domingo, 22 de abril de 2012

El pórtico occidental de la Catedral de León. Portada del Juicio Final (II)

 

El Judici - Tradicional/Cancionero de Uppsala (S. XVII) 

En la anterior entrada sobre la puerta del Juicio Final de la portada occidental de la catedral de Santa María de León, se hizo referencia al conjunto de tallas de la portada, que conforman una serie de fases que perpetúan lo narrado en los Evangelios y en el Apocalipsis acerca de la "Segunda Venida" de Cristo, sobre los sucesos del Juicio Final. Estas fases o etapas se han agrupado de la siguiente manera: Anuncio, Resurrección de los muertos, Juicio e Infierno y Paraíso. 

Nos ocuparemos en este nuevo texto de la última fase, el Infierno y Paraíso. Son las imágenes que corresponden a la representación del “premio o castigo” tras la celebración del Juicio divino, y que se muestran en el dintel y distribuidas por varias de las dovelas de las arquivoltas, como veremos.

Cuarta escena: EL INFIERNO Y EL PARAÍSO

Dintel. Las escenas que contiene el dintel de la Portada del Juicio Final, son posteriores a la sentencia. San Miguel, en el centro, divide el cuadro. A su derecha los bienaventurados. Unos entrando directamente al Cielo, otros esperando. A su izquierda, los condenados padeciendo los castigos del Infierno.

El arcángel sostiene con sus dos manos una balanza, muy deteriorada, cuyo platillo derecho muestra un alma desnuda sentada, mientras que en el otro, el alma es atrapada por uno de los demonios. A San Miguel, Mikhael, cuyo nombre significa Quien como Dios, se le puede considerar como el ejecutor de la justicia divina. Es el heredero cristiano del dios egipcio Thot, del griego Hermes y del romano Mercurio. Su festividad, el día 29 de septiembre, no es una fecha casual: el equinoccio de otoño está regido astrológicamente por el signo de Libra, la balanza que, como el dios egipcio Thot, sostiene en la mano para cumplir la misión celestial de “pesador” de almas.


El acto del pesaje de las almas, que se conoce iconográficamente como psicostasis, ya aparece en el Libro de los Muertos, manual egipcio que servía a los difuntos para superar las pruebas que le permitían el acceso a las puertas del “más allá”. El dios Thot actuaba como notario del pesaje; si la balanza se inclinaba al lado negativo, el difunto era devorado por un monstruo híbrido de hipopótamo y león, y con fauces de cocodrilo, llamado Ammit. En cambio, si la balanza se inclinaba a favor del difunto, éste era premiado con la vida eterna. La imagen del pesaje de almas del Libro de los Muertos, con el tiempo fue copiada por los artistas cristianos y plasmada en distintas representaciones, aunque ya existían antecedentes y relatos parecidos en el mazdeísmo y budismo.



Hermes
y Mercurio fueron durante la época helenística y romana, los emisarios de los dioses y los encargados de ejecutar el pesaje de las almas, identificándose con el egipcio Thot. Pero su servicio de conductores y guías no se limitaba a los asuntos terrenos. “Viajan” entre la tierra y el cielo puesto que son conocedores de todas las rutas y caminos, ayudando a los hombres hasta después de la muerte. Estas tres figuras cumplían la función de psicopompos (conductores de almas), siendo uno de los motivos por los que los santuarios del arcángel San Miguel, normalmente construidos sobre templos de Mercurio, fueran erigidos en lugares elevados y en los cruces de caminos (Ver: http://fonsado.com/la-simbologia-de-san-miguel-de-escalada.html).


A la izquierda de San Miguel, se hallan varias representaciones de condenados, repartiéndose el espacio disponible con los bienaventurados que se muestran, como hemos mencionado, a la derecha. Las escenas del Infierno son más perturbadoras y fantásticas que las de la Gloria, las cuales resultan monótonas y repetitivas, dejando aparte su belleza plástica. No hay duda de que resulta más fácil para el ser humano engendrar y representar crueldad, que felicidad y placer.

Los personajes, demonios y condenados, se hallan mayoritariamente desnudos. Tras el demonio, que atrapa el alma del platillo de San Miguel, hay otros tres que arrojan otros tantos cuerpos a dos grandes ollas. Una mujer, dentro ya de la primera caldera y a la que únicamente  se le ve la cabeza, mira, desgreñada y atormentada, al espectador. Posiblemente simbolice la brujería. En la segunda marmita, dos demonios van a arrojar de cabeza a dos almas que representan dos de los pecados más perseguidos de la Edad Media: la lujuria y la avaricia. La lujuria está personificada en una mujer desnuda, que es arrojada cabeza abajo a la segunda caldera, mientras una serpiente le muerde los genitales. La avaricia se representa en la siguiente escena, en la que un hombre, a punto de ser arrojado a la marmita, lleva aún encima una bolsa de monedas.


Dos demonios agachados atizan con un fuelle el fuego de las ollas para evitar que se apague, y más a la derecha tres cabezas monstruosas engullen otras tantas almas. Este último conjunto de calderas y cabezas trata de plasmar, creemos que erróneamente, la imagen mítica de Leviatán, el monstruo marino de origen fenicio que se describe en la Biblia como pez gigantesco y monstruoso que lanza fuego por su boca, y que es conocido como boca del Infierno (Job 40, 25 y ss.). Estaba representado como una gran boca con grandes dientes que tiene en su interior una caldera de la que surgen llamas y a la que van a parar los condenados. Eran las propias fauces del Infierno.

A la derecha de San Miguel están los bienaventurados. La viveza de imágenes en la representación del Infierno, contrasta aquí con la monotonía, con la quietud de los personajes. ¿Cómo expresar el sosiego y la felicidad? En parte se consigue en la zona central de la escena, protagonizada por un grupo musical. La presencia del órgano, rompe la uniformidad del conjunto de la Gloria y consigue dar algo de movimiento, sensación de paz, de bienestar. Un ángel-niño dirige el compás con sus manos, mientras que un muchacho de espaldas interpreta y otro, desnudo y con un fuelle, sopla el órgano.


La escena de los bienaventurados la componen veintidós personajes que, serenamente, guardan su turno mientras conversan y se deleitan escuchando música. La mayoría son personajes importantes, entre los que no se aprecia gente del pueblo. Predominan los religiosos: un papa, un obispo y cuatro frailes. Los nobles están representados en varias figuras, entre las que sobresale un personaje coronado; solamente encontramos una mujer y un niño. Entre los restantes personajes, además de los músicos y los ángeles, encontramos la figura de San Pedro.

El final para todos los venturosos se encuentra en la entrada al Cielo, en la coronación gloriosa. La imposibilidad de representar artísticamente el Cielo se resuelve mostrando su entrada: la puerta que da paso a la felicidad y al bienestar eterno. Allí se encuentra San Pedro, el portero del cielo, mirando hacia los espectadores, invitándoles a seguir ese camino. Abre la puerta y permite a los bienaventurados la entrada. El primero, un personaje arrodillado espera su coronación. Su espléndido ropaje, la tiara coniforme sobre su cabeza y el lugar de privilegio que ocupa en el orden de entrada, nos indica que tiene que tratarse de la máxima representación eclesiástica: un papa. Tras él, y también vestido de pontifical con espléndida casulla, manípulo y mitra: un obispo. Entre los dos, un niño recibe la corona de la gloria de mano de uno de los dos ángeles que se encuentran sobre el dintel de la puerta. El otro, tiene en sus manos una nueva corona destinada al personaje arrodillado.


Arquivoltas condenados. La representación del Infierno no finaliza en el dintel, continuando por las arquivoltas (números rojos). Las torturas resultan horribles. Los demonios se ensañan con sus víctimas empleando toda clase de útiles para hacer más macabra la imagen. En dos de las ocho dovelas (4 y 8), se muestra la pugna de ángeles y demonios por llevarse las almas. Puede tratarse de una representación simple del Purgatorio.


1. Hombre y mujer desnudos, símbolos de la lascivia, sirven de asiento a un demonio coronado que sonríe irónicamente mostrando sus “trofeos”.

2. En esta piedra, dos diablos mortifican con instrumentos de tortura, horquilla y garfio, a dos condenados con semblante angustiado.

3. En una caldera al fuego, un condenado es introducido en ella por un demonio que emplea los pies para ello. A su espalda, otra alma lista para ser arrojada.

4. Cinco personajes componen esta escena llena de dinamismo y maestría: un ángel, dos demonios y dos almas. El ángel y uno de los demonios disputan por salir victoriosos y llevarse una de las ánimas. Otro diablo, en la parte inferior, tiene ya en sus manos el otro pecador. Esta pugna entre ángeles y demonios por la posesión de las almas, solo puede representar el Purgatorio. Es a partir del s. XI cuando se inicia la representación del Purgatorio, aunque tiene su origen en el periodo carolingio. No existen grandes diferencias con el Infierno: fuego, tormentos, etc. La existencia de un ángel en la escena, determina que el tiempo de expiación ha terminado y que viene a llevarse a las almas que han cumplido su pena, mientras los demonios tratan de impedirlo.

5. Un diablo de aspecto atroz, se dispone a echar de cabeza otro condenado a una olla puesta al fuego, donde ya están otros dos condenados. El suplicio no acaba ahí, ya que una rata, símbolo de la mezquindad y la destrucción, y un sapo, alegoría de la muerte, del diablo y del mal (Apoc. 16, 13), se aproximan con el fin de morder a los atormentados.

6. Dos demonios horribles, que tienen miembros de animales, están torturando a un hombre que, por sus rasgos, parece de raza negra.

7. La lujuria vuelve a hallarse en esta dovela. Una mujer y un hombre rodeados de cadenas, reciben tortura de dos diablos.

8. El Purgatorio vuelve a estar presente. Dos almas, demonio y ángel componen la escena. El ángel parece haber rescatado un alma, la otra sigue en poder del diablo.

Arquivoltas bienaventurados. También los bienaventurados se extienden por las arquivoltas de la portada. Ocupan en total diecinueve (color verde). Posiblemente, la dificultad de presentar personajes gozando de la impavidez y tranquilidad del Cielo, situación tan abstracta, tan vaporosa e incorpórea, obligue a los artistas a optar por personificar a un conjunto de mártires y santos que, con su vida ejemplar, sufrimientos y milagros, ejemplarizase a los espectadores. Se identifican los siguientes:

1 y 3. En las dovelas 1 y 3 se representa una misma escena, el martirio de San Esteban. En la dovela 1 un personaje, con las manos dirigidas a lo alto, espera de espaldas como un individuo, por las facciones de raza negra, se dispone a lanzarle una piedra mientras en su brazo derecho y recogidas entre su ropaje, sostiene algunas más. En la dovela superior, número 3, otro individuo de raza negra en posición de contorsionista parece recoger una piedra del suelo. A su lado hay un joven con ropa en el suelo y al que la Biblia identifica como Pablo: “ … y los testigos depositaron sus vestidos a los pies de un mancebo, que se llamaba Saulo” (Hechos, 7, 57). El personaje que acompaña a Pablo, coincide con la descripción que hace Santiago de la Vorágine de Gamaiel, maestro del apóstol San Pablo que posteriormente revela, según la tradición, el lugar de enterramiento de San Esteban.




4. Tres personajes ocupan el sillar número cuatro. Dos ángeles acompañan a una mujer que, con las manos juntas, mira a lo alto. A sus pies hay un dragón ensartado por una lanza que soporta uno de los ángeles. Esta figura es característica de Santa Margarita de Antioquía, que padeció martirio en el s. III en tiempos del emperador Aureliano. La presencia del dragón, en realidad Satanás, se debe a su enfrentamiento con el reptil al que llegó a vencer esbozando la señal de la cruz.

5. En la dovela número cinco de la arquivolta interior, se observan tres personajes: dos soldados, uno con espada al cinto, y un mártir que porta libro en la mano derecha y una bolsa en la izquierda, que entrega al soldado de la espada. Puede tratarse de San Lorenzo, administrador de la Iglesia en tiempos de Sixto II, al que algunas veces se representa mostrando la bolsa, los tesoros de la Iglesia, al emperador Valeriano. Sin embargo, nos inclinamos a pensar que se trate del apóstol San Mateo, ya que coinciden los dos atributos: libro y bolsa. El libro por Evangelista, la bolsa simboliza su profesión de recaudador de impuestos.



6. Dos ángeles acompañan a una mujer que viste velo corto y túnica con cordón franciscano en la dovela seis. Lleva un libro en su brazo izquierdo, mientras es abrazada por uno de los ángeles, en tanto que el otro, con un libro en las manos, entona un cántico. El hábito y el cordón franciscano son símbolos de Santa Clara, fundadora de las monjas franciscanas, aunque suele representarse con una custodia, una azucena o un crucifijo.

9. El sillar número nueve está ocupado por tres personajes. En el centro un mártir sonriente, flanqueado por dos guerreros, uno con lanza, otro con espada al cinto y portando una cruz. Aunque no hay a la vista más atributos, es probable que se trate de San Andrés ya que, según narra Voragine, fue gozoso a la crucifixión.

10. Tres personajes se encuentran en la dovela diez. El central, un obispo con casulla, mitra y báculo en la mano izquierda, impone su mano en acto de confirmación, a un muchacho arrodillado con las manos juntas en oración. Tras ellos, otro joven porta un cirio. No existe un atributo claro para la identificación, pero pudiera tratarse del obispo de León y patrón de la diócesis, San Froilán, que murió a principios del s. XI.

11. En la dovela once un personaje en actitud orante es sujetado por un soldado-verdugo con espada en mano y dispuesto a actuar. Aunque son muchos los santos-mártires que mueren bajo la espada, creemos que por el halo tras su cabeza, los pies desnudos y la posición simétrica a San Pedro, en la dovela trece, podría tratarse de San Pablo.

13. La imagen más curiosa de todas las dovelas se descubre en el sillar número trece. La escena se compone de cinco personajes. El central está clavado en la cruz, mientras dos ángeles asoman por encima de los brazos del madero y dos sayones ultiman la crucifixión agachados a los pies del mártir. La dovela está colocada al revés, tratando de que el crucificado figure boca abajo, exactamente como fue crucificado San Pedro y como se puede apreciar en una de las dovelas de la iglesia de San Miguel, en Estella (abajo).




La respuesta a esta situación no resulta fácil, ya que no parece probable un error en la confección por parte del artista. Dos hipótesis para esta situación: que sea una dovela reaprovechada o que con posterioridad a su factura
 fuese exigida por la ortodoxia religiosa, la reproducción real del martirio del apóstol en la portada de la catedral que, según la tradición fue crucificado boca abajo, lo que habría dado lugar a que el artista diese la vuelta a la piedra enmendando en parte el error.

14. En la siguiente dovela, en el número catorce, dos ángeles presentan a un mártir que porta un libro cerrado en la izquierda y palma en la derecha. San Vicente, diácono del obispo de Zaragoza, es representado a veces con los atributos mencionados.

19. Otra escena de martirio descubrimos en la dovela diecinueve. Un personaje desnudo está encadenado de pies y manos a una parrilla. Dos sujetos de mal aspecto avivan el fuego y acarrean leña para la hoguera. No hay duda de que se trata del suplicio de San Lorenzo, que fue martirizado en el s. III asado vivo sobre una parrilla.



En las restantes dovelas nos resulta imposible la identificación de los santos/mártires que se representan, al no contar con ningún atributo que sirva para su identificación.



- Dintel de la Portada del Juicio Final de la catedral de León.
- San Miguel. Centro del dintel.
- Libro de los Muertos.
- Mercurio.
- San Miguel. Gregorio Fernández, Iglesia de San Pedro (Serrada).
- Condenados, detalla dintel.
- Bienaventurados, detalle dintel.
- San Pedro y entrada al Cielo, detalla dintel.
- Portada Juicio Final.
- Arquivolta 9 bienaventurados: Purgatorio.
- Arquivolta 5 condenados.
- Arquivolta 1 y 3: martirio de San Esteban.
- Martirio de San Esteban. Anibal Carraci.
- Santa Clara. Convento de las capuchinas de Murcia.
- Arquivolta 6 bienaventurados. Santa Clara.
- Arquivolta 9 bienaventurados: San Andrés.
- Martirio de San Pedro. Leonello Spada.
- Arquivolta 13: martirio de San Pedro.
- Arquivolta iglesia de San Miguel (Estella): Martirio de San Pedro.
- Arquivolta 19: San Lorenzo.
- Martirio de San Lorenza. Iuseppe Leonardo.







10 comentarios:

Leodegundia dijo...

Un trabajo minucioso el tuyo que nos lleva a recorrer todas las escenas que seguro asombraban y al mismo tiempo atormentaban a los peregrinos que llegaban hasta la catedral. ¿Que mejor sermón se podía ofrecer? creo que el que entra por los ojos, se tarda menos en olvidad que el que entra por los oídos.
Te felicito por esta magnífica entrada.

fonsado dijo...

Leo: Estás en lo cierto. Era la única manera de llegar a todos.
Gracias y un abrazo.

Mara dijo...

Me dejas alucinada con tus descripciones. Sinceramente no tengo palabras descubrí la rata, el sapo, los rasgos de raza negra y no digamos los tormentos. Seguro que si lo veo realmente no descubro ni la mitad. Si lo que pretendían era aterrorizar creo que lo conseguían con creces. Saludos.

María dijo...

El tema es escatológico total!!
Contrasta la beatitud y naturalismo de los bienaventurados con las formas grotescas de los energúmenos de Pedro Botero.
Ahora me queda admirar todos esos detalles que tan magníficamente nos has mostrado.
Un abrazo.

América dijo...

Estimado Fonsado.
Un trabajo completo,no exagero si te digo magistral,confieso que la manera de entender,apreciar y enterarse es así,a través de un trabajo de difusión.Por supuesto que todas la imágenes tienen su sentido sobre todo para la época,pero me impacta en lo personal La dovela que está colocada al revés, tratando de que el crucificado figure boca abajo,es conmovedora y sin duda con alusiones a Pedro.
El audio,ya sabes,el telón que ambienta la historia.

Recibe un fuerte abrazo.

fonsado dijo...

Mara: Parte de la intención de las descripciones, es interpretar toda esa serie de imágenes que dan la sensación que no tiene ningún sentido y que se cuente y fomente su búsqueda en la propia portada.
Gracias. Un saludo

fonsado dijo...

María: Como he dicho, las imágenes de las arquivoltas no están situadas al azar. Están ahí para ser contempladas dentro del conjunto explicativo de la “venida” de Cristo. Todas tienen su significado.
Será otra manera de contemplar la portada "in situ".
Abrazos.

fonsado dijo...

América: La anécdota de la dovela de Pedro es curiosísima.
Una tercera opción a las descritas en la entrada, pudiera ser que en un principio se tratara de la representación de otro de tantos mártires crucificados y que, al al figurar ninguna imagen de San Pedro en las arquivoltas, se optase por dar la vuelta a la dovela.
Gracias por el comentario. Un fuerte abrazo.

Kászon Kovács dijo...

Muy buenas; ¡brillante entrada y espléndida blog!

fonsado dijo...

Kászon: Gracias por el comentario.