sábado, 14 de febrero de 2009

La imagen de doña Juana I

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Hoy, 14 de febrero de 2009, se celebra la tradicional fiesta de San Valentín, el sacerdote romano que fue ejecutado ese mismo día del año 270. Valentín, según la tradición, casaba a escondidas a las parejas según los cánones de la religión cristiana que, todavía en aquella época, era perseguida en el Imperio Romano..


Es el mejor día, el momento más adecuado, para comentar acerca de la imagen de doña Juana I, Reina de León, de Castilla, de Aragón, de las dos Sicilias, de Navarra, de Granada, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Jerusalén… Una mujer frágil, una reina enamorada, que enloqueció totalmente tras la muerte de su esposo, y que es principalmente inmortalizada por su “locura de amor”.


Juan de Flandes, pintor de Corte de origen flamenco al servicio de Isabel La Católica, realizó dos retratos de Juana que, a pesar de no ser hermosa, resultaba visiblemente atractiva por su rostro ovalado, su largo y pelirrojo cabello y unos ojos grandes, claros y rasgados.


El cuadro, que actualmente pertenece a la colección Thyssen-Bornemisza, es anterior a su matrimonio en 1496 con Felipe de Austria, a la edad de 17 años. La obra de Juan de Flandes muestra una jovencita con una pequeña flor en la mano, posiblemente como símbolo de su juventud, y con el pelo recogido en trenza. Representada de frente, dirige su mirada ligeramente hacia su derecha desde donde parece que recoge o entrega la flor. Viste un recatado y parco vestido sin ningún adorno corporal, reflejo del sobrio ambiente de la corte española.


El otro retrato, que actualmente se encuentra en el Museo Histórico de Viena, se ejecutó durante la estancia de Juana en Flandes, después de su boda con Felipe. Este cuadro descubre una nueva imagen de doña Juana, que se mueve ahora en un entorno más liberal como era en aquel momento la corte de Borgoña; ejemplo de ello, es el corte y adornos del vestido y su generoso escote. Se muestra en una postura menos envarada que la anterior, con el cabello recogido en trenza y el cuerpo ligeramente vuelto a su izquierda, mientras mira hacia la derecha y con el dedo índice de su mano parece insinuar o advertir de algo.


Puede que la obra más difundida realizada en vida, sea un retrato de estilo flamenco, cuya autoría se atribuye al Maestro Michel y realizado en óleo sobre tabla sobre el año 1500, antes de la primera venida del matrimonio real a España. La Reina lleva un hermoso tocado y un brillante traje rojo, sobresaliendo la gran gema que luce al cuello. Está representada de medio lado y su fisonomía ha cambiado, mostrando un rostro más fino, menos ovalado, pero los mismos ojos rasgados. Parece apesadumbrada, con las manos juntas y la mirada baja, infundiendo una ligera sensación de tristeza.


Atribuido al Maestro de la Abadía de Afflihgem, cerca de Brabante en los Países Bajos, existe un cuadro de doña Juana bastante divulgado. Se presenta de cuerpo entero y viste un tocado parecido al que porta en la anterior obra y, seguramente, la misma joya en el cuello. El traje pone de manifiesto su embarazo, atestiguado igualmente por la posición de las manos.


Hasta aquí, las imágenes de doña Juana que deben de ajustarse a la realidad por estar ejecutadas en vida de la Reina. Con posterioridad a su muerte, se elaboran varias obras entre las que sobresale el retrato de Juan Pantoja de la Cruz, realizado en el siglo XVI, en el que doña Juana luce un bello tocado y un traje oscuro muy elegante, con significativo escote y, por primera vez, varias joyas que cobran en esta pintura un importante protagonismo. La obra adolece de una fisonomía realista, de un rostro definido, con una cara más alargada y los ojos exageradamente más rasgados.


Como entresacada de un melodrama romántico, la vida de doña Juana estuvo marcada por el amor, la traición, la muerte, el encierro y la locura, resultando un tema muy atractivo a los pintores españoles del denominado romanticismo histórico del siglo XIX.


Fueron varios los artistas de la época que realizaron obras sobre el tema de amor y muerte de la Reina: Ibo de la Cortina, Carlos Giner, Gabriel Maureta, Lorenzo Vallés … Pero sin duda, el cuadro histórico más conocido, es el que realizó Francisco Pradilla en 1877, en plena ebullición romántica, que, por supuesto, no muestra su aspecto real, pero si su actitud enfermiza. Pradilla retrata un instante del episodio más difundido de la vida de la Reina, como fue un descanso en el lóbrego y errante traslado del cuerpo de su esposo Felipe, fallecido en Burgos en septiembre de 1506, a la ciudad de Granada.


Desde niña, Juana mostró un carácter muy extremo en sus costumbres, en parte por la educación piadosa que recibió, llegando a dormir en el suelo como penitencia, o a autolesionarse flagelándose. Con el paso de los años, ese extremismo llevado a su existencia cotidiana y complicado con los celos que le originaba su matrimonio, llegó a producirle graves alteraciones psicológicas de esquizofrenia paranoide.


Tras la muerte de su esposo, los trastornos se hicieron más notorios y duraderos. Cuentan, que la Reina estuvo presente mientras embalsamaron el cuerpo, no permitiendo en ningún momento la presencia de mujeres junto al ataúd. Tampoco consintió el enterramiento y ordenó que trasladaran el cadáver a la Cartuja de Miraflores, por ser monasterio solo de hombres, y allí, en una sala privada, le visitaba frecuentemente abriendo el féretro con una llave que llevaba siempre colgada del cuello.


El 20 de diciembre, 3 meses después del fallecimiento, doña Juana accedió a trasladar el cuerpo de su esposo a la ciudad de Granada para ser enterrado, junto a su madre Isabel, en el Panteón Real de la Catedral. Envío la Corte por delante, y ella personalmente acompañó el cortejo fúnebre compuesto únicamente por frailes, media docena de criadas ancianas, que debían ir siempre alejadas del féretro, los porteadores y soldados fuertemente armados, que evitaban que ninguna mujer de los pueblos o aldeas por los que atravesaban pudiera acercarse al ataúd.


Hacía marchas muy cortas, viajando solamente de noche a la luz de las antorchas que portaban los soldados. Se detenían en algún pueblo al amanecer y en su iglesia se introducía el féretro de don Felipe, al que durante todo el día se le decían misas, celebrando una y otra vez el oficio de difuntos. La propia Juana viajaba en carruaje y, a veces, a caballo para poder acercarse hasta el cadáver que era trasportado en andas, y cuyos portadores eran relevados con frecuencia debido al hedor insoportable que, por motivo de un mal embalsamamiento, despedía el cuerpo.


En una de las paradas habituales al clarear el día, se introdujo el cadáver en un monasterio del lugar. Al percatarse la reina de que se trataba de un claustro de monjas, ordenó inmediatamente que se sacara el féretro de allí y se acampara en pleno campo. Ese es el momento que idealiza Francisco Pradilla en la célebre obra romántica: “Doña Juana la Loca”.


La figura de doña Juana se encuentra en el centro de la composición, mirando con ojos enfermizos el catafalco de su esposo adornado con las armas imperiales: en el paño sobre el ataúd aparecen bellamente los bordados del Águila Imperial Exployada y el León de Brabante. Sobre las andas, estampados sobre el lienzo blanco, los cuarteles del Reino de León, el Águila Imperial Bicéfala, Flandes y Tirol y Castilla; tras el candelero, el cuartel de Granada, el Águila de Sicilia, el de Aragón y el Borgoña.


La Reina viste un amplio y grueso traje negro de terciopelo que pone de manifiesto su avanzado estado gestación, apreciándose claramente en su mano izquierda las dos alianzas. Se intuye el frío de la mañana del invierno de la Meseta, en la fuerte ráfaga de viento que cruza la obra empujando mágicamente el humo de la hoguera, la llama de los velones y el manto de la Reina. A la derecha, el monasterio del que doña Juana ordenó sacar el féretro de su marido.


Mientras los varones de la comitiva permanecen de pie, las mujeres son representadas sentadas y concentradas en la misma visión de doña Juana. Al fondo, algunos personajes masculinos se ausentan de la escena formando corros de conversación. Otro de los temas a destacar del cuadro, además de la soledad de la Reina, que parece introvertida en su desgracia, es el silencio que se adivina en la escena. La obra da la sensación de ausencia total de ruido.


Doña Juana no llegó hasta Granada. La lentitud del cortejo fúnebre, la peste, el alumbramiento a su hija Catalina en Torquemada, las entrevistas con su padre Fernando, originaron que, al final, la Reina cediese a trasladarse desde la localidad de Arcos hasta Tordesillas en febrero de 1509, dos años después de su salida de Burgos. Los restos de don Felipe fueron depositados en el convento de Santa Clara de la misma localidad, hasta que en 1525, su hijo Carlos I, ordenará su traslado definitivo a la Catedral de Granada.


Doña Juana permanecerá retenida y custodiada en Tordesillas 46 años, desde su llegada con 29 años hasta su muerte en 1555, fecha en la que contaba 75 años de edad. Curiosamente, su hijo Carlos abdicará seis meses después de la muerte de la Reina. Esos serán los únicos seis meses en los que legalmente será Rey de España.



Elegía a doña Juana la Loca

Federico García Lorca


Princesa enamorada sin ser correspondida.
Clavel rojo en un valle profundo y desolado.
La tumba que te guarda rezuma tu tristeza
a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol.

Eras una paloma con alma gigantesca
cuyo nido fue sangre del suelo castellano,
derramaste tu fuego sobre un cáliz de nieve
y al querer alentarlo tus alas se troncharon.

Soñabas que tu amor fuera como el infante
que te sigue sumiso recogiendo tu manto.
Y en vez de flores, versos y collares de perlas,
te dio la Muerte rosas marchitas en un ramo.

Tenías en el pecho la formidable aurora
de Isabel de Segura. Melibea. Tu canto,
como alondra que mira quebrarse el horizonte,
se torna de repente monótono y amargo.

Y tu grito estremece los cimientos de Burgos.
Y oprime la salmodia del coro cartujano.
Y choca con los ecos de las lentas campanas
perdiéndose en la sombra tembloroso y rasgado.

Tenías la pasión que da el cielo de España.
La pasión del puñal, de la ojera y el llanto.
¡Oh princesa divina de crepúsculo rojo,
con la rueca de hierro y de acero lo hilado!

Nunca tuviste el nido, ni el madrigal doliente,
ni el laúd juglaresco que solloza lejano.
Tu juglar fue un mancebo con escamas de plata
y un eco de trompeta su acento enamorado.

Y, sin embargo, estabas para el amor formada,
hecha para el suspiro, el mimo y el desmayo,
para llorar tristeza sobre el pecho querido
deshojando una rosa de olor entre los labios.

Para mirar la luna bordada sobre el río
y sentir la nostalgia que en sí lleva el rebaño
y mirar los eternos jardines de la sombra,
¡oh princesa morena que duermes bajo el mármol!

¿Tienes los ojos negros abiertos a la luz?
O se enredan serpientes a tus senos exhaustos...
¿Dónde fueron tus besos lanzados a los vientos?
¿Dónde fue la tristeza de tu amor desgraciado?

En el cofre de plomo, dentro de tu esqueleto,
tendrás el corazón partido en mil pedazos.
Y Granada te guarda como santa reliquia,
¡oh princesa morena que duermes bajo el mármol!

Eloisa y Julieta fueron dos margaritas,
pero tú fuiste un rojo clavel ensangrentado
que vino de la tierra dorada de Castilla
a dormir entre nieve y ciprerales castos.

Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana,
los cipreses, tus cirios; la sierra, tu retablo.
Un retablo de nieve que mitigue tus ansias,
¡con el agua que pasa junto a ti! ¡La del Dauro!

Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana,
la de las torres viejas y del jardín callado,
la de la yedra muerta sobre los muros rojos,
la de la niebla azul y el arrayán romántico.

Princesa enamorada y mal correspondida.
Clavel rojo en un valle profundo y desolado.
La tumba que te guarda rezuma tu tristeza
a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol.


Doña Juana I. Juan de Flandes.

Doña Juana I. Juan de Flandes.

Doña Juana I. Maestro Michel.

Doña Juana I. Maestro de Afflighem.

Doña Juana I (detalle). Maestro de Afflighem.

Doña Juana I de León y Castilla. Juan Pantoja de la Cruz.

Doña Juana la Loca. Francisco Pradilla.

La demencia de doña Juana. Lorenzo Vallés.

La demencia de doña Juana (fragmento). Lorenzo Vallés.

La Reina doña Juana, recluida en Tordesillas con su hija, la Infanta doña Catalina. Francisco Pradilla.

Doña Juana en Tordesillas. Francisco Pradilla.





12 comentarios:

Susana Peiró dijo...

Fonsado:

Ha sido un lujo y enorme placer leer este excelente artículo!

Muy bien documentado, con todo detalle y rigurosidad histórica, y exquisita ilustración. (He disfrutado de estos cuadros, varios no los conocía)

Muchas Gracias por esta publicación!

Saludos Cordiales!

El León Curioso dijo...

Nos has hecho ver la evolución física y personal de esta reina de una forma clara y amena.

Es otro artículo estupendo.

Un saludo

Anónimo dijo...

Es la tragedia del enamoramiento de un alma sensible.
Maravillosos cuadros!!
Un Saludo Especial

Leodegundia dijo...

Un trabajo completísimo marcado por los cuadros que se realizaron a esta reina uno de los cuales siempre me impactó mucho, el de Francisco Pradilla, pues al contemplarlo se nota la tensión que existe en el ambiente y la expresión de Juana en cuyo rostro se mezclan dolor y locura.
Por no faltarle nada a este artículo hasta figura la Elegía de Lorca.
Felicitaciones.

Anónimo dijo...

Es el cuadro de Historia más impresionante, en el cada palmo de lienzo late independiente.
Estupendo el enlace con la figura juvenil de la reina.

Juan Duque Oliva dijo...

EL de Pradillo no lo conocía y me ha dejado embelesado.

Quiero darte mi felicitación pues has hecho un trabajo excelente, muy bien documentado y con un gran dinamismo, se lee solo.

Si quieres que te diga la verdad me ha gustado más que la película.

Saludos.

Sabor Añejo dijo...

No tengo más remedio que aplaudirte efusivamente.
Me ha encantado el trabajo, tan minucioso y rico en matices, y la información.
Soy una enamorada de la Historia, así que leer ésto ha sido todo un lujo para mí.

Un abrazo

"Canto y Vida" (Sandra Bandres) dijo...

Amo la Literatura Española, y más allá de ella, la vida y el mundo español, tanto así que estos personajes me llenan de ternura. ¡Qué bella manera de presentar la vida enamorada y triste de esta mujer!.
Gracias por nutrirnos el alma.

fonsado dijo...

Conociendo un poco la vida de doña Juana I, hemos tratado, de una manera sencilla, acercarnos a su figura, a su rostro juvenil, para observar como fue aquella reina envuelta en plena juventud en el dramatismo del amor, los celos, la locura, la muerte, y un encierro de por vida.
Su tragedia fue captada espléndidamente por los pintores historicistas del siglo XIX, que, por supuesto, no pudieron observar su rostro, pero hicieron de los cuadros de la Reina, auténticas representaciones psicológicas de los episodios más conocidos y trágicos de su vida.
Gracias a todos por los comentarios.

Anónimo dijo...

Una bella secuencia de cuadros, que sigue la tortuosa vida de la reina Juana. Buena entrada y estupenda historia.

América dijo...

lO MISMO DIGO ESTUPENDO,!PERSONAJE LEGENDARIO,TUVE LA OPORTUNIDAD DE VER EN EL PRADO,EL ANO PASADO, EL OLEO Doña Juana la Loca. Francisco Pradilla,ME IMPRESIONO EL FORMATO Y TODO LO QUE ES CAPAZ DE TRASMITIR.

Unknown dijo...

¿Cómo se entiende "O se enredan serpientes a tus senos exhaustos..."