jueves, 26 de marzo de 2015

Procesiones

                                    VIDEO SEMANA SANTA 2015. Turismo ciudad de León.


La tradición de los desfiles procesionales de la Semana Santa no tienen un punto de partida definido, no comienzan en un momento determinado. Son el resultado de un proceso largo y muy cambiante a lo largo del tiempo, influido en sus inicios por la tradición pagana que tenían en los procesiones su manifestación de culto público, como conducto para exteriorizar la devoción y adoración hacia sus dioses, o para conmemorar las celebraciones y fiestas estacionales, tan unidas a su propia subsistencia, como la celebración de la llegada de la primavera.

Procesión del buey Apis. Frederick A. Bridgman
Los ancestrales cortejos, denominados “pompas”, exaltaban el fondo festivo y lúdico de las comitivas, en las que era habitual la presencia de carromatos o carrozas engalanadas, coros, músicos y danzantes. Las procesiones cristianas, aunque tiene su origen en las tradiciones paganas, se remontan a los primeros siglos de nuestra Era. Se suelen realizar desfiles de un lugar sagrado a otro, con el fin de promover la devoción de los fieles participantes.


Conocemos la más antigua descripción de la celebración de la Semana Santa. Corresponde al testimonio que realiza la piadosa Etheria, natural probablemente de la tebaida leonesa, que en su peregrinación a Tierra Santa en el s. IV dC., detalla las ceremonias que se realizaban en Jerusalén durante el Viernes Santo. La peregrina leonesa ofrece un curioso dato: “son parecidas a las que se realizan en mi tierra”. Este testimonio confirma que, aunque parece que las procesiones podrían tener su origen en Tierra Santa donde se conmemoraban los acontecimientos dela Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo en el mismo lugar en el que sucedieron, en el noroeste peninsular ya existían celebraciones parecidas a las que se llevaban a cabo en Jerusalén.

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Este tipo de ceremonias, posiblemente reflejaban dos tipos de actos: las escenificaciones y las procesiones, que se realizarían durante el Jueves y Viernes Santo. Estos actos, que ya tienen entidad al final de la Edad Antigua, se ven reforzados y fomentados en la Península en plena Edad Media, concretamente en el siglo XIII, con la publicación del Código de las Siete Partidas del rey Alfonso X, texto en el que se recomienda y se promueven las representaciones que, “recuerden la memoria del pasado”, referente a la Pasión y Muerte de Cristo: el lavatorio, la oración en el huerto, la flagelación, el camino al Calvario, la crucifixión, etc.

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Con el fin de la Edad Media, se realiza un giro significativo en las manifestaciones de la Semana Santa. Hasta ese momento, las imágenes y la devoción popular presentaban un Cristo glorioso, en majestad, protector, rey del mundo y triunfalista, como se comprueba en la iconografía existente en las pinturas o en las imágenes que ocupan las portadas de nuestras catedrales. Tras la Edad Media, la miseria y el hambre que se extiende por toda Europa y, sobre todo, la peste, transmutan las representaciones triunfales en otras donde se aprecia un Cristo esclavizado, resignado y torturado, que inspira un sentimiento dramático, incluso y en ocasiones, tétrico y macabro.

Procesión de los disciplinantes. Francisco de Goya

La irrupción periódica de las terribles epidemias de peste negra por Europa, origina procesiones de penitencia donde surgen los alumbrantes, flagelantes o disciplinantes, que se trasladaban de pueblo a pueblo, portando estandartes e imágenes con escenas de la Pasión, mientras que, desnudos hasta la cintura, se azotan incansablemente. A su llegada a los pueblos, estos grupos realizaban representaciones sacras sobre escenas de la Pasión, además de las conocidas y famosas Danzas Macabras, donde la muerte era la protagonista. Estas procesiones, con el tiempo, se fueron convirtiendo en espectáculo y a partir de los siglos XVI-XVII, con motivo de los dictámenes del Concilio de Trento, las procesiones de penitentes se trasformaron con el fin de fomentar el culto a las imágenes sagradas y como apoyo a la enseñanza de la doctrina católica.

Martínez Montañés contemplando salida Nuestro Padre Jesús de la Pasión. Joaquín Turina y Areal

A raíz de esto, nacen, sobre todo en España, las extraordinarias escuelas de tallas religiosas en madera, que combinan dramatismo, dulzura y perfección anatómica. La imagen del Cristo humano, sumiso y atormentado, se arropa con toda una parafernalia barroca de objetos ostentosos: estandartes, indumentarias lujosas, luminarias, etc., pero manteniendo la representación de los diversos episodios de la Pasión, dando lugar así a un segundo cambio importante en las costumbres que llevará a las manifestaciones actuales de la Semana Santa.

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Surgen así lo que se conoce como “pasos” escultóricos, escenas sobre la Pasión compuestas por tallas de madera que en las procesiones son trasladadas a hombros por los miembros de las cofradías. Es también en este momento, cuando aparece con fuerza la rivalidad entre cofradías. A las compañías denominadas “cofradías de sangre”, intituladas de la Vera Cruz, promovidas por los franciscanos y que extendían la práctica pública de la flagelación, surgen las patrocinadas por los dominicos partícipes en la fundación de las cofradías de Jesús Nazareno, o la de la Virgen de las Angustias y Soledad.

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Los procesos desamortizadores de mediados del siglo XIX, hacen prácticamente desaparecer cofradías y representaciones. Las procesiones de Semana Santa pervivieron solamente y con muchas dificultades, en algunos puntos de León, Andalucía, Castilla y Murcia, pero a partir de la segunda mitad del siglo XIX, debido principalmente a una reactivación del comercio que provoca el auge de una clase burguesa tradicional y de la consolidación de una monarquía conservadora, se produce la revivificación de las celebraciones en algunas ciudades, abandonando los componentes medievales y, de alguna manera, reinventando y trasformando los significados y funciones tradicionales de la Semana Santa.

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- Procesión del buey Apis. Frederick A. Brigman.
- Primavera. Procesión de las Cerealias en Roma. Lawrence Alma-Tadema.
- Procesión Semana Santa Sevilla. Valeriano Dominguez Bécquer.
- Semana Santa, calle Génova, Sevilla. Alfredo Dehodencp.
- Procesión disciplinantes. Francisco de Goya.
- Martinez Montañés contemplando salida de Nuestro Padre Jesús de la Pasión. Joaquín Turina y Areal.
- Sevilla: Viernes Santo. Manuel Cabral, 1862.
- Cristo Vera Cruz de Puente Genil, procesión de sangre, tarde Jueves Santo.
- Sevilla, Semana Santa: Los Nazarenos. Sorolla 1914.



domingo, 15 de marzo de 2015

Asesinato de Julio César (Idus de marzo)



El 15 de marzo (Idus de marzo) del año 44 aC. era asesinado Cayo Julio César bajo la estatua de mármol de Pompeyo. El suceso se produjo en la parte central del fondo de la llamada Curia de Pompeyo (Curia Pompeia), edificio que formaba parte del gran recinto conocido como Teatro de Pompeyo, construido por el que fue gran rival de César, Cneo Pompeyo Magno en el año 55 aC., para celebrar sus éxitos militares (http://www.todossc.es/visitas/TeatrodePompeyo).

El enorme complejo construido en el Campo de Marte, contaba con el primer teatro permanente de Roma, pero también con tiendas, lujosos pórticos, jardines, un templo dedicado a Venus y edificios para servicios, como la Curia, que servirá provisionalmente para las reuniones del Senado, hasta la finalización de las obras de la Curia Julia.

        



Hoy solo quedan restos de la parte trasera oeste del enorme complejo, que se conoce como Área Sacra di largo di Torre Argentina, en pleno centro de Roma. Allí se pueden apreciar

claramente los restos de los cuatro templos que se encontraban tras el edificio de la Curia, todos construidos aC., en tiempos republicanos: Templo de Juturna (A – s.III), Templo de Aedes Fortunae (B – s. I) (redondo), Templo de Feronia (C – s. IV) y Templo de Lares Permanini (D – s. II).


El inmenso edificio del Teatro de Pompeyo queda bajo la ciudad actual, pero detrás de las estructuras de los templos señalados, se observan los escasos restos del edificio de la Curia, lugar que fue descubierto y señalado recientemente por investigadores españoles del CSIC, y que marca el lugar exacto donde fue asesinado Julio César (http://www.csic.es/web/guest/noticias).

Cuando César entró en la Curia hacia el mediodía de aquel 15 de marzo fue rodeado por los conjurados. Tulio Cimber, uno de ellos, se acercó a él pidiéndole clemencia para un hermano suyo condenado a destierro. César niega el perdón, pero Tulio le retiene sujetándole por la toga siendo ésta, al parecer, la señal para alzar puñales y espadas. De inmediato Casio le apuñaló por la espalda y, a pesar de la sorpresa, César tuvo arrestos para sujetar su mano mientras le increpaba. Seguidamente otra daga le atravesó el costado y Décimo Bruto le hirió en la ingle. En unos segundos, le asestaron 23 puñaladas.





Cuenta la tradición que cuando Julio César vio a Bruto con el arma en la mano, quedó tan sorprendido que dejó de defenderse y le dijo: Bruto, ¿tú también, hijo mío? Dejó de defenderse, se cubrió la cabeza con la toga y con la otra mano se envolvió las piernas y, ya agonizante, se derrumbó bajo los pies de la estatua de Pompeyo.



Conjurados y senadores abandonaron precipitadamente la Curia. Posteriormente todo resulto muy confuso. Los conjurados se dirigieron al Foro para proclamar públicamente la muerte del tirano y, posteriormente, con algunos partidarios más, dirigieron sus pasos al Capitolio, el 
sagrado monte donde se depositaban los símbolos del pueblo de Roma. Allí decidieron de encumbrar y defender a los asesinos y legalizar su magnicidio, planeando arrojar el cadáver de Julio César al Tiber, como solía hacerse desde antiguo con los traidores y los peores criminales. Sin embargo, durante ese espacio de tiempo, el cadáver de César, abandonado en el suelo de la Curia, fue recogido por cuatro de sus esclavos y en una litera trasladado a su casa apresuradamente.

Ante los sucesos, Lépido, fiel partidario de César, que aturdido había presenciado el asesinato, se ocultó durante algunas horas temiendo una planificada represión por los conjurados. Más tarde y viendo que no existía un plan concebido contra los allegados a César, se reunió con las tropas que preparaba para ir a Galia e Hispania y ocupó esa misma noche el Campo de Marte. 

El resto de los seguidores de César también se recompusieron poco a poco de la sorpresa. Marco Antonio, que un primer momento se había también escondido temeroso de los acontecimientos, decidió distribuir armas entre sus partidarios y se acercó a casa de César a visitar a su viuda Calpurnia. Con esta audaz operación se presentaba como su heredero político. Otra acción importante de Marco Antonio fue ocupar el Templo de Ops, diosa de la abundancia, donde se depositaba y custodiaba el tesoro de Roma.

Las tropas de Lépido cercaron el Capitolio, cuartel general de los asesinos, que no supieron que acciones ni que decisiones tomar. Marco Antonio y Lépido dueños de la fuerza militar, convocaron al Senado en el Campo de Marte y allí se llegó a un acuerdo para no derramar más sangre y evitar una guerra civil: los conjurados quedarían impunes, pero se honraría la memoria y la obra de César. 

Pero el testamento del general desbarató el acuerdo conseguido. César legaba una pequeña fortuna a cada vecino de Roma, trescientos sestercios, y cedía a la ciudad los jardines que poseía a la ribera del Tiber, en el Trastevere: César se descubría como un padre para los romanos y ellos no habían vengado su muerte. 

Cinco días después de su asesinato, concretamente el 20 de marzo, la comitiva fúnebre llegó hasta el Foro, donde se agolpaba el pueblo, en su camino hacia el Campo de Marte lugar donde estaba prevista la incineración. 

El cadáver depositado sobre una angarilla de marfil, iba cubierto con una mortaja dorada y púrpura. El pueblo allí reunido escuchó el discurso fúnebre de Marco Antonio, que señaló a los asesinos como los hombres y traidores que habían jurado protegerlo, a la vez que mostraba entre sus manos a la muchedumbre el manto ensangrentado del difunto.

 Comenzaron a oírse gritos de venganza y se desataron los ánimos. La decisión fue unánime, Julio César merecía el honor de ser incinerado en aquel lugar, en el Foro, en el propio corazón de Roma y no en el Campo de Marte, lugar a extramuros.

Surgieron espontáneos que acumularon madera y muebles para improvisar una pira. Sobre ella colocaron la angarilla con el cadáver y le prendieron fuego. Se formó una gran hoguera a la que la gente, según cuentan, arrojaba sus mantos y hasta sus joyas. Tres días estuvo ardiendo la pira funeraria en el Foro y tres días duro la excitación de los ánimos entre los romanos. Un duelo dilatado que dio tiempo a los asesinos a abandonar apresuradamente la ciudad.


En el lugar de la incineración se elevó por iniciativa del Senado una columna y un ara, hasta que en el año 29 aC., tras la batalla de Actium en la que fue derrotado Marco Antonio, el emperador Augusto erigió un templo a su “padre”, el “Templo del Divino Julio”, en el mismo lugar de la cremación, en el lado sudeste del Foro, donde se rendirá culto a Julio César divinizado.




El templo se distinguía porque, en vez de una escalera frontal de acceso como era habitual, poseía dos escalinatas laterales bordeadas por un muro que cercaba el altar que señalaba el lugar de la espontánea incineración. Poseía una tribuna para los oradores, denominada Rostra del Divino Julio, que Augusto decoró con los mascarones de proa de las naves egipcias derrotadas en Actium:

“Depusieron los restos de César en el Foro, allí donde estaba la antigua Regia de los romanos y acomodaron encima mesas, asientos y cuantas cosas de madera había allí. Encendieron el fuego y todo el pueblo estuvo ante la pira funeraria durante la noche. En aquel lugar se erigió primero una columna y una ara; ahora allí está el templo del mismo César, en el cual es venerado como un Dios” (Apiano, s. II dC.).


Pudimos contemplar y fotografiar ese lugar en el Foro. Solo existen escasos restos del templo, su planta y parte del podio, ya que la mayoría de su estructura fue utilizada para la construcción de la Basílica de San Pedro. Pero todavía se puede observar, el lugar, el altar que señala el punto exacto de la cremación. Aún hoy, como pudimos comprobar con emoción, se continúan realizando visitas y ofrendas y nunca faltan flores frescas en la “tumba” de Julio César.

Circulaba la leyenda de que la esfera de bronce que remataba el obelisco que se encuentra en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, contenía las cenizas de Julio César. El conocido obelisco fue erigido en el Foro Julio de la ciudad de Alejandría (Egipto) por indicación de Augusto. Trasladado por Calígula a Roma, se colocó en la espina del Circo Máximo y fue en ese momento cuando surgió la tradición de las cenizas. En 1586 el papa Sixto V trasladó el obelisco frente a la Basílica de San Pedro y la esfera que lo coronaba fue sustituida por una cruz.

Se cuenta, también, que la esfera de bronce custodiada en los Museos Capitolinos desde su retirada y que hace unos años fue expuesta en Roma con ocasión de una muestra dedicada a Julio César, fue abierta a finales del s. XVI por Doménico Fontana, un arquitecto renacentista, comprobándose, dicen, que estaba vacía.



- Asesinato de César ante la estatua de Pompeyo. E.H. Figer.
- Templos republicanos y complejo Teatro Pompeyo. Reconstrucción.
- Área Sacra. Roma.
- Reconstrucción templos republicanos.
- Reconstrucción Teatro de Pompeyo.
- Estatua de Pompeyo. Palacio Spada. Roma.
- Área Sacra (detalle).
- Plano Área Sacra.
- Muerte de César. Karl Theodor.
- Cayo Casio Longino.
- Marco Junio Bruto.
- Marco Emilio Lépido.
- Marco Antonio.
- Calpurnia.
- Julio César.
- Julio César. Nápoles.
- Reconstrucción Templo Divino Julio.
- Templo Divino Julio en la actualidad. Foro de Roma.
- Frente actual.
- Altar cremación de Julio César. Templo Divino Julio. Foro de Roma.
- Esfera bronce obelisco Vaticano.
- La muerte de César. Jean León Gérôme.