domingo, 1 de marzo de 2009

El gallo de la torre románica de San Isidoro de León (I)


Desde el año 2002 se expone en el Museo de la Real Colegiata de San Isidoro de León, el gallo-veleta, uno de los emblemas de la ciudad, que desde hacía casi mil años coronaba la torre campanario del Panteón Real de la Basílica, acompañando así el quehacer cotidiano de la ciudad, y que ahora ha sido sustituido por una magnífica réplica fundida en bronce y dorada.


Esta pieza excepcional ha permanecido imperturbable cientos de años en lo alto de la torre, desde la que ha sobrevivido a mil circunstancias adversas, sobre todo, a los acontecimientos del convulso siglo XIX, en el que la Colegiata de San Isidoro pasó por delicados momentos de subsistencia, como los graves sucesos provocados por la entrada, ocupación y saqueo de las tropas francesas, durante la que algún soldado gabacho consiguió hacer impacto con su mosquetón en la veleta.


Pero también resistió a los complicados períodos de la Desamortización de mediados de siglo, y sobrevivió a las revueltas y saqueos de la revolución de 1868 y a las incautaciones gubernamentales de los años 1868-69, que supusieron el traslado a Madrid de varias piezas leonesas inigualables, como la asombrosa cruz de marfil de Fernando I y Sancha, verdadero tesoro actual del Museo Arqueológico Nacional, y varias cajas y arquetas, entre la que destacamos un admirable cofre de ágatas del s. XI, que actualmente forman parte de los fondos del citado Museo.


Su localización en lo alto de la torre debió de tener con seguridad una doble o triple función. En primer lugar, su ubicación debe dirigirse a una funcionalidad simbólica, como símbolo solar, al anunciar la salida del sol; también, como distintivo de generosidad, orgullo y bravura y, junto con el águila y el cordero, como emblema particular de Cristo poniendo particularmente de relieve su simbolismo solar: luz y resurrección.


Esta situación la armonizaría, gracias a su forma aquillada y a la posibilidad de giro debido a su vástago central, con su utilidad para determinar la dirección e intensidad del viento, prediciendo, rudimentariamente, los cambios climáticos que podían derivar en bonanza o posibilidad de lluvia, cambios tan importantes y esenciales en aquellos años en los que la vida del hombre se hallaba unida a la producción agrícola.


Otra posibilidad de su presencia en lo alto de la torre, pudiera ser su exhibición como símbolo o emblema del triunfo y hegemonía leonesa sobre el califato cordobés después del trágico siglo X, en el que el Reino de León padeció las devastadoras campañas de Almanzor, coronando, como hermoso trofeo arrebatado a los musulmanes, la torre del Panteón Real y Colegiata de San Isidoro, el edificio religioso más emblemático del Reino de León en aquellos momentos.


Al no existir constancia documental, se desconoce el momento en el que el gallo se situó en el campanario. Su instalación va unida a la construcción del segundo cuerpo o campanario de la torre, si bien, en la pieza cónica ajena a la figura del gallo, que protege el vástago o eje central permitiendo la movilidad de la veleta, existe una inscripción, cuya grafía, según el profesor García Lobo, corresponde a finales del siglo XI o inicios del XII.


Gracias a la importante restauración de la torre románica en el año 2001, se produce el desmontaje y posterior restauración de la excepcional pieza, que también permitió una serie de actuaciones que implicaron estudios artísticos, históricos, entomológicos, palinológicos, además de un profundo análisis metalográfico y hasta paleográfico, cuyos resultados se dieron a conocer públicamente en el 2004 mediante las actas de las “Jornadas Isidorianas sobre el gallo de la torre”, espléndidamente publicadas por la Cátedra de San Isidoro.


Los resultados han sido sorprendentes. En el conjunto formado por el gallo, la esfera y el cono, se distinguen claramente dos técnicas de fabricación muy distintas, y dos calidades en la materia prima, que implican claramente dos procedencias diferentes. Mientras esfera y cono se realizan mediante el golpeo de láminas metálicas de un metal de mediana pureza, en la figura del gallo se emplea la técnica de la cera perdida, y su composición es de un cobre muy puro.


En principio, no hay ninguna duda de que el gallo es una pieza de metalistería islámica, con un claro destino palatino. Pero, ¿cuál puede ser su verdadera procedencia, su origen? No existe una respuesta definitiva al respecto, pero durante el siglo XI existe una curiosa e interesante línea de conexión entre la ciudad de León, capital del Reino, con el al-Andalus. En esta conexión o vínculo, que se concreta en una serie de sucesos armados, podría haber tenido lugar el traslado a la ciudad de esta sugestiva obra.


Aunque los islamitas de la Península eran expertos metalistas, como lo demuestran los importantes talleres y las obras que han llegado hasta nosotros, los análisis terrígenos realizados al gallo de San Isidoro por el Departamento de Biología Vegetal de la Universidad de León, demuestran la presencia de pólenes de especies vegetales distintas a las que existen en la cubierta de la torre donde estaba anclado, que tienen un origen oriental, concretamente pertenecen a especies propias de la cuenca del Golfo Pérsico, pudiendo tratarse de una obra artística más, de la frecuente importación de materiales o piezas de arte que los andalusíes se hacían traer de Oriente.


A pesar de ello, la hipótesis expuesta de que nos encontramos ante una obra posiblemente importada de Oriente, no desvirtúa la posibilidad de su llegada al Reino de León desde el al-Andalus, como consecuencia de una acción militar, de un tributo o, el menos probable, de una adquisición.


Así todo, y a pesar de que todo apunta a que se trata de una obra oriental, el gallo de San Isidoro presenta una gran semejanza con las gacelas procedentes de Medina Azahara, pero sobre todo, con el “grifo” del Doumo de Pisa, muestras todas de la excelente práctica metalística andalusí. La semejanza del gallo de León con el “grifo” es enorme: en la forma y curvatura del pico, en la cabeza, en los ojos almendrados, pero especialmente, en las carúnculas, las carnosidades de color rojo que poseen los gallos bajo el pico, que no se aprecian en otras piezas, y que, como se puede comprobar, resultan prácticamente idénticas.


El “grifo” de Pisa, realizado también en bronce, es considerado como uno de los surtidores procedente de una de las múltiples fuentes de Medina Azahara. Existe una referencia concreta, realizada por el cronista Al-Maqqarî, a una de esas fuentes de la ciudad califal en la que se cita que en el Salón Oriental de Medina Azahara, el Máyalis al-Xarki, conocido como Almunis (Íntimo), fue colocada una enorme pila procedente de Siria realizada en mármol verde.


Por decisión califal fueron fabricadas para esa pila en los talleres reales de Medina Azahara, doce surtidores con figuras de animales realizadas en oro rojo, equivalente a metal dorado, y situadas alrededor de la grandiosa pila que arrojaban agua por sus picos y bocas. Las figuras de animales estaban situadas tres a cada lado de la fuente: antílope, león y cocodrilo; una gallina, un buitre y un gavilán; águila, dragón y paloma; halcón, pavo real y un gallo. Este será el mismo salón en el que Al-Hakam II recibe al destronado Ordoño IV de León en el año 962, pasaje reflejado en multitud de publicaciones.


El uso y empleo de animales-surtidores fue especialmente abundante en las fuentes de los palacios islámicos, y concretamente en al-Andalus. Las fuentes y estanques vertían sus aguas frecuentemente por las fauces de animales realizados en los materiales más diversos: mármol, piedra, plata, cobre, etc.


Algunas de estos surtidores han llegado hasta nosotros, constituyendo piezas de indudable valor por la riqueza de su tratamiento y la belleza de sus formas. Tales son, el pavo real y el loro del Museo del Louvre, los cervatillos de Medina Azahara, el grifo de Pisa, el caballo del Museo Bargello o la liebre de la colección Stoclet.


El gallo de la torre de San Isidoro, puede tratarse de un surtidor de esa fuente, de cualquier otra de los varios salones de la ciudad califal, o formar parte de la decoración de algún palacio de la campiña cordobesa. Lo que es claro, es que el gallo llegó a la ciudad con anterioridad a la fabricación de la esfera y el soporte cónico del conjunto, en un momento histórico próximo al año 1100, y que es traído desde el sur peninsular porque se trata de una pieza excepcional, no habitual en los reinos cristianos.


La mutilación de las dos patas para su instalación como veleta en lo alto de la torre, supone que su fabricación no guarda relación con su nueva función; el gallo de San Isidoro tenía, en el lugar de su procedencia, otra función distinta de la que ha ejercido en León durante casi mil años.


¿Cómo llegó el gallo a la capital del Reino, a León? …



El gallo de la torre de San Isidoro de León.
Crucifijo de marfil y azabache de don Fernando y doña Sancha de León.
El gallo como veleta en la torre del Panteón Real de San Isidoro.
Caballo-surtidor de Medina Azahara.
Ciervo-surtidor de Medina Azahara.
Cierva-surtidor de Medina Azahara.
La corte de Abderramán en Medina Azahara. Dionisio Baixeras.
"Grifo" del Doumo de Pisa. Surtidor de Medina Azahara.
Gallo de la torre sobre la esfera.
Claustro y torre de la Real Colegiata de San Isidoro de León.



9 comentarios:

Juan Duque Oliva dijo...

¡Ay Medina Azahara! Que de leyendas, ¿sería el grifo de la fuente de mercurio?

fonsado dijo...

El mercurio extraído de Almadén ... el mercurio vertido como adorno de la fabulosa fuente de pórfido que adornaba alguno de los mágicos salones de Medina Azahara, en la que el gran Abderramán III: "contemplar solía la imagen pura de la noble esclava".

Saludos Luz de Gas.

Anónimo dijo...

Toda la vida en León, y casi nadie sabe, empezando por mí, todo lo que cuentas sobre esa figura, ¿puede ser de Andalucía?
Ire a verla de cerca al Museo de San Isidoro en cuanto pueda.

Minipunk Arias dijo...

Sorprendente, muy curioso.

marta dijo...

¡Qué trabajo tan interesante, fonsado!

Felicidades.

América dijo...

MIRA TU POR DONDE ,MUY BUEN POST,POR LO MENOS LO TENGO CLARO A TRAVES DE LAS IMAGENES.

Algaire dijo...

Me encantaría poder conocer la "vida" de este gallo desde su creación hasta su instalación en la torre. Con su recorrido podríamos conocer muchos datos de esa época sumamente interesantes, :-) pero me temo que seguirá siendo un misterio.
Muy bueno tu artículo, ahora me voy a leer el siguiente que esta temporada ando con retraso.

Manuel dijo...

Os dejo aviso, por si no lo conocéis del libro KIKIÑO, el gallo más malo de la Vecilla. La historia imaginaria de la Veleta de San Isidoro. Un cuento infantil que hace un homenaje a los gallos de la Cándana. Para más información:
http://www.lobosapiens.net/pages/ediciones/detalle/40.html

Anónimo dijo...

Hola, mi nombre es Manuel,
y le agradecería me aclarase una duda:
-la relacion: antílope, león y cocodrilo; una gallina, un buitre y un gavilán; águila, dragón y paloma; halcón, pavo real y un gallo.
Es la que aparece en los escritos de Simonet y demas historiadores, pero parece que el orden no es el mismo...
Por favor, ¿podria indicarme de donde ha sacado este orden de animales?
Para mi es muy interesante y le estaría muy agradecido por su contestacion.
Un saludo y enhorabuena por su pagina.
Gracias por anticipado,
Manuel.