sábado, 31 de diciembre de 2011

2012 !!!!




Nuevo año y nueva etapa que, seguro, no nos dejará indiferentes.
Suerte para todos.


martes, 20 de diciembre de 2011

La imagen de la Natividad

   
Nicolás Francés
En el mundo cristiano medieval, el Nacimiento de Cristo es, posiblemente, una de las imágenes más representadas. Son tantas las veces que hemos visto la imagen de la Natividad, que no apreciamos las importantes divergencias que existen entre ellas, debido a las interpretaciones y costumbres de las diferentes culturas, el lugar y el tiempo.




                                   Arcangelo Corelli - Concierto de Navidad (Pastoral)

Sin embargo, estas diferencias se producen desde una base común que mantienen la mayoría de las fuentes: el parto se produce durante el viaje que María y José realizan de Nazaret a Belén, con el fin de cumplir con la orden romana de empadronamiento. La llegada de la noche y la escasez de medios, dan lugar a que la Virgen tenga que dar a luz prácticamente a la intemperie, en medio del camino. De esta manera nacerá Jesús, el anunciado Mesías que auguraban los libros judíos antiguos. Coinciden también los testimonios escritos, en que un ángel anunciará a los pastores la noticia y que éstos y una corte angelical, serán los primeros en adorar al Niño recién nacido, hasta la llegada de los magos de Oriente.

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Sólo en el Evangelio de Lucas (2, 1-7) se narra el Nacimiento de Cristo. Los Evangélicos Apócrifos ayudaron a aderezar el episodio con todo tipo de pormenores y sucesos extraordinarios, ante la devoción popular que pedía más testimonios sobre el nacimiento del Salvador (Apócrifos de la Natividad: Protoevangelio de Santiago, cap. XVII-XX, del siglo IV; Evangelio del Pseudo Mateo, cap. XIII-XIV, del s. VI, y el Liber de Infantia Salvatoris, del s. XI). Entre las fuentes escritas y al margen de los Apócrifos, hay que señalar también las Meditaciones del Pseudo-Buenaventura, obra del siglo XIII. Igualmente del siglo XIII, la famosa Leyenda Dorada de Jacobo de la Vorágine en su capítulo VI y, por último, en el siglo XIV las Revelaciones de Santa Brígida, que resultarán, como veremos, trascendentales en las futuras imágenes.

En primer lugar, hay que señalar dos grandes maneras de realizar la representación de la Natividad: el bizantino u oriental y el occidental (de fecha posterior), si bien, no se debe obviar, la importante influencia de la iconografía bizantina en la Italia medieval y esta, a su vez, como ascendiente del arte europeo posterior.

De una manera simple. La iconografía bizantina muestra la escena de la Natividad en una gruta o cueva y dentro de un paisaje montañoso. La Virgen suele estar acostada en un lecho junto al recién nacido, acomodado en una cuna o en un pesebre, mientras San José ocupa en las imágenes orientales un segundo plano, adormilado o pensativo, situación que refleja las “dudas” de éste respecto a María. A la Sagrada Familia le acompañan en las formas bizantinas, comoNacimiento de Jesús - Giotto regla general y con todo lujo de detalles, una multitud de personajes extraídos de todo tipo de fuentes: el buey y la mula, la estrella, el anuncio a los pastores, los magos, la adoración de los ángeles, las parteras-lavanderas, etc. Como muestra de esta tendencia de inspiración oriental: El Nacimiento de Jesús de Giotto di Bondone en la Capilla de los Scrovegni de Padua.

Las imágenes occidentales del Nacimiento, que son posteriores a las bizantinas, se realizan en un pobre y ruinoso establo con María, José y el Niño como protagonistas de la escena, pero sin obviar la existencia de algún que otro personaje como pastores o ángeles, incluso animales. La Virgen aparece de rodillas adorando al Niño que se encuentra desnudo sobre un montón de paja o sobre su manto. San José, en este caso, imita a María o adquiere un papel activo y, a veces, preocupado por crear un ambiente agradable para madre e hijo: trae paja, enciende el fuego, prepara un baño para el Niño, arregla una cerca, etc. Una muestra de la “actividad” de San José, lo podemos ver en el Retablo de la Capilla del marquesado de Esteva de las Delicias, en La Bañeza (León), obra realizadas por Nicolás Francés en el s. XV, actualmente en el Museo del Prado, donde el Santo está alimentando a los animales.

Retablo de La Bañeza

La iconografía occidental de la Natividad se generaliza a partir del s. XV, motivada, principalmente, por la popularidad que adquirieren las Revelaciones de Santa Brígida de Suecia, obra de finales del XIV, y que luego veremos con algo más de detalle. Una de las primeras manifestaciones que sigue las propuestas de las Revelaciones, es la tabla que se exhibe actualmente en la Pinacoteca Vaticana, realizada a finales del XIV por florentino Niccolò di Tommaso. En ella se muestra a Santa Brígida arrodillada a la derecha del cuadro, la Virgen en aptitud también de adoración se ha despojado del manto, mientras salen de su boca las palabras que, según la Santa, escuchó decir a María en su visión mística: Bene veneris, deus meus, dominus meus et filius meus. Son los primeros pasos de las representaciones de la Natividad inspirados en la obra de la Santa.

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Otra obra trascendental que sigue el texto de Santa Brígida, se encuentra en el Museo de Hamburgo. Se trata de la tabla del Nacimiento de Cristo del artista alemán conocido como Maestro Francke, que forma parte del retablo de Santo Tomás Becket. Jesús está desnudo e iluminado, mientras la Virgen, de rodillas y con las manos juntas, se ha despojado del manto para dar a luz. De su boca surge una cartela que muestra el texto: Dominus meus, filius meus …, frase que, como hemos mencionado anteriormente, se recoge directamente en las Revelaciones.

Nacimiento_de_Maestro_Francke Estas dos maneras de plasmar la Natividad, viene en parte motivada por importantes preocupaciones teológicas. La versión bizantina refleja la opinión de los que creían que la Virgen habría parido con dolor como cualquier otra mujer, por lo que muestra a María recostada, contemplado al Niño y agotada por el esfuerzo.

Las imágenes occidentales, en cambio, reflejan la creencia de que María había tenido la prerrogativa de parir sin ningún sufrimiento. Esta última opción es la que se acabó imponiendo, influida poderosamente por las visiones de Santa Brígida: la Virgen, que no ha sufrido por el parto, se haya de rodillas con las manos unidas y adorando al Niño, que se encuentra desnudo e iluminado.

Santa Brígida de Suecia, nacida Brígida Birgsdotter, y patrona de Europa desde 1991, tuvo desde pequeña visiones místicas. A pesar de contraer matrimonio, dedicó toda su vida a peregrinar y difundir la fe. A principios del siglo XIV, junto a su marido, peregrinó a Santiago de Compostela acompañada de un gran séquito de eclesiásticos y seglares de ambos sexos y, según cuentan las crónicas, durante dos años largos realizó el Camino a pie. La comitiva hubo, sin duda, de pasar por la ciudad de León y visitar la catedral, que aunque todavía no tenía construidas en su totalidad las dos torres occidentales, debió despertar en la Santa y séquito una gran admiración.

Ya anciana, en 1372 viajó a Tierra Santa y a su llegada a Belén tuvo la visión del Nacimiento de Jesús, que se incluye posteriormente en las Revelaciones. Santa Brígida narra así los sucesos que rodearon el Nacimiento de Cristo:  Estaba yo en Belén, dice la Santa, junto al pesebre del Señor, y vi una Virgen encinta muy hermosa, vestida con un manto blanco y 
200px-Heliga_Birgitta_på_ett_altarskåp_i_Salems_kyrka_retoucheduna túnica delgada, que estaba ya próxima a dar a luz. Había allí con ella un anciano, y los dos tenían un buey y un asno, los que después de entrar en la cueva, los ató al pesebre aquel anciano, y salió fuera y trajo a la Virgen una candela encendida, la fijó en la pared y se salió fuera para no estar presente al parto.

La Virgen se descalzó, se quitó el manto blanco con que estaba cubierta y el velo que en la cabeza llevaba, y los puso a su lado, quedándose solamente con la túnica puesta y los cabellos tendidos por la espalda, hermosos como el oro. Sacó en seguida dos paños de lino y otros dos de lana muy limpios y finos, que consigo llevaba para envolver al Niño que había de nacer, y sacó otros dos pañitos del lienzo para cubrirle y abrigarle la cabeza al mismo Niño, y todos los puso a su lado para valerse de ellos a su debido tiempo.

Hallábase todo preparado de este modo, cuando se arrodilló con gran reverencia la Virgen y se puso a orar con la espalda vuelta hacia el pesebre y la cara levantada al cielo hacia el oriente. Alzadas las manos y fijos los ojos en el cielo, hallábase como suspensa en éxtasis de contemplación y embriagada con la dulzura divina; y estando así la Virgen en oración, vi moverse al que yacía en su vientre, y en un abrir y cerrar los ojos dio a luz a su Hijo, del cual salía tan inefable luz y tanto esplendor, que no podía compararse con el sol, ni la luz aquella que había puesto el anciano daba claridad alguna, porque aquel esplendor divino ofuscaba completamente el esplendor material de toda otra luz.

Al punto vi a aquel glorioso Niño que estaba en la tierra, desnudo y muy resplandeciente, cuyas carnes estaban limpísimas y sin la menor suciedad e inmundicia. Oí también entonces los cánticos de los ángeles de admirable suavidad y de gran dulzura.

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Así que la Virgen conoció que había nacido el Salvador, inclinó al instante la cabeza, y juntando las manos adoró al Niño con sumo decoro y reverencia, y le dijo: “Bien venido seas, mi Dios, mi Señor y mi Hijo” (Bene veneris, deus meus, dominus meus et filius meus). Entonces llorando el Niño y trémulo con el frío y con la dureza del pavimento donde estaba, se revolvía un poco y extendía los bracitos, procurando encontrar el refrigerio y apoyo de la Madre, la cual en seguida lo tomo en sus manos y lo estrechó contra su pecho, y con su mejilla y pecho lo calentaba con suma y tierna compasión; y sentándose en el suelo puso al Hijo en su regazo, y comenzó a envolverlo cuidadosamente, primero en los paños de lino, y después en los de lana, y sujetando el cuerpecito, piernas y brazos con la faja, que por cuatro partes estaba cosida en el paño de lana que quedaba encima. Puso después en la cabeza del Niño y los dejó atados aquellos dos pañitos de lino que para esto llevaba. Después de todo entró el anciano, y postrándose en tierra delante del Niño, lo adoró de rodillas y lloraba de alegría.

La Virgen no tuvo mudado el color durante el parto, ni sintió dolencia alguna, ni le faltó nada la fuerza corporal, según suele acontecer con las demás mujeres, sino que permaneció como embriagada de amor; y en este deliciosísimo arrobamiento quedó, sin darse cuenta, en el mismo estado de conformación de su cuerpo, en que se hallaba antes de llevar en su purísimo seno al Hijo que acababa de nacer. Levantóse en seguida la Virgen, llevando en sus brazos al Niño, y ambos, esto es, ella y José, lo pusieron en el pesebre, e hincados de rodillas, lo adoraban con inmensa alegría y gozo.

300px-Heliga_Birgitta_relikskrin_Vadstena_klosterkyrka Sobre la visita de los pastores y magos, Santa Brígida comenta al respecto: Vi también en el mismo paraje, dice santa Brígida, mientras la Virgen María y san José estaban en el pesebre adorando al Niño, que los pastores y guardas de los ganados vinieron entonces a ver y adorar el recién nacido. Y habiéndolo visto, lo adoraron al punto con gran júbilo y reverencia, y volviéronse después alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído.

También me dijo la misma Madre del Señor: Has de saber, hija mía, que cuando vinieron al pesebre los tres reyes Magos para adorar a mi Hijo, ya yo sabía con anticipación su venida; y cuando entraron y lo adoraron, saltó de gozo mi Hijo, y con esta alegría tenía el semblante más alegre. Yo también estaba muy contenta y me alegraba en mi alma con admirable gozo de júbilo, observando todas las palabras y acciones, y conservándolas y meditándolas en mi corazón.

Tras la publicación de las Revelaciones de Santa Brígida, fue importante para el desarrollo posterior de las imágenes de la Natividad, la celebración del Concilio de Trento en 1545 y las teorías y purgas iconográficas del jesuita flamenco Molanus. La Iglesia procedió a eliminar algunos elementos que formaban parte de los Apócrifos y aceptó la propuesta de la narración de Santa Brígida. De esta manera, desaparecen por ejemplo las comadronas-lavanderas, aunque la ortodoxa supresión de algunas de estas figuras no va a ser total. Muchos artistas las recuperarán en sus composiciones, añadiendo además a la propia imagen de la Natividad, temas adicionales como la adoración de los pastores, de los ángeles y la presencia de los magos, como si en el mismo momento del Nacimiento hubiesen estado presentes.

         Jan de Beer
A pesar de las dos versiones tan diferentes, los artistas en ocasiones usurparon detalles de una y otra para incluirlos en sus obras. De esta manera, la libertad creadora permitió asociar las dos tradiciones representativas, llegando el caso en que, en muchas de las imágenes populares del Nacimiento, no se llega a diferenciar entre el modo y tradición oriental u occidental.


En algunos casos, se vuelve a posturas y planteamientos muy antiguos, posiblemente para mostrar las creencias personales del propio artista, como ocurre con la Natividad del s. XVII incluida en el Retablo del Altar Mayor del Monasterio de Nuestra Señora de la Anunciada, en Villafranca del Bierzo (León), en la que se muestra a San José de espaldas al nacimiento y pensativo. Es una imagen oriental y muy antigua, en la que el Santo nos señala su “titubeo” ante el alumbramiento de María. Según cuenta Mateo (1, 18-25): El nacimiento de Jesucristo fue así: María, su madre, estaba desposada con José, y, antes de que vivieran juntos, se encontró encinta por virtud del Espíritu Santo. José, su marido, que era un hombre justo y no quería denunciarla, decidió dejarlo en secreto.

Cantoral
Una extraordinaria muestra de la Natividad que sigue el modelo occidental en nuestra ciudad, fue “descubierta” a principios del siglo XX por Gómez Moreno y atribuida a Nicolás Francés. Se trata de una inicial miniada, la letra N (posiblemente de Nicólas), que forma parte de un libro de coro del siglo XV depositado en la biblioteca de la Colegiata de San Isidoro y que contiene cantos de Adviento, Navidad y Epifanía.

El artista sigue las pautas de las imágenes propuestas en las Revelaciones. Cuenta con vivas tonalidades verdes y rosadas sobre un fondo dorado y asocia dos episodios: el Anuncio a los pastores, en el fondo, y la  Natividad en primer plano. La Virgen y San José de rodillas y con las manos juntas, están adorando al Niño que reposa en el suelo desnudo sobre un lienzo blanco, e iluminado con una brillante luz dorada. Una bella estampa de Nacimiento leonés del siglo XV.



- Letra N miniada. Cantoral de San Isidoro de León: Natividad de Nicolás Francés.
- Video YouTube:  Arcangelo Corelli, Concierto de Navidad (Pastoral). Paugarriga.
- Anuncio a los pastores. Panteón Real de San Isidoro de León.
El Nacimiento de Jesús de Giotto di Bondone. Capilla de los Scrovegni de Padua.
- Retablo de la Capilla del marquesado de Esteva de las Delicias. La Bañeza, Nicolás Francés, s. XV. 
- Natividad s. XIV. Pinacoteca Vaticana. Niccolò di Tommaso.
- Nacimiento de Cristo. Maestro Francke, retablo de Santo Tomás Becket.
- Santa Brígida de Suecia. Iglesia de Salems.
- Natividad. Giovanni Girolamo Savoldo.
- Restos de Santa Brígida. Vadstena.
- Natividad del Señor. Jan de Beer.
- Natividad, s. XVII. Altar Mayor del Monasterio de Ntra. Sra. de la Anunciada, en Villafranca del Bierzo.
- Cantoral de San Isidoro de León: Natividad de Nicolás Francés.



viernes, 9 de diciembre de 2011

9 de diciembre: Santa Leocadia y la "locura de las reliquias"

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El rey Recesvinto entregando a San Ildefonso el cuchillo para cortar el manto de Santa Leocadia. 1270-80. Anónimo


En la catedral de León, concretamente en la Capilla del Nacimiento, en la ventana de la derecha, existen dos vidrieras fechadas en el siglo XIII y de autor anónimo. El vitral izquierdo resulta bastante popular por su armonía y bellos colores, pero prácticamente desconocido en su tema y significado.

IMGP1462Este vitral está conformado por una ojiva y cuatro paneles, donde se muestran cinco escenas de la vida de San Ildefonso, y en el que se han empleado vidrios de reducido tamaño y tonos bastante opacos, sobre un brillante fondo azul y con gran efecto ornamental. La tercera escena, comenzando desde arriba, refleja una secuencia del milagro ocurrido tal día como hoy, 9 de diciembre, en la iglesia toledana construida sobre la sepultura de Santa Leocadia, joven mártir, perseguida y víctima en el año 303 del legado imperial Daciano, bajo el imperio de Diocleciano.

El 9 de diciembre del año 666, se preparaba con gran ostentación en Toledo, capital del reino visigodo, la festividad de la Santa Leocadia. La nobleza, el clero y el pueblo se agolpaban en el recinto sagrado. Allí estaba también el rey visigodo Recesvinto y San Ildefonso, arzobispo de Toledo en aquellos momentos.

El arzobispo, en un momento durante la celebración, se arrodilla a los pies de la tumba de la Santa con el fin de realizar las oraciones dedicadas a la conmemoración de su martirio. Mientras se entonan los salmos y rezos por todos los asistentes, la pesada losa del sepulcro de la Santa lentamente se abre y aparece Leocadia que, incorporándose en su nicho, acompaña con su voz el canto de los fieles.

Iglesia de San Ildefonso de Granada
Después de rogar e interceder ante la Virgen María por la ciudad de Toledo, sus habitantes, el rey y San Ildefonso, la joven mártir vuelve lentamente a su sepultura. Antes de que se cierre por completo la enorme lápida que cubre el sepulcro, el rey Recesvinto desenvaina el cuchillo que cuelga de su cintura, se acerca al arzobispo Ildefonso y le insta para que corte y se haga con parte del velo que cubre a la Santa, con el fin de conservarlo como preciada reliquia. Ese es el instante que refleja la pequeña vidriera de la catedral de León: el momento en el que el rey visigodo entrega al arzobispo toledano el cuchillo y le apremia para conseguir la milagrosa reliquia.

Cripta de Santa Leocadia de Oviedo Hasta el siglo VIII los restos de la mártir descansaron en la iglesia toledana bajo su advocación, pero al producirse la persecución de Abderramán I contra los cristianos y sus reliquias, los restos de Leocadia y otros santos toledanos, partieron con los atemorizados mozárabes hasta el norte peninsular. El cuerpo de Leocadia fue depositado en Oviedo, donde Alfonso II el Casto erigió para ella una pequeña iglesia que ahora ocupa la parte más baja de la catedral, bajo la Cámara Santa.

Allí permaneció hasta el s. XI, en el que el rey leonés Alfonso VI “regaló” el venerado cuerpo al conde Hainaut, que había llegado a España como peregrino de Santiago y se había quedado para ayudar a Alfonso en las campañas de la Reconquista. En el siglo XII, los restos de Santa Leocadia se encontraban en Bélgica, en la abadía benedictina de Saint-Ghislain. Hasta allí llegaron en el siglo XVI los archiduques Felipe el Hermoso y Juana la Loca, quienes lograron enviar a la catedral de Toledo “una tibia” de la Santa.

Urna-Toledo Durante el reinado de Felipe II, se hacen numerosos intentos por el retorno de las reliquias de Santa Leocadia a Toledo, pero siempre surgía la negativa de la comunidad que los custodiaba. El Duque de Alba, toledano y gobernador de los Países Bajos, hizo varias gestiones, todas infructuosas, pero otro toledano, el jesuita Miguel Hernández, llegó a convencer a los monjes de la justicia de la petición.

Al acto de entrega de las reliquias a la ciudad de Toledo acudió el propio Felipe II, que llegó a llevar a hombros uno de los brazos de la litera en que el santo cuerpo era transportado, mientras su heredero, Don Felipe, sostenía un cordón a ella cogido y la Corte y la familia real iban tras el séquito funerario. Y es que la locura por las reliquias llegaba a todas las esferas sociales.

Martirio de San Ignacio de Antioquía. s. XVI Anónimo Desde los inicios del cristianismo los restos de los mártires estuvieron unidos al sacrificio eucarístico. No se podía concebir la construcción de una iglesia sin que figurara bajo su altar, un enterramiento de un santo o un mártir. El primer episodio documentado sobre la adquisición de reliquias, parece que sucedió tras el martirio de San Ignacio, obispo de Antioquía, que murió devorado por las fieras en la arena del anfiteatro de Roma en el año 107. Los escasos restos del mártir fueron "salvados" por algunos cristianos, envueltos en ricos tejidos y llevados a la ciudad de Antioquía.

En el siglo IV comenzó la práctica de fragmentar los cuerpos de los santos para repartirlos. De esta manera, comienzan a multiplicarse los restos u objetos y, lógicamente, convertirse en una fuente importante y permanente de ingresos, llegando a pagarse verdaderas fortunas por algunos cuerpos.

En el siglo XIII, el IV Concilio de Letrán, prohibirá la veneración de las reliquias sin “certificado de autenticidad”. También prohibirá que las antiguas reliquias se muestren fuera de su envase ni se expongan para la venta. Sin embargo, la “locura por las reliquias” llegará a extremos alucinantes. Ya no será reliquia sagrada el cuerpo del mártir o santo, sino también la multitud de objetos que le hubieran pertenecido o hubiesen estado en contacto con él.

El enloquecimiento llegó a extremos de considerar como reliquias las limaduras de metal de los instrumentos de tortura, los trozos de las piedras utilizadas en la lapidación, los lugares de vivienda o por los que pasó, predicó o se sentó. Pero también el aceite de las lámparas que se encendieron delate de su cuerpo, el polvo del lugar de enterramiento en las catacumbas, etc.

Concilio de Trento
La Iglesia de Roma llegó a clasificar el tipo de reliquia, recibiendo distintos nombres según que se trate de: "residuo", si era parte de un todo; "ex-carne", "ex-ossibus" y "ex-pilis" si son partes del cuerpo de un santo. Si es parte de una prenda, "ex-vestibus"; en cambio se denomina "a-contactu", "ex-capsa" o "extrema ratio", en el caso de ser un objeto tocado por el santo o mártir.

El concilio de Trento en 1545, intensificó aún el valor e importancia de las reliquias. Su posesión llegó a ser una especie de obsesión frenética. Particulares, nobles, religiosos y reyes, se desvivían por adquirir y acumular reliquias que, en algún momento, llegaron constituir colecciones magníficas. Este es el caso de Felipe II, que llegó a reunir reliquias documentadas de más 7000 cuerpos y objetos de santos y mártires. La descripción acumulada de los restos resulta espeluznante: 12 esqueletos completos, 144 cabezas enteras, más de 4000 fragmentos óseos y multitud de objetos sagrados.

Reliquiario
Y es que desde hace 2000 años no se ha extraviado absolutamente nada relacionado con Cristo Existen multitud de fragmentos de la cruz, varias coronas de espinas, la lanza de Longinos, el cáliz, la sábana santa, los clavos, el velo de la Verónica, la santa esponja, la sangre, la columna de flagelación, las vestiduras, la inscripción INRI, más de una mesa y un plato de Última Cena, las monedas de Judas, etc…

Pero entre miles de objetos esperpénticos sobresalen algunos verdaderamente cercanos a la esquizofrenia:

En Roma, en la iglesia de la Madona di Loreto, existe una pluma del arcángel San Grabriel que “se dejó” en la Anunciación. Parece que en Liria, Valencia, existe otra parecida.

Santa Maria la mayor 5De la Virgen María se conservan gotas de leche con la amamantaba al niño Jesús. Una muestra se custodia en la catedral de Oviedo, y otra en Santa María del Popolo, en Roma.

En la catedral de Murcia, existe un pelo de la barba de Jesucristo: Pelo Vultus Divini Jesuchristi. También existen cabellos de la Virgen María y María Magdalena en Sangüesa.

Los pañales de Jesús se conservan en San Marcelo al Corso de Roma, custodiados por los Servitas o Siervos de María. Fue muy conocido y venerado otro pañal que existió en Lérida, el “Santo Pañal”, que desapareció tras la Guerra Civil.

También en Roma, en Santa María la Mayor, encontramos una de las reliquias más sorprendentes: los restos del pesebre donde supuestamente fue acostado Jesús nada más nacer. Se muestran dentro de una espectacular urna de plata en forma de cuna.

Pacher, Michael Título. Retablo de San Wolfgang
Se conservan varios cordones umbilicales del Niño Jesús: en Francia, en la localidad de Chalons, también en Santa María del Popolo en Roma y otro más en la localidad italiana de San Martino.

La existencia de tres cordones umbilicales, no es nada comparado con la presencia de hasta 14 prepucios procedentes, se supone, de la circuncisión de Jesús. Contaron con una reliquia de prepucio, la abadía de Charrux, el monasterio Coulombs, San Juan de Letrán, la catedral de Le-Puy-en-Velay, Nuestra Señora de Amberes, las iglesias de Calcalta, Hildesheim, Besancon y Metz, y hasta la Catedral de Santiago de Compostela. El culto al Santo Prepucio, merece un seguimiento especial, a pesar de haber sido derogado por la Iglesia en el año 1900.

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La ciudad del Vaticano es un auténtico almacén de reliquias y, posiblemente, contenga las más sorprendentes. Como por ejemplo estrambótico tenemos trece lentejas, el mantel y un trozo de pan de la Última Cena. Pero, además, allí se guardan dos de las reliquias más sorprendentes de la cristiandad: procedente de la Iglesia de Blois, se conserva un “suspiro de San José” en el interior de un frasco, y también, en otro recipiente de vidrio sellado, existe un “estornudo del Espíritu Santo”, originario este último de la parroquia romana de San Frontino. Como vemos, son innumerables e insospechados los restos u objetos que han sido, y todavía son, objeto de veneración a través de los siglos.
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Por último volvamos a Roma, concretamente al Santuario Pontificio de la Escalera Santa, situado enfrente de la Basílica de San Juan de Letrán. Allí se encuentra el denominado Sancta Sanctorum, la antigua capilla palatina de los Papas, llamado así porque sirve de depósito de las valiosas y veneradas reliquias que allí se guardan. La principal de todas es la imagen acheropita de Cristo, Santissimi Salvatore Acheiropoieton, que significa “no pintado por mano humana”.

Para llegar al Sancta Sanctorum, hay que subir una escalera de 28 escalones de mármol de Tiro, recubiertos de madera de nogal desde el s. XVIII con el fin de protegerles del desgaste producido durante siglos por la subida de peregrinos, que la ascienden de rodillas como ejercicio penitencial.

¿Qué tiene de especial esta escalera? Es, nada menos, que el graderio del pretorio de Pilatos en Jerusalén, escalera por la que subió varias veces Cristo el día de su condena a muerte, el Viernes Santo. Fue traída a Roma desde Jerusalén en el año 326 por Santa Helena, madre de Constantino. Pero eso no es todo, la escalera conserva en varios peldaños la sangre que Jesucristo derramó, y que se pueden ver a través de pequeños óculos de cristal abiertos en la madera de los escalones.

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Es verdad que después del Concilio Vaticano II, el interés de la Iglesia Católica por las reliquias ha disminuido notablemente, principalmente por la decisión vaticana de relegar muchas reliquias de larga tradición a la categoría de "leyendas devotas". 

Esta decisión ha servido para relajar las costumbres populares, moderándose bastante la “locura por las reliquias” y la obsesión por acapararlas. Sin embargo, aun se mantiene una fuerte devoción por ellas y un cierto interés de la Iglesia por su continuidad. Sirva como ejemplo la exposición reciente en una urna, del cuerpo incorrupto del beato Juan XXIII en el altar de San Jerónimo, en la Basílica de San Pedro, curiosamente el Papa que inspiró y convocó el Concilio Vaticano II.


- Video: YouTube. Folias de España, FelipeII de Antonio de Cabezón. mestrehistoria.
- Vidriera San Ildefonso y Recesvito. Catedral de León.
- Idem. Capilla del Nacimiento. Catedral de León.
- Milagro de Santa Leocadia. Iglesia de San Ildefonso de Granada.
- Cripta de Santa Leocadia. Catedral de Oviedo.
- Reliquias de Santa Leocadia. Toledo.
- Martirio de San Ignacio de Antioquía. Anónimo, s. XVI.
- Concilio de Trento. Anónimo.
- Relicario de Federico Zuccaro. Monasterio del Escorial.
- Relicario: Restos del Pesebre. Santa María la Mayor, Roma.
- Circuncisión, Michel Pacher. Retablo de San Wolfgang.
- Sancta Sanctorum, Santuario Pontifico de la Escalera Santa. Roma.
Santissimi Salvatore Acheiropoieton.
- Escalera Santa, Santuario Pontifico de la Escalera Santa. Roma.