viernes, 25 de marzo de 2016

Crucifixión



En el siglo IX, Ramiro I restauró y amplió una capilla a extramuros de la ciudad bajo la advocación de San Marcelo, centurión romano que en el año 298 dC. y durante la celebración del aniversario del Emperador Maximiano, se negó a realizar sacrificios a los dioses e hizo pública su fe cristiana, proclamando que solo adoraría al verdadero Dios. La iglesia se eleva en el mismo lugar en el que, según la tradición, Marcelo realizó su declaración o “confessio”. A pesar de la destrucción de la ciudad a finales del siglo X por las tropas de Almanzor y los múltiples avatares del templo a lo largo de los siglos, aún se puede contemplar en su emplazamiento originario, en el mismo centro de León.

La iglesia de San Marcelo sigue siendo un referente en la ciudad, pero no sobresale por su calidad constructiva ni estética ni tampoco por sus tesoros artísticos, pero posee una historia que, como hemos visto, alcanza desde finales del Imperio Romano a la actualidad. No obstante, cuenta una obra excepcional y muy apreciada por los fieles leoneses: el Cristo de la Agonía, más conocido por el Cristo de los Balderas.

A comienzos del siglo XVII, la familia Balderas, Antonio de Balderas y su esposa María Flórez, encargaron y costearon un Crucificado para instalar en la pequeña capilla situada en el lado de la Epístola. El artista elegido fue el conocido Gregorio Fernández y las condiciones para el trabajo escuetas: “Una obra bien acabada, con mucho arte, con dientes de marfil y uñas postizas en los pies”.

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El escultor gallego realizó una obra extraordinaria. Posiblemente sea el mejor crucificado de este artista y el que cuenta con un mejor acabado: majestuoso, con una apariencia sobria y serena, un tratamiento anatómico refinado y contenido en el gesto; sosegada expresión en el rostro, con la vista caída, la frente limpia de arrugas y la boca con un realismo asombroso. El Cristo de la Agonía o de los Balderas, posee una serenidad y belleza plástica admirable, entre las imágenes que ofrecen los crucificados.
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Hace unos años, la cadena BBC logró irritar a los cristianos ingleses más tradicionalistas, al alterar la representación clásica de la crucifixión de Cristo en una serie televisiva. En esta serie (“La Pasión”), se ofrecía la imagen de Jesucristo crucificado con los brazos en alto y clavados en la cruz por el antebrazo (no las manos o las muñecas). Las piernas muy flexionadas, con los pies clavados individualmente en una ménsula, que se sitúa mucho más alta de lo que es acostumbrado en las representaciones.

Ante las acusaciones de medios próximos a la ortodoxia cristiana de “reinventar” la narración bíblica tratando de engañar a los creyentes, los responsables de la serie alegaron que se tomó como referencia el descubrimiento en 1968 de los restos de un joven crucificado en las cercanías de Jerusalén. Es el único halnformacrux 4lazgo arqueológico de este tipo, y presenta la misma posición de crucifixión que se reproduce en la serie, fundamentado además, que los romanos crucificaban a los condenados de distintas formas y esta manera era una de las más extendidas y eficaces.

Según esto, y en contra de las múltiples representaciones pictóricas a través e los siglos, la cruz no sería muy alta, los pies del reo se encontrarían a tan solo a medio metro del suelo,  principalmente debido a que la cruz se colocaba en su posición vertical con el condenado ya inmovilizado sobre ella. Los verdugos que se encargaban de levantar la cruz lo harían por medio de cuerdas, con su propia fuerza, resultando muy complicado elevar una cruz de gran altura.

La crucifixión es una práctica de tortura y ejecución muy antigua. Fue utilizada por numerosas civilizaciones: asirios, fenicios, persas, griegos, macedonios, cartagineses, romanos y hasta los japoneCapturar-2ses de la era Mejii (segunda mitad del XIX). Por encima de todo, fue un castigo destinado a la humillación pública, exponiendo al reo a una dolorosísima tortura a la vista de todos.

Es probable que fueran los asirios los que iniciaron esta tortura y de allí pasó a los persas. En el s. IV aC., Alejandro Magno lo aplicó en su invasión hacia el este y se cree que ejecutó de esta manera a más de 2000 supervivientes de la ciudad fenicia de Tiro, es más, se asegura que mandó crucificar al médico que no logró curar a su amigo Hefestión, como también a su historiador y biógrafo oficial Calístenes, por no estar de acuerdo en que Alejandro adoptara costumbres persas.

Fenicios, griegos, macedonios y cartagineses, como ya hemos dicho, la aplicaron asiduamente, sin embargo, la crucifixión estaba prohibida en la ley antigua judía. PerNikolai Ge La Crucifixión 2o sin duda, fue Roma quien difundió por todo el Mediterráneo este tipo de tortura.

Conocemos importantes y cruentos episodios de Roma. Célebre fue la condena del cónsul Marco Licino Craso, cuando hizo crucificar a lo largo de la Vía Apia a más de 6000 de los esclavos de Espartaco, suceso que, al parecer, duró varias semanas. Flavio Josefo relata como Tito crucificó a centenares de rebeldes judíos en las paredes y murallas de Jerusalén, ante la falta de madera en el lugar.

La muerte del crucificado solía producirse por asfixia, hambre, insolación, etc. Pero la intención era que el condenado muriera debido a la fiebre y a la sed, por lo que podría tardar de 2 a 6 días en morir por deshidratación, siempre y cuando no le fuera suministrada agua en pequeñas cantidades para alargar el sufrimiento, o con anterioridad sufriera un castigo previo (como la flagelación), que pudiera acelerar el desenlace. Todas las fuentes antiguas hablan de que el suplicio podía durar días, a menos que el condenado fuera rematado de forma más o menos cruenta.

Los romanos despreciaban esta humillante tortura que era destinada únicamente a los peores criminales. Un condenado que pudiese mostrar el “civis romanus sum”, la prueba de ser ciudadano romano, podía optar por el “privilegio” de la decapitación, evitando la agonía de la crucifixión. De no poder demostrar su ciudadanía, al condenado se le ataba y cargaba con el tronco llamado “patibulum”, de aproximadamente 2 metros y 40 kg., hasta el lugar de ejecución. No se cortaban ni images (1)lijaban los maderos, ya que era una herramienta de muerte considerada maldita, siendo, la mayoría de las veces, quemada tras la ejecución debido a la superstición popular.

Una vez en el lugar, el patibulum se fijaba al stipes (parte vertical). El reo era desnudado, clavado y seguidamente izado. Los dos troncos podían adoptar la forma de cruz latina clásica (“crux immissa”). En ocasiones se utilizaba solo una estaca vertical, denominada en latín “crux simplex” o “palus”, resultando la manera más sencilla de tortura, o dos maderos unidos en la parte superior formando una T, era la “crux commissa”.

El cuerpo humano en esta situación sufre de asfixia gradual, ya que para poder inspirar el crucificado debe alzarse a pulso sobre los clavos que sujetan sus brazos, y tras poder coger un poco aire, vuelve a caer suspendido de los brazos, de esta manera, muere asfixiado en poco tiempo. En algún momento de la ejecución, podían romperse las piernas del condenado con el fin de acelerar la asfixia, pues así la víctima quedaba sin sustento para poder levantarse y seguir respirando.

Crucifixin-StykaPara alargar la tortura, normalmente se instalaba un soporte (“aculeus”) en el "stipes" para apoyar los pies o la cadera, la muerte así llega mucho más tarde y, como ya cometamos, podría durar días. Se practicó también la modalidad de crucifixión invertida y , para añadir más sufrimiento, se hacían pequeñas hogueras a los pies.

Curiosamente, no resultaba extraño que se adornasen las cruces y los cuerpos de los condenados con guirnaldas de flores, hiedra u hojas. Es difícil imaginar una explicación para ello. Puede que se tratase de un sacrifico especial dedicado a alguna deidad, a solicitud del condenado o, quizá, para camuflar el hedor que deberían desprender aquellos cuerpos.

En la iglesia de San Vicente de Ávila se reproduce una extraña y desconocida forma de crucifixión. Es un bajorrelieve que representa el martirio de los hermanos Vicente, Sabina y Cristeta, ocurrido bajo el dominio de Diocleciano en el año 304 dC., en el mismo lugar en el que se erige el templo. Es un tipo de crucifixión en cruz aspada (ecúleo) cuyos brazos son móviles. Se clava a los condenados al revés, de cara al madero, se fija la cabeza del ajusticiado a una horca y se empujan hacia arriba las aspas de la cruz. La muerte se produce por la rotura lenta del esqueleto, una tortura horrible.

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Aunque parezca que la crucifixión es asunto del pasado no es así. Hace aproximadamente un siglo, Turquía cometió tremendas atrocidades contra la población cristiana de Armenia, crucificando a un grupo importante de mujeres por no querer abrazar el Islam. Asimismo, hace un par de décadas se conoce la crucifixión de varios sacerdotes cristianos en Sudán, en donde todavía se contempla esta pena en la Sharia islámica; también se impone como castigo en Yemen.

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Como hemos visto, la crucifixión ofrece multitud de variantes de acuerdo con la costumbre o el pueblo que la practique. Influye poderosamente el lugar, los medios de que se dispone y el talante de los verdugos.

Sobre la forma y método empleado en la crucifixión de Cristo, no existe nada claro. Pudo ser crucificado en la tradicional cruz latina, pero también en un simple palo vertical. Podría haber sido atado al madero y clavado por las manos, muñecas o antebrazos. Los Cristo de la Agoníapies clavados o simplemente atados a la cruz; pudieron usarse dos clavos, uno para cada pie, clavados por delante o lateralmente al stipes. Pero también pudo ser solo uno que taladrara los dos pies, uno encima del otro, o ladeados y clavados por el tobillo, como se hizo con el condenado del que se encontraron sus restos cerca de Jerusalén.

Sea como fuere, lo que debió ocurrir realmente en nada debe parecerse a la mayoría de las representaciones de Cristo crucificado, que muestran, dentro de lo que cabe, una imagen bastante templada. El panorama real debió de ser bien distinto: un cuerpo desnudo, completamente lacerado y ensangrentado, no con corona, sino con un casquete de espinos en la cabeza. La cruz estaría formada por dos bastos maderos, posiblemente en forma de "tau" y de baja altura, no más de 2 metros de alto. Los clavos de los brazos situados entre la muñeca y el antebrazo, el cuerpo muy flexionado, casi en cuclillas, y los dos pies ladeados clavados por los tobillos o individualmente a cada lado del madero. Una imagen terrible alejada del convencionalismo al que estamos acostumbrados.



     "Condenado y crucificado" -La Pasión según San Juan-. J. S. Bach.


"Semana Santa". Película de Andrzej Wajda. 
- Iglesia de San Marcelo. León
- Cristo de los Balderas. Gregorio Fernández, Iglesia San Marcelo de León.

- Cristo de los Balderos. Gregorio Fernández, Iglesia San Marcelo de León.
- Montaje-hipótesis crucifixión.- Fotograma de "La Pasión". 
"La Crucifixión". Nikolai Ge.- Fotograma de "La Pasión de Cristo". Mel Gibson. 
"Martirio de cristianos en el circo de Nerón". Jan Styka.

- Martirio de Vicente, Sabina y Cristeta. Bajorrelieve iglesia San Vicente (Ávila). 
- Fotograma final de "Espartacus". Stanley Kubrick.
 
- Cristo de los Balderas. Gregorio Fernández, Iglesia San Marcelo de León.

- Video argot2000. YouTube: "La Pasión según S. Juan (Condenado y crucificado)". J.S. Bach






jueves, 17 de marzo de 2016

León: Oficio de Tinieblas

       
En las celebraciones que ya se realizaban durante la Semana Santa al final del primer milenio, incluso antes, se efectuaba un rito que formaba parte importante de la liturgia cristiana: el Oficio de Tinieblas.

El propio Jesucristo impulsó la obligación de rezar con habitualidad. De esta manera y a lo largo de los siglos, la oración diaria se estableció con asiduidad como deber cristiano, recibiendo el nombre de Oficio Divino u Opus Dei, aunque es conocida comúnmente como Liturgia de las Horas. Dicha Liturgia sufrió numerosas reformas y modificaciones a lo largo del tiempo en los distintos territorios cristianos, o en su contenido, según las particulares reglas de las distintas órdenes religiosas, quedando confinada con el paso de los siglos, casi en exclusiva, a la vida monástica.


 Vídeo realizado por Antonio García Ceballos (Matracas y Carracas Mansilla – 2014)

Esta Liturgia comienza con el rezo de maitines (poco después de medianoche) y laudes (antes del amanecer). Estos dos oficios se anticiparán durante la Semana Santa a su horario normal y, tras los rezos de completas (sobre las 21 horas), el Miércoles, Jueves, Viernes y Sábado Santo, se sustituirán por una ceremonia más especial destinada a conmemorar la muerte de Cristo. Este rito se conocerá como Oficio de Tinieblas, del latín tenebras, falta de luz, oscuridad.

En esos días la Humanidad quedaba sumida en la penumbra, en las tinieblas, hasta el día de la Resurrección, por lo que todos los fieles se incorporaban para celebrar la Pasión y Muerte de Jesucristo: el Miércoles se rememoraba la Pasión, el Jueves la Agonía, el Viernes la Muerte, y el Sábado se realiza la conmemoración de las Exequias y Sepultura.

Durante el Oficio, aparte del elemento visual y de reunión, eran vitales dos componentes: el ruido, que luego veremos, y el Tenebrario. Éste era y es un candelabro de gran tamaño, normalmente de madera, con forma triangular que recuerda la Santísima Trinidad, y que contiene quince velas, siete a cada lado y una, la más elevada, en el ángulo central. Con sus múltiples variantes locales, en el Oficio de Tinieblas el candelabro o Tenebrario es uno de los protagonistas.

No existen piezas destacadas de Tenebrarios en León, como ocurre en otras ciudades, pero resulta curioso su parecido con el tradicional árbol o ramo leonés de Navidad, de tanta tradición. Como hemos señalado, los Tenebrarios poseen, normalmente, quince velas que representan a los once Apóstoles (excepto Judas), las tres Marías (Salomé, Magdalena y Cleofás), y la vela de la cúspide que simboliza a Cristo (conocida como vela María). Sin embargo, en algunas tradiciones, 
la vela del vértice era considerada como la representación de la Virgen María, la figura del Nuevo Testamento que siempre creyó en la Resurrección.

Durante el Oficio el templo se mantiene en penumbra y, según se van cantando los Salmos correspondientes (68, 69, 70), se apagan, de derecha a izquierda y de abajo a arriba, todas las velas, creando un clima de tinieblas. Al finalizar, y cuando se han apagado catorce de las velas, se canta el Miserere (Salmo 50 -51-) y se oculta el Tenebrario en la parte posterior del altar, representando así la entrada de Cristo en la sepultura, pero también la espera de la Iglesia hasta la llegada de la Luz que renacerá el Domingo de Pascua. La ocultación del Tenebrario era el momento en que se producía el ruido ensordecedor en el templo, protagonizado por los fieles que utilizaban para ello todo tipo de utensilios e instrumentos, pero también mediante aplausos, aullidos o gritos, en los que no faltaban los juramentos.


La prohibición del uso de metales para las manifestaciones religiosas y populares durante la Semana Santa, y por consiguiente la inutilización de las campanas en dichas fechas, originó el uso de varios artilugios sonoros de madera de origen judío y musulmán: carracas, matracas, tabletas, etc.

Como hemos señalado, al finalizar el Oficio de Tinieblas, tras el canto del Miserere y la ocultación del Tenebrario, los fieles gritaban y golpeaban los bancos o el mobiliario con las manos, mazos o cualquier otro utensilio, además de utilizar los instrumentos señalados, cuyo ruido trataba de representar las convulsiones de la naturaleza que relatan los Evangelios y que siguieron a la Crucifixión: “… la tierra tembló y se partieron las piedras y los sepulcros se abrieron ...”.

Pero no solo las carracas, matracas, matracones, mazos, tabletas, etc., se utilizaban para estas ocasiones. Los monaguillos y sacristanes sustituían sus campanillas por tabletas o carracas, los fieles procesionaban con los mismos instrumentos y, desde las espadañas y torres de las iglesias y catedrales, se convocaba a los fieles con grandes matracas, una vez “muertas” e inmovilizas las grandes campanas. El mutismo de las campanas debía ser especialmente llamativo en el paisaje sonoro de antaño, fundamentalmente en el medio rural, donde carillones y campanas tenían, además de su tradicional uso religioso, una significativa finalidad social, marcando el ritmo de vida cotidiano. 

El Concilio Vaticano II levantó la prohibición del uso de las campanas durante la Semana Santa. Esta innovación enterró poco a poco el uso de este tipo de instrumentos, así como el Oficio de Tinieblas. Los pequeños instrumentos quedaron en desuso y las grandes piezas situadas en el interior de los campanarios fueron arrinconadas y la mayoría de ellas arruinadas.



Tenemos referencia de la existencia de una gran matraca en nuestra Catedral que poca gente recordará ya su escandaloso sonido, mientras volteaba en el interior de la torre norte de la Catedral. Constaba de unas palas giratorias con unos mazos que golpeaban repetidamente sobre las palas, al hacer girar la estructura. Este especial sonido, aumentado por su situación en lo alto de la torre, posiblemente hace ya más de sesenta décadas que no se escucha en la ciudad.

Narciso Casas en su libro “Historia y Arte en las Catedrales de España”, señala que la matraca de la Catedral de León, fue trasladada al depósito de San Isidoro por falta de espacio. Hace unos años, y gracias a la existencia de una antigua fotografía, los alumnos del Centro de Oficios de León han podido realizar una réplica exacta que ha sido cedida al Museo Etnográfico de Mansilla de las Mulas, y que se podemos ver y oir en el vídeo realizado por D. Antonio García Ceballos (Matracas y Carracas Mansilla – 2014), del que se muestra un fragmento.

En ese mismo Museo se celebró en el 2010 la exposición, “Matracas y Carracas. Los sonidos olvidados de la Semana Santa”, con una enorme variedad de tipos expuestos. Estos instrumentos cumplen con una línea común: la carraca normalmente está formada por una rueda giratoria dentada que al voltear choca con una placa o lengüeta de madera fija, provocando un sonido característico; la matraca suele contener varias palas de madera que giran alrededor de un eje, haciendo que golpear los mazos que llevan anclados sobre las palas; la más sencilla es la tableta, una pequeña pala que lleva un fragmento de madera sujeto con cuerdas, que al agitarse produce un sonoro traqueteo.

Después del Concilio Vaticano II y a la “modernidad” que se impuso con posterioridad, afectaron de manera decisiva a numerosas costumbres antiguas, tanto sociales como religiosas, considerándolas como viejos hábitos que deberían desaparecer o modernizarse. Esa misma modernidad, con el paso del tiempo, ha tratado de recuperar toda la olvidada cultura popular y religiosa anterior, revitalizando costumbres, tradiciones, música, utensilios, etc.

Una de esas prácticas renovadas es el Oficio de Tinieblas, que aunque no se realiza completo ni todos los días por lo tedioso de su continua salmodia, al menos recupera ciertos aspectos que evocan la ceremonia, con la presencia del Tenebrario y su icónico apagado, y la revitalización de los clásicos instrumentos que rememoran esos sonidos olvidados de la Semana Santa.

León no se ha quedado atrás y en varios pueblos de la provincia, entre los que destaca Mansilla de las Mulas, se ha vuelto a celebrar el rito de Tinieblas. En la capital y en la antigua iglesia de Santa María la Real, desde hace unos años y cada tarde del Jueves Santo, la Cofradía leonesa del Santo Cristo del Desenclavo, revive la ancestral tradición.


Cofradía del Santo Cristo del Desenclavo
Oficio de Tinieblas y Procesión del Santo Cristo de las Injurias
Santa Marina la Real

“Puede que sea una verdadera muestra de exaltación de la Fe la que se produce en el interior del Templo de Santa Marina la Real cada tarde de Jueves Santo. Se trata del Oficio de Tinieblas. Folklore popular absorbido de la tradición litúrgica desde tiempos remotos, se muestra en todo su esplendor entre los muros de la antigua iglesia jesuita. Son las voces de los Hermanos varones los que entonan, junto al Consiliario, en el Altar Mayor, el Canto de los Salmos 68, 69, 70 y el clásico Miserere. La forma del Miserere se recopiló en la forma tradicional cantada de la localidad leonesa de Tendal de la Sobarriba por la primera Junta de Seises; un ejemplo más del compromiso que adquirió la Cofradía con la conservación y restauración de las tradiciones del pueblo leonés. Al finalizar cada uno de los versos de los Salmos, un Hermano irá apagando una vela del Tenebrario, colocado expresamente en el centro del Altar. La luz se irá difuminando hasta que expire la última llama igual que lo hizo Jesús, y el Gólgota tembló. Así fue y así tiembla también el interior de Santa Marina mediante el estruendo de las carracas y las matracas en medio de una absoluta oscuridad.

La tierra y el luto salen del sagrado templo una vez jurado el voto de silencio. Los sonidos secos envueltos por el llanto que produce la Ronda anuncian los pasos débiles del Santo Cristo de las Injurias cargando su madero al hombro. Hasta 2012 le precedía con mirada atenta y suplicante el Ecce Homo o Cristo Atado a la Columna, soportando sus heridas y humillaciones, pero consolado y arropado por el púrpura de las Hermanas Braceras. Hasta el año 2002, también procesionó la Virgen de la Sexta Angustia y Nuestra Señora de las Candelas, portada por las hermanas de la Cofradía; imágenes que a día de la fecha se han suprimido de esta procesión por varias razones. En el caso del Cristo atado a la columna, por su delicado estado de conservación que aconsejó la retirada en tanto no se procediera a su restauración.
…/…
Delante de cada trono las Banderas, carracas, matracas e incensarios acompañan el sonido de las horquetas golpeando el pavimento del barrio de las Altas Torres. Es destacable el empleo de estos dos típicos instrumentos leoneses del folklore popular, la carraca y la matraca, que antiguamente se empleaban en las procesiones y que con el paso del tiempo se han ido dejando de lado. Varias de las que tiene la Cofradía fueron adquiridas también en distintas localidades de la zona de La Sobarriba, datando, incluso, algunas del siglo XIX.”


- Tenebrario. Oficio de Tinieblas. Cofradía del Santo Cristo del Desenclavo. Santa Marina la Real, León.
- Matraca torre norte Catedral de León. Vídeo: Antonio García Ceballos (Matracas y Carracas Mansilla – 2014).
- Tenebrario.
- Matraca Catedral de León.
- Reproducción matraca torre norte Catedral de León.
- Cartel exposición.
- Cartel VII Rito de Tinieblas 2016. Mansilla de las Mulas.