martes, 20 de diciembre de 2011

La imagen de la Natividad

   
Nicolás Francés
En el mundo cristiano medieval, el Nacimiento de Cristo es, posiblemente, una de las imágenes más representadas. Son tantas las veces que hemos visto la imagen de la Natividad, que no apreciamos las importantes divergencias que existen entre ellas, debido a las interpretaciones y costumbres de las diferentes culturas, el lugar y el tiempo.




                                   Arcangelo Corelli - Concierto de Navidad (Pastoral)

Sin embargo, estas diferencias se producen desde una base común que mantienen la mayoría de las fuentes: el parto se produce durante el viaje que María y José realizan de Nazaret a Belén, con el fin de cumplir con la orden romana de empadronamiento. La llegada de la noche y la escasez de medios, dan lugar a que la Virgen tenga que dar a luz prácticamente a la intemperie, en medio del camino. De esta manera nacerá Jesús, el anunciado Mesías que auguraban los libros judíos antiguos. Coinciden también los testimonios escritos, en que un ángel anunciará a los pastores la noticia y que éstos y una corte angelical, serán los primeros en adorar al Niño recién nacido, hasta la llegada de los magos de Oriente.

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Sólo en el Evangelio de Lucas (2, 1-7) se narra el Nacimiento de Cristo. Los Evangélicos Apócrifos ayudaron a aderezar el episodio con todo tipo de pormenores y sucesos extraordinarios, ante la devoción popular que pedía más testimonios sobre el nacimiento del Salvador (Apócrifos de la Natividad: Protoevangelio de Santiago, cap. XVII-XX, del siglo IV; Evangelio del Pseudo Mateo, cap. XIII-XIV, del s. VI, y el Liber de Infantia Salvatoris, del s. XI). Entre las fuentes escritas y al margen de los Apócrifos, hay que señalar también las Meditaciones del Pseudo-Buenaventura, obra del siglo XIII. Igualmente del siglo XIII, la famosa Leyenda Dorada de Jacobo de la Vorágine en su capítulo VI y, por último, en el siglo XIV las Revelaciones de Santa Brígida, que resultarán, como veremos, trascendentales en las futuras imágenes.

En primer lugar, hay que señalar dos grandes maneras de realizar la representación de la Natividad: el bizantino u oriental y el occidental (de fecha posterior), si bien, no se debe obviar, la importante influencia de la iconografía bizantina en la Italia medieval y esta, a su vez, como ascendiente del arte europeo posterior.

De una manera simple. La iconografía bizantina muestra la escena de la Natividad en una gruta o cueva y dentro de un paisaje montañoso. La Virgen suele estar acostada en un lecho junto al recién nacido, acomodado en una cuna o en un pesebre, mientras San José ocupa en las imágenes orientales un segundo plano, adormilado o pensativo, situación que refleja las “dudas” de éste respecto a María. A la Sagrada Familia le acompañan en las formas bizantinas, comoNacimiento de Jesús - Giotto regla general y con todo lujo de detalles, una multitud de personajes extraídos de todo tipo de fuentes: el buey y la mula, la estrella, el anuncio a los pastores, los magos, la adoración de los ángeles, las parteras-lavanderas, etc. Como muestra de esta tendencia de inspiración oriental: El Nacimiento de Jesús de Giotto di Bondone en la Capilla de los Scrovegni de Padua.

Las imágenes occidentales del Nacimiento, que son posteriores a las bizantinas, se realizan en un pobre y ruinoso establo con María, José y el Niño como protagonistas de la escena, pero sin obviar la existencia de algún que otro personaje como pastores o ángeles, incluso animales. La Virgen aparece de rodillas adorando al Niño que se encuentra desnudo sobre un montón de paja o sobre su manto. San José, en este caso, imita a María o adquiere un papel activo y, a veces, preocupado por crear un ambiente agradable para madre e hijo: trae paja, enciende el fuego, prepara un baño para el Niño, arregla una cerca, etc. Una muestra de la “actividad” de San José, lo podemos ver en el Retablo de la Capilla del marquesado de Esteva de las Delicias, en La Bañeza (León), obra realizadas por Nicolás Francés en el s. XV, actualmente en el Museo del Prado, donde el Santo está alimentando a los animales.

Retablo de La Bañeza

La iconografía occidental de la Natividad se generaliza a partir del s. XV, motivada, principalmente, por la popularidad que adquirieren las Revelaciones de Santa Brígida de Suecia, obra de finales del XIV, y que luego veremos con algo más de detalle. Una de las primeras manifestaciones que sigue las propuestas de las Revelaciones, es la tabla que se exhibe actualmente en la Pinacoteca Vaticana, realizada a finales del XIV por florentino Niccolò di Tommaso. En ella se muestra a Santa Brígida arrodillada a la derecha del cuadro, la Virgen en aptitud también de adoración se ha despojado del manto, mientras salen de su boca las palabras que, según la Santa, escuchó decir a María en su visión mística: Bene veneris, deus meus, dominus meus et filius meus. Son los primeros pasos de las representaciones de la Natividad inspirados en la obra de la Santa.

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Otra obra trascendental que sigue el texto de Santa Brígida, se encuentra en el Museo de Hamburgo. Se trata de la tabla del Nacimiento de Cristo del artista alemán conocido como Maestro Francke, que forma parte del retablo de Santo Tomás Becket. Jesús está desnudo e iluminado, mientras la Virgen, de rodillas y con las manos juntas, se ha despojado del manto para dar a luz. De su boca surge una cartela que muestra el texto: Dominus meus, filius meus …, frase que, como hemos mencionado anteriormente, se recoge directamente en las Revelaciones.

Nacimiento_de_Maestro_Francke Estas dos maneras de plasmar la Natividad, viene en parte motivada por importantes preocupaciones teológicas. La versión bizantina refleja la opinión de los que creían que la Virgen habría parido con dolor como cualquier otra mujer, por lo que muestra a María recostada, contemplado al Niño y agotada por el esfuerzo.

Las imágenes occidentales, en cambio, reflejan la creencia de que María había tenido la prerrogativa de parir sin ningún sufrimiento. Esta última opción es la que se acabó imponiendo, influida poderosamente por las visiones de Santa Brígida: la Virgen, que no ha sufrido por el parto, se haya de rodillas con las manos unidas y adorando al Niño, que se encuentra desnudo e iluminado.

Santa Brígida de Suecia, nacida Brígida Birgsdotter, y patrona de Europa desde 1991, tuvo desde pequeña visiones místicas. A pesar de contraer matrimonio, dedicó toda su vida a peregrinar y difundir la fe. A principios del siglo XIV, junto a su marido, peregrinó a Santiago de Compostela acompañada de un gran séquito de eclesiásticos y seglares de ambos sexos y, según cuentan las crónicas, durante dos años largos realizó el Camino a pie. La comitiva hubo, sin duda, de pasar por la ciudad de León y visitar la catedral, que aunque todavía no tenía construidas en su totalidad las dos torres occidentales, debió despertar en la Santa y séquito una gran admiración.

Ya anciana, en 1372 viajó a Tierra Santa y a su llegada a Belén tuvo la visión del Nacimiento de Jesús, que se incluye posteriormente en las Revelaciones. Santa Brígida narra así los sucesos que rodearon el Nacimiento de Cristo:  Estaba yo en Belén, dice la Santa, junto al pesebre del Señor, y vi una Virgen encinta muy hermosa, vestida con un manto blanco y 
200px-Heliga_Birgitta_på_ett_altarskåp_i_Salems_kyrka_retoucheduna túnica delgada, que estaba ya próxima a dar a luz. Había allí con ella un anciano, y los dos tenían un buey y un asno, los que después de entrar en la cueva, los ató al pesebre aquel anciano, y salió fuera y trajo a la Virgen una candela encendida, la fijó en la pared y se salió fuera para no estar presente al parto.

La Virgen se descalzó, se quitó el manto blanco con que estaba cubierta y el velo que en la cabeza llevaba, y los puso a su lado, quedándose solamente con la túnica puesta y los cabellos tendidos por la espalda, hermosos como el oro. Sacó en seguida dos paños de lino y otros dos de lana muy limpios y finos, que consigo llevaba para envolver al Niño que había de nacer, y sacó otros dos pañitos del lienzo para cubrirle y abrigarle la cabeza al mismo Niño, y todos los puso a su lado para valerse de ellos a su debido tiempo.

Hallábase todo preparado de este modo, cuando se arrodilló con gran reverencia la Virgen y se puso a orar con la espalda vuelta hacia el pesebre y la cara levantada al cielo hacia el oriente. Alzadas las manos y fijos los ojos en el cielo, hallábase como suspensa en éxtasis de contemplación y embriagada con la dulzura divina; y estando así la Virgen en oración, vi moverse al que yacía en su vientre, y en un abrir y cerrar los ojos dio a luz a su Hijo, del cual salía tan inefable luz y tanto esplendor, que no podía compararse con el sol, ni la luz aquella que había puesto el anciano daba claridad alguna, porque aquel esplendor divino ofuscaba completamente el esplendor material de toda otra luz.

Al punto vi a aquel glorioso Niño que estaba en la tierra, desnudo y muy resplandeciente, cuyas carnes estaban limpísimas y sin la menor suciedad e inmundicia. Oí también entonces los cánticos de los ángeles de admirable suavidad y de gran dulzura.

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Así que la Virgen conoció que había nacido el Salvador, inclinó al instante la cabeza, y juntando las manos adoró al Niño con sumo decoro y reverencia, y le dijo: “Bien venido seas, mi Dios, mi Señor y mi Hijo” (Bene veneris, deus meus, dominus meus et filius meus). Entonces llorando el Niño y trémulo con el frío y con la dureza del pavimento donde estaba, se revolvía un poco y extendía los bracitos, procurando encontrar el refrigerio y apoyo de la Madre, la cual en seguida lo tomo en sus manos y lo estrechó contra su pecho, y con su mejilla y pecho lo calentaba con suma y tierna compasión; y sentándose en el suelo puso al Hijo en su regazo, y comenzó a envolverlo cuidadosamente, primero en los paños de lino, y después en los de lana, y sujetando el cuerpecito, piernas y brazos con la faja, que por cuatro partes estaba cosida en el paño de lana que quedaba encima. Puso después en la cabeza del Niño y los dejó atados aquellos dos pañitos de lino que para esto llevaba. Después de todo entró el anciano, y postrándose en tierra delante del Niño, lo adoró de rodillas y lloraba de alegría.

La Virgen no tuvo mudado el color durante el parto, ni sintió dolencia alguna, ni le faltó nada la fuerza corporal, según suele acontecer con las demás mujeres, sino que permaneció como embriagada de amor; y en este deliciosísimo arrobamiento quedó, sin darse cuenta, en el mismo estado de conformación de su cuerpo, en que se hallaba antes de llevar en su purísimo seno al Hijo que acababa de nacer. Levantóse en seguida la Virgen, llevando en sus brazos al Niño, y ambos, esto es, ella y José, lo pusieron en el pesebre, e hincados de rodillas, lo adoraban con inmensa alegría y gozo.

300px-Heliga_Birgitta_relikskrin_Vadstena_klosterkyrka Sobre la visita de los pastores y magos, Santa Brígida comenta al respecto: Vi también en el mismo paraje, dice santa Brígida, mientras la Virgen María y san José estaban en el pesebre adorando al Niño, que los pastores y guardas de los ganados vinieron entonces a ver y adorar el recién nacido. Y habiéndolo visto, lo adoraron al punto con gran júbilo y reverencia, y volviéronse después alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído.

También me dijo la misma Madre del Señor: Has de saber, hija mía, que cuando vinieron al pesebre los tres reyes Magos para adorar a mi Hijo, ya yo sabía con anticipación su venida; y cuando entraron y lo adoraron, saltó de gozo mi Hijo, y con esta alegría tenía el semblante más alegre. Yo también estaba muy contenta y me alegraba en mi alma con admirable gozo de júbilo, observando todas las palabras y acciones, y conservándolas y meditándolas en mi corazón.

Tras la publicación de las Revelaciones de Santa Brígida, fue importante para el desarrollo posterior de las imágenes de la Natividad, la celebración del Concilio de Trento en 1545 y las teorías y purgas iconográficas del jesuita flamenco Molanus. La Iglesia procedió a eliminar algunos elementos que formaban parte de los Apócrifos y aceptó la propuesta de la narración de Santa Brígida. De esta manera, desaparecen por ejemplo las comadronas-lavanderas, aunque la ortodoxa supresión de algunas de estas figuras no va a ser total. Muchos artistas las recuperarán en sus composiciones, añadiendo además a la propia imagen de la Natividad, temas adicionales como la adoración de los pastores, de los ángeles y la presencia de los magos, como si en el mismo momento del Nacimiento hubiesen estado presentes.

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A pesar de las dos versiones tan diferentes, los artistas en ocasiones usurparon detalles de una y otra para incluirlos en sus obras. De esta manera, la libertad creadora permitió asociar las dos tradiciones representativas, llegando el caso en que, en muchas de las imágenes populares del Nacimiento, no se llega a diferenciar entre el modo y tradición oriental u occidental.


En algunos casos, se vuelve a posturas y planteamientos muy antiguos, posiblemente para mostrar las creencias personales del propio artista, como ocurre con la Natividad del s. XVII incluida en el Retablo del Altar Mayor del Monasterio de Nuestra Señora de la Anunciada, en Villafranca del Bierzo (León), en la que se muestra a San José de espaldas al nacimiento y pensativo. Es una imagen oriental y muy antigua, en la que el Santo nos señala su “titubeo” ante el alumbramiento de María. Según cuenta Mateo (1, 18-25): El nacimiento de Jesucristo fue así: María, su madre, estaba desposada con José, y, antes de que vivieran juntos, se encontró encinta por virtud del Espíritu Santo. José, su marido, que era un hombre justo y no quería denunciarla, decidió dejarlo en secreto.

Cantoral
Una extraordinaria muestra de la Natividad que sigue el modelo occidental en nuestra ciudad, fue “descubierta” a principios del siglo XX por Gómez Moreno y atribuida a Nicolás Francés. Se trata de una inicial miniada, la letra N (posiblemente de Nicólas), que forma parte de un libro de coro del siglo XV depositado en la biblioteca de la Colegiata de San Isidoro y que contiene cantos de Adviento, Navidad y Epifanía.

El artista sigue las pautas de las imágenes propuestas en las Revelaciones. Cuenta con vivas tonalidades verdes y rosadas sobre un fondo dorado y asocia dos episodios: el Anuncio a los pastores, en el fondo, y la  Natividad en primer plano. La Virgen y San José de rodillas y con las manos juntas, están adorando al Niño que reposa en el suelo desnudo sobre un lienzo blanco, e iluminado con una brillante luz dorada. Una bella estampa de Nacimiento leonés del siglo XV.



- Letra N miniada. Cantoral de San Isidoro de León: Natividad de Nicolás Francés.
- Video YouTube:  Arcangelo Corelli, Concierto de Navidad (Pastoral). Paugarriga.
- Anuncio a los pastores. Panteón Real de San Isidoro de León.
El Nacimiento de Jesús de Giotto di Bondone. Capilla de los Scrovegni de Padua.
- Retablo de la Capilla del marquesado de Esteva de las Delicias. La Bañeza, Nicolás Francés, s. XV. 
- Natividad s. XIV. Pinacoteca Vaticana. Niccolò di Tommaso.
- Nacimiento de Cristo. Maestro Francke, retablo de Santo Tomás Becket.
- Santa Brígida de Suecia. Iglesia de Salems.
- Natividad. Giovanni Girolamo Savoldo.
- Restos de Santa Brígida. Vadstena.
- Natividad del Señor. Jan de Beer.
- Natividad, s. XVII. Altar Mayor del Monasterio de Ntra. Sra. de la Anunciada, en Villafranca del Bierzo.
- Cantoral de San Isidoro de León: Natividad de Nicolás Francés.



5 comentarios:

América dijo...

Sin estas imágenes entrañables no tendríamos esa memoria colectiva de la Natividad, más allá de las épocas y las tendencias artísticas,de la interpretación a veces libre de licencias pero con la intención de representar una de las escenas más bellas de la Navidad.
Tu articulo completo tiene ese sello de sensibilidad que hace apreciar más si es posible todo el recorrido que has hecho por la historia y el arte,un trabajo de colección.
Mis mejores deseos para esta próxima Navidad y Año Nuevo!
Un abrazo directo.

María dijo...

¡¡Como el tiempo aglutina visiones, evangelios y tradiciones!!
¡Que la esperanza se transforme en maravillosa realidad!
Un beso. IoI

fonsado dijo...

América: Gracias por el comentario y esos buenos deseos para estas fiestas y el año próximo, que te devuelvo con un fuerte abrazo.

fonsado dijo...

María: Un bello deseo María.
Otro beso para ti. Lol.

Anónimo dijo...

Una entrada muy curiosa y reveladora de lo que se puede esperar de la Iglesia y como se ha forjado a través de los siglos.