miércoles, 30 de noviembre de 2011

El Mont Saint-Michel

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Para cualquiera que viaje a Normandía resulta imprescindible la visita al Mont Saint-Michel que, después de la Torre Eiffel, es el lugar más visitado de Francia. Y no es de extrañar. Si el conjunto arquitectónico con su abadía, pueblo y ciudadela resulta sorprendente, su emplazamiento y el entorno que lo rodea, lo hacen sencillamente inigualable, uno de los lugares más extraordinarios del patrimonio mundial.




"Mont Saint-Michel"~ Mike Oldfield


El Mont Saint-Michel se encuentra en el extremo oeste de la costa de Normandía, muy cerca de la región de Bretaña. Se llega desde el este, por la carretera A84 desde Avranches, para continuar por la D275 hasta la localidad de La Caseme. Desde varios kilómetros antes, se distingue su imponente silueta recortándose en el horizonte sobre las extensas llanuras que predominan en esta zona de la costa normanda. La abadía se yergue altiva sobre el peñón rocoso con su torre y afilada aguja neogótica, diseñada por Viollet-le-Duc, apuntando al cielo.

A pesar de encontrarnos en el mes de julio, las nubes y el viento frío del Canal, conforman una mañana desapacible a primera hora. Y es que el tiempo en el Canal de la Mancha suele resultar complicado en cualquier época del año. A pesar de ello, no se desaprovecha la ocasión de buscar un buen lugar desde el que poder observar la impresionante visión que ofrece el Monte desde la distancia. 
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Desde el improvisado mirador, al mismo borde de la enorme bahía y en plena bajamar, podemos distinguir en la lejanía la silueta del peñón granítico emergiendo del arenal. Una imagen inigualable e insólita, mientras nos sorprende la presencia de un distante rebaño de ovejas que pacen tranquilamente en las tierras que rodean la abadía, en lo que debería ser el espacio que ocupa el mar durante la pleamar.

Más tarde conoceremos que, parte de los terrenos que rodean el Mont Saint-Michel, poseen pastos perfectamente adaptados a los ciclos de inundación marino, que implican tasas muy variables y altas de yodo y sal. Allí se alimenta "la oveja de los prados salados", la raza denominada Roussin. La carne de estos corderos (cordero pré-salé), de producción muy escasa, es mucho más roja y con un sabor diferente al cordero tradicional. Según cuentan, una carne más agradable, más perfumada, muy jugosa y de textura delicada, aunque también hemos sabido, que resulta inferior a la de nuestros lechales.
Ferrocarril

Desde el pueblo de La Caseme, se gira a la derecha para acceder a la carretera que enlaza el continente con la roca y conseguir una aceptable plaza de aparcamiento, ya que son miles los vehículos que acuden a diario al Mont Saint-Michel. Esta carretera y el gigantesco parking existente cerca de la abadía, ofrecen dos grandes problemas. La carretera, construida desde 1879 aprovechando un exiguo brazo de arena y que llegó a coincidir con una línea de ferrocarril, se comporta como un dique que impide la libre circulación del agua durante la pleamar, peligrando la insularidad del islote. El otro inconveniente es la existencia del gigantesco parking que deteriora visualmente el entorno.
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Está previsto un gran proyecto para eliminar estas dos dificultades. Se construirá un puente peatonal sustituyendo la carretera, que permitirá restablecer el movimiento de las mareas evitando así la enorme sedimentación actual, y se trasladarán los aparcamientos a tierra firme, dejando completamente exento el entorno del islote.

Tras dejar el parking, queda aún más de medio kilómetro para llegar hasta la roca. Aunque se mantiene el viento, las nubes van desapareciendo y la temperatura comienza a suavizarse. El  largo paseo hasta el islote, resultará un recorrido agradable que permitirá disfrutar del conjunto y su entorno, declarado en 1979 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

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El Monte, con anterioridad a la llegada de los romanos, era denominado Monte Tumba Belenus, dios galo del Sol, siendo utilizado para enterramientos y cultos druídicos. El cristianismo hizo su aparición en el s. IV, con un primer oratorio dedicado a San Esteban y otro posterior en honor a San Sinforiano, ambas capillas al cuidado únicamente de ermitaños.
Peregrinos antiguos
A comienzos del siglo VIII, se construyó la primera iglesia. Según la leyenda, fue obra del obispo Aubert de Avranches, que en sueños recibió la visita del arcángel San Miguel, ordenándole que construyera un templo en el islote. Como el obispo dudaba, San Miguel, en una tercera aparición, le presionó con su dedo la frente dejándole la marca de la cruz, lo que convenció al reticente obispo de la veracidad de sus sueños. Aubert mandó construir una capilla en lo alto del islote y envió emisarios a Italia para buscar reliquias, imprescindibles para atraer a los peregrinos. Los enviados consiguieron un fragmento de la túnica roja que San Miguel había abandonado en su aparición en el Monte Gargán, al sur de Italia, y una pieza de mármol sobre la que se había sentado.

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El lugar se convirtió inmediatamente en uno de los lugares de peregrinación más importantes de la cristiandad. Los benedictinos reemplazarían la primitiva iglesia por una de estilo románico en el s. X. Desde aquel momento, las nuevas construcciones o las remodelaciones, en distintos estilos, fueron constantes a lo largo de los siglos. Al conjunto se le asignará en el siglo XIII el sobrenombre de “Maravilla de Occidente”, no obstante, no faltaron incendios, saqueos, derrumbes, modificaciones o transformaciones en el uso, a lo largo de los siglos.

Corte
Será también durante el s. XIII, con las permanentes luchas entre ingleses, bretones y normandos, cuando se fortifique el enclave, permaneciendo como baluarte inexpugnable durante varias contiendas, sobre todo, durante la Guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra.
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Tras décadas de ruina y declive, resulta curiosa la ocupación en 1622 del monasterio por los miembros de la congregación heterodoxa de San Mauro, que tiene como consecuencia la vuelta de las importantes peregrinaciones al Monte. Es la época en la que comienzan en la roca las reuniones de miembros esotéricos dedicados a la alquimia y a la ciencia, que originó que ciertos grupos conservadores de la Iglesia, presionaran a la realeza para que dejara de apoyar a la abadía, consiguiendo la decadencia completa del enclave religioso.

V y DLa entrada al islote rocoso se produce por una única puerta incrustada en la ciudadela, que cuenta en sus lienzos con varias torres fortificadas: Torre del Rey, del Erizo, del Arco, Torre Beatriz, la Medialuna, la Torre del Lazo, etc. La puerta de entrada, denominada Avanzada, conduce a la única calle que sube por la derecha y que se encuentra repleta de tiendas, tabernas y restaurantes. El pueblo se acurruca detrás de la muralla que forma un zócalo poderoso en la base del Monte. Su historia está estrechamente ligada a la de la abadía y a la masiva llegada de peregrinos, lo que estimuló el establecimiento de comerciantes, que en sus inicios eran fabricantes y vendedores de velas. Los edificios siguen la línea de las bellas construcciones antiguas normadas, extendiéndose por la ladera hacia lo alto,  alternando las viviendas, con pequeños jardines y bellos e interesantes miradores.
Arbotantes
Serpenteando y siempre en permanente subida, la calle principal llega a la misma puerta del monasterio, precedida por una escalera monumental. La entrada al recinto está siempre congestionada y, normalmente, hay que guardar turno para la entrada. Poder entrar en el recinto abacial tiene un coste de 9,00 €, y resulta imprescindible adquirir una audio-guía en español, otros 5,00 €, para recorrer con criterio la totalidad del enorme perímetro y las numerosas salas, criptas, capillas, refectorio, claustro, etc., construidas a lo largo de los siglos.

La colocación y distribución de los edificios de la antigua abadía, cumple fielmente con los principios sociales y espirituales de la época: el claustro se encuentra sobre el scriptorium, y éste se construye sobre los almacenes de la planta baja. Esta distribución se fija con unos criterios de gradación en cuanto a la “importancia” que se le da al alimento: abajo el alimento “material”, sobre éste el “intelectual” del scriptorium de los monjes, y arriba, en el claustro, el alimento “espiritual” que se consigue a base de la oración.

Junto a esas construcciones románicas, comienza a construirse en el s. XIII, la denominada Maravilla, una gran ampliación formada también por otra jerarquía arquitectónica establecida entre los que trabajan, los que luchan y los que rezan: en la planta baja encontramos la sala donde se recibía a los peregrinos, arriba el Salón de los Caballeros y encima de este último, el refectorio de los monjes. Sobre todo el conjunto, la Iglesia y la enorme terraza desde la que se contempla un impresionante espectáculo.

La iglesia románica se derrumbó a comienzos del s. XV. Con la intención de levantar una nueva, se edificó una cripta, llamada de los Gruesos Pilares, con el fin de sostener el nuevo templo gótico que se finalizará en 1521 y que será realizado en un exquisito gótico flamígero. Exteriormente, el conjunto de la iglesia está apuntalado con dos baterías superpuestas de arbotantes coronados por bellos pináculos con motivos vegetales. Entre toda esta increíble arquitectura exterior de contención, existe un verdadero tesoro cerrado actualmente al público por motivos de seguridad. Se trata de la “escalera de encaje”, una escalera que asciende por el centro de uno de los arbotantes con parapeto o barandilla flamígera, por la que se accede a uno de los tejados que se encuentra en medio de un bosque de pináculos a más de cien metros del altura, ofreciendo una magnífica vista del conjunto arquitectónico de la abadía, la fortificación, el pueblo y toda la bahía.

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A finales del s. XIX se añadió al conjunto una torre neorrománica, coronada con una aguja neogótica diseñada por Viollet-le-Duc, en cuyo extremo se sitúa a 170 metros del suelo una escultura del arcángel San Miguel. La talla, obra de Frémiet, mide 4,20 metros, pesa 500 kilos y es una de las imágenes más populares de Francia.

Terrado

En el terrado el viento se siente aún con más fuerza. Las nubes han dejado paso al sol y desde lo alto del peñón, el paisaje se muestra en su total majestuosidad. La circunferencia del Monte es de apenas 1 kilómetro, elevándose 90 metros sobre la arena. Desde allí, se aprecia toda la bahía abierta al Canal de la Mancha, con una superficie de 40.000 hectáreas, prácticamente la extensión del Principado de Andorra. Hacia el noroeste, a 3 kilómetros, el islote de Tombelaine, y hacia el sur la desembocadura de tres pequeños ríos, que dibujan, con la marea baja, hermosos meandros.
Peregrinos
En esta bahía inmensa, que disfrutamos desde lo alto con sus contornos inalcanzables, las mareas son las más impresionantes de toda Europa. Llegan a alcanzar los 15 metros de altura, mientras el mar se retira veinte kilómetros, dejando al descubierto una inmensa extensión de arena muy fina. Según cuenta la leyenda, cuando el mar regresa resulta peligroso encontrarse en el arenal, ya que, según se dice, el agua avanza a la velocidad de un caballo al galope. Pero resulta ser solo una leyenda. La subida del agua, aunque espectacular, no ofrece ningún peligro para los que se aventuren por la arena.

IMGP0180Es tradicional cruzar en peregrinación la bahía, el arenal, hasta llegar al monasterio. Desde la atalaya contemplamos diminutos grupos de personas que se dirigen hacia el islote, pero también otros que se internan algunos kilómetros en pequeñas travesías.

Desde la misma terraza se entra a la iglesia, que posee una fachada neoclásica del siglo XVIII, producto de la ruina de la construcción gótica. La cabecera destaca por su luminosidad, aunque ha perdido sus vidrieras originales. En el momento de la visita, pudimos asistir al final de la celebración de una Eucaristía, realizada con una curiosa puesta en escena por los hermanos de la Fraternidad Monástica de Jerusalén.


Establecidos en el Mont Saint-Michel desde el año 2001, esta congregación contemplativa está compuesta por monjes y monjas que no renuncian a constituirse junto a grandes núcleos de población, pero sin abandonar el carisma fundamental de la vida en comunidad. Se distinguen por la especial belleza en sus celebraciones, que realizan con gran solemnidad y teatralidad, haciendo completamente diferente y llamativo el culto tradicional.

Tras el recorrido por las numerosas estancias de la abadía, por todo el conjunto de La Maravilla, es el tiempo de descubrir los rincones del islote, pasear detenidamente por el pueblo, asomarse a los numerosos y sorprendentes miradores, de transitar por el adarve y las torres de la  fortaleza y, como no, a caminar y adentrarse en el arenal. La visita al Mont Saint-Michel es un estallido de sensaciones, un sobresalto continuo de los sentidos, una visión única, en un lugar único.

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- Vista del Mont Saint-Michel, desde el norte.
- VIDEO: You-Tube, por "adhardehadres": "Mont Saint-Michel" de Mike Oldfield.
- Desde un mirador en la carretera.
- Pastos alrededor de la abadía.
- Tarjeta antigua con la línea ferroviaria.
- Vista aérea.
- Grabado antiguo. Peregrinos.
- "Las muy ricas horas del Duque de Berry".
- Vista desde el sur.
- Calle principal.
- Acceso a la abadía.
- Arbotantes del coro. Dibujo de Viollet-le-Duc.
- Escalera de encaje.
- Aguja torre y escultura de San Miguel.
- Desde el terrado.
- Peregrinos en el arenal.
- Coro de la iglesia.
- Monjas de la Fraternidad Monástica de Jerusalén.
- Bajamar, atarceder (Éditions du patrimoine)

viernes, 11 de noviembre de 2011

Picos de Europa: Valle de Sajambre



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Con la llegada del otoño vuelve la propuesta de realizar una nueva ruta por la montaña leonesa. El lugar elegido este año, está incluido dentro de uno de los paisajes más interesantes de toda la Península: el Parque Nacional de Picos de Europa, concretamente por las alturas que rodean el Valle de Sajambre, en el noroeste de la provincia de León.

El Parque Nacional de Picos de Europa se constituye en 1995, si bien su Macizo Occidental es ya declarado Parque Nacional por el rey Alfonso XIII en 1918, con la denominación de Parque de la Montaña de Covadonga. La cadena montañosa de los Picos de Europa se forma y surge en el centro de la propia Cordillera Cantábrica, que es mucho más antigua, diferenciándose y destacando por su constitución caliza que ha facilitado su modelado y actual aspecto como consecuencia de la fuerte erosión y glaciación del Cuaternario.

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Aunque todo el paisaje del Parque Nacional resulta impresionante por sus grandes alturas, en su interior destacan tres cadenas montañosas bien diferenciadas con picos que sobrepasan los 2500 metros: al oeste el Macizo Occidental o Cornión, que se enmarca entre los ríos Sella y Cares y es el más extenso; los Urrieles o Macizo Central, entre los ríos Cares y Duje, el más vertical y agreste, y el Macizo Oriental, también llamado Macizo de Ándara, situado entre el Duje y el Deva, de menor extensión y de niveles muchos más suaves que los anteriores.

Su etimología siempre ha sido curiosa y discutible, formando parte de la mitología y leyenda. Se les identifica con el legendario “Monte Vindio”, en el que según el historiador romano Floro, los pueblos norteños se refugiaron perseguidos por las legiones romanas, mientras aseguraban  
Ruta Vadiniense 01que allí "antes habían de subir las olas del mar que las armas de Roma”. La versión más bella sobre su denominación forma parte de la mitología. Se cuenta que un príncipe llamado Astur, desposa a Europa sobre el impresionante altar que suponen estas montañas, después de burlar al poderoso Júpiter que la había raptado.

Otra explicación la encontramos en la toponimia prerromana: ur y opa. Estos son dos términos que significaban agua, por lo que los pobladores de estas cimas las denominarían Montañas de Agua. Resulta una interesante opción, pues estas cumbres se caracterizan precisamente porque su constitución caliza absorbe y filtra con rapidez el agua de la lluvia y nieve, para restituirla convertida en ríos caudalosos, curiosamente, lejos de los macizos.

Sin embargo, la versión más extendida sobre el origen del nombre se fija en el ámbito marino, al ser el primer punto de tierra que distinguían los marineros en el horizonte cuando se acercaban desde el norte a los puertos cantábricos.

El 22 de octubre, a primera hora de la mañana, salimos desde León hacia el este en dirección a Mansilla, para inmediatamente dirigirnos al norte por la denominada Ruta Vadiniense, que recibe su nombre de los pobladores prerromanos de la zona. Durante la Edad Media esta ruta fue el acceso tradicional a Picos de Europa, por constituir una importante vía peregrina que unía Santo Toribio de Liébana, lugar de veneración del Lignum Crucis, con la ciudad de León, punto esencial en el Camino de Santiago.

Pantano Riaño

Al llegar a Riaño, el paisaje nos recibe con unas imágenes sorprendentes. Somos testigos del asombroso fenómeno de la formación de la niebla de vapor, mientras transitamos por las márgenes del pantano que rodea la población. El aire frio se desliza sobre las aguas más cálidas dando origen a una fuerte evaporación superficial, que se eleva y se condensa debido a la temperatura más baja en altura, pareciendo que surge vapor de la superficie del agua. A esa hora de la mañana, el sol se filtra por entre la nieblIMGP1238a que se eleva en grandes cúmulos o en pequeños jirones, iluminando y trasformando el ambiente con una mágica luz dorada.

Unos kilómetros más adelante, dejamos la tradicional Ruta Vadiniense, para entrar en el Parque Nacional por el puerto de Panderruedas, a 1450 m., paso natural en la divisoria de los valles leoneses de Valdeón y Sajambre. Este paso de montaña fue utilizado frecuentemente por los romanos como lugar estratégico en su asedio y conquista del norte peninsular.

En el Puerto de Panderruedas, desde donde comenzará la ruta, existe una pequeña área de aparcamiento y descanso que resulta idónea para una tranquila preparación y avituallamiento. Tras la espectacular niebla que nos acompañó al atravesar el pantano, la mañana ahora resulta espléndida, y en la distancia, hacia el este, los macizos rocosos de Picos parecen cobrar más fuerza al contrastar el color gris de sus calizas, acentuado por el sol temprano, con el verde-rojizo de laderas, valles y bosques. Y es que, como hemos dicho al principio, la panorámica de Picos constituye, sin duda, uno de los motivos paisajísticos españoles más sorprendentes y espectaculares.

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Desde el puerto iniciaremos la ruta dirigiéndonos al norte y, sin llegar a entrar en el Macizo Occidental, bordearemos los Picos Valdelafuente en dirección al refugio de Vegabaño, para después, girando hacia el sur, alcanzar Soto de Sajambre y finalizar en Oseja. Una ruta casi circular por el suroeste del Parque, que tendrá como protagonista principal el Valle de Sajambre, y que trascurrirá únicamente por tierras leonesas.
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Popularmente se considera que los Picos de Europa están vinculados únicamente con Cantabria o Asturias. Mientras asturianos y cántabros durante el s. XX vendieron magníficamente el “producto Picos" y lo hicieron suyo, León se sumió en la desidia e indolencia. Ahora resulta difícil defender y divulgar, que la provincia de León es la que posee la mayor extensión del Parque Nacional, con parte del Cornión y los Urrieles, y las alturas más importantes y espectaculares de los tres Macizo: Torre Cerredo (compartida con Asturias), Peña Santa, Torre Llambrión, Tiro Tirso, Torre de Casiano de Prado y Torre Llastria, además de dos de los valles más interesantes: Sajambre y Valdeón.

Piedrashita

Pasadas las 10 de la mañana nos ponemos en camino en dirección norte, cruzando la pradería habilitada para el esparcimiento y disfrute del entorno. A escasos metros, un bosque de hayas y grandes robles flanquean el camino hasta alcanzar el Mirador de Piedrashitas, una balconada de cemento de escaso gusto, a 1500 metros de altura sobre el Valle de Valdeón. Desde allí se divisan en la lejanía las más cercanas e importantes elevaciones calizas del Cornión y los Urrieles, todas alturas leonesas: de derecha a izquierda, Torre Diego Mella, Torre Delgado y Torre Peñalba; la depresión del Collado de Valdeón: en el centro, Torre de Salinas, Torre del Friero y Torre Ciega; más cercanas, a la izquierda, ya en el Cornión: Torre Bermeja, los Moledizos y Peña Santa.
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Abandonamos el mirador por un sendero bien marcado que continua hacia el norte, por un pequeño bosque que se extiende todavía por la vertiente del Valle de Valdeón, faldeando las alturas del Camborisco. Lentamente, el bosque  va abriéndose y emergen los roquedos junto con retamas, helechos y brezales, en los que, a pesar del otoño, aún podemos ver alguna que otra floración.

Al llegar al pequeño curso del Guayes, hoy completamente seco por un verano sin lluvia, el camino tuerce a la izquierda en pendiente muIMGP1295y pronunciada hacia el Collado Viejo a 1638 m, límite geográfico entre Valdeón y Sajambre, dejando el Pico Piedrashitas a la derecha.

Alcanzado el altozano, un bando de perdices pardillas, propias de la Cordillera Cantábrica y adaptadas a las grandes alturas, desaparece rápidamente al observar nuestra presencia. Desde Collado Viejo ascendemos por la vertiente sur de la Cerra del Centenal, curiosamente formada por rocas  conglomeradas a base de canto rodado y guijarro, llamadas “pudingas”, que resulta excepcional en este mundo de enormes calizas.

En las paredes del Centenal, sobre los conglomerados, observamos la abundante presencia de líquenes crustáceos que viven fusionados a la superficie de la roca otorgándola una coloración amarillo-verdosa. Estos líquenes, como la mayoría de ellos, son organismos excepcionalmente resistentes a las condiciones ambientales más adversas, siendo capaces de colonizar los más dispares e inverosímiles ecosistemas.

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Sin coronar el alto, bordeamos la Cerra del Centenal por el oeste, hacia el valle de Sajambre. La vegetación aumenta, vuelven los robles, hayas y servales, prácticamente “quemados” por la importante sequía que ha dejado al otoño sin la explosión de color tan habitual y característica en los bosques montanos leoneses. La triste desnudez de los árboles, se compensa con la siempre y Pico Jario curiosa estampa que supone la proliferación sobre los árboles de las comúnmente conocidas como “barbas de capuchino”, líquenes que se encuentran normalmente sobre robles y hayas en lugares limpios y no contaminados, y que aquí se muestran con abundancia.

A nuestra izquierda la majada de Porqueras que discurre hacia el valle y por la que sobrevuelan pausadamente varios ejemplares de buitre leonado. De frente, un importante cordal formado por los Picos de Valdelafuente, con Peña Blanca, Pica Samaya y el Pico Jario (1909 m.). Este último no destaca por su elevación en este océano de grandes alturas, pero resulta muy interesante por su estratégica posición, permitiendo disfrutar de un espléndido paisaje del Valle de Sajambre, por lo que resulta uno de los oteros más visitado en esta zona. Aprovechando su cercanía, algunos optan por su ascensión realizando una ruta alternativa desde Collada Blanca y que, tras conseguir la cima, descender para alcanzar al resto del grupo en el refugio de Vegabaño.

Composición exterior 
La máxima altura de la ruta la alcanzamos en Collada Blanca, a 1795 m. Una corta parada para reponer fuerzas y admirar, en dirección este, el formidable grupo de calizas del sur 
IMGP1362del Cornión, formado por Torre Bermeja, Los Moledizos y Peña Santa.

Iniciamos el descenso por un sendero poco marcado hacia el nacimiento del río Dobres, sin gota de agua lo mismo que la mayoría de los regatos que bajan de lo alto. En la Horcada de Dobres, ya a 1550 m., repleta de acebos y todavía con restos de la limpieza selectiva de raíces, el camino se orienta al este en dirección al refugio de Vegabaño.

Para llegar a la majada de Vegabaño hay que cruzar una parte del enorme bosque de Salambre, un extenso y frondoso hayedo con ejemplares altos y espléndidos, pero también con troncos retorcidos y caprichosas formas. Se sitúa entre los 1ooo y 600 metros de altura y, a pesar de las talas y el constante pastoreo, se encuentra excelentemente conservado.

Lo componen casi en exclusiva enormes hayas que únicamente permiten en su interior el desarrollo de especies arbustivas como retamas, brezos, arándanos, acebos, anémonas de bosque oHayedo violetas. En sus límites, donde su influencia es menor, se pueden observar pequeños robles, abedules, acebos y servales, y algún que otro cerezo silvestre y avellano. Todos en reducido número, porque estamos en el reino impenetrable y exclusivo del hayedo.

La ausencia de luz directa, la alfombra de hojas doradas, el silencio, la quietud, los salientes calizos con su alfombra verde de musgo y líquenes, y el juego de tonalidades verdes, rojizas, marrones o amarillas, componen el cautivador encanto del haya y el misterioso poder que hace de estos bosques un mundo sorprendente. Es el imperio de la fantasía.

Cuentan, que en el siglo XVI, durante el reinado de Felipe II, época de gran  demanda de  enormes buques, las quillas y los grandes mástiles de los barcos de la armada española se escogían y salían del bosque de Salambre. Y no es de extrañar, ya quIMGP1373 2e hemos podido contemplar algunos ejemplares que por su altura y rectitud, resultan ciertamente sorprendentes.

Según descendemos el bosque se va abriendo dejando paso nuevamente a las montañas  y, a lo lejos, la majada de Vegabaño. Situada a 1432 m., Vegabaño es una enorme pradería rodeada de bosques de hayas y de los farallones de la zona sur del Cornión. Un lugar espectacular en el que verdaderamente se descubre la belleza de la naturaleza en estado puro.

En el siglo pasado, era el lugar donde los pastores de Soto de Sajambre pasaban grandes temporadas durante la primavera
Refugioy el verano, dedicados al pastoreo. Ese es el motivo de las numerosas cabañas, hoy restauradas, que salpican toda la majada y que ahora están dedicadas al esparcimiento. Allí también se encuentra el conocido refugio de Vegabaño, con una capacidad para 35 personas y en el que además existe un servicio de comidas, aseo y un pequeño bar. Cuenta con la posibilidad de contratar guías de montaña o profesores en escalda y cartografía. Desde el refugio se pueden realizar varias actividades de aventura: escaladas en hielo o roca, trekking, o esquí de fondo o travesía.

Vegabaño Peña Santa

Vegabaño es también el mejor lugar para contemplar una de las cumbres más alta de los Picos de Europa y la más elevada del Cornión: Peña Santa, con 2596 m., una brutal pared caliza que se muestra al este de la majada. Es una montaña distante, solitaria, al margen de las conocidas y  famosas cimas del Macizo Central. Y es que, según cuentan, estamos ante una de las montañas más bellas y pretendidas de toda la Península por su soledad, sus prodigiosas rutas de escalada, muy complicadas, y un entorno inigualable. Es la “Señora del Cornión” y aunque  menos conocida que el célebre Naranjo de DSC_0207Bulnes, éste con menos altura (2519 m.), para los amantes y expertos de la escalada, si el Naranjo es considerado el “Rey de Picos de Europa”, Peña Santa, sin duda, debe ser la reina.

Tras un descanso en el exterior del refugio, nos encaminamos hacia el oeste, dirección a Peña Beza, cruzando la enorme pradería en la que la noche anterior una abundante manada de jabalíes dejaron muestras de su presencia, levantando enormes tapines en búsqueda de raíces o bulbos.

Continuamos nuestro camino hacia Soto de Sajambre tomando una vía  carretera que en algunos tramos coincide con la antigua senda. Vuelve el bosque de Salambre y las enormes hayas que se elevan desde las profundas hondonadas sobrepIMGP1406 2asando con creces el camino que seguimos. A 500 metros abandonamos la pista siguiendo las indicaciones, tomamos un camino que sale a la derecha y que nos llevará a Soto por las sendas tortuosas (Camino Viejo) de las laderas del monte Agüedes, hasta llegar al exiguo curso del río Agüera. Un desnivel de 400 metros que resultará rompedor.

A las 4 de la tarde llegamos a Soto de Sajambre,  uno de los pueblos de la montaña más interesantes y que hubiese merecido una visita más pausada. Las  construcciones del pequeño pueblo, la mayor parte rehabilitadas, mantienen la tradición constructiva de la montaña leonesa con exquisito gusto, manteniendo sus típicos corredores volados, a la vez que se recubren y  adornan de plantas y flores de temporada.

Casa de los tiros
No puede faltar el hórreo característico de la montaña leonesa a cuatro aguas, cuya función principal era la conservación de los alimentos, poniéndolos a salvo de roedores, de la nieve y la humedad. En el  Valle de Sajambre aún se conservan 30 ejemplares. Pero el pueblo tiene más puntos de interés. La Casa de los Tiros la encontramos nada más entrar desde Vegabaño, edificio conocido porque mantiene en su fachada las huellas de los impactos de bala que sufrió durante la Guerra Civil, mientras fue puesto de mando del bando nacional.

Interesante es su iglesia, reconstruida a finales de XIX, que cuenta con un retablo barroco y una talla de la Virgen del s. XVII, conocida como la Virgen del Pópulo. Pero lo que verdaderamente llama la atención es su antigua escuela, hoy museo. Un vecino de Soto que hizo fortuna en México, construyó en 1906 un enorme edificio que dedicó a escuela, dotándola, nada Escuela, foto de menos, de un gabinete de ciencias y de los materiales didácticos más modernos de la época: gramófono, teléfono, proyector, telescopio, radio, colección de minerales, etc., además de una interesante biblioteca. Toda una batería de material pedagógico inédito, que además se complementó con un método de enseñanza muy progresista para la época.

Dejamos Soto de Sajambre y nos dirigimos hacia Oseja, siguiendo, en principio, la estrecha carretera. Nada más finalizar el caserío, abandonamos la calzada y cruzamos el río Agüera, para continuar por el antiguo camino que unía los dos pueblos y que en un primer momento acompaña el curso del arroyo por su margen izquierdo, rebosante de nogales y avellanos.

Oseja de Sajambre
El sendero se aleja del río internándose por el monte Llamazal, serpenteando por sus laderas y siempre en permanente subida, hasta llegar a la majada de Porrachín desde donde se tiene la primera vista de Oseja de Sajambre, con el conocido Pica Ten, de forma piramidal, al fondo.

Una reciente noticia ha sorprendido positivamente a los habitantes del valle y ha tenido un importante eco a nivel provincial y nacional, desde que el pasado año, se publicara el controvertido e interesante libro del jesuita e  historiador Eutimio Martino, titulado "Si yo tuviera pluma (Cervantes in situ)". En el trabajo de investigación, el autor pretende demostrar que el pueblo de Oseja de Sajambre es la cuna de Miguel de Cervantes, y que la conocida como la "casa del conde", hoy en ruinas, pudiera haber sido el solar familiar  del universal escritor.

Son ya más de la 5 de la tarde cuando entramos en la localidad por la ermita de San Roque. Al lado, existe un pequeño mirador desde donde se aprecia una panorámica de Oseja y su magnífico entorno. Desde allí, nos encaminamos al centro de la población, donde nos espera, aunque un poco tarde, una buena mesa y mantel que servirá para dar fin a un extraordinario día.







- Torre del Friero, los Urrieles, desde Panderruedas.
- Los tres Macizos de Picos de Europa.
- Ruta Vadiniense.
- Pantano de Riaño. 22 de octubre de 2011, 9:30 horas.
- Puerto de Panderruedas.
- Itinerario ruta.
- Mirador de Piedrashitas.
- Perdices pardillas. Cordillera Cantábrica.
- Cerra del Centenal: líquenes sobre pudingas.
- Hayas y barbas de capuchino.
- Picos de Valdelafuente. Pico Jario.
- Bermeja, Moledizos y Peña Santa, desde Collada Blanca.
- Bosque de Salambre.
- Idem.
- Majada de Vegabaño. Al fondo Peña Beza.
- Refugio de Vegabaño.
- Bermeja, Moledizos y Peña Santa, desde Vegabaño.
- Peña Santa.
- Hórreo. Soto de Sajambre.
- Casa de los Tiros. Soto de Sajambre.
- Escuela 1906. Soto de Sajambre.
- Oseja desde el Porrachin.
- Casa del Conde. Oseja de Sajambre.
- Video You Tube: "Ella" (pianistaitaliano).
- Fotografías: Jacinto, Javier, Carlos, Coca, Mar y Paco.