lunes, 12 de enero de 2009

El Pórtico Occidental de la Catedral de León. Portada de San Francisco (I)

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Las distintas invasiones bárbaras, la práctica inexistencia de artistas cualificados y las conclusiones del Concilio de Elvira (Granada), celebrado a principios del s. IV, impidieron el desarrollo de la imaginería durante el primer milenio en territorio peninsular. Es a partir del segundo, cuando se inicia una profunda renovación y se produce un fuerte desarrollo de la iconografía.


La Catedral de León es considerada actualmente la mejor muestra en estatuaria del s. XIII de la Península, debido, principalmente a la obra escultórica presente en sus siete puertas. La fachada occidental u oeste, la más conocida, posee tres puertas bajo pórtico sustentando con pilares en los que se encuentran adosadas tallas. La Puerta de San Juan (Bautista) ocupa el vano izquierdo de la portada, en el centro la Puerta del Juicio Final y a la derecha la Puerta de San Francisco (de Paula).


Como hemos señalado, a la derecha de la Puerta del Juicio Final, en el lado de la Epístola, se encuentra la Portada de San Francisco, en la que se muestra, como tema principal, la Muerte, Exequias y el Triunfo o Coronación de la Virgen, argumento que, junto con la representación del Juicio Final, ocupa una parte importante de las representaciones escultóricas en la decoración de las fábricas góticas en el s. XIII.


La denominación de la Puerta tiene su origen en la primitiva advocación a San Francisco de Paula, titular que fue de la capilla existente bajo la torre sur o del reloj, ahora oficialmente dedicada a Santa Inés, si bien, en la actualidad, está ocupada por un servicio de información que atiende a los visitantes del templo. En la primitiva capilla se situaba la talla del santo, conocido en nuestra Catedral como el “santo negro” debido al hábito de su Orden confeccionado totalmente de ese color, figura que hoy se puede contemplar en el Museo Catedralicio.


San Francisco de Paula (1.416-1.507), influye poderosamente en la historia religiosa del Renacimiento, iniciado sus pasos en el convento franciscano de San Marcos Argentato, en Cosenza, y siguiendo e imitando a San Francisco de Asís en la libertad de espíritu y en su modo filial de vivir en manos de Dios. Con posterioridad, funda la Orden denominada de los Mínimos, con el fin de diferenciarla de los “hermanos menores” de Francisco de Asís, buscando en la práctica de la nueva Regla una aún mayor pobreza y austeridad, de ahí el nombre de Mínimos.


En lo referente a nuestra Catedral, no se debe obviar que la Orden Franciscana es una de las que muestran mayor interés en la culminación de la fábrica leonesa. Francisco de Asís, que gozó de gran popularidad en la época, en su peregrinación a Santiago de Compostela, allá por los años 1.213-1.215, visitó la ciudad de León y, presumiblemente, fundó en aquellos momentos el convento que aún hoy lleva su nombre, a extramuros de la ciudad, hacia el sur.


En la Portada de San Francisco, el conjunto de las imágenes del tímpano, arquivoltas y jambas no guardan una clara relación entre sí, como ocurre en el conjunto de la Puerta del Juicio Final. En el tímpano/dintel se observan cuatro registros o cuerpos, agrupados en dos conjuntos diferenciados; un registro en el dintel y tres en el tímpano, de abajo arriba: Muerte, Exequias y Coronación, esta última en dos partes. Las tres arquivoltas, bellamente separadas por motivos vegetales, son ocupadas por ángeles, dos tallas de santas en la parte baja de la arquivolta exterior, y la representación en piedra de la parábola de las diez vírgenes, prudentes y necias. En las jambas, seis tallas sin conexión temática.


DINTEL/TÍMPANO. Muerte y Exequias. Este episodio ocupa el dintel y el cuerpo inferior del tímpano. En el primero, se muestra el sarcófago decorado con motivos geométrico-florales, idénticos a los del parteluz de la puerta central, y flanqueado por dos ángeles ceroferarios que, con rodilla en tierra, adaptan su tamaño a la altura del sepulcro. Asimismo, y en los extremos, también adecuados al espacio existente, se encuentran otros dos ángeles de mayor tamaño y en aptitud de vuelo.



En el registro inferior del tímpano, sobre el dintel, se representa las Exequias y Entierro de la Virgen, plasmándose el momento en que es introducida en el sarcófago. Extendida sobre un sudario que sostienen dos de los Apóstoles, María, con las manos cruzadas sobre la cintura, vestida con túnica y velo que le cubre la cabeza, es mostrada por el artista joven y bella.


En la “Leyenda Dorada” se citan las palabras de San Epifanio, quien pone de manifiesto que María: “tenía catorce años cuando concibió en sus entrañas a su Hijo, y quince cuando lo alumbró; vivió con Él treinta y tres y sin Él otros veinticuatro más a partir de su Pasión y Muerte”. De acuerdo con este testimonio, la Virgen tendría 72 años en el momento de su muerte. Sin embargo, en la misma obra, se hace mención a otras opiniones más verosímiles que señalan que María sobrevivió a su Hijo solamente doce años, por lo que contaría alrededor de 60 años cuando: la Señora fue llevada al Cielo”.


Asunto controvertido a lo largo de los siglos, ha sido la discusión sobre si realmente murió la Virgen María. Desde el siglo II, la tradición viene designando la muerte de María como el Tránsito, Sueño o Dormición, lo cual indica que su fallecimiento no fue como el de todos los hombres, sino que habría tenido algo de particular. Pío XII apuntó que María subió a los Cielos: “gloriosa en cuerpo y alma”, soslayando el problema de si fue asunta al Cielo después de morir y resucitar o, por el contrario, fue trasladada en cuerpo y alma sin pasar por el trance de la muerte como todos los demás mortales, inclusive, como su propio Hijo.


Tema también discutido y tratado ampliamente, es la causa de la Muerte, del Sueño. Para dar una posible respuesta, hay que tener en cuenta los testimonios de los Santos Padres y Mariólogos que dejaron traslucir con frecuencia su pensamiento sobre este tema, coincidiendo que el causante de la Dormición fue el Amor:


"Creemos que murió sin dolor y de Amor” (San Alberto Magno). "Murió en el Amor, a causa del Amor y por Amor” (San Francisco de Sales).


Pero no hablamos de un amor profano; se trata del Amor Divino que, según Bossuet, obispo de Meaux, trae consigo un despojamiento y una inmensa soledad, que la naturaleza humana no es capaz de soportar; la propia destrucción y un aniquilamiento tan profundo, que todos los sentidos son suspendidos. El Mariólogo Garriguet, describe de esta bella manera la Dormición:


"María murió sin dolor, porque vivió sin placer; sin temor, porque vivió sin pecado; sin sentimiento, porque vivió sin apego terrenal. Su muerte fue semejante al declinar de una hermosa tarde, como un sueño dulce y apacible; era menos el fin de una vida que la aurora de una existencia mejor”.


En la Portada de San Francisco, la figura yacente de María está rodeada por trece figuras de menor tamaño. Domina la isocefalia, y se recurre a un recurso artístico muy sencillo para disponer las figuras en la composición: mientras el cuerpo de la Virgen, exageradamente más grande, ocupa el primer plano y las figuras laterales son representadas en bulto redondo, las demás, dispuestas detrás del cuerpo yacente, sólo tienen en bulto redondo la cabeza, mostrándose el resto del cuerpo en relieve de tres cuartos.


trece: diez Apóstoles, San Pablo, el arcángel San Miguel y, en el centro, Cristo, que se distingue por su nimbo cruciforme. Ligeramente inclinado sobre el cuerpo de su Madre, la bendice mientras, con su brazo izquierdo, recoge el alma de la Virgen representada como una niña. La Leyenda Dorada de Santiago Vorágine, recoge este episodio: “Dicho esto, Cristo, con el alma de su Madre en los brazos, emprendió su viaje hacia la gloria rodeado de infinidad de rosas rojas, es decir, de multitud de mártires, y de una innumerable cantidad de azucenas, porque azucenas parecían los ejércitos de los ángeles, de los confesores y de las vírgenes que le daban escolta.”


Juan, Obispo de Tesalónica, en su texto Apócrifo narra también el suceso: “Y he aquí que de repente se presenta el Señor sobre las nubes con una multitud de ángeles. Y Jesús en persona, acompañado de Miguel, entró en la cámara donde estaba María, mientras que los ángeles y los que por fuera rodeaban la estancia cantaban himnos. Y al entrar, encontró el Salvador a los Apóstoles en torno a María y saludó a todos. Después saludó a su Madre. María entonces abrió su boca y dio gracias con estas palabras: -Te bendigo porque no me has desairado en lo que se refiere a tu promesa. Pues diste palabra reiteradamente de no encargar a los ángeles que vinieran por mi alma, sino venir Tú (en persona) por ella- ... Y, al decir estas palabras, llenó su cometido, mientras su cuerpo sonreía al Señor. Mas Él tomó su alma y la puso en manos de Miguel”.


A la izquierda de Cristo, en el centro de la escena y mirando al espectador, hallamos al arcángel San Miguel como turiferario, pero también como psicopompo, ya que le será entregada el alma de María para su traslado al Cielo: “Mas Él tomó su alma y la puso en manos de Miguel, no sin antes haberla envuelto en unos como velos, cuyo resplandor es imposible describir”.


El resto de los personajes de este registro son once figuras que representan a los Apóstoles. Faltan Judas Iscariote y Tomás, no obstante, está entre ellos San Pablo, el llamado Apóstol de los gentiles que, aunque no estuvo entre los elegidos, su figura notable en la difusión de la fe es asimilada por la Iglesia como uno más de los elegidos y hasta él mismo se considera uno de ellos.


Se diferencian claramente tres grupos: los Apóstoles que se encuentran tras el cuerpo de María, representados en tres cuartos, y los que se hallan a uno y otro extremo del cadáver en bulto redondo. Estos ocho últimos, cuatro a cada lado, se distribuyen en cuatro parejas; las parejas de los extremos (1-2 y 10-11), alternan un personaje con barba y otro imberbe. Referente a las otras dos, en la pareja de la izquierda (3 y 4), uno de los Apóstoles (3) se inclina exageradamente sobre el libro que tiene abierto entre las manos; su frontero (9), en cambio, lo sostiene cerrado. Sus respectivas parejas (4 y 8), que sujetan el sudario, están más inclinadas, sobre todo la figura de la izquierda (4), recurso arcaico que emplea el artista para reflejar o mostrar el peso de María en el momento de ser introducida en el sarcófago.


La identificación resulta compleja al no haber elementos diferenciadores entre ellos, y el deterioro evidente debido al paso del tiempo. San Pedro (4) y San Pablo (8), son los únicos reconocibles ya que, según los Apócrifos, fueron los responsables de introducir el cuerpo en el sarcófago; San Pablo, debido a su físico característico muy difundido, barba y calvicie pronunciada, resulta fácilmente identificado (8).


Siguiendo los Apócrifos, Juan es el tercer Apóstol que protagoniza un hecho puntual en la narración de la Dormición: “Pedro entonces tomó la palma y dijo a Juan: -Tú eres el virgen; tú eres, por tanto, el que debes ir cantando himnos delante del féretro con la palma en las manos-.” La figura que se sitúa en el lugar señalado con el 1, es identificado por varios autores como San Juan, por ser el primero de la composición, mostrarse imberbe y faltarle el brazo derecho, suponiendo que en ese brazo podría llevar la palma que citan los Apócrifos. Sin embargo, no existen antecedentes en las portadas francesas, claras referencias escultóricas de la Catedral de León, de Juan portando palma o similar. Por ello, creemos, que San Juan es el Apóstol que ocupa el lugar 6, al ser una figura que se muestra sin barba y ocupa un lugar protagonista en el cuadro. Su postura, con la mano derecha en la barbilla en clara actitud de pesadumbre y tristeza ante el suceso que observa, coincide con la apariencia mostrada en las representaciones de las catedrales de Chartres, París y Estrasburgo.


En cuanto a los otros dos Apóstoles que aparecen sin barba, San Mateo ocuparía el lugar 10, portando libro abierto, como Evangelista, mostrando de esta manera la “palabra”, la sabiduría al exterior; el lugar 1, con su libro cerrado, se situaría San Felipe.


Las restantes individualizaciones son meras conjeturas. El espacio 9, por su parecido con Cristo, podría tratarse de Santiago el Menor; San Andrés, siempre personificado como hombre entrado en años, pudiera ser el que se encuentra en el lugar 7; Simón, ocuparía el último lugar de la derecha, el 11, no lleva nada en las manos y es el último de los elegidos, no conociéndosele hechos posteriores a la muerte de Cristo.


Los tres que restan, Santiago, Judas y Bartolomé, los situamos en los lugares 2, 3 y 5, respectivamente, si bien, el que se halla en el lugar 5, pudiera tratarse del Apóstol Santiago, situado de esta manera entre su hermano Juan y Pedro, formando así, el grupo de los que son conocidos como los “preferidos” y más cercanos a Cristo.


Puerta San Francisco Catedral de León. Colección fotográfica de Alfonso XIII. San Francisco de Paula. Museo Catedralicio de León. Catedral de León. Fragmento dintel/tímpano Portada de San Francisco. Virgen de la Esperanza o "La Preñada". Catedral de León. El entierro de la Virgen. Erasmus Grasser. La muerte de la Virgen. Caravaggio. Placa de marfil del s. X. Cluny. Entierro de la Virgen. Tímpano Portada de San Francisco. Tránsito de la Virgen. Andrea Mantegna. San Juan. Fragmento Portada de San Francisco.

4 comentarios:

América dijo...

Una de las catedrales góticas españolas mas interesantes e importantes,un referente turístico por excelencia,una joya de la que nunca se sabemos suficiente,muy interesante completo y documentado articulo,

El León Curioso dijo...

Un artículo impresionante, como siempre, que hace más cercana una parte de nuestra querida Catedral.

Es un privilegio para León que haya gente como tú que haga esta labor de divulgación tan necesaria y tan importante.

Un saludo.

Leodegundia dijo...

La catedral de León es una de las mas bellas que hay en nuestro país y mira que hay bastantes.
Todas las estatuas y esculturas que se encuentran en las puertas de las catedrales eran verdaderos libros escritos en piedra que la gente antes sabía leer, hoy en día me temo que pocos podrían hacer una interpretación como la que tú nos haces en tu artículo muy bien explicado e ilustrado.
Un saludo

Anónimo dijo...

Sobre San Juan tienes razón. Creo que es en Chartres donde el santo tiene una postura idéntica.
Buena entrada. Saludos