viernes, 26 de septiembre de 2008

Los cuatro recintos amurallados de León


El recinto campamental de la ciudad de León, sobre el que existen y recomendamos excepcionales trabajos de Ángel Morillo Cerdán y Victorino García Marcos, pasa por cuatro fases bien diferencias: dos fortificaciones militares levantadas y ocupadas por la Legio VI Victrix, y otras dos posteriores erigidas por la Legio VII, que se instala y permanece en ellos durante más de dos siglos. Estos cuatro recintos militares están claramente diferenciados y estudiados.

Los dos primeros se realizan en un corto periodo de tiempo, en 20 ó 30 años de diferencia, desde finales del s. I aC., al término del reinado de Augusto o, posiblemente, al principio del de su sucesor Tiberio (entre los años 10-20 dC.), mostrando ambos una estructura relativamente sencilla y coincidiendo en la utilización de materiales precarios que les diferencia notablemente de los dos recintos posteriores.

El primero de ellos estuvo formado por dos empalizadas paralelas reforzadas con postes verticales, y colmado su interior de arcilla y grava. El baluarte se encontraba rematado en su cara exterior con parapeto de madera y con foso externo en forma de U/V (1). Debió alcanzar los 5 ó 6 metros de alto por 3 de ancho y contaba, como era lo habitual, con varias torres defensivas en madera situadas por todo el perímetro (2).

El segundo recinto defensivo se construye unos metros adelantado al primero, incrementándose la superficie del campamento de 17 Ha. a 20 Ha., aproximadamente. Estaba formado por dos paramentos de madera a los que se acumula, tanto interior como exteriormente, hiladas de tierra y césped formando sendos terraplenes; el interior de las dos empalizadas se rellena con tierra, cantos, escombros, etc., y se remata con un parapeto almenado realizado en madera. El conjunto defensivo alcanzaría los 6 metros de altura y aproximadamente 4 metros de ancho. No se tiene constancia del número y forma de los fosos exteriores ni de la torres de defensa que con seguridad debió poseer.

Después de su traslado definitivo a Hispania, la Legio VII elige como asentamiento el mismo campamento que construyó y tuvo de base la Legio VI, siguiendo y utilizando el mismo contorno existente de planta rectangular con ángulos redondeados. La elección de este lugar de larga tradición militar, está vinculado a la progresiva y creciente importancia que adquiere la zona leonesa en la economía del Imperio por la explotación de sus formidables recursos auríferos, resultando el solar leonés un lugar idóneo para vigilar, proteger y controlar la extracción y trasporte del preciado metal.

El primer perímetro defensivo de esta segunda fase (3), se realiza en el último cuarto del s. I dC. sobre parte del anterior, concretamente sobre la mitad exterior del paramento existente, que se destruye con el fin de realizar unos poderosos cimientos a base de canto rodado. Sobre ellos, un muro de aproximadamente 2 metros de anchura realizado en opus caementicium (argamasa a base cal, arena y guijarros), con un revestimiento exterior de opus quadratum (compuesto de bloques de piedra regulares y bien escuadrados). Esta nueva muralla, que mantendría los 6 metros de alto, conservó adosado a su parte interna las defensas de césped y tierra del anterior recinto, que conformaban un terraplén de acceso fácil y rápido a la muralla.

El conjunto defensivo se completaría con seguridad, aunque no se tiene constancia de ello, con uno o dos fosos exteriores. Del mismo modo, se remataba con torres cuadrangulares empleando el mismo material de opus caementicium, revestido de opus quadratun, emplazadas en el interior de la muralla y de las que se han verificado restos en tres lugares diferentes de la ciudad.

El cuarto recinto castrense que se construye a principios del s. IV o finales del s. III dC., se realiza adosándolo por el exterior al ya existente. Como base de la imponente construcción, un pequeño muro de sillería irregular a la que le sigue un paramento de mampostería realizado con cantos de diferentes tamaños y sin labrar; en el interior, un relleno de de más de 5 metros de anchura de opus caementicium. Contaba con más de 70 cubos o torres realizadas en el mismo material y de planta semicircular, situadas cada 15 metros y con más de 8 de diámetro, de las que aún se conservan más de 30. La altura de la muralla se incrementó, pasando de de 6 a 10 metros (4).

De esta manera, el recinto amurallado que todavía hoy es visible de forma continua en una buena parte de su trazado, y que mantiene prácticamente el mismo perímetro del segundo campamento construido en el s. I dC, está formado en realidad por dos murallas adosadas levantadas con más de 200 años de diferencia y construidas con materiales y técnicas muy distintas.

La muralla romana de León, considerada como el tercer recinto defensivo existente más importante de España, declarada Monumento Histórico Artístico en 1931 y "protegida" por distinta legislación posterior, sigue abandonada a su suerte. Las murallas de Ávila y Lugo, de periodo medieval y romano respectivamente, están reconocidas, protegidas y gozan de una gran difusión y promoción nacional e internacional. Del mismo modo, los escasos restos que existen en Barcelona, Córdoba, Tarragona, Zaragoza, Sevilla, etc., se muestran y exhiben en excelentes condiciones de conservación.

El desconocimiento y abandono del recinto leonés es de tal envergadura que, sin ir más lejos, en el número de este mes de la revista mensual de tirada nacional, Historia de la Iberia Vieja, en una pequeña reseña al reciente derrumbe ocurrido en un lienzo de la muralla de la calle Ruíz de Salazar, se incluye una fotografía de las "murallas de Astorga".

Sigue sin existir ni presupuesto nacional, local o autonómico para adecentar definitivamente el conjunto, pero resulta todavía más preocupante la falta de un serio compromiso, la carencia de firmes voluntades y propósitos para llevar a cabo una total rehabilitación.

La muralla leonesa continúa todavía con casas en ruina adosadas, la mayor parte de su ronda en manos de particulares que han edificado sobre ella, y con vegetación permanente y cada vez más abundante en sus lienzos. En la zona norte, la denominada Era del Moro, permanece sin abrir y oculta con tendejones, los derrumbes y problemas de mantenimiento a la orden del día, con polémicas e inexplicables licencias municipales para adosar nuevas viviendas, con la promesa incumplida de abrir algún tramo peatonal de la ronda, etc.

Como la mayor parte del patrimonio de León, la muralla romana, la construcción más antigua y con más historia de la ciudad, pero también la menos conocida, se encuentra en un estado de desamparo y permanente ruina; eso sí, hay que decirlo todo, como hemos leído en una página oficial, una ruina consolidada.






2 comentarios:

Leodegundia dijo...

Una verdadera pena que después de aguantar tantos años en pie se derrumben ahora por desidia de los que debieran de encargarse de ellas. Por lo que señalas en las fotos entre propiedades particulares, adosados y sobre todo ese aparcamiento que parece va a construirse allí, acabarán por hacerla desaparecer.
Como dije al principio, una verdadera pena.
Buen fin de semana

Anónimo dijo...
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