miércoles, 4 de febrero de 2009

Trofeos de guerra. Tetuán, febrero de 1860

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Forma parte del curioso e inexplicable comportamiento humano, trasladar a territorio propio los objetos o elementos emblemáticos de otra cultura o pueblo al que se ha vencido militarmente, exaltando el hecho, creando y dedicando monumentos conmemorativos, calles, etc., y exhibiendo mediante fiestas, celebraciones y grandes desfiles, las piezas u objetos arrebatados al enemigo.


La sociedad española, por supuesto, no ha sido ajena a este comportamiento. Quién no conoce, tras el saqueo de Santiago de Compostela por Almanzor, el traslado de las campanas de la catedral compostelana a Córdoba para su trasformación en lámparas votivas para su mezquita, suceso que quedó grabado con fuerza en el orgullo y la memoria peninsular, hasta que en 1236, casi trescientos años después, y tras la toma de Córdoba por Fernando III el Santo, las campanas fueron devueltas a Santiago. Del mimo modo, la espada del derrotado Francisco I en Pavía que Carlos V depositó en El Escorial, y que, durante la Guerra de la Independencia, hábilmente robó el general francés Murat y devolvió a París en 1808.


Si bien parece que en la actualidad los desfiles y las exhibiciones públicas han dejado de realizarse, todavía no se ha erradicado el saqueo de museos o la eliminación, ante la imposibilidad material de traslado, de lugares, edificios o monumentos emblemáticos que forman parte de las señas de identidad del enemigo, como ha ocurrido recientemente en el conflicto de los Balcanes, con la destrucción por parte del ejército serbio de la extraordinaria Biblioteca Nacional de Sarajevo, llamada Vjecnica, símbolo de la cultura bosnia, o las bellas iglesias croatas.


El pintor conquense Joaquín Sigüenza y Chavarrieta, realizó una impresionante “fotografía” de, con toda seguridad, el último gran desfile militar español en el que se exhiben los objetos capturados al enemigo, concretamente a Marruecos en la batalla de Tetúan de 1860, en una obra titulada, “Los gloriosos trofeos ganados a los marroquíes en la toma de Tetuán por el bravo ejército español, paseados triunfalmente en presencia de SS.MM y AA.RR. el 14 de febrero de 1860”.


Los objetos apresados resultaron ser las banderas enemigas, la tienda de campaña de Muley-Abbas, hermano del Sultán, que se montó a lo largo de los años en diversos eventos, y los ocho cañones del campamento marroquí que, con posterioridad y tras su fundición en Sevilla, se materializaron en los leones que actualmente flanquean la entrada del Congreso de los Diputados.


La Guerra de África de 1859-1860, es considerada una maniobra del gobierno de la época para tratar de disimular o paliar la grave crisis interna española y que, a pesar de la victoria militar conseguida, no se deben obviar las más de 7.000 bajas, las penurias pasadas por los soldados a causa de los deficientes suministros, un escaso beneficio económico y territorial, y la pésima planificación militar de la campaña.


Los antecedentes se remontan a mediados del año 1859, cuando los ataques a la frontera española de Ceuta y Melilla eran cada vez más frecuentes por parte de combatientes irregulares que procedían y estaban alentados por el Sultanato de Marruecos. Estos golpes de mano resultaban difíciles de contestar por el ejército español debido a la rapidez de los atacantes.


Contando con el apoyo internacional y, sobre todo, con el entusiasmo de la sociedad española, el 22 de octubre de 1859 el Congreso firmó el acta de declaración formal de guerra. Se constituyó un ejército expedicionario de 36.000 hombres al mando del propio general O´Donnell, presidente del gobierno en aquellos momentos, y los generales Zavala, Ros, Echagüe y Prim.


En las Navidades de 1859, las tropas españolas formadas por tres cuerpos de ejército estaban ya en territorio africano con sus posiciones perfectamente asentadas, para marchar hacia Tetuán, uno de los objetivos de la campaña.


Entre los días 4 y 5 de febrero de 1860, se sucedieron los combates decisivos. La superioridad de las tropas africanas era notoria en el número de efectivos, además de contar con la extraordinaria ventaja del conocimiento del terreno. El avance español, aunque un tanto imprudente según las crónicas, no fue detenido por los marroquíes llegando incluso al salto de las trincheras cargando a la bayoneta, con el objetivo de ocupar el campamento enemigo. El día 6 de febrero, hace ahora 149 años, se izó la bandera española en la alcazaba de Tetúan.


Los objetos capturados a los rifeños desfilaron el 14 de febrero de 1860 desde su ubicación en el Ministerio de la Guerra, situado en la calle Alcalá, pasando por la Puerta del Sol y la calle Mayor, hasta la Plaza de Armas del Palacio Real, en cuyos balcones se hallaba la familia real para presenciar el desfile, momento que recoge la sorprendente obra de Joaquín Sigüenza.


La brillante comitiva fue acompañada en todo su recorrido por un gran gentío en donde destacaban los estudiantes madrileños de los Institutos y de la Universidad, según las fuentes más de doce mil, que salieron a la calle con sus respectivos distintivos y banderines, portando también las banderas que el cardenal Cisneros tomó a los norteafricanos en 1509 durante la conquista de Orán y que a su vuelta regaló a la Universidad.


Los combates en África continuaron hasta la batalla de Wad-Ras, que obligó al Sultán a solicitar la paz en abril de 1860, y aunque se dio por finalizada la guerra, la opinión general deseaba que España hubiese continuado su expansión hacia el sur, como venían haciendo principalmente Francia o Inglaterra. Sin embargo, el ejército africano volvió a España y se instaló al norte de Madrid, en un descampado llamado Dehesa de Amaniel, con el fin de que O´Donnell realizara una entrada triunfante en la capital, suceso que nunca ocurrió. Su estancia en la capital de España permitió que los vecinos de la ciudad “disfrutaran” de la presencia y organización de una importante fuerza militar: realizaban maniobras, simulacros de avances y ataques, se disparaban salvas, desfilaban… En en el lugar donde se instaló el campamento, surgieron tabernas, burdeles y todo tipo comerciantes y negocios en los que un soldado ocioso pudiera gastarse su paga.


Aquel asentamiento militar primitivo fue pasando de provisional a permanente, dando lugar con el tiempo al actual distrito madrileño de Tetuán de las Victorias, que cuenta ya con seis barrios entre los que destacan por conocidos Cuatro Caminos o Bella Vista.




Regreso triunfal campaña de Palestina. Arco de Tito.
Regreso de las campanas de Córdoba a Santiago de Compostela. Grabado de J.G. Mencia.
"Los gloriosos trofeos ... ". Joaquín Sigüenza y Chavarrieta.
General O´Donell. Diosio Fierro Álvarez.
Altar portátil con trofeos de la guerra marroquí.
Desembarco del Cardenal Cisneros. Juan de Borgoña, Catedral de Toledo.



6 comentarios:

Juan Duque Oliva dijo...

Los horrores de las guerras.

Muy interesante la entrada, me encanta el trabajo que haces con el lío que llevo hoy me he olvidado de todo por un momento.

Por cierto aprovecho para informarte que ya he visto que sigues a Renacimiento y América que el sábado de 13 a 17 horas las entrevistaré a las dos en el radioblog que hago desde el blog, se escucha allí directamente y en vivo.

No te puedo decir la hora exacta que hablan, América/Rita está ahora en España haciendo turismo y cuando tenga un momento y María creo que después de las 15 horas

Saludos

Algaire dijo...

Bueno, eso de cargar con los trofeos arrebatados al enemigo creo que era algo así como la demostración de que se había ganado y demostrar al pueblo llano lo fuerte y valeroso que era su ejército.
En realidad no deja de ser una clara demostración de que el orgullo y la rapiña del género humano no cambió nada desde los más remotos tiempos hasta nuestros días.
Genial tu artículo.

Mar Romera dijo...

Nunca he podido entender los actos de rapiña del patrimonio realizado por los ejercitos vencedores. Nunca me he explicado que pese a la expoliación sistemática muchos legados culturales de cientos de países continúen en los musesos de los colonizadorores y expoliadores sin que se devuelvan... Solo hay que darse una vuelta por algunos museos de Berlín, Londres, Paris, N.York o Madrid... ciertas cosas no las entenderé jamás.

Me ha encantado tu artículo.

Mil saludos,

Sabor Añejo dijo...

Antes que nada decirte que me ha encantado tu blog, que no conocía. Me gusta mucho la historia, así que he quedado prendida de él.

Sobre esta entrada decir que es algo que se repite desde que el hombre existe: adueñarse de los enseres, sean valiosos o no, de aquellos a los que derrotan.

Y en el fondo es comprensible, porque puede que sea una forma co firmar la victoria, o porque siempre se desean las propiedades del prójimo, más aún si son enemigos.

Un abrazo

marta dijo...

Bueno, no es más que un acto de venganza y humillación, lo mismo que pasar a cuchillo a los vencidos o la violación sistematica a las vencidas.

Es el hecho de sumirles en la oscuridad, les despojas de su pasado y de aquellos símbolos que una población tiene como signo de identidad y de su pasado, elementos que dan un sentido a esa población.

Si el objetivo es que los vencidos se arrastren ante los vencedores ¿no es un magnífico sistema de conseguirlo?

Anónimo dijo...

Parece increíble que exista un cuadro con el desfile de despojos de los marroquíes.
Desde luego no hemos cambiado mucho en 2000 años, parece que debe haber épocas en que el orgullo patriótico debe trastornar las mentes. Habrá que pasar alguno para comprobarlo. Un saludo.