domingo, 30 de mayo de 2010

La Sibila Eritrea




Panorama 1 Ya desde el siglo XVIII, existen antecedentes del mal estado en que se encontraban las esculturas de la portada occidental de la Catedral de Santa María de León. Ahora, después de varios episodios más o menos importantes de rehabilitación, las 23 tallas de las jambas del pórtico, un conjunto escultórico realizado entre los siglos XIII al XV, han “abandonado” temporalmente sus podios y se han “mudado” al interior, al claustro catedralicio para su restauración, excepto tres, que han sido realojadas bajo la torre norte, en la capilla de San Juan de Regla.

En un principio, debió existir un proyecto iconográfico completo para las tres portadas de la fachada occidental. Con el paso del tiempo, resultó imposible la culminación del proyecto original dejando de realizarse varias de las figuras programadas, y dando lugar a espacios que se colmataron en parte con obras tardías o a inconvenientes cambios de lugar, con objeto de tratar de salvar parcialmente la estética de las portadas.

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Ejemplo de este caos en la ubicación de las tallas, es una de las figuras más bellas e interesantes y a la vez más desconocida, posiblemente obra del mismo autor de la espléndida Virgen Blanca del parteluz. Se trata de la imagen de la Sibila Eritrea, una de las tres esculturas que se alojan actualmente en la capilla bajo la torre norte.

¿Qué hace un personaje pagano y apasionante, real y a la vez cercano a la mitología griega y romana, en la portada de la catedral? La presencia de la Sibila Eritrea en el templo leonés y en la religión y tradición cristiana, obedece a que la pitonisa es considerada, desde los primeros tiempos del cristianismo, como la voz del mundo antiguo, del mundo pagano, al que se le prometía un Salvador de igual manera que los profetas anunciaban al pueblo judío la llegada de un Mesías.

Las sibilas eran mujeres que, en la cultura griega y romana, se creía estaban inspiradas para interpretar las respuestas de los dioses sobre la predicción del futuro. Según la tradición, la primera de estas mujeres se encontraba en Delfos y se llamaba Sibila, generalizándose el nombre a todas las demás.

También se las denominaba pitias o pitonisas, nombre tomado de la serpiente Pitón (antes designada como dragón llamado Delfine, de ahí el nombre de Delfos) que vivía dentro de una cueva en la ciudad griega de Delfos, y a la que el dios Apolo (Apolo Pitio) dio muerte con el fin de apoderarse de su sabiduría. Delfos fue el oráculo más nombrado y sus prácticas las más conocidas y divulgadas por los autores de la Antigüedad.

Otro mito que rodea a la ciudad griega, es el que cuenta que Zeus, antes de la "creación", envió dos águilas desde dos lugares opuestos del Universo y que éstas se encontraron sobre Delfos, considerado desde entonces el punto, el ónfalos, el centro, el denominado ombligo del mundo, donde una piedra en forma de medio huevo señalaba el lugar en el que comenzó la creación del mundo.

La sibila o pitonisa de Delfos se sentaba sobre un trípode y, después de haberse purificado con el agua sagrada de Delfos y haber masticado hojas de laurel, escuchaba la pregunta y devolvía a los solicitantes el oráculo del dios que hablaba a través de ella.

En el siglo II aparecen una serie de libros de poemas, denominados sibilinos, compilados por cristianos orientales que tenían como base textos con contenidos históricos, políticos y religiosos de origen y antecedentes paganos, judíos y cristianos. Entre estos contenidos, figuraban los oráculos de la Sibila Eritrea que fueron considerados tan importantes como las predicciones de los profetas del Antiguo Testamento.

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Durante la Edad Media, las profecías de la Sibila gozaron de gran estima e influencia, dando lugar a las representaciones teatrales más antiguas (s. XI) sobre el misterio de la Navidad. Eran, en principio, ceremonias sencillas que solían celebrarse el 24 de diciembre y que se limitaban al solemne canto de la “Profecía de Isaías” y al denominado “Canto de la Sibila”, que se componía principalmente de su antigua profecía sobre el Juicio Final y las horrendas consecuencias que le acompañaban.

En el XII y XIII surgen sobre el mismo asunto verdaderos dramas teatrales. Al profeta Isaías y a la Sibila Eritrea les acompañan ahora las prefiguras de Cristo y los profetas mesiánicos y escatológicos: Jeremías, Daniel, Samuel, Ezequiel, Elías, Asuero, Esther, etc.; también figuras con simbolismo escatológico: Baalam, Aarón, la Sinagoga, la Iglesia, la Virgen, San José, la reina de Saba, etc… Es el conocido drama denominado Ordo Prophetarum, que deriva de un sermón, atribuido a San Agustín, que se leía en la vigilia de Navidad y que desde hace unos años se ha recuperado en la catedral de Santiago de Compostela.

Durante la representación del drama son llamados a dar testimonio del advenimiento de Cristo y de los sucesos que acaecerán en el Juicio Final, los profetas del Antiguo Testamento, interviniendo tambien prefiguras de Cristo y de la Virgen, peronajes mesiánicos y escatológicos y, por supuesto, la Sibila Eritrea.

El denominado “Canto de la Sibila” es una ceremonia propia de las iglesias españolas. Se representó en ciudades levantinas: Gerona, Barcelona, Palma, Valencia, etc., pero también en León. Desde la capital del Reino se expande la tradición a ciudades como Santiago, Toledo y, según avanzan las conquistas militares, a tierras portuguesas, extremeñas y andaluzas. La tradición sigue viva aún en algunas localidades de Cataluña, Baleares y, recientemente, en Santiago de Compostela.

La representación del “Canto de la Sibila” ya no se realiza en León la noche de Navidad. Sin embargo, fue sin duda una costumbre arraigada durante siglos en nuestras iglesias y, por supuesto, en la catedral. Así lo hace constar Raimundo Fernández (Ediciones Leonesas, 1947) dando a conocer el Códice musical nº 23 existente en el archivo de la catedral de León, en el que figura en primer lugar el canto de la profecía de Isaías, “Nacimiento de Dios” (Isaías, Cap. IX, vers. 2,6 y 7), para continuar con los versos del “Canto de la Sibila” que señala los horrores del Juicio Final, en la versión que realiza San Agustín y cuya traducción, realizada por Fray Luis de Granada en el siglo XVI, es la siguiente:

Una de las señales será que la tierra sudará sangre;
y del cielo vendrá en carne un rey a juzgar el mundo:
el cual reinará en todos los siglos.
Y así los incrédulos como los fieles, en el fin del mundo,
verán a Dios en lo alto acompañado de santos,
y las almas juntamente con los cuerpos se hallarán
presentes para ser juzgados por él.
Desecharán de sí los hombres sus ídolos, y todas sus riquezas.
Abrasará un fuego las tierras, el mar, el cielo,
y las puertas del oscuro infierno.
Y los cuerpos de los santos volverán a la luz de esta vida;
y los de los malos quemará el fuego eterno.
Y cada uno confesará los pecados que secretamente cometió;
y Dios descubrirá entonces los secretos de los corazones.
Allí será el llanto, y el crujir de dientes.
El sol se oscurecerá, y las estrellas, juntamente con la luna.
Entonces los montes altos se allanarán,
y los valles se levantarán, y toda la tierra estará llana.
No habrá entre los hombres ninguna cosa grande ni alta.
Todas las cosas cesarán.
La tierra abrasada con rayos del cielo, perecerá;
y las fuentes y los ríos con el fuego se secarán.
Y una trompeta dará un triste sonido de lo alto,
gimiendo los pecados de los hombres,
y las miserias de sus trabajos.
La tierra se abrirá, y descubrir há la región del infierno.
Y todos los reyes del mundo serán presentados en este juicio;
y del cielo caerá sobre los malos fuego, y un gran río de azufre.

Siguiendo a Raimundo Fernández, la Sibila era representada en la catedral de León por un infantillo o niño de coro que trataba de imitar la voz de una mujer. Con el paso del tiempo, como ya hemos dicho, la ceremonia se fue complicando con la representación de juglares, pastores y ministriles (músicos). La Sibila llegaba a la catedral desde una dependencia de la misma, vestida con gran riqueza, bien pintada y, a veces, montada en un caballo bellamente enjaezado, con acompañamientos de mozos, tambores, trompetas, salterios, sonajas y rabeles.

A mediados del siglo XVI debió suspenderse durante algunos años la representación navideña. Esto se desprende de un acuerdo del Capítulo catedralicio de fecha 4 de diciembre de 1581, por el que se ordena la retoma de la tradición: "Ordenaron y mandaron que de aquí en adelante la noche de Navidad se cantase la Sibila como se solía hacer y que el Sr. Administrador tuviese cuidado de que se aderezase y el Maestro de ceremonias de informarse de Toledo a qué tiempo y hora se ha de cantar y el Maestro de Capilla tuviese cuidado de instruir un muchacho que mejor cante". Los problemas económicos que debía acarrear la representación y el paso del tiempo que la relega al olvido, acabaron con la tradición leonesa del "Canto de la Sibila" en la catedral.

SIBILA SANTOS

Como recuerdo de aquella costumbre, nos queda la talla del pórtico occidental, ahora pendiente de restauración bajo la torre norte, en la capilla de San Juan de Regla. Es una figura de pequeña estatura realizada en el siglo XIII, que muestra una hermosa joven, casi niña, que viste túnica y manto sujeto con una trencilla. Luce larga cabellera y tocado hebreo, mientras sostiene entre sus manos una filacteria, hoy casi desaparecida, que representa la ciencia y la sabiduría de la que es dueña. Quién sabe si una vez restaurada, volveremos algún día a oír su canto y profecía en la catedral de León la noche de Navidad.





- Traslado de la Sibila Eritrea al interior de la catedral. Fotografía La Crónica.
- La Sibila en su emplazamiento actual: bajo torre norte.
- Sibila de Delfos. John Collier.
- Ónfalos. Museo Arqueológico de Delfos. Foto TROTAMUNDOS ("horadada.biz").
- Sibila y el rey Egeo. Kylix ático de figuras rojas (s. V a.C.).
- Sibila Eritrea. Lorenzo Pasinelli.
- Profeta Isaías. Fra Bartolommeo.
- Sibila Eritrea. Pórtico occidental catedral de León.
- Sibila Eritrea. Capilla Sixitina. Miguel Ángel Buonarroti.
- Sibila Eritrea (fragmento). Catedral de León.
- El canto de la Sibila. Santa María del Mar, Barcelona. Video: jcmluthier.



domingo, 16 de mayo de 2010

El Crismón en el Reino de León (II)

El “error” de acuñación que parece tan evidente en las monedas leonesas de Alfonso VI al invertir la colocación de las letras alfa y omega en el Crismón, no lo es tanto y hace dudar del mismo, al observar las representaciones del anagrama cristiano en los edificios religiosos de la época. Veamos.

Bien entrada ya la Edad Media, la representación del Crismón sufre trasformaciones importantes. Mientras en época paleocristiana mantiene una narración propiamente cristológica, en el periodo románico se trasforma adquiriendo un simbolismo trinitario. Esto se debe, en primer lugar, a la confusión de la letra griega P, con la P latina, que se interpreta erróneamente como la inicial de Pater, dando lugar a que se considere la “X”, la cruz, como símbolo del Hijo y la “P” como alegoría del Padre.

Posteriormente se añadió la “S”, símbolo del Espíritu Santo, con lo que el Crismón pasa a simbolizar a la Santísima Trinidad y a denominarse Crismón Trinitario. También llegará a representarse con una tercera forma: como rueda de ocho radios, al incrementarse con un radio trasversal, pasando así a encarnar la cruz bautismal, símbolo de la regeneración y de la vida eterna para los cristianos.

La incorporación de la letra latina “S”, para el periodista y experto en los misterios de la historia, el francés Louis Charpentier, está relacionada con el mundo celta y la representación de la serpiente, el árbol de la Vida, la sabiduría y el Sol. Del mismo modo, el conocido investigador español Juan G. Atienza, filólogo románico e investigador histórico y antropológico, considera que la ”S”, cuando existe, simboliza la custodia de algún secreto o mensaje oculto.

Muestra significativa de esta última afirmación, es el Crismón de la puerta oeste de la iglesia de Santiago, en Puente la Reina, uno de los lugares emblemáticos en el Camino de Santiago. Se trata de un Crismón trinitario de gran tamaño en el que la letra griega alfa, se ha trasformado en una S y una T unidas, grafía que representa al planeta Saturno. Carlos Galindo, investigador y autor de un libro sobre este anagrama, analizó los restantes símbolos bajo una visión astrológica, llegando a la sorprendente conclusión de que nos encontramos ante una representación astral. A la izquierda, como hemos dicho, Saturno, a la derecha, la letra omega es el símbolo invertido de Aries; arriba la P con una pequeña línea cruzada, tal y como se muestra en la talla, representa al planeta Plutón, y la S, el Espíritu, el “árbol de la vida”, astrológicamente simboliza el Sol.

¿Qué representa el Crismón de poniente de la iglesia de Santiago? Como sabemos, los astrólogos consideran que los signos zodiacales tienen vinculaciones específicas con los planetas, por lo que ni más ni menos, estamos ante un mensaje astral, concretamente ante una “cruz astral”, una alineación planetaria-zodiacal en cruz, que tiene lugar en pocas ocasiones y que, casualmente, se repetirá en junio de este año. ¿Cuál es su mensaje? Según Carlos Galindo, el Crismón de Puente la Reina señala inicios y finales de ciclo, fechas en las que ocurrirán modificaciones en las formas de actuar y pensar, principalmente, un cambio de conciencia en el ser humano.

Pero dejemos por el momento la astrología y volvamos a las representaciones del Crismón en el Reino de León con las dos letras griegas invertidas. Antes, es necesario exponer las proposiciones realizadas por Fulcanelli, el enigmático maestro y conocedor de la alquimia y su relación con las construcciones medievales. Fulcanelli asocia directamente los símbolos del Crismón con elementos de la alquimia: la X es el símbolo del crisol, mientras que el círculo que rodea sus representaciones simboliza el Sol; el eje vertical y la S son para el investigador el caduceo con la serpiente enroscada del dios Hermes-Mercurio, símbolo por excelencia del alquimista.

Afirma asimismo, que el Camino de Santiago es una representación alegórica de la “preparación de la materia prima”, ya que no se trata de perseguir u obtener la maravillosa “piedra filosofal” que convierta el mineral en oro, sino el conseguir el cambio, la trasformación interior del caminante, del peregrino. Por eso asevera que el Crismón es la firma, una marca, un mensaje de los constructores itinerantes de la Edad Media que realizaron decenas de obras sobre el Camino.


En esta tesitura, conviene recordar que la mayor parte del Camino durante los siglos X, XI y XII es territorio del Reino de León, incluyendo, por supuesto, Compostela y toda la costa este, y que son los reyes leoneses quienes impulsan y protegen la peregrinación.

Lo que resulta claro, es que el Crismón, a pesar de sus orígenes y trayectoria, se utiliza con profusión por los constructores en las obras del sur de Francia y del norte español. Es un símbolo constante sobre el Camino de Santiago, que se localiza en numerosas construcciones románicas que recorren de oeste a este la Península, llegando a ser la ciudad de Estella, la localidad de toda Europa que más Crismones conserva en sus iglesias.

Como se ha descrito en la anterior entrada, las monedas del leonés Alfonso VI con ceca en León y que poseen un Crismón en el anverso, sitúan las letras ALFA y OMEGA invertidas, asentadas al revés que en la representación convencional. Curiosamente, este mismo “error” de representación no solo se produce en las monedas, aparece también en algunos Crismones realizados en piedra sobre las construcciones del Camino de Santiago, ruta ancestral de la que el rey leonés fue gran difusor y protector, y donde el "error" parece menos probable por las circunstancias y diferencias en la realización.


Así, encontramos un anagrama invertido en la primera ciudad importante en el inicio de la ruta: Estella, concretamente en la iglesia de San Pedro de Larrúa. Pero también en el final y destino, en la propia catedral de Santiago de Compostela, donde el único Crismón existente está enclavado sobre el parteluz de la Puerta de las Platerías. Es un anagrama de pequeño tamaño con las dos letras griegas invertidas, flanqueado por dos “leones” y que, según relatan, fue realizado en el año 1111 con motivo de la coronación Alfonso VII de León, cuando contaba 6 años de edad, como celebración y homenaje de la ciudad de Santiago a su nuevo Rey.


Hemos descrito dos Crismones invertidos en dos de los puntos más reveladores del Camino. Pero todavía encontraremos otros dos sobre el propio recorrido, sobre dos de los lugares más significativos en el peregrinaje a Santiago. Uno, donde fue armado caballero el rey leonés Alfonso IX, en el Monasterio de San Zoilo en Carrión de los Condes, monasterio que con anterioridad estuvo bajo la advocación de San Juan Bautista. El otro Crismón invertido lo descubrimos en pleno corazón del Reino, en la Basílica de San Isidoro de León, punto neurálgico del Camino de Santiago, y templo que, curiosamente, también estuvo dedicado en sus orígenes a San Juan Bautista. Hay que tener en cuenta en esta reveladora coincidencia, que el Bautista está asociado con la importante celebración del solsticio de verano, la fiesta del Sol, el “Sol invictus”, y que, todavía aún hoy, se mantiene como la festividad mayor de la ciudad de León, claro está, que con el nombre del santo cristiano.

El Crismón de San Isidoro se encuentra rehundido sobre el tímpano de una puerta con arco de medio punto, alojada bajo el coro, en la parte posterior del templo. Es un monograma de ocho brazos semi-patados, de doble círculo, el interior decorado con perlitas o contarios y el exterior abocelado que aun conserva restos de policromía de almagre en las superficies planas. La S robusta y muy marcada enroscada al brazo inferior de la P; las dos letras griegas permutadas de posición, la omega a la izquierda y alfa a la derecha. No falta quien asegura que esta inversión se debe al carácter funerario del Crismón al encontrarse sobre la puerta que, antiguamente, daba acceso al Panteón Real de los reyes leoneses: “Fin y principio”.



Criptogramas místicos, fiesta del Sol, San Juan el Bautista, el “Sol invictus”, las monedas leonesas, las representaciones sobre el Camino de Santiago, la inversión de las dos letras griegas … ¿El Crismón es simplemente un anagrama, una decoración románica o una señal? ¿La inversión de las letras griegas está condicionada a un lugar, a un aviso, a una lectura, o se trata de un error continuado en documentos, iglesias y monedas?

Sea como fuere, no se puede negar que existe un secretismo que rodea el monograma cristiano desde sus orígenes, entremezclándose con el tiempo, la criptografía, su difusión evangélica, el Camino de Santiago, los constructores, la alquimia, ... Tampoco se puede negar, que la inversión de las dos letras griegas sobre el Crismón se produce, “casualmente”, en un determinado periodo de tiempo, en las monedas con ceca en León y en puntos significativos del Camino de Santiago a su paso por los dominios del Reino leonés.

- La batalla de Constantino contra Magencio. Giulio Romano.
- Crismón de San Isidoro de León.
- Portada y Crismón de la iglesia de Santiago. Puente la Reina.
- Símbolo astral de Saturno.
- Mercurio. Pedro Pablo Rubens.
- Camino de Santiago en el Reino de León en 910.
- Crismón de San Pedro de Larrúa. Estella.
- Puerta de las Platerias y Crismón. Santiago de Compostela.
- Crismón del Monasterio de San Zoilo. Carrión de los Condes.
- San Juan Bautista. Leonardo da Vinci.
- Tímpano y Crismón. Basílica de San Isidoro de León.

sábado, 1 de mayo de 2010

El Crismón en el Reino de León (I)


En una entrada reciente, se hacía referencia a las primeras monedas medievales con ceca en la ciudad de León emitidas por Alfonso VI, con el fin de hacer frente a la escasez de numerario en el Reino originada por la invasión almorávide de la Península, que supuso la interrupción del envío de moneda hispano-árabe que realizaban los diversos Reinos de Taifas como tributo al Rey leonés. 
Estas monedas, en cuyo anverso figura una cruz y la leyenda ANFVS REX, presentan en el reverso dos modelos: uno con roeles y estrellas, y otro con un Crismón. La leyenda que bordea a este último diferencia las dos cecas principales en aquel momento: Toledo, conquistado por el rey leonés en 1085, con la leyenda TOLETVM, y la de la capital del Reino, León, mediante la leyenda LEO CIVITAS.
Pero mientras en la totalidad de las emitidas en Toledo, el Crismón representado lleva el alfa a la izquierda y omega a la derecha, algunas de las monedas acuñadas en León, presentan la curiosa inversión de las dos letras griegas omnipresentes en el monograma: OMEGA a la izquierda y la letra ALFA a la derecha.
El Crismón o anagrama de Cristo, durante los primeros tiempos del cristianismo, puede considerarse como una criptografía mística o clave secreta, que escondía, bajo un conjunto de letras, una comunicación oculta que encubría creencias y evitaba sospechas. Sin embargo, este emblema es mucho más antiguo y complejo de lo que se pudiera suponer.
El anagrama, también designado cruz de seis “direcciones” o seis radios, ya estaba representado entre los sumerios, fenicios, hebreos, griegos y romanos. Pero igualmente forma parte de otros símbolos herméticos: la flor de lis, el águila heráldica, la estrella de David y hasta lo hallamos en la Cábala hebrea, ya que dentro del árbol sefirótico, la esfera central del Árbol de la Vida es la número seis, siendo el Sol su símbolo supremo como dador de Vida y Fuerza Vital y asimilándose a todos los Dioses Redentores y al “Corazón del Cosmos”.
El monograma simple está formado en sus inicios por la superposición de las iniciales griegas de Jesús Cristo: Iêsous (I), Xpestos (X). Su difusión se generaliza con la “conversión” de Constantino, que comenzó a utilizar el Crismón en los lábaros u estandartes imperiales, sustituyendo la I por la P, segunda letra de XPestos (Cristo), por lo qu
e el ideograma se forma ahora con las dos primeras letras de la palabra Cristo en griego, pasando a denominarse Crismón cristológico.
Hay que tener en cuenta, que existe otra lectura sobre la inclusión de la letra P. No falta quien asegura que imita la cruz egipcia de la Vida Eterna, conocida universalmente como cruz ansada, y que en el Crismón, esa abertura, ese ojal, representa la “puerta estrecha” que se menciona generosamente en los Evangelios: “Yo soy la puerta …”.
Continuando con la aparición o los orígenes del lábaro imperial, el teólogo Lucio Cecilio Lactancio cuenta que Constantino vio a Cristo en un sueño antes de la batalla del Puente Milvio a finales del 312, y que fue Él quien le reveló que, para conseguir la victoria sobre su rival Magencio, reflejara en sus enseñas militares las letras sobrepuestas: “XP” (XPestos=Cristo). Eusebio de Cesaréa, sin embargo, relata que fue antes de la batalla cuando Constantino tuvo una visión. Observó el signo del Crismón en el cielo, sobre el Sol, junto con el lema “In Hoc Singo vinces” (“Con este signo vencerás”, el abreviado y conocido IHS; también referido a él como “Iesus Hominum Salvator”, “Jesús Salvador de los Hombres”).

Fuera como fuese, el ideograma se extiende con profusión desde aquel momento y algunas de las monedas de plata acuñadas posteriormente en Tréveris por el Emperador, presentan ya el monograma cristiano reflejado en el vexillum o estandarte del ejército, aunque el “Sol invictus” y otros signos paganos no desparecerán hasta después del Concilio de Nicea en el 325.
El mismo símbolo lo encontramos también en las monedas a partir de mediados del siglo IV, durante el reinado de Constancio II, en las que ya figura junto a la leyenda: “Con este signo venceremos - Hoc signo victoremis”. Pero es el emperador Flavio Magno Magnencio quien utiliza todo el reverso de la moneda para situar el Crismón, ya con los símbolos alfa y omega a izquierda y derecha.
Y es que el ideograma se completará con dos símbolos apocalípticos, la primera letra del alfabeto griego ALFA a la izquierda, y a la derecha la última, OMEGA: “Yo soy el Alfa y Omega, el principio y el fin, el Señor que es y que era, y que será por siempre, el Omnipotente” (Apocalipsis 1, 8). También: “Yo soy Alfa y Omega, el primero y el último”, “Yo soy el Alfa y Omega, el primero y el último, el principio y el fin” (Apocalipsis 1, 11 y 22, 13, respectivamente).
El monograma cristiano viajará con el discurso y la prédica apostólica por toda la geografía occidental acompañando a la evangelización, pero ya no con la simbología oculta de sus inicios, sino como mención directa a Cristo y a las creencias cristianas. Es por ello por lo que, después de la caída del Imperio, lo encontraremos en Bizancio y en la Europa carolingia, pero también durante el periodo de dominación visigoda y en los primeros años de la Reconquista. Más tarde se reflejará con profusión en los documentos cristianos de la época y será protagonista en los edificios románicos del sur de Francia, pero sobre todo, en el norte de España, sobre el Camino de Santiago, siguiendo el "camino de las estrellas", en donde creemos que toma un nuevo "significado", como veremos.

- Justiniano y su séquito. Mosaico de San Vital de Rávena, s. VI.
- Alfonso VI. Litografía del XIX.
- Dinero de Alfonso VI. Ceca: Ciudad de León.
- Crismón. Catacumbas de Priscila. Roma, s. III.
- Sarcófago con Crismón. Roma, s. IV.
- Conversión de Constantino. Pedro Pablo Rubens.
- La visión de la cruz. Rafael Sancio. Museos Vaticanos.
- Moneda de Constantino. Ceca Tréveris 312-313.
- Moneda de Constancio II.
- Imagen de Jesús, Alfa y Omega, Principio y Fin (primero con barba). Mural catacumba de Commodilla.
- Moneda con Crismón del emperador Magnencio.