domingo, 14 de septiembre de 2014

EL CUENTO DE UNA BANDERA



Se puede afirmar que hasta el siglo XIX la Historia se escribe bajo el ascendiente de quien la “pagaba”, promoviendo, divulgando y manipulando sucesos con arreglo a sus intereses personales.

Sin embargo, el historiador José Luis Corral opina lo siguiente: “Las cosas han cambiado mucho, pero siguen existiendo demasiados intereses políticos que intervienen en la distorsión de los hechos históricos y a comienzos del siglo XXI se sigue haciendo presentismo con la historia; es decir, se proyecta una idea política del presente en el pasado aunque para ello sea preciso alterarlo y adulterarlo hasta el ridículo”. Una imagen clara de esta situación es parte de la sociedad catalana, manipulada hasta la exageración por políticos que han creado a su alrededor un potente clientelismo alimentado, como no, por el dinero. Dinero que derrochan sin medida para sufragar su mentira y en la que juegan un papel muy importante la educación, la propaganda, los medios de comunicación, los "profesionales" adscritos a éstos, y los músicos, historiadores, arquitectos, etc., pagados y recompensados debidamente por la clase dirigente.

Sirva como ejemplo de esta manipulación, por ser una imagen muy conocida, su catedral “gótica”, aunque se podría poner cualquier otra muestra, ya que la mayor parte de su arquitectura ancestral es una reconstrucción del s. XX: Barrio Gótico, Plaza del Rey, Monasterio de Poblet, etc…


Cataluña es el país y la historia que nunca existió. Esta adulteración ha arraigado fuertemente en parte de la sociedad catalana, produciendo escenas tan absurdas e irracionales como la que protagonizó el conocido violonchelista Pablo Casals, un claro ejemplo del nacionalismo abducido, en la Asamblea de la ONU de 1971 donde se le entregó la Medalla de la Paz !¡. El desatinado músico hizo la siguiente e increíble declaración ante la Asamblea y el mundo:

“Dejadme que os diga una cosa ... Yo soy catalán. Cataluña es hoy una región de España, pero ¿qué fue Cataluña? Cataluña ha sido la nación más grande del mundo. Yo os contaré el porqué. Cataluña tuvo el primer Parlamento, mucho antes que Inglaterra. Cataluña tuvo las primeras Naciones Unidas: en el siglo XI todas las autoridades de Cataluña se reunieron en una ciudad de Francia, pero que antes era de Cataluña, para hablar de paz. ¡Sí, en el siglo XI! Paz en el mundo, porque Cataluña ya estaba contra la guerra, contra todo aquello que las guerras tienen de inhumano. ¡Sí, en el siglo XI! ¡Eso era Cataluña!”.

Este disparatado fragmento de discurso de un, supuestamente, personaje ilustrado, es fiel ejemplo del éxito obtenido por la manipulación histórica y cultural en la que estaba y está sumergida la sociedad catalana.

Josep Pla, escritor y periodista catalán, inexplicablemente medalla de oro de la Generalidad, reclamó en su momento una nueva generación de historiadores catalanes que fueran fieles a la verdad: “¿Tendremos algún día en Cataluña una auténtica y objetiva Historia? ¿Cuándo tendremos una Historia que no contenga las memeces de las historias puramente románticas que van saliendo?”.  

Pero no son solo memeces románticas. El falseamiento y la adulteración de la cultura y la historia llegan a límites insospechados, si bien, en algunos casos y como consecuencia de tanta incoherencia y falsedad, los argumentos que se oponen a las manifestaciones nacionalistas pecan de los mismos vicios.

¿Cómo surge esta situación? A mediados del siglo XIX se genera en Cataluña un movimiento político y cultural denominado Resurgimiento (renaixenca), que creó, alteró, manipuló y falseó espacios, símbolos, idioma, arquitectura, historia, costumbres, danzas, etc. La locura llegó hasta sus propias “definiciones”, acuñando nomenclaturas y conceptos hasta entonces inexistentes: corona catalano-aragonesa, reyes de Cataluña, confederación catalano-aragonesa … hasta llegar actualmente a instituir los países catalanes, fruto ya de sus dementes convicciones. Como todos los nacionalistas necesitan una importante una entidad territorial y, de esta manera, se hace expansionista, pero a la vez, colonialista. Su “territorio histórico” comprende Cataluña, Rosellón, Cerdaña, Valencia, Islas Baleares, Andorra, parte de la región de Murcia, la ciudad de Alguer en Cerdeña y el oriente de Aragón.

Y es de Aragón y de su Historia de donde se nutre sin mayor pudor. Se han apropiado de parte de su Historia, símbolos, territorios y monarcas. Llama la atención la rapacería sobre la bandera aragonesa, enseña que es protagonista de todas las reivindicaciones y manifestaciones nacionalistas-independentistas, a la que últimamente se le ha añadido una estrella al “estilo cubano”.

No hablaremos de las leyendas, teorías, sepulcros, monedas o cuadros en donde se reflejan los pros y los contras sobre el origen de la enseña catalana a la que se ataca y se defiende con la misma virulencia. Lo que está claro, es que las barras rojas sobre el amarillo o, mejor dicho, los palos de gules en campo de oro, es el emblema desde el siglo XII de la dinastía titular de la Corona de Aragón y de todos los territorios que se fueron incorporando a la Corona a lo largo de los siglos, incluido el condado de Barcelona..


El discutido emblema no representaba en sus inicios al Reino de Aragón, sino únicamente a la familia reinante, siendo conocido como el Senyal Reyal d’Aragón, careciendo por completo durante toda la Edad Media de valor institucional o, lo más importante, de valor territorial que es, precisamente, el que invocan actualmente los separatistas catalanes. 

Esto claramente se observa en las pinturas románicas del Castillo de Alcañíz, en el que el rey de Aragón Jaime I, entra en la ciudad de Valencia a principios del siglo XIII. Únicamente él y su abanderado, lucen el Senyal Real, distintivo propio del monarca. El resto de nobles utilizan los colores y enseñas propios de sus casas nobiliarias.

La asimilación del Senyal Real con el territorio, solo llegó cuando el Reino aragonés perdió completamente su independencia y se diluyó en la unión peninsular bajo la monarquía de los Austrias. Es en ese momento, cuando la enseña cuatribarrada pasará a representar al territorio del Reino de Aragón y no al monarca correspondiente, pero nunca como distintivo de otras entidades del noroeste peninsular que siempre estuvieron incluidas en el reino aragonés. Y así se inscribió en el escudo y título de los reyes de España, donde no figuró ni figura “ningún reino catalán”:

Majestad Católica, Rey de Castilla, de Aragón, de León, de Navarra, de Granada, de Jerusalén, de Toledo, de las Dos Sicilias, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Menorca, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia, de Jaén, de Los Algarves, de Algeciras, de Gibraltar, de las Islas Canarias, de las Indias Orientales y Occidentales, de las Islas y Tierra Firme del Mar Oceáno.
Archiduque de Austria.
Duque de Borgoña, de Bramante, de Milán de Atenas y de Neopatria.
Conde de Habsburgo, de Flandes, del Tirol, del Rosellón y Conde de Barcelona.
Señor de Vizcaya y de Molina.
Rey de Hungría, Dalmacia y Croacia.
Duque de Limburgo, Lotaringia, Luxemburgo, Güeldres, Estiria, Carniola, Carintia y Wurtemberg.
Landgrave de Alsacia.
Príncipe de Suabia.
Conde Palatino de Borgoña.
Conde de Artois, Hainaut, Namur, Gorizia, Ferrete y Kyburgo.
Marqués de Oristán y Gocéano.
Margrave del Sacro Imperio Romano y Burgau.




- Pintura Mural Castillo de Alcañiz.
- Catedral de Barcelona.
- José Pla.
- Avenida dedicada a la Corona Catalanoaragonesa¿?
- La enseñanza en Cataluña.
- Grabado de 1558: Exequias de Carlos I. Jeas y Lucas Doetecum.