A estas alturas de la Navidad es seguro que la mayoría de nosotros tendremos instalado en nuestra casa "el Nacimiento", o hemos visitado algunos de los Belenes más interesantes cercanos a nuestro domicilio, donde, sin duda, no faltarán las figuras del buey y la mula.
Estos dos “personajes” no aparecen en ninguno de los cuatro Evangelios canónicos. Dos de esos textos, los escritos por Lucas y Mateo, hablan del nacimiento de Jesús, pero no existe ninguna referencia a un buey y una mula en el lugar del alumbramiento. ¿De dónde viene entonces la tradición de colocar al lado del pesebre estos dos animales?
La primera referencia de la presencia en el portal de Belén de una mula y un buey, se encuentra en un texto del siglo VI-VII, conocido como el evangelio Pseudo-Mateo, considerado por la Iglesia como evangelio apócrifo y que trata sobre la infancia de Jesús. En su capítulo 14 dice textualmente lo siguiente:
“Tres días después de nacer el señor, salió María de la gruta y se aposentó en un establo. Allí reclinó al niño en un pesebre y el buey y el asno le adoraron. Entonces se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: -El buey conoció a su amo y el asno el pesebre de su señor-. Y hasta los mismos animales entre los que se encontraba le adoraban sin cesar. En lo cual tuvo cumplimiento lo que había predicho el profeta Habacuc: -Te darás a conocer en medio de dos animales-. En este mismo lugar permanecieron José y María con el niño durante tres días”.
También el profeta Isaías en 1,2-3 menciona:
“Oíd, cielos; escucha, tierra, que habla Yahvé: «Hijos crié y saqué adelante, y ellos se rebelaron contra mí. Conoce el buey a su dueño y el asno el pesebre de su amo. Pero Israel no conoce, mi pueblo no entiende.»”
Benedicto XVI en su libro La Infancia de Jesús, hace clara alusión a la inexistencia de información en los Evangelios de la presencia en el portal de Belén de una mula y un buey. Sin embargo, señala, que no es extraño pensar que dichos animales pudiesen encontrarse ya que es en un establo donde habitualmente éstos se refugian y alimentan.
No es de extrañar entonces, que de ocurrir el nacimiento en un establo, se encontraran estos dos animales en el mismo contribuyendo a ambientar el lugar del alumbramiento de María y muy directamente a dar calor al cuerpo del recién nacido, como reflejan muchas de las pinturas en las que, incluso, están tan cercanos al Niño que se nota como transmiten su aliento. Así ocurre en la Natividad de Guido de Siena (s. XIII, Museo del Louvre). Así todo, son considerables las representaciones en las que la mula y el buey se encuentran, prácticamente, asomadas al pesebre donde se halla Jesús.
Sin embargo, existen representaciones pictóricas en las que la mula, animal considerado testarudo por excelencia y que es considerado símbolo del pueblo de Israel, no aparece o se sitúa en segundo plano negando su aliento y calor al Niño. En cambio, el buey, de condición apacible y mansa, personifica a la Iglesia, apareciendo más cerca del recién nacido y en ocasiones solo.
Por último, destacar que las figuras de la mula y el buey en las antiguas representaciones belenísticas, son anteriores a la presencia de la Virgen y San José, siendo éste el último en incorporarse al "misterio".
Feliz Año Nuevo !!!!