jueves, 22 de abril de 2010

23 de abril: una festividad impuesta y ajena



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El día 23 de abril se celebra la fiesta de la Comunidad de Castilla y León, posiblemente la única Comunidad española políticamente impuesta y ajena por completo a un sentimiento general de identidad.

Leoneses y castellanos (meseteños), son dos grupos sociales completamente distintos y dispares cuyo futuro es la desconfianza y el enfrentamiento, en parte provocado por la fuerte e implacable imposición del uno sobre el otro, y por la patente y continua anulación y “agresión” política, económica, cultural e histórica, que vienen ejerciendo y practicando con asiduidad y persistencia los meseteños sobre los leoneses.

Como no podía ser de otra manera, la población y sociedad que lidera sobre las restantes ciudades castellanas y el territorio leonés gracias a las presiones e intereses políticos que imperaron durante la transición, impuso e impone la fiesta que cree representativa de unas ancestrales y discutibles aspiraciones y reivindicaciones que, según ellos, encarnan su peculiaridad e idiosincrasia histórica: la derrota de Villalar ocurrida el 23 de abril de 1521, episodio que puede considerarse como el fin de la “Guerra de las Comunidades”.

No se pretende hacer un desarrollo de esta “revolución” que todavía aún sigue rodeada de grandes controversias. La "revuelta comunera" tiene sus orígenes en la terrible situación económica española de los años 1504-1506, durante la regencia de Fernando de Aragón, donde las malas cosechas, el hambre y la mortandad, originaron un caos económico y social que el Reino trató de paliar con un aumento extremo de la presión fiscal que acabará agravando aún más la situación.

En 1520, ya bajo el reinado de Carlos I, la precariedad se mantiene aún en todos los sectores, y los pueblos castellanos se sienten desamparados con la marcha de Carlos a Europa y la continua petición de recursos para sufragar los gastos que ocasionan los conflictos en el continente. Pero además, el pueblo tiene la impresión de que el Rey está sacrificando el bien común de Castilla, que es como decir en aquellos momentos los intereses legítimos y propios del Reino, a sus intereses privados y dinásticos.

En en centro-sur de Castilla se va madurando un ambiente de malestar y descontento que solo toma un cariz político en la franja central, entre Toledo y Valladolid, la zona más industrial que se encuentra aislada respecto al norte, este y sur, que encuentran una mejor salida para sus productos a través de la costa.

Estos problemas de penuria inicial y de sentimiento de despojo y ruina del territorio con el fin de solucionar problemas ajenos, tratan de trasformar el binomio imperante hasta el momento de rey-reino, e imponer la supremacía del poder del reino sobre las decisiones reales.

En la provincia de León, el Bierzo se mantuvo completamente al margen del conflicto y en el resto de la provincia la participación fue muy escasa. En la propia ciudad leonesa se producen tensiones entre los dos bandos, que protagonizan el conde de Toral por el partido comunero, y el conde de Luna por el bando realista. Pero los enfrentamientos en la ciudad son se poca entidad porque, principalmente, falla el apoyo popular, al contrario de lo que ocurre en ciudades como Segovia, Valladolid, Madrid, Albacete, Ávila, Cuenca, Guadalajara o Toledo.

A pesar de la participación leonesa en el enfrentamiento a favor de los comuneros, resulta importantísima la intervención de combatientes leoneses en favor de Carlos I, entre los que destacan las tropas del marqués de Astorga, las del conde de Benavente y el contingente del conde de Luna, que envía al encuentro de Villalar 1000 infantes y más de 800 lanzas, que consiguen un protagonismo importante en la victoria real sobre la revuelta castellano-comunera.

Comuneros en el patíbulo - 1521

En todo caso, la celebracion en León del 23 de abril no debe corresponder a la derrota de la denominada “revolución de las comunidades”, los leoneses debemos celebrar y festejar, no aquella derrota, sino la victoria conseguida sobre las imposciones castellanas, sobre las mal llamadas “libertades castellanas”, invocando e impulsando así una nueva lucha, una nueva victoria que nos permita liberarnos de las "cadenas" actuales con las que los meseteños nos tienen cautivos.


- Derrota comunera en Villalar. Manuel Pícolo y López.
- Carlos I de España. Bernaert van Orley.
- María Pacheco después de Villalar. Vicente Baños.
- Vencido y prisionero. Luciano Sánchez.
- Los caudillos comuneros en el patíbulo. Antonio Gisbert.


domingo, 11 de abril de 2010

Desinformación de “primera línea”


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La Rosa de los Vientos, el programa mítico de Onda Cero, estuvo ayer en León realizando un programa especial sobre el 1100 aniversario del Reino de León. Tras la muerte en 2007 de su creador, Juan Antonio Cebrián, se hizo cargo del programa de radio el periodista-ufólogo Bruno Cardeñosa.

Aún no conozco el desarrollo del programa al no estar disponibles las grabaciones del mismo, pero la trayectoria de Bruno Cardeñosa hace sospechar de su calidad informativa. Como muestra reciente, señalar que Bruno Cardeñosa, como director también que es de la discutible y polémica revista de tirada nacional “Historia de la Iberia Vieja”, publicación que recibe fuertes críticas por su contenido, ha autorizado y permitido la difusión de, bajo el sugestivo título de “LEÓN, capital del primer imperio”, un artículo en el número correspondiente al actual mesde abril.

El autor del texto, Javier Brandoli, que parece ser periodista y fotógrafo, hace un escueto pero “escalofriante” recorrido por la historia leonesa, desde la conquista romana hasta la definitiva, como él menciona, “unión dinástica” de Castilla y León.

Por supuesto, ameniza el “artículo” con una serie de fotografías prestadas de las páginas webs leonesas, en las que demuestra su total desconocimiento de la ciudad: El “Barrio Húmedo” lo confunde con el final de la calle Mariano D. Berrueta, y la Plaza Mayor es, según menciona, la Plaza del Ayuntamiento.

De entrada, el texto no puede comenzar mejor. El señor Brandoli califica a León como “ciudad castellana”, en un alarde de frases incomprensibles:

“Es imposible entender la historia de España sin comprender la importancia que tuvieron sus diferentes reinos. Allí, entre las tumbas de aquellos reyes se escuchan y entienden historias de una España en guerra contra el invasor musulmán y en ocasiones contra sí misma.

Hemos dado ya dos razones lo suficientemente poderosas como para acudir a la cita con la ciudad castellana.”

Pero eso no es todo. Como sabemos, el campamento romano, primero con el establecimiento de la Legio VI Victrix y después con el de la Legio VII Gemina, llega a tener cuatro recintos amurallados. Los dos primeros realizados con materiales perecederos y los dos siguientes, el tercero construido entre los siglos I y II, y el cuarto y último en época Bajoimperial, posiblemente a finales del s. III o quizá a comienzos del IV.

El autor del artículo señala que fue amurallada solamente en dos ocasiones, y que aún se pueden apreciar algunos restos:

“Fue amurallada en dos ocasiones y, al menos de la segunda muralla, quedan aún restos visibles.”

El desconocimiento es total. La segunda muralla a la que hace referencia (en realidad la cuarta), está considerada como el tercer recinto amurallado más importante de España, declarado Monumento Histórico Artístico en 1931 y protegida por distinta legislación posterior. Se conservan más de 30 cubos o torres de los 70 que contaba, repartidos en distintos puntos de la ciudad, que conforman un conjunto defensivo espectacular: estos son los “restos visibles” a los que hace reseña la desafortunada crónica.

También señala que, tras la “reconquista” de la ciudad por el rey asturiano Ordoño I, la ciudad es amurallada. Nada más lejos de la realidad. La muralla existente en la época de Ordoño I, siglo IX, y la que hoy todavía podemos disfrutar, sigue siendo la misma construida por la Legio VII entre los siglos III y IV.

La única modificación, salvo las remodelaciones y reparaciones ocasionales, es la construcción muy posterior a la fecha que menciona de una pequeña cerca medieval que se levanta para defender el caserío de la zona sur, que se encontraba a extramuros del recinto campamental romano, y que se levantó entre el siglo XIII y XIV, si bien existen antecedentes en el siglo XII de la existencia en la misma zona de un muro de tapial o tierra.

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Inexplicablemente, el autor del artículo destaca “la construcción de la denominada Puerta Moneda”, que simplemente es una puerta más de la cerca medieval que, junto con otras, formaban parte del acceso a la ciudad desde el sureste: Puerta del Peso, del Sol, Cal de Moros, Gallega, etc.

Pero no dejan de sucederse a lo largo del texto verdaderas “atrocidades” históricas. Hace mención al rey Alfonso VI como mentor del Fuero de León, cuya fecha se fija en 1017, cuando Alfonso VI nace en 1040 y es rey de León desde 1065.

De una banalidad ingenua y a la vez lamentable, trata el tema de León como sede imperial de la siguiente manera:

“Tanto poder acumulado por los leoneses hace que el Papa Gregorio VII proclame emperador al rey Alfonso VI. Título que conservará su hijo Alfonso VII, …”

El papa Gregorio VII no proclamó emperador a Alfonso VI, sino que el rey leonés, en relación con una carta del Papa de 1077 que pretendía y reclamaba el Reino leonés para el Papado, defendió el trono intitulándose emperador; por otra parte, el título imperial ya estuvo presente en documentos que hacían referencia a su padre Fernando I. Lo que está claro, es que es que fue Alfonso VII quien en 1135 institucionalizará y dignificará la sede imperial leonesa, con una ceremonia en la ciudad de León de claro corte germánico.

En resumen, una serie de despropósitos que pone en entredicho la credibilidad de la revista, la validez y el trabajo de su director y la facultad para opinar y divulgar del autor del artículo.


- Página Oficial del "1100 aniversario del Reino de León".
- Plaza San Martín. Centro "Barrio Húmedo".
- Torres-cubos de la Muralla Bajoimperial. León.
- Jura Santa Gadea de Alfonso VI. Marcos Giráldez de Acosta. Palacio del Senado.
- Miniatura del emperador alemán Enrique IV a los pies de san Gregorio VII.