francesa, y en el acta del día 30 de julio la nueva corporación jura fidelidad al nuevo rey José Bonaparte, proclamado por Napoleón tras las abdicaciones de Bayona el 5 de mayo:

“... Y en su vista deseando el Ayuntamiento complacer en todo y en cuanto esté de su parte a dicho Excmo. señor Mariscal Bessières acordó … prestar obediencia, y fidelidad a S.M. Catholica el Sr. Dn. Joseph Napoleón primero y reconocerle por su Rey y Señor en nombre del Común de vecinos de esta Ciudad, su Provincia y Reino, y que llegue noticia de todos este solemne Acto, se publicase por bando … “.

Poco duró esta primera estancia de las fuerzas ocupantes, porque siete días después, concretamente el 1 de agosto, se ven obligados a abandonar la población como consecuencia de la amenaza militar que, desde el sur y tras la victoria española en Bailén ocurrida el 19 de julio, presiona sobre la ocupación francesa existente en el norte peninsular, imponiendo su repliegue. 

Desde comienzos del año 1808 la sociedad española está convulsa. En una inmensa mayoría de pueblos y ciudades se producen actos de solidaridad, patriotismo, revueltas ciudadanas, etc., que desembocan en los acontecimientos definitivos del 2 de mayo en Madrid. 
El disturbio más importante lo protagoniza el Conde de Montijo, Cipriano Portocarrero, que consiguió reunir en torno al Príncipe de Asturias a la mayoría de los nobles, y en la noche del 17 al 18 de marzo de 1808 amotinó a los habitantes de Aranjuez y de otros pueblos cercanos, para que acudieran al Real Sitio a “defender” al Rey. La revuelta, conocida como Motín de Aranjuez, tiene como resultado la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando y la posterior detención de Godoy. A raíz de aquel suceso, se producen algaradas en varios puntos de la Península.

En el acta municipal del Ayuntamiento de León correspondiente al 1 de abril de 1808, se da cuenta de los acontecimientos referentes a la renuncia de Carlos IV y de la subida al trono de Fernando VII, pero también se hace cumplida referencia a la revuelta ocurrida en la ciudad el 28 de marzo de 1808 y que es conocida popularmente como “motín de la hogaza”.

El acta relata minuciosamente como los leoneses, conocedores de la detención de Godoy unos días antes en Aranjuez, se concentran ante la residencia del Comisionado Regio, D. Felipe Sierra y Pambley, para demandarle que arroje a la calle el retrato de Godoy con el fin de arrastrarlo por las calles y quemarlo. En la misma revuelta, exigen la supresión de la nueva e impopular tasa sobre el vino, de la que se decía que había sido impuesta por el favorito. El Comisionado se negó a las exigencias de los alborotadores y, en vez del retrato de Godoy, lanzó a los amotinados desde una ventana una hogaza de pan. Esto ocurría en nuestra ciudad el 28 de marzo. 
Esta pequeña revolución popular que se produce contra la persona y gobierno del favorito del ahora depuesto Carlos IV, si podría considerarse una oposición a la presencia francesa en España, ya que la estrategia seguida en su momento por Godoy con respecto a Francia, tuvo como consecuencia la ocupación militar del territorio español y, de alguna manera, el pueblo leonés manifestó su desacuerdo y repulsa contra el gobierno y la estrategia política de Manuel Godoy. 
Sin embargo, la fecha que suscita grandes controversias y la que es considerada por diversos sectores como la sublevación u oposición de la ciudad de León a la presencia francesa, el 24 de abril de 1808, no contiene ninguna evocación contra la ocupación a pesar de ser uno de los días importantes en la vida política de la ciudad de León.
Prueba de ello, es que los franceses todavía no han llegado a la ciudad, como ya hemos comentado, pero, sobre todo, lo que se invoca y demanda aquel día durante la algarada popular, es el apoyo al nuevo monarca Fernando VII. Para confirmar lo expuesto, acudimos al acta municipal de ese día que refiere dos sucesos importantes.

En primer lugar, se da conocer al pueblo de León la Real Orden de Fernando VII del 12 del mismo mes, expedida en Burgos, mientras el monarca se encaminaba a la frontera francesa para entrevistarse con Napoleón, por la que el Rey solicita que se hagan rogativas públicas para conseguir el mejor gobierno para el País. En segundo lugar, el Ayuntamiento leonés hace saber a S.M. Fernando VII los incidentes ocurridos esa mañana a favor de su persona:

“A las 10 de la mañana de ese día (24 de abril), ora en que recibe la ciudad el correo xeneral, empezó a trascender la noticia de que en esa vuestra Villa y Corte intentaron algunos malvados el día 20 del presente mes publicar edictos revolucionarios contra el sagrado gobierno que autoriza a Vuestra Digna Persona ... Los repetidos conductos por donde se comunicó dicha noticia a diferentes sujetos en esta Ciudad, ocasionaron a un tiempo mismo, no sólo el que no se dudase de su aserto, sino el que se llegase a vulgarizar entre todos los ciudadanos ... En tal supuesto, agitados, señor, todos los ánimos de estos fieles ciudadanos que no ceden en su amor y lealtad acendrada hacia vuestra Real Persona, ... juntándose en numerosos corrillos a cotejar sus pálidos semblantes, a la primera insinuación de un compatriota fiel repitieron millones de ecos: ¡Viva Nuestro amado Rey Fernando VII, mueran los conspiradores! ... de tal manera, Señor, se desplegaron las Quadrillas de vecinos de todas clases por las calles y por las plazas repitiendo entre incesantes alaridos y demostraciones emprendedoras ¡Viva el Rey, mueran los malvados!...”.
De lo manifestado en el acta, se desprende que los orígenes de la revuelta popular en la ciudad leonesa se encuentran en la noticia recibida aquella misma mañana, en la que se cuenta que el día 20 dos agentes franceses intentaron imprimir una proclama en Madrid a favor del abdicado Carlos IV (18 de marzo de 1.808) y en contra de su hijo y nuevo rey Fernando VII, originando una revuelta en la capital del Reino.

Tras comentarse la noticia, se fueron concentrando los vecinos animados por “patriotas”, entre otros, como bien se conoce, D. Luis de Sosa Tovar, que acabaron exigiendo en el Ayuntamiento los pendones de la ciudad para mostrar su fidelidad a Fernando VII, que en aquellos momentos no estaba en contra de la ocupación francesa, sino, más bien, trataba de entrevistarse y negociar con Napoleón su permanencia en el trono, manteniendo la situación de aliado y, por ende, la ocupación militar del territorio español.


- Mariscal Jean Baptiste Bessières.
- Regimiento de Infantería Fijo de Ceuta, en el frente de Bailén. Augusto Ferrer Dalmau. 
- Proclamación de Fernando VII en Aranjuez.
- Cipriano Portocarrero, Conde de Montijo.
- Don Felipe Sierra Pambley, Comisionado Real.
- Don Luis de Sosa Tovar.
- Oficiales británicos prisioneros en Astorga. Museo de Versalles.



jueves, 9 de abril de 2020

La Saeta de Antonio Machado


Es habitual escuchar en los desfiles procesionales de nuestra Semana Santa, interpretada por las distintas bandas de música de las Cofradías de la ciudad, la partitura conocida como “La Saeta”, canción que Juan Manuel Serrat publicó en 1969 en su álbum, “Dedicado a Antonio Machado, poeta”.

Serrat pone música al poema del poeta sevillano Antonio Machado que fue incluido en el libro "Campos de Castilla", publicado en 1912. En esta obra el escritor se "encuentra" con el paisaje castellano que lo rodea, pero también incluye una serie de poemas breves, unos críticos con la España del momento, otros sentenciosos y de carácter personal.

Entre estos últimos poemas  se encuentra “La Saeta”, copla en la que Machado evoca y reflexiona, de una manera muy breve, sobre las creencias y costumbres de su Andalucía natal, contrastando éstas con su interpretación de la religiosidad y su manera de entenderla y sentirla. Para ello, emplea y menciona el canto tradicional andaluz: la saeta.

Muy unida al cante flamenco y a la devoción popular, la saeta es una expresión andaluza propia de la Semana Santa. Su origen se remonta a las coplillas que recitaban o cantaban los padres franciscanos en los ss. XVI y XVII, mientras predicaban el arrepentimiento de los pecados. Pero también mantiene influencias de las antiguas salmodias judías y del rezo musulmán del almuédano.

A mediados del s. XIX nace la costumbre de cantar estas coplas durante las procesiones de Semana Santa. Sin embargo, esta “oración cantada” tiene su apogeo en el primer tercio del s. XX, cuando la saeta se hace flamenca teniendo como epicentro fundamental la ciudad de Sevilla. Según los expertos, el mágico mundo de la saeta popular se deteriora con el tiempo y la promoción turística de la Semana Santa, surgiendo los saeteros profesionales, denigrados por los entendidos, que los consideran “artistas sin implicaciones” o, como también se les denomina, “cantaores de Cuaresma”.

La letra de Machado y la música de Serrat, como hemos señalado, es constantemente versionada por orquestas, bandas, solistas y cantaores, siendo permanentemente protagonista en los desfiles procesionales de toda España, a lo que no son ajenas las bandas de las Cofradías leonesas.

Si Machado levantara la cabeza, quedaría horrorizado del uso de su poema. El poeta describe las formas y costumbres andaluzas de la Semana Santa, pero renegando y abogando por una representación y celebración no sangrienta. Una festividad que invitara a mirar, imitar y cantar al Cristo hombre, al Cristo de los sermones, al de los milagros, al de las enseñanzas y el amor, al Cristo vivo, no al martirizado, al del sufrimiento, no al Cristo muerto.

Ese Cristo muerto, crucificado, es al que, desde que Serrat hizo popular el tema, se trata de identificar y hasta de “apropiarse” por las distintas Hermandades andaluzas. ¿Quién es el Cristo crucificado y ensangrentado de la copla de Machado? El escritor menciona al Cristo de los Gitanos y habla de “la tierra mía”. En su Sevilla natal,  Nuestro Padre Jesús de la Salud es conocido como el “Cristo de los Gitanos” y también como “er Manué”

Procesiona con  la Hermandad de los Gitanos y es una obra de 1937 del escultor sevillano José Rodríguez (la antigua talla se perdió en un incendio en 1936). Todo indica que ésta sería la talla de la copla, pero el poeta no puede referirse a este Cristo, ya que corresponde a una imagen de Nazareno, figura que porta la cruz camino del Calvario, no a un Crucificado, como mencionan los versos.

Otra posibilidad sobre la identificación, estaría en la idea de que el escritor evocara una de las imágenes más emblemáticas de la devoción sevillana y andaluza: Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, obra del escultor Juan de Mena realizada en 1620:
Que redoblen los tambores
y las trompetas despacio.
Contemplemos al Gran Poder,
va caminando despacio.
¡Fijarse, gitanos, en Él.!

Esta opción tampoco resulta verosímil, ya que también se trata de una talla de Nazareno, por lo que nada tiene que ver con el Cristo Crucificado que se menciona en “La Saeta”.


Hay quien propone que Machado podría referirse a la imagen de uno de los desfiles más espectaculares de Andalucía, por el marco que supone la Alhambra y por las candelas que se encienden a su paso por el Sacromonte. Es la procesión del Cristo de los Gitanos, imagen con una curiosa historia y a la que le llueven las saetas desde los jardines y las cuevas del barrio granadino. Pero este Cristo, a pesar de ser un Crucificado, tampoco es al que canta Machado. La Hermandad de los Gitanos de Granada fue fundada en 1939 y el poema, como hemos comentado, fue incluido y publicado en 1912 en la obra "Campos de Castilla".

La imagen por la que se inclina la mayoría como protagonista de “La Saeta”, tal vez por las múltiples leyendas e historias que le acompañan, es por el Crucificado sevillano: el Santísimo Cristo de la Expiración, conocido como “El Cachorro”, el “Moreno de Triana”, obra magnífica de Francisco Antonio Ruíz Girón que fue tallada en 1682.
Cachorro, quién pudiera
librarte de esta agonía, 
que si Triana pudiera
su vida, Señor, daría
para que Tú no murieras.


Cuenta la leyenda que, no encontrando la perfección que deseaba para la nueva obra encargada por la Hermandad de la Expiración, el escultor se inspiró en un suceso trágico ocurrido en Triana.

Paseando una noche por el barrio sevillano le llamaron la atención unos gritos. Se acercó al lugar y entre los faroles de los congregados, pudo ver a un hombre retorciéndose en la agonía que, alzando con dificultad la cabeza, dejaba escapar con trabajo los últimos estertores de una respiración convulsa, producto de varias cuchilladas en el pecho.

Aquel hombre moribundo era “el Cachorro”, un joven gitano, guitarrista, cantaor admirado, serio y taciturno, que decían tenía amores al otro lado del Guadalquivir con una dama casada. Ruiz Girón, mientras el gitano era auxiliado por los vecinos y a la luz amarillenta de los escasos candiles, dibujó en un papel el semblante agónico del gitano de Triana. En poco tiempo trasladó aquel boceto a la madera, consiguiendo en la talla del Cristo una auténtica expresión de agonía.

Cuando salió por primera vez la nueva imagen de la Hermandad a las calles de Triana el día de Viernes Santo de 1862, los trianeros al ver en la cruz al Cristo de la Expiración, profirieron gritos de admiración y sorpresa al reconocer en la fisonomía del Cristo al joven gitano asesinado: ¡Es el Cachorro!

No acaban aquí las curiosidades y leyendas que rodean a esta imagen tan conocida y venerada. Pero, posiblemente, Antonio Machado no pensó tampoco en “El Cachorro” sevillano ni en ninguna otra talla, en el momento de componer las conocidas estrofas de “La Saeta”. Lo único que deseaba describir el poeta en esos escasos versos, son las costumbres muy arraigadas de la Semana Santa en Andalucía, identificada muchas veces como tierra de gitanos, a la vez que manifiesta que ese no es su sentimiento religioso ni la manera debida de celebrar el cristianismo. Machado aboga por desterrar la sangre, el sufrimiento, la muerte, y centrarse en el hombre vivo y en sus enseñanzas.

Hoy, más arraigadas que nunca estas celebraciones, se viene utilizando, paradójicamente, una copla, un poema que, precisamente, reniega y excluye este tipo de representaciones. De esta manera, la interpretación de “La Saeta” en los desfiles procesionales, resulta un equívoco, un absurdo de intenciones que solo busca en los presentes un sentimentalismo fácil, sin reparar en la esencia y espíritu de los versos del poeta andaluz.

La Saeta (fragmento). Julio Romero de Torres (1918 - Colección Caja Sur).
- Album: "Dedicado a Antonio Machado, poeta" (1969 - Juan Manuel Serrat).
- Serrat.
La Saeta (fragmento). Julio Romero de Torres (1918 - Colección Caja Sur).
Nuestro Padre Jesús de la Salud. Sevilla. José Rodríguez, 1937. Sevilla.
Nuestro Padre Jesús del Gran Poder . Pedro de Mena, 1620. Sevilla.
Cristo de los Gitanos. José Risueño, s. XVII. Granada.
Santísimo Cristo de la Expiración, conocido como “El Cachorro”. Francisco Ruíz Girón, 1682. Sevilla.
Santísimo Cristo de la Expiración, detalle.
- Antonio Machado.