domingo, 9 de junio de 2013

Carlismo en León: “Un cura de Satanás”


Hace unos años encontré en Galicia unas cuartillas que contienen un pequeño texto lírico, escrito a finales del s. XIX, que hace mención a un pueblo de la provincia de León: Santa Colomba de la Rivera. 

Esta denominación de la localidad no existe actualmente. La pequeña obra en cuestión, se refiere en realidad a la población de Santa Colomba de Somoza, a 15 Km. de Astorga, tradicional pueblo de la Maragatería al abrigo de los míticos Montes Teleno e Irago y muy cercano a las estribaciones de la subida a Foncebadón, paso estratégico en el Camino de Santiago, donde se encuentra la conocida Cruz de Ferro. Santa Colomba conserva la arquitectura maragata y mantiene en primera línea su conocida gastronomía, en la que es verdadero protagonista: el cocido maragato, objeto y motivo actual de “peregrinación” turística.

Santa Colomba de Somoza encarna el más puro estilo de las virtudes tradicionales de los hombres de la Maragatería, a los que la infertilidad de su tierra les llevó a dedicarse a la arriería para subsistir, haciéndoles famosos en el norte de la Península. Un escritor del XIX escribía así sobre los maragatos: «Su terreno tiene cuatro leguas de largo y otras tantas de ancho, y aunque en algunas partes no deje de ser fértil, en lo general es sumamente áspero, por eso dejando el cultivo de los campos al cuidado de las mujeres, han buscado los maragatos en la arriería el sustento que les negara la Naturaleza. 


Son de los que más conservan los usos de sus antepasados. Así, su carácter, como sus trajes, son raros y extraordinarios, pero no por eso menos apreciables. Manejan grandes caudales suyos y ajenos y pueden presentarse como tipo de laboriosidad, honradez y buena fe. Las mujeres por lo regular no se casan sino con los de su país y miran con desprecio a quienes se apartan de esta costumbre. Gustan mucho del baile pero sus ademanes son sencillos, graves y monótonos. Durante el día de la boda cubren su rostro con un velo, y se lo quitan al siguiente para poder servir en la mesa de los convidados».

El autor anónimo del texto, vecino sin duda de Santa Colomba, narra un suceso ocurrido en la localidad, en el que el cura de la parroquia, llamado Dn. Juan, se niega a aceptar como padrinos de bautizo a dos buenos vecinos de Santa Colomba, siendo “acusado” por el autor de ideología carlista. Se trata de un sacerdote de los llamados “curas de Satanás o del Demonio”, con una larga tradición en la extrema derecha española, que eran aquellos miembros del clero reaccionario español adeptos a la "Santa Causa", protagonistas de los mayores actos criminales y que se consideraban así mismos como enviados del Cielo en misión evangélica.


Los primeros
“curas de Satanás” fueron los clérigos que lideraban o acompañaban a las partidas carlistas durante las tres guerras del XIX, aunque tenían ya antecedentes en las guerrillas formadas contra la invasión napoleónica en la Guerra de la Independencia. Estos, sin ningún reparo ni escrúpulo, incitaban o participaban en el asesinato de civiles indefensos o de prisioneros, todo ello en el nombre de Dios. Estas tropelías de miembros del clero se repetirán en la Semana Trágica de Barcelona, ya a primeros del siglo pasado, incorporándose a las barricadas o subiéndose a los tejados de conventos o iglesias para tirotear desde allí a gente inocente. Pero sobre todo estarán trágicamente presentes durante la Guerra Civil, al lado del ejército de Franco.

Se tiene la idea de que el carlismo fue un conflicto propio y exclusivo de Cataluña, Navarra y Vascongadas, y no es así. El carlismo fue un movimiento sociopolítico español que originó una continua y sangrienta guerra civil durante la mayor parte del s. XIX, y que llegó prácticamente a todo el territorio peninsular.

El origen es el conflicto sucesorio desatado tras la muerte de Fernando VII, entre los partidarios de su hija Isabel, heredera según la Pragmática Sanción que derogaba la Ley Sálica, y los derechos al trono del hermano del monarca, Carlos María Isidro (ver: Cuadro de “todos juntos” http://www.fonsado.com/2010/01/el-cuadro-de-todos-juntos).

Esta disputa originó tres guerras civiles, llamadas Guerras Carlista. Al principio la legitimidad dinástica, origen de la disputa, fue apoyada por amplios sectores de la baja nobleza, del campesinado y, sobre todo, del clero, que defendían el mundo tradicional, principalmente rural, y que ahora se sienten constreñidos y amenazados por el empuje liberal que pretende cambiar las formas de la propiedad de la tierra, las relaciones con la Iglesia, el sistema político, el modelo social y económico, etc. Es la lucha de una sociedad antigua contra una nueva, de una sociedad de innovaciones e intereses materiales, económicos y políticos, contra una sociedad inmovilista, tradicional y de creencias y dogmas religiosos muy arraigados. En resumen, bajo la escusa de una disputa dinástica, se enfrentaron realmente dos concepciones sociales dispares.


En septiembre de 1834, con la llegada del pretendiente D. Carlos a la Diputación de Vizcaya y la petición de ésta para que jure los fueros y privilegios del señorío vizcaíno, se incluye en la ideología del carlismo la defensa de los derechos históricos territoriales, propios de los fueros regionales, explicándose así la confusión existente entre los derechos dinásticos del pretendiente y los derechos de los distintos modelos socioeconómicos territoriales reacios a desaparecer: Navarra, Cataluña o Vascongadas.

Resulta claro que el autor de las cuartillas es un vecino de ideas liberales de Santa Colomba de Somoza, que aborrece y critica profundamente el carlismo, manifestándose abiertamente en el texto contra los seguidores o simpatizantes carlistas de la zona. Está redactado con posterioridad al año 1873, ya que se hace mención en él al conocido “Cura Santa Cruz” (párroco de Hernialde), que levantó una de las partidas de guerrilleros más famosa de la 3ª guerra carlista, (ver: http://noticiascarlistas.blogspot.com/.../la-partida-del-cura-santa-cruz-y-su), partida que se disolvió en diciembre de 1872, tras el exilio de Manuel Santa Cruz que acabó como misionero en las montañas novogranadinas de Pasto. El texto dice lo siguiente:

Caso sucedido en Santa Colomba, provincia de León, partido de Astorga con el Sr. Rector; que no ha querido dos feligreses para padrinos de un niño.






           









El escritor tiene algún problema en la expresión, y resulta, en algunos casos, difícil comprender y enlazar coherentemente algunas de las frases. Tras relatar la negativa del “Rector” (párroco) a autorizar como padrinos de bautismo a dos buenos vecinos de Santa Colomba, invoca y solicita la ayuda del alcalde de la localidad para acabar con la actitud reaccionaria de ciertos clérigos a los que asocia claramente con las ideas tradicionalistas. Su animadversión al carlismo se refleja y recoge en las inocentes frases o coplas finales del poema, que, seguramente, circulaban entre el pueblo por tierras leonesas en el último tercio del XIX:


Como ya hemos señalado, se trata, sin duda, de un texto realizado por un vecino liberal que conoce y ha padecido el movimiento carlista, y la actitud reaccionaria de algunos miembros del clero seguidores a ultranza de esas ideas. Aunque no es muy conocido, el conflicto carlista se instala y se padece en la decimonónica sociedad leonesa, aunque no llegó a ser nunca una ideología dominante.


Isabelinos/realistas y carlistas nunca se enfrentaron abiertamente en la provincia, salvo en la batalla de Escaro en 1836, pero fueron abundantes las partidas de guerrilleros que se “echaron al monte” con el fin de asaltar caminos, sabotear líneas de ferrocarril y, en bastante ocasiones, entrar en los pueblos para captar adeptos, quemar ejemplares de la Constitución  y hacer proclamas tradicionalistas, mientras eran perseguidos y hostigados siempre de cerca por la Guardia Civil o columnas realistas.

Así todo, fue muy sonada la adhesión al carlismo del que fue alcalde de la ciudad, D. Pedro Balanzátegui Altuna, y del obispo D. Joaquín Abarca Magués, que formaron parte significativa y muy activa en las filas carlistas.

En 1833 el obispo Abarca alentó una sublevación en la ciudad, secundada, como no podía ser menos, por el cabildo y otros religiosos, además de cien voluntarios civiles. No consiguieron tomar la capital, al fracasar el apoyo previstos de otros rebeldes de Astorga, y llegar a la capital un importante refuerzo de tropas realistas. El obispo leonés y sus partidarios tuvieron que abandonar la localidad y huir hacia Portugal, siendo condenado a muerte por alta traición, por lo que vivió exiliado hasta su fallecimiento.

En esos primeros enfrentamientos después de la muerte de Fernando VII, fueron muchas las partidas guerrilleras que se organizaron al sur de León, aunque nunca llegaron a la ciudad, salvo una columna encabezada por el conocido “cura Merino” que en su huida hacia Portugal llegó hasta las murallas de la ciudad causando destrozos en los arrabales.

Pero el más importante acontecimiento en esta primera guerra sucedió en 1836. El general carlista Gómez, jefe del ejército del Norte, se dirigió hacia Galicia con una potente fuerza militar con el fin de extender la guerra fuera de las fronteras de las provincias vascas. Sin resistencia, logró entrar en León el 2 de agosto y permaneció en la ciudad hasta el día 4. Aquellos dos días fueron los únicos en que el estandarte carlista ondeó en los muros de la ciudad, la cual suministró a Gómez, armas, víveres y 200 voluntarios, que acompañaron a la columna carlista hasta que fue prácticamente aniquilada 3 días después por Espartero cerca de la localidad leonesa de Escaro, hoy desaparecida bajo el pantano de Riaño, donde los voluntarios leoneses fueron diezmados y hechos prisioneros.

Tras la caída de la monarquía isabelina en 1869 y la terrible crisis social posterior, los partidarios carlistas, excitados permanentemente desde el púlpito por los curas parroquiales, los "curas de Satanás", rechazan abiertamente las conquistas sociales y conspiran contra la Constitución y el Gobierno.


El gobernador civil envía carta a todos los ayuntamientos y a los obispados de Astorga y León, quejándose de que especialmente los párrocos, "lejos de evangelizar, predicar y practicar la tolerancia, la caridad y el amor entre hermanos, parece que se deleitan en excitar  el odio entre sus feligreses contra el partido liberal y el Gobierno". Y es que buena parte del clero leonés combate cualquier tipo de reforma apoyando abiertamente al partido carlista, con llamadas a la insubordinación y a la guerra civil.

Estas influencias producen los primeros levantamientos carlistas en la ciudad ese mismo verano ("la carlistada"), poniéndose al frente del movimiento absolutista un ex alcalde de la capital y militar retirado, D. Pedro de Balanzátegui (titular actualmente de una plaza en la ciudad, en la zona de Las Ventas), que consiguió reunir  una cuadrilla de doscientos hombres en el norte de la provincia, entre los que se encuentran varios "curas de Satanás": los párrocos de Correcillas, de Camposolillo, de Reyero, de Oceja y de Nocedo. La partida fue abatida a los pocos días en la provincia de Palencia y D. Pedro Balanzátegui fusilado. Está enterrado en el cementerio de Cembranos.

Pero en toda la provincia se suceden levantamientos. En Astorga y pueblos de los alrededores, se forman varias partidas que se encuentran al mando de los presbíteros José M. Cosgaya y Juan Fernández, que se mueven por los montes maragatos. El pedáneo de Val de San Lorenzo, D. Lorenzo Nistal, fue asesinado por los hombres de Cosgaya, que tenían entre sus filas a los curas de Valderrey y de Soguillo del Páramo, cuando trataba de evitar la entrada en el pueblo y el acceso a Astorga.

La permanente inestabilidad política nacional hace que se multipliquen las partidas en la provincia de León a partir de 1872. En el norte, disfrutan de una gran movilidad al utilizar la protección de vecinos, alcalde y curas, siendo apodada la zona de Riaño como la "Navarra leonesa". De allí, concretamente de Pedrosa del Rey, es originario D. Antonio de Valbuena, alias el "Melladín de Pedrosa", porque tenía una mella en el labio inferior, seminarista y más tarde uno de los periodistas, críticos literarios y escritores más destacados del s. XIX. Presidente de la Junta Carlista de Riaño, se enroló voluntario en 1873 siendo nombrado auditor general del ejército carlista de Navarra. Sin embargo, al finalizar la guerra reconoció al rey Alfonso XII.

El carlismo se "disolvió" muy lentamente en nuestra provincia a lo largo de los últimos años del siglo XIX. Pero continuó con fuerza en el norte peninsular y fue protagonista en todos los sucesos históricos del s. XX,  siempre con el clero en lucha y en primera linea, contrario a cualquier innovación o liberalización de las costumbres.

Hoy en día, el carlismo sigue existiendo de forma organizada, pero en dos grupos: Partido Carlista y Comunión Tradicionalista Carlista, que tienen en común el sentido de grupo, el gusto por lo propio, la entrega personal, el apego a las tradiciones y un fuerte sustrato religioso.


- Misa de campaña. Ferrer Dalmau.
- Cocido maragato.
- Arriero maragato. Gustavo Dore.
- Caricatura de la "Santa Causa".
- Caricatura de curas carlistas.
- Jura de D. Carlos a los fueros vizcainos.
- Cura Santa Cruz.
- Varias: poema liberal contra cura carlista.
- Homenaje Herederos del Carlismo. Ferrer Dalmau.
- Partida del cura Santa Cruz.
- Obispo de León, Joaquín Abarca.
- General carlista Gómez.
- El leonés Ángel San Román, uniformado de voluntario carlista.
- León, s. XIX.
- D. Pedro Balanzátegui.
- Antonio de Valbuena.
- Bandera carlista.