domingo, 18 de mayo de 2008

El Monasterio de San Pedro de Eslonza

Las actuales ruinas de San Pedro de Eslonza, tienen su origen en la Desamortización de Juan Álvarez Mendizábal de 1836, que supuso la subasta a favor del Estado de las tierras y bienes privados no productivos, con el fin de desarrollar la riqueza nacional creando una burguesía pujante y una clase media de pequeños propietarios agrícolas, a la vez de obtener unos ingresos extras que permitieran acabar con la exorbitante deuda pública.
San Pedro de Eslonza fue adquirido en aquel momento en 40.000 reales por una familia asturiana, y, desde entonces, ha ido poco a poco desmoronándose hasta acabar como lo hoy podemos observar: cuatro o cinco muros a punto de desaparecer.
La fundación del Monasterio de San Pedro de Eslonza, se atribuye al primer rey de León, García I, en el 912, aunque existen indicios de que puede tratarse de una recuperación de un cenobio anterior a dicho año. García I, puso al frente del monasterio al monje Ayuvando, y le otorgó varias y rentables cartas de donaciones de bienes y heredades.
Poco tiempo después, en el año 988, las tropas cordobesas de Almanzor irrumpen en territorio leonés arrasando los monasterios que encuentran a su paso, entre ellos Eslonza, como se relata en una carta del Monasterio Benedictino de Sahagún que tiene fecha 25 de noviembre de aquel año, y que se conserva en AHN. En el pergamino, el abad de Eslonza vende a Oveco una tierra, haciendo expresa referencia a la destrucción por parte de los musulmanes del monasterio benedictino: “… al entrar los sarracenos en esta tierra y dirigirse a la ciudad de León para destruirla, como lo hicieron, entonces se encaminaron a dicho Monasterio … donde llaman Eslonza y le destruyeron, arrebataron todos sus víveres y enseres y le quemaron …”.
Después de cien años de abandono y lánguida subsistencia, se produce una nueva rehabilitación en el 1099 por parte de la todavía infanta Doña Urraca, a quien había pasado la propiedad por derecho hereditario. Doña Urraca, otorga al monasterio nuevas e importantes donaciones, que serán el origen de un nuevo y próspero florecimiento, llegando, con el tiempo, a adquirir un gran prestigio hasta convertirle en el segundo claustro más poderoso e importante del Reino, tras el Monasterio de San Benito de Sahagún.
En el s. XVI se realiza una nueva e importante reconstrucción, en la que llegó a trabajar Juan de Badajoz, y a la que con posterioridad se le añadirán variantes arquitectónicas que darán lugar a un edificio de estilo renacentista que acabará por completo con la arquitectura del antiguo edificio medieval. En la primera mitad del siglo XIX, como ya se ha citado, se produce la Desamortización de Mendizábal que origina la exclaustración y el posterior abandono de la fábrica, que poco a poco se desmorona.
Algunos de los bienes muebles se rescatan e instalan en la iglesia de Villamañán, como las campanas, el coro y el retablo central. También, en la iglesia parroquial de Palazuelo de Eslonza, se conservan, entre otros muebles de Eslonza, un importante cuadro de escuela velazqueña que representa un crucificado y partes importantes de un retablo; del mismo modo, en la iglesia cercana de Villarmún, existen dos pequeños retablos del monasterio. A pesar de esto, abundantes bienes muebles de gran valor propiedad del monasterio desaparecen. En cuanto a la fábrica, los restos arquitectónicos que logran sobrevivir, son declarados Monumento histórico-artístico, por Orden del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, el 4 de junio de 1931, sin que esta declaración impida su abandono y ruina.
En el año 1944, aparece en León la significativa figura del obispo Luis Almarcha, natural de Orihuela y amigo que fue del poeta Miguel Hernández, hombre preocupado por la cultura y el arte, que dejará una profunda huella en la vida social, artística y cultural leonesa hasta su jubilación en 1970. El obispo Almarcha, impulsará la conservación del patrimonio artístico religioso de la diócesis e intervendrá en grandes proyectos de construcción y rehabilitación: San Claudio, San Isidoro, San Miguel de Escalada, Nuestra Señora de Regla, Catedral, el nuevo templo de la Virgen del Camino, Palacio Episcopal, Arbás del Puerto, etc. Entre esta dilatada obra de recuperación y edificación, “salvará” (eran otras circunstancias) la portada de de San Pedro de Eslonza, comprándola y colocándola en la iglesia de San Juan y San Pedro de Renueva, templo que se estaba construyendo en la ciudad, y que de esta manera, será el receptor y redentor de los restos renacentistas de Eslonza.
A lo largo del tiempo, la historia del monasterio leonés de San Pedro de Eslonza ha sido una continua reconstrucción, reedificación y nuevamente ruina, situación ésta en la que actualmente se encuentra y de muy comprometida solución. Eslonza solo tiene un desenlace posible, convertirse en un parque arqueológico, auspiciado, cuidado y protegido por los responsables autonómicos del patrimonio y con el oportuno procedimiento de limitación y protección del entorno.
No queda mucho tiempo, es imprescindible la urgente intervención para adecentar, consolidar y musealizar sus restos arquitectónicos, comprometiendo e implicando al Ayuntamiento de Gradefes y al propio pueblo de Santa Olaja, con el fin de conseguir que la obra e historia del monasterio con más de mil años de existencia, que es parte de nuestra historia y cultura, no desaparezca del paisaje ni, por supuesto, de nuestra memoria.

jueves, 1 de mayo de 2008

León medieval: El "Libro del Esplendor" y la Cábala

De una manera sencilla, la Cábala puede considerarse como una determinada forma de interpretar las Sagradas Escrituras, que permite buscar y encontrar en ellas un significado oculto, utilizando para ello prácticas de reflexión, estudio y meditación, pero también, adivinatorias y mágicas.

Su origen es confuso, y existen varias especulaciones al respecto. Para algunos seguidores, su origen se confunde con la entrega de la Torá (1) en el monte Sinaí a Moisés; y aún más, otros aseguran que el origen se encuentra en el inicio de los tiempos.

A pesar de lo anterior, no existe ninguna base documental en la Biblia, ni en ningún otro texto apócrifo antes de Cristo, que tenga que ver con la Cábala, tanto la considerada como “práctica”, como con la denominada “especulativa”. Por esta ausencia de referencias, es por lo que para muchos cabalistas, la Cábala es simplemente una contribución posterior de la cultura hebrea, sin que pueda mezclarse o confundirse con la verdadera fe y espiritualidad judía.

Para encontrar algún punto de coincidencia con la doctrina y tradición hebrea, hay que remontarse a los primeros siglos de nuestra era en las comunidades judías de Babilonia, cuando en el Talmud (2) ya habían penetrado buen número de ideas orientales ajenas completamente a la Biblia. Es allí, donde se empieza a hablar tímidamente sobre el valor esotérico de las letras de alfabeto.

Estos primeros pasos que se producen en Oriente, son desconocidos completamente en los reinos occidentales hasta bien entrado el siglo IX, con la presencia en Italia de Aarón Samuel, rabí judío procedente de Babilonia, que, junto a los judíos españoles Gabirol (s. XI), llamado Avicebrón, y Mosheh ben Maimón (s. XII), conocido como Maimónides, pueden considerarse como los iniciadores del pensamiento cabalístico, abandonando las raíces mágicas traídas del Oriente y mostrando un primordial interés por adecuar la manera de vivir al mundo terrenal.

La Cábala nos enseña que el universo, la creación, no es más que un pensamiento de Dios, cuya única intención es que el hombre viva plenamente feliz y libre de cualquier desgracia o sufrimiento. Para conseguir esta felicidad, el ser humano debe de evolucionar, sustituyendo lo oscuro y lo negativo que hay en nosotros, emociones, acciones, pensamientos, etc., por la suprema Luz.

Puede decirse que la práctica y el seguimiento cabalístico es pura mística; el objetivo y los fines van más allá del intelecto y sólo se alcanza este estado por las revelaciones que obtienen los que logran unirse místicamente a Dios, quien entrega al hombre, por medio de la Cábala, las enseñanzas y los instrumentos necesarios para lograrlo, y el mejor y más grande utensilio es el Séfer ha Zóhar, el "Libro del Esplendor".

En el seguimiento y la interpretación de la Cábala, existen dos escuelas, dos tendencias claramente identificadas y diferenciadas. Según propone la Cábala denominada “especulativa”, también llamada “sefirótica” o “teosófica”, escuela seguida principalmente por los judíos españoles, posiblemente el grupo más intelectual de los cabalistas, la salvación se alcanza por la observancia estricta de la ley y a través de un aprendizaje esotérico. El método de los sefardíes, se centra en el profundo estudio y posterior interpretación de los textos sagrados, buscando en los pasajes bíblicos otros mensajes más profundos, y utilizando diversas técnicas de permutación de letras (Temurah, Notarikón, Gematría, etc.), para intentar penetrar en los más profundos y recónditos misterios de la creación.

Pero también, el hombre puede, en cierta manera, alcanzar la divinidad a través de conocimientos secretos. Éstos, se encuentran en las Escrituras y sólo pueden llegar a ellos los que han sido iniciados en métodos ocultos y conocimientos mágicos, que les permitan obtener el éxtasis místico. Es la más popular de las escuelas cabalísticas, y se conoce como Cábala “práctica” o “estática”, que, en algunas ocasiones, se identifica y se confunde con la brujería.

El "Libro del Esplendor", el Séfer ha Zóhar, como hemos comentado, es la más importante herramienta de la Cábala. Es la obra del rabino leonés Moisés de León, con el que el pensamiento cabalístico “teosófico” o “sefirótico”, alcanza su cima y sobrepasa las fronteras del tiempo y del espacio, convirtiéndose en uno de los libros más importante de la literatura mística universal. Y esta trascendental obra, hecho que apenas se tiene en consideración, se fragua en el León medieval, en el León del s. XIII.

Moisés de León era consciente de qué las ideas plasmadas en el libro podían toparse con el judaísmo ortodoxo, y atribuyó la obra a un rabí del s. II, llamado Simeón ben Yohay. Así todo, el “Libro del Esplendor”, gracias al nimbo de espiritualidad que lo envuelve, pudo convocar y aglutinar con el paso del tiempo a todos los estratos de la sociedad hebrea por su belleza lírica, por su concepción integral del universo y su crítica de la creciente inmoralidad patente en algunos sectores del judaísmo. El Zóhar fue admirado por los no instruidos, debido a la esperanza que generaba para sobrellevar sus miserias, pero, también, por la clase culta, atraída por la ética poético-religiosa de las exposiciones y el misticismo de su contenido.

Principalmente, el “Libro del Esplendor” es un comentario sobre el Pentateuco, estructurado como una disputa entre un grupo de maestros y eruditos. Presenta una cosmología en cuya cúspide está Dios inmutable e incognoscible, En Sof, infinito. Sus irradiaciones se presentan como esferas, las sefirot, que permiten que su poder se disperse para crear el universo y de esta manera poder conocerlo. Asimilar y comprender las sefirot, implica conocer la vida y el cosmos.

Por interesante y explicativo, se reproduce un pequeño fragmento de la obra, “La symbolique maçonnique”, texto de principios del s. XX del masón francés Jules Boucher, en donde se comenta, de una manera sencilla, un principio básico en las especulaciones del Zóhar:

“Dios es un ser indefinido, vago, invisible, inaccesible, sin atribución precisa, parecido a un mar sin orillas, a un abismo sin fondo, a un fluido sin consistencia, imposible de conocer por ninguna razón, por consiguiente, de ser representado, no puede ser por una imagen, ni un nombre, ni letra, ni siquiera por un punto. El menos imperfecto de los términos que puede emplearse sería el Sin Fin, el Indefinido o En Sof, que no tiene límite, o el No Ser, el Inexistente.

En cuanto Dios se manifiesta se hace accesible, cognoscible; se le puede nombrar; y el nombre que se le da se aplica a cada manifestación o exteriorización de su ser. El En Sof, se manifiesta de diez maneras por o en las sefirot. Cada una de éstas, la Corona, la Sabiduría, la Inteligencia, la Gracia, la Fuerza, la Belleza, la Victoria, la Gloria, el Fundamento y la Realeza, constituyen un modo especial de revelación o de notificación del En Sof y permite nombrarlo. Cada círculo, limitación o determinación del En Sof, es una sefirot.”

Este principio básico se representa habitualmente al hablar o comentar sobre la Cábala, mediante un gráfico denominado Árbol sefirótico o, también, Árbol de la Vida. Compuesto por las 10 esferas, las sefirot, y los 22 senderos o caminos; es el mapa de la creación, la cosmología de la Cábala.

(1) Puede traducirse como la Ley, y es el compendió de la revelación divina. Está compuesta por cinco libros: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. El conjunto se conoce como Pentateuco.

(2) Es la obra que recoge las discusiones rabínicas sobre leyes judías, tradiciones, costumbres, leyendas e historias. Se habla de dos: el Talmud de Jerusalén y el Talmud de Babilonia, ambos redactados a lo largo de varios siglos por generaciones de rabinos. Los judíos consideran el Talmud, que nunca puede contradecir a la Torá, como la tradición oral, mientras que la Torá recopila la tradición escrita.